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lunes, 7 de abril de 2014

La visión interior y consejos para el camino

La visión interior y consejos para el camino


28/01/2003 - Autor: Mahmud Husein - Fuente: Webislam



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Interiorización
Interiorización

Primera parte

La claridad y el conocimiento correcto ayudan a marchar por el Sendero Recto. Pero ello no es todo, nuestro corazón será probado por los deseos, el mal, el desvío y toda suerte de ilusiones.

¿Como alejarse de ellas hacia la Verdad, o lo que es igual, cómo acercarse a la Verdad venciendo nuestra propia inclinación hacia lo inferior? Esto es imposible sin una fuerza, que además del conocimiento claro y correcto nos impulse hacia el bien. Dicha fuerza debe residir en nosotros mismos, y poder ser utilizada por nosotros mediante cierto método.

Partiendo de esas consideraciones muy elementales, expresaré algunas ideas para los miembros de nuestra comunidad, siguiendo la tradición que dice: "El Din es el buen consejo", lo cual significa que el modo de vida sagrado, bueno, perfecto –y no existe otro en realidad- depende de ciertos principios, recomendaciones y sabidurías que el hombre pueda poner en práctica, en forma inmediata. Esta es la técnica de los Profetas, con ellos sean Bendición y Paz, quienes fueron "advertidores, anunciadores y consejeros" de sus pueblos, como dice el Sagrado Corán.

Siguiendo estrictamente las enseñanzas que provienen del Corán y los dichos del Profeta (BP), trataremos de dar, para la época actual y para nuestros problemas concretos, algunas premisas, que esclarecen y facilitan la práctica del Islam. Las épocas, y con ellas las artimañas de Shaitán (1), cambian; si no fuera así sería innecesario renovar las tácticas de nuestra lucha interior y exterior. Son las condiciones del mundo lo que nos obliga a ello, porque Shaitán siempre renueva sus medios y su poder, el cual ejercerá sobre el mundo hasta el final de los tiempos.

Nuestros principios son firmes, nuestra estrategia no cambia, nuestros objetivos son los mismos. Lo único necesario es "preparar las armas", como dice el Sagrado Corán, o no dejarse timar dos veces en el mismo asunto, como aconseja el Profeta, Bendición y Paz sean con él y su Descendencia.

Consejos

1. El conocimiento de si mismo

Tres cosas debemos conocer de nuestro enemigo: qué armas usa, cuánto poder posee y cuál es su debilidad.

Nuestro mundo nos impide marchar por el camino espiritual mediante tres medios: el error en la visión de la realidad de las cosas, los deseos que nos impone y con los cuales nos ata, por nuestra propia mano, y la violencia con que nos impulsa a actuar.

En el plano individual, el error es peor que los otros dos medios que el mundo utiliza. Socialmente el deseo es el más poderoso medio de dominio de los hombres que la sociedad káfir (2) posee. Quien se libera del error en su visión de la realidad, descubre la fuente del poder káfir en su dominio de los deseos humanos. Luego, gracias a ello, puede liberarse de la violencia con que la sociedad antisagrada lo maneje hacia donde ella quiere.

Pero la sociedad káfir puede apelar a los deseos, como fuente de su poder, porque ellos están en nosotros. Nuestro conocimiento de la realidad de las cosas necesariamente parte del conocimiento de nosotros mismos. El sí mismo es la realidad máxima a que tenemos acceso, y toda otra realidad está ligada a él.

El dicho del Profeta, Bendición y Paz sean con él y su Descendencia, "quien a sí mismo se conoce, conoce a su Señor" significa que no tenemos acceso al conocimiento de Allah si no es a través de nosotros mismos, y por lo tanto El, que es la Suprema Realidad, sólo puede ser conocido a condición de que nos conozcamos a nosotros mismos, o lo que es igual, sólo puede ser conocido en nosotros mismos.

En consecuencia, el primer conocimiento, el más necesario, gracias al cual nos es posible liberarnos del error, la violencia y los deseos que nos atan al mundo, es sin duda el conocimiento de nosotros mismos.

Todo conocimiento es una forma de la visión. El conocimiento del mundo es posible por la visión externa, el de la Realidad suprema por la visión interna.

La visión externa nos permite captar las cosas bajo la apariencia que presentan. Las cosas del mundo son cambiantes, fugaces, impermanentes; las realidades verdaderas son permanentes, inmutables, eternas.

La visión interior capta estas realidades y nos lleva de la ignorancia hacia la Luz, por dicha visión nos conocemos a nosotros mismos.

¡Quiera Allah concedérnoslo porque es un grado elevadísimo entre los de sus siervos!

2. La visión interior

Si consideramos la vista que poseemos, y meditamos sobre ella como un don de Allah, y observamos que no se limita al mundo físico, sino que tiene una extensión interior, a la que Allah menciona como "visión del Corazón" (por cierto que no se ciegan vuestros ojos sino que se ciega el corazón en vuestros pechos, 22:46); si meditamos en todo ello, podremos conocer que la visión tiene dimensiones y grados distintos, y que ella establece nuestro modo de ser y nuestro vínculo con lo exterior y con lo interior.

Existen, pues, dos dimensiones de la visión en nuestro ser de este mundo, una la exterior, otra la interior y entre ambas hay correspondencias y analogías. Así como la visión exterior tiene virtudes y defectos, límites propios de ella y limitaciones propias nuestras, asimismo la vista interior posee todo esto. Así como existen en el plano exterior visión poderosa y débil, videncia y ceguera, así también existen en el plano interior estas mismas cosas. En lo exterior percibimos formas, volúmenes y colores, en lo interior percibimos lo mismo.

La diferencia entre ambas visiones es que la exterior siempre percibe apariencias y la interior puede llegar a percibir realidades. La apariencia es un fantasma, la realidad es algo verdadero. La diferencia es análoga a la que existe entre la visión directa de algo y su visión en una fotografía.

Pongamos por caso que una persona sea ciega interiormente , ¿quién podrá transmitirle lo que se percibe en esa dimensión, dado que es aún más difícil que comunicar al ciego lo que perciben los ojos del cuerpo? Pongamos por caso que exista alguien con defectos de visión interior, como existen algunos que son miopes en su visión exterior, ¿cómo podría tener una visión correcta de la realidad con ese defecto? Y así en más. Todos estos ejemplos tienen por fin advertir que la visión interior es la visión fundamental; que lo que llamamos "realidad" con tanta frecuencia en nuestra vida diaria, es solo apariencia, fantasma del mundo; que es necesario tener una visión lo más perfecta posible de la verdadera realidad, aquélla que es interior.

La visión interior tiene su modo de ser el cual no es idéntico al de la exterior. Esta última ve gracias a la luz que le llega del sol, y por ello no es una visión interna, depende de algo que no está en ella. Además ve solamente aquello que es corpóreo, limitado, tan grande como le sea posible verlo, tan pequeño como le sea posible. Se ajusta al tiempo y a los sucesos, no es independiente de las cosas materiales.

La visión interior ve con su propia luz, ve lo sutil, lo ilimitado; ve lo inmensamente grande y lo infinitamente pequeño; está fuera del tiempo y del espacio, no la afecta la cadena de los hechos y es independiente de las cosas materiales.

Trasciende el sueño, la muerte, el antes y el después. Su fuente es inagotable.

3. ¿Cómo ver la verdadera realidad?

La pregunta más importante sobre la visión interior es ésta, porque procede de una preocupación auténtica por obtener una visión correcta. Si no poseemos una verdadera visión, ¿cómo lograríamos el conocimiento de nosotros mismos?, siendo que este conocimiento es la llave de la liberación y sólo se consigue mediante una visión verdadera.

Las realidades interiores están ocultas, como las apariencias exteriores están ocultas durante la noche. La visión exterior es la primera que obtenemos y con más frecuencia la única. La visión interior precisa de cierta luz, como la exterior, pero esa luz no aparece del mismo modo que la luz exterior. El sol exterior es el símbolo del Sol interior, el Sol de la Realidad.

Así como al principio de nuestras vidas vamos percibiendo de a poco, cada cosa, cada color, cada forma, nos son presentadas paulatinamente; así también comenzamos a ver las realidades interiores de a poco, tenuemente, sin reconocer al principio su importancia verdadera.

La luz interior proviene de una Aurora que resplandece para los elegidos. El Señor de la Aurora es Quien la esparce para los corazones.

La visión exterior es, primero, una visión sin conocimiento, luego una visión con prueba y conocimiento. La visión interior es del mismo tipo; las primeras luces no nos dan a conocer profundamente la realidad de lo visto, pero no dejan de conmovernos y generar en nosotros algo extraordinario, inmensamente rico.

La visión exterior tiene su aurora, su mediodía y su ocaso; su noche estrellada y su imaginación más allá de la visión concreta. La vista interior también tiene estas etapas, alcanzando el Fin que está más allá de todo lo imaginable.

La vista exterior es acompañada por el color, el sonido y el tacto. La vista interior es una visión infinita, que posee todo aquello que tiene la exterior, pero con más plenitud, y posee aún lo que ésta última no puede alcanzar.

La visión exterior es una parte de nuestro cuerpo, como otras son el movimiento y las funciones de otros órganos corporales. En cambio, la visión interior es todo nuestro ser, ella no constituye una parte separada.

Volviendo a nuestra pregunta, ¿cómo ver la verdadera realidad?. Es evidente que se necesita de enseñanza para ello. La visión interior es diferente en esto a la exterior, porque ésta para ver sólo precisa de la función visual y la interior, además, de la enseñanza. La mayoría de los seres nacen ciegos para la visión interior, excepto un reducidísimo número de perfectos, quienes la comunican al resto.

La visión interior se desarrolla paulatinamente y mediante el cuidado y la guía de quien ya la conoce. Sólo se consigue dentro de una enseñanza verdadera y sus primero atisbos son inmediatos.

4. Los primeros pasos

La primera cuestión en la visión interior es liberarse del error. El error es algo interior, que ha deformado nuestro ser. Si no podemos lograr un comienzo de la visión, a través de la enseñanza real, es porque nuestro defecto es grave y quizás nunca podamos ver.

Liberarse del error no significa, en este caso, llegar a la Verdad absoluta, sino apenas comenzar a ver, o mejor dicho, a atisbar. Este comienzo ya es, de por sí, un gran progreso, porque las dificultades y defectos de los cuales adolecemos comienzan a desaparecer.

La actitud que adoptamos ante todo lo exterior, y entre otras cosas, ante los prejuicios, ignorancias, mistificaciones e idolatrías colectivas, las cuales han sido introducidas en nosotros por el medio ambiental, es en primer lugar crítica. Necesitamos liberarnos de todo el error colectivo, antes de liberarnos de nuestros propios errores íntimos.

Los más inmediatos, familiares y amigos (sobre todo los íntimos) son el lazo que utiliza el medio social para atarnos a él, y por lo tanto es con quienes debemos librar nuestras primeras batallas. Pensemos que ellos están en nuestra misma situación, maniatados por sus errores, por lo cual una actitud diferente en nosotros sólo logrará violentarlos. Ellos no quieren realizar nuestro mismo esfuerzo, y por eso les resulta insultante que lo realicemos.

Si logramos sortear esta primera situación, viene luego nuestra actitud positiva, de aprendizaje profundo y de transmisión al resto de las personas de nuestra experiencia íntima.

Todo esto puede lograrse en un corto tiempo, mediante una guía experta. Pero sobre todo, debemos obedecer y amar la guía que se nos imparte. He comprobado que quienes "buscan un maestro" están más desviados que el resto de las personas. Por lo general no reconocen la enseñanza verdadera cuando se les imparte, y en su ignorancia no saben apreciar a quien lo hace, confundiéndolo con un principiante. Este se debe a que dichas personas parten de una actitud inadecuada y soberbia, misticista y esoterista, lo cual los induce al error más profundo.

El misticismo y el esoterismo son dos actitudes falsas porque en realidad no pueden ser actitudes, es decir posiciones que alguien sostiene respecto de algo. Lo misterioso y lo oculto son degustaciones interiores no actitudes o posiciones exteriores, retóricas, falsarias y charlatanescas, como demuestran quienes las sostienen. Entre dichos individuos se encuentran algunos autores conocidos por obras "esotéricas" o "místicas", obras que por lo general no tienen otro valor que el de las transcripciones de las fuentes auténticas, porque la opinión que en esos libros se emite no tiene fundamento real, es imaginería pura.

Nuestra actitud crítica nos acarreará muchas dificultades, que servirán como prueba para nuestra verdadera intención. Es lo más fructífico del asunto, ya que de una actitud crítica meramente no se vive, debemos pasar de los primeros pasos críticos a los pasos positivos, creativos, visionarios en el sentido real. Es necesario, entonces, para superar la primera actitud (la crítica), seguir lo más estrechamente posible la enseñanza que sobre la misma se imparta, no extremar o desbordar la crítica más allá de los límites que la enseñanza aconseje. Esto nos asegura dar los pasos siguientes, los positivos, porque la crítica en la enseñanza real es sólo una etapa de autopurificación.

5. La práctica y la teoría

Es necesario balancear la teoría con la práctica. Quien desee un completo desarrollo de su visión interior deberá establecer un modo de vida que equivalga, exteriormente, a lo que él pretende. Decir sin hacer, sostener lo que no se practica, es un veneno mortal para la vista interior.

"Teoría" significa visión, una visión que todavía no se ha realizado, porque únicamente puede decirse que es real cuando ya existen los signos exteriores de su presencia. El peor de los vicios consiste en la hipertrofia "teórica" y el abandono de toda práctica consecuente, siendo ello propio de la hipocresía. El hombre actual, sobre todo en occidente, es hipócrita en grado sumo; las palabras nos e siguen con acciones consecuentes, se sostiene algo que noe stá plasmado en la conducta, se pretende teóricamente algo que no existe en la práctica de quien lo pretende. Esta duplicidad entre teoría y práctica es muy coherente con el estado de disociación entre lo interior y lo exterior en que, sobre todo, se encuentra occidente.

Es necesario seguir lo más estrictamente posible un código de vida, que esté consagrado por su origen trascendente y por la tradición constante de los sabios. Otro de los obstáculos al respecto es que el individualismo –sobre todo en occidente- ha creado la ilusión de que cada cual puede, por sus propios medios, crearse un código de vida que lo lleve hacia la Verdad. Esto es falso porque el hombre no posee las condiciones para realizarlo, ya sea sólo o en conjunto con otros hombres.

Para dar un ejemplo, existe un código propio de las abejas. Ni la reina ni la colmena en su conjunto lo han creado, existe antes de la colmena y está inscripto en la "conciencia" de todas las abejas del mundo. ¿Quien lo creó?, ¿cómo se transmite?.

Es evidente, en cuanto a los humanos, que no es lo mismo que en el caso de las abejas. Ellas no poseen "voluntad", al menos en la medida que la posee el hombre, ni "inteligencia", por lo menos como el hombre. Pero existe algo en común entre ambos, los dos tienen un código de vida que en el caso de ser alterado se cae en la desarmonía, en el caos, en la corrupción. Dicho código depende de algo más que el lapso exiguo de la vida de un hombre, o de una sociedad; algo más que la limitada inteligencia humana; algo más, también, que solamente el plano humano, en el cual no se acaba el universo.

Ningún hombre en particular, por sus propios medios, puede crear un código de vida que prevea todas las contingencias, todos los factores que existen en la vida humana, la serie total de los acontecimientos, la diversidad de situaciones y estados, el cambio de los tiempos, etc., Ningún hombre ni conjunto de ellos, puede dar una visión del origen y del fin humanos, del más allá, no sólo material sino también espiritual. Solamente quien tiene el Secreto de los Cielos y de la tierra es capaz de dar al hombre una forma armoniosa de vida que posea sentido.

Quien pretenda una práctica fuera de ésta que hemos mencionado, está en el error, por ignorancia o por perversión. Ella está consagrada por su origen trascendente y la tradición constante de los sabios, permite el desarrollo de la visión interior, conjuga la teoría y la práctica en la vida de un ser humano particular y en la vida de una comunidad, es el único código de vida posible para el hombre, que lo lleva a la armonía y la perfección. A ello llamamos Din.

¡Que Allah nos provea de su forma perfecta!

6. La sinceridad

Para alcanzar el Din (3), su comprensión profunda y su contenido verdadero, es necesario ser sincero. La sinceridad es una luz interior que nos permite conocer nuestros motivos, cuando somos impulsados hacia algo.

Exteriormente necesitamos del Din, interiormente de la sinceridad. A su vez la sinceridad nos da una comprensión profunda y real del Din, el cual contiene un secreto que sólo alcanzan los elegidos.

La sinceridad, que es una virtud interior, no se puede separar de lo exterior, como la reserva que es una virtud exterior no se puede separa de lo interior. Las estrellas, estando en "lo interior" del día que las oculta, no se pueden separar de la noche que es su estado exterior, así es la sinceridad. Como la luz cuando está oculta por un velo no puede dejar de verse resplandecer en el velo.

La sinceridad tiene dos polos, uno que pertenece a quien la posee y el otro que toca a quien la recibe. Quien la posee, tiene como un espejo en el cual mirarse, si está sucio o descompuesto, o si está limpio y satisfecho. Quien recibe el acto sincero aprende del otro la sinceridad, y tiene su propio espejo en quien la otorga. Puede ver en ese espejo sus propias intenciones para con el otro que es sincero, su propia maldad y astucia, su estado interior descompuesto; o puede ver su correspondencia con el acto sincero, puesto que él mismo, que lo recibe, también lo es. Entonces nace el amor entre los dos seres que se han entregado a la sinceridad, porque el amor es el acto más sincero, potencia la sinceridad entre los seres hasta hacerlos resplandecer unos ante los otros, unos por la luz que reciben de los otros.

Como el amor, la sinceridad tiene sus amigos, y fuera de ellos está perdida, Aunque, como el amor, la sinceridad no se escatima, es necesario se sinceros hasta con los hipócritas, porque si no no lo seríamos en absoluto. Siendo ella la luz que alumbra a los corazones, como la luz del sol caerá sobre las cosas buenas y las malas, las bellas y las feas, por igual, sin cambios. Por este medio aprendemos a ser sinceros con nosotros mismos, ante el bien y el mal que hay en nosotros, lo bello y lo feo, lo agradable y lo detestable.

La sinceridad es curación y como toda curación necesita de valentía y paciencia. Ella alumbra el bien y el mal, y este último nos hace padecer; ella nos recuerda nuestra grandeza y nuestra miseria, para elevarnos por una sin dejar de humillarnos por la otra. Es una balanza en nuestro interior, la conciencia de nuestros actos, que pesa lo justo cualquier cosa sea la que se le ponga.

Es necesario ser sincero antes que nada con nosotros mismos, luego con quien nos enseña el camino espiritual, luego con los compañeros en ese camino, luego con los más inmediatos familiares, con los conocidos debido a nuestras relaciones en el mundo, con quienes nos mandan hacer (por tener poder mundano sobre nosotros), con aquéllos a quienes debemos mandar hacer (por la misma causa), con los desconocidos y los viajeros.

Y toda la sinceridad no es más que una, no puede decrecer en grados, por lo cual solamente esta limitada por la reserva, no por la mentira ni el engaño. Ser reservado en orden creciente, desde los más cercanos a los más lejanos, a eso debemos llegar.

¡Que Allah nos done la sinceridad y nos de sabiduría para la reserva!

7. La certidumbre

Un mal que aqueja a muchos, además de la búsqueda de lo fantástico, "del maestro" (como miente la mayoría), de "poderes", etc. es el mal de los racionalistas, los pensadores de la duda.

Existe un tipo de ser nocivo, para sí y para los otros, que cree poder reducirlo todo a la razón, la cual en definitiva resulta ser su mismísima y exclusiva opinión. De esto nos debemos precaver, porque hay dos actitudes ante la Verdad, una que espera de ella la Revelación, y otra que quiere someterla a su capricho.

Hay un tipo de ser que parte de la duda, y la duda pertenece a Satanás. No duda después, sobre la base de algo que le permita dudar, duda antes, de todo lo verdadero, sin respetar nada excepto su propia opinión.

Este tipo de persona es muy abundante hoy día, y con ella nos tenemos que enfrentar, muchos de nosotros, en diversas actividades. Está enferma del racionalismo que el mundo actual le infunde, pero además está en una cerrada ignorancia acerca de la realidad.

Puede incursionar en la vida espiritual con la misma actitud dudosa, cerrada, ignorante. Puede perjudicar a quienes realmente no tienen esa actitud, porque la duda es más fuerte que la certeza al principio del camino.

La certeza proviene de un estado interior de visión, es el estado en que se conoce la realidad de lo trascendente, con mas fuerza y mayor presencia que la visión de las apariencias, de las cosas del mundo.

La certeza proviene del Principio, como la duda proviene de Satanás. Este último término designa a la fuerza inferior que está relacionada con nosotros, de modo que todo lo que de ella procede tiende hacia lo bajo de nosotros mismos.

El mundo está constituido de polaridades, la dualidad de los contrarios. El hombre es el polo opuesto a Satanás, en el sentido espiritual. El Sagrado Corán ordena tomar a Satanás por enemigo, es decir tenerlo como el polo contrario. Todo, fuera del Principio, está sumergido en la dualidad, sólo El es Uno. La dualidad significa limitación, porque todo fuera de El es finito, limitado, sólo El es infinito.

En el plano espiritual Satanás es la limitación impuesta al hombre, como en el plano temporal lo es la muerte, el olvido, el agotamiento de las posibilidades humanas. Para llegar a la certidumbre es ineludible superar a Satanás, el cual se presenta bajo múltiples formas, puesto que representa la multiplicidad, como el Principio es la Unidad.

Satanás –maldígalo Allah- no se encuentra fuera de nosotros, está en nuestros mismos actos y pensamientos, cuando estos no son reales, verdaderos, elevados. Está en el error, la violencia y el deseo con que el mundo nos somete. El mundo es su principado, él lo dirige y posee un poder limitado pero efectivo en el mundo. Sus medios principales de dominio son la falsa opinión, las armas al servicio de la opresión y de la corrupción, y las riquezas, las cuales dan el sentido último a su dominio. Su muerte está señalada, cuando sea vencido sobre la faz de la tierra, pero mientras tanto la posesión del mundo es su fuerte, y aniquila a todo quien pretenda oponérsele.

Sólo los de certidumbre están al margen de su poder porque la certidumbre supera a Satanás y lo somete. Por eso él quiere mantener la duda en los corazones, y tiene un séquito de siervos que le obedecen y difunden el error, mantienen la violencia y renuevan y exacerban los deseos humanos.

La certidumbre es luz, la luz de la visión, como la luz solar lo es de la visión externa. Es la salud de la vista interior, y su función perfecta.

¿Cómo alcanzar la certidumbre y respecto de qué debemos poseerla?. La certidumbre nace de una intuición; como la visión de un color o de una forma nace directamente de la vista, sin mediaciones. ¿Cómo explicar la visión sin tomar un ejemplo?. Ver depende de mirar, mirar es captar una figura, captar una forma con la mirada. Estar cierto de las realidades trascendentes, captarlas con la mirada del corazón, sin intermediario, constituye la visión interior, como la exterior depende de la mirada interior, sin mediación de la razón o de los deseos. Ve las formas trascendentes, con una realidad mayor a la de las formas aparentes de este mundo. Es necesario abrir los ojos, porque las realidades trascendentes nos rodean y ciñen con mayor intensidad que las formas aparentes. Son como el aire y la luz, adheridas a nosotros.

Sólo la enseñanza verdadera conduce hacia la apertura de los ojos del corazón, y ella está en manos de muy pocos, entre los pocos que dicen poseerla. Son la gente de la certidumbre, "la señal sobre sus rostros por la huella de la prosternación.

8. Las pruebas

En el camino espiritual existen numerosas pruebas. Gracias a ellas la visión interior se fortalece y aumenta. Cuando salimos de un lugar oscuro hacia la luz intensa nuestros ojos nos duelen, se enceguecen, hasta adecuarse a la luz que reciben. Cuando salimos de las tinieblas del corazón hacia la Luz verdadera, nuestros ojos interiores se enceguecen, se confunden, quedan perplejos.

Se nos exige el sacrificio, porque lo sagrado es elevadísimo, y no se alcanza con facilidad, no estamos adecuados a la Luz. Nuestro corazón tiene tinieblas que debe superar, en esto consiste toda prueba. Si el corazón estuviera a la altura de la luz, la prueba no seria necesaria.

La certidumbre es el fruto de la prueba. Cuando el corazón se ha purificado de muchas de sus tinieblas comienza a alcanzar cierta certidumbre, comienza a despojarse de lo artificioso y vano, como la mariposa se despoja del capullo, comienza a elevarse hacia la Luz, porque del despojamiento y la simplificación nace la elevación.

¿Qué sentido tiene un corazón atado a las tinieblas, la negación, lo artificioso?, en realidad no existe. No es el destino humano estar aferrado a lo inferior, su destino es elevarse. Pero como lo único que realmente existe en el hombre es su corazón, todo lo que anule esa realidad es ilusorio. Lo que realmente no existen son las tinieblas, la negación, el sin sentido, y todo lo que a ello pertenece es ilusión, vanidad, nada. Nuestra vida está contenida en tres dimensiones, la acción, por la cual correspondemos al mundo, a los cuerpos, al espacio; el sentido o significado, por el cual, nosotros mismos, pertenecemos al significado de la realidad y descubrimos el significado de todas las cosas; y la esencia o unidad, que es la realidad en si de la cual brotan todas las formas, se manifiestan todos los mundos, se vincula en un solo ser todo lo que existe.

La acción es ilimitada, múltiple, variada, hasta el punto que en ella el sentido se extravía, el hombre se olvida, es arrastrado hacia la pérdida y queda enredado en una serie indeterminada de acciones y reacción que él mismo no puede dominar. Es el torbellino; debe elevarse desde allí a un plano superior, el del significado.

El significado tiene por base la comprensión de que la multiplicidad del mundo, la serie indetenible de acciones y reacciones, tiene un sentido, y forma una totalidad. La alocada carrera del átomo, el caudal universal de energía, el número completo de las acciones humanas, de los seres que existen, de los tiempos y del espacio, conforman una totalidad que no está lanzada al azar, tiene un Sentido. Como cuando arrojamos una piedra hacia su objetivo, la totalidad de las cosas están lanzadas hacia una meta, más allá de la totalidad misma. Esta primera comprensión lleva a otras y así vamos adquiriendo conciencia de la realidad.

La esencia o unidad es el fundamento último de todas las cosas; nada existe sin su Presencia, todo no es más que la Manifestación de la Unidad suprema. El significado de las cosas, del cosmos, de la vida, de la elevación y de la muerte, dependen de la Unidad. Si todas las cosas no estuvieran a Ella vinculadas y de Ella no fueran sólo un resplandor, no habría ningún sentido en el universo, en realidad el propio universo no existiría. La dimensión de la acción también depende de la Unidad, porque de lo contrario no tendría objeto actuar. ¿Para qué y hacia dónde?.

En estas tres dimensiones existimos, sólo que algunos no conocen más allá de una de las tres, la acción; otros conocen algo del significado pero erran en él como una barca a la deriva; otros, por fin, son conscientes de las tres dimensiones y pueden llegar al conocimiento supremo, el de sí mismos.

No existe otro camino verdadero para la vida que el que hemos señalado. Poco importan teorías ignorantes y seres extraviados, que son los que más abundan, sólo importa la Verdad, que está en nosotros.

Las pruebas son como el fuego por el que debe pasar el metal bruto para purificarse. ¿Quién de entre los mortales pretende no necesitar de purificación? El primer reconocimiento que nos otorga una prueba es este: nuestra condición es imperfecta, baja; debemos conseguir elevarnos. Todos partimos de una condición inferior, excepto aquéllos a quienes el Principio quiso purificar para la misión universal,

El hombre desea escapar de la prueba, como escapa de la pena un delincuente. Nadie desea verse a sí mismo en la prisión de sus vicios, por eso intentamos dar la espalda a nuestro interior, a nuestro corazón, para no beber el acíbar que allí se encuentra. Solamente los valientes luchan, como solamente ellos vencen de verdad.

Todo lo que el hombre posee en el mundo es parte de la prueba, desde de su propio ser hasta lo que a él se relaciona lejanamente. Vida, salud, fortuna, dignidad, hijos, destino en el más allá, muerte, todo ello es parte de la prueba. Por ella se evidencia nuestro ser, surge la verdadera naturaleza que existe en nosotros, se concreta nuestro destino. Nadie escapa a la prueba, ni aún cuando cree hacerlo.

¿Qué seria del mundo sin prueba?, sería un mundo mineral, donde el sufrimiento y el dolor, la alegría y la lucha, la victoria y el fracaso, el bien y el mal, y todo aquello que contiene la vida del hombre no existieran. Un mundo exclusivamente animal, como el mundo de los infieles, capaces sólo de acción y de reacción pero incapaces de compasión, de misericordia, de honor de valentía, de gratitud, de generosidad, y todos los otros estados del alma que hablan del hombre.

El alma humana se manifiesta a través de la prueba en su veracidad, como alma aferrada al mundo y su materia, o a los sentidos y su ilusión, o a las realidades y su significado. Tres modos de una sola alma, el animal, el psíquico y el espiritual.

El alma mundana, irreflexiva, material, que todo lo reduce a la satisfacción de sus necesidades, es un alma pendiente de las acciones, que va reaccionando de acuerdo a la incitación del momento. Luego viene el alma de los estados cambiantes, que se altera continuamente con los acontecimientos, pendiente de los sentidos y del aumento del goce y las sensaciones. Por fin, el alma espiritual, que posee la virtud de abrir los ojos interiores, y mirar con el corazón, contemplando las realidades verdaderas, y estando pendiente de ellas.

Toda la vida del hombre está en la prueba. Cuando el alma se interroga por su estado, se vuelve hacia sí misma para mirarse, toma consciencia de su ser y sufre, se angustia por elevarse hacia la Luz venciendo sus propios obstáculos, allí se encuentra el comienzo de la prueba.

¡Oh alma pacificada, retorna a tu Señor complaciente y complacida, y penetra en Mi Servidumbre y Benevolencia y penetra en Mi Paraíso! (89:27 a 30)

9. El mundo, el Duniah

El mundo tiene diversas significaciones, es la tierra sagrada en la cual conocemos al Señor, criatura Suya cuyos dones son benditos. Es, además, el lugar de Su Manifestación al hombre, a través de sus Mensajeros y Profetas, con ellos sea la Paz, y nuestro lugar de oración, de vida y de reposo póstumo. Ella será alumbrada con la Luz de su Señor, como dice el Sagrado Corán, en el Día Final.

Aparte de esto, el mundo es el escenario de nuestra acción, dominio de nuestros errores, lugar de degradación y de maldad. Este es su significado de fugacidad y corrupción. Nada en él es permanente y perfecto, todo tiende hacia la nada y la pérdida.

Estamos en condiciones de elegir entre ambos significados, nosotros los hombres, que somos las únicas criaturas de este mundo que podemos conocer y elegir entre ellos. Nuestro ser guarda secretos que debemos descubrir, tesoros ocultos que han sido puestos a nuestra disposición con la sola condición de merecerlos. Cada función de nuestro espíritu posee extraordinaria riqueza, aunque somos también parte del mundo, de la fugacidad y la corrupción. Estamos entre ambos significados y debemos decidir, no valen diluciones.

Duniah es mundo, mundanidad, fugacidad y olvido. Es el tiempo efímero de nuestros días, cuando éstos están vacíos de significado y no descubren el Sentido de la vida.

La duniah es ilusión. Ella tiene su propia "luz", en el sentido que el duniah brilla, encandila y desaparece como la luz mundana.

Ninguna realidad verdadera deja de existir en Allah, el Principio de todas las cosas, pero como todas son diferentes a El, ninguna es El en Sí Mismo, todas son ilusión, reflejos Suyos. Fuera de El nada es de verdad, por lo tanto, todas ellas son luz mundana, brillan y desaparecen. Sólo El Es la Luz, en el sentido real y verdadero: Allah es la Luz de los Cielos y de la tierra, no desaparece (4).

La luz es lo que alumbra y distingue, cuya sola presencia extrae a las cosas de la obscuridad. La Luz no aprovecha de las cosas, pero las cosas todas se benefician de ella. Es generosa, porque otorga el ser a lo alto y a lo bajo, a lo superior y a lo inferior, y ella misma nada pide para sí, nada necesita.

La Luz de Allah es eterna, subsistente, no tiene principio ni fin, no tiene grados de intensidad como la luz del mundo. Es una y única, se manifiesta a todo, aún a "una hormiga negra, oculta en una noche oscura debajo de una piedra" (5).

La luz del mundo es un reflejo, apariencia, aparece y resplandece si fuera Luz, Realidad, hasta que desaparece. Su realidad retorna al Origen que le ha dado existencia, porque no posee nada propio, es duniah.

Ilusión significa luz del mundo. Su existencia es el tiempo, que no posee más realidad que la que aparenta; la del segundo que no es, apenas ha comenzado a ser; la del pasado que no tiene grosor, que mide tanto como el minuto; la del futuro que no existe y la del presente que ha dejado de ser.

Esta es duniah y nosotros, como parte de ella, ¿acaso pretendemos ser distintos cuando nos atamos a ella? Somos de su misma naturaleza, cuerpos, almas, movimiento y cambio, decadencia y corrupción.

Si salimos de ella, estando en ella, si nos liberamos de sus ataduras, nunca más la ilusión puede alcanzarnos.

Cuando comprendemos el juego de la existencia –su ilusión: deseo, error y violencia-, comprendemos el significado de la duniah, es juego, artificio, vanidad. Es objeto de deseo y de falsa opinión; es la fuerza que consumimos en mantener la afición; apego, tendencia hacia la duniah, como parte del juego.

Comprendido esto, comenzamos a liberarnos de las ataduras, como el niño se libera de la ilusión del juego. La fuerza con que nos ata la duniah es muy grande, la fuerza que debemos emplear para liberarnos de ella debe ser mayor. El juego de la duniah parece real, en esto reside su fuerza, por lo cual nuestra liberación consiste en ver su irrealidad y contemplar la Realidad verdadera.

Todo es Luz, Manifestación de Allah, Presencia de Su infinitud que no cabe en la finitud de las infinitas cosas que El manifiesta. Ninguna es infinita, sólo El lo es. Su Luz inunda los Cielos –los planos superiores de luz- y la tierra –el cosmos adornado por la luz que de El proviene-. Su Luz es infinita, "resplandece aunque no le roce el fuego". Es inmensamente rica, magnífica, extraordinaria, "Luz sobre Luz", como una catarata, que en cada gota contuviera un océano. El cosmos es una gota, corriendo en la inmensidad del infinito océano de Allah (6).

La visión interior solo se desvela ante la Presencia de la Luz. La luz de la duniah no le permite percibir la Realidad, la luz de Allah es su Luz.

Si quieres ver la Realidad

Infinita en Sí Misma

despierta a la Luz de Allah,

que el corazón abra su vista.

No te ilusione el mundo

Con su variedad ficticia;

¡fija tu vista, busca el profundo

Secreto que encierra la Vida

Notas:

1. Shaitán o Satanás, ver al respecto el número siete de los consejos de este escrito.

2. káfir, ignorante infiel, velada para la realidad, antisagrada.

3. Vida perfecta.

4. Lo que está en bastardilla alude al versículo de la Luz (Corán 24:35)

5. Dicho del Profeta (BPDyC), acerca de la Misericordia y el Conocimiento de Allah, que llegan hasta ese ser tan pequeño y tan oculto.

6. Lo entrecomillado alude al versículo de la Luz (Corán 24:35)


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