El “nuevo orden mundial”. La reacción del tejido social.
Mundo global y conectividad. Es tiempo de “pensar” un mundo nuevo para construir sus cimientos firmes, desde una nueva visión del mundo
26/09/2014 - Autor: Esteban Díaz - Fuente: www.estebandiaz.es
1. En relación con el complejo mecanismo de conectividades, el problema surge cuando nos adentramos en el núcleo que lo diseña y promueve, del que percibimos que tiene un propósito claramente definido: el progreso y el desarrollo económico que normaliza la nueva modalidad que impulsa y redefine el sistema capitalista neoliberal, redirigido desde Diciembre de 1999 por los gobernantes y representantes de los más poderosos países del mundo rico, una vez que la Cumbre de OCM, reunida en Seattle, concluyó en un inesperado fracaso, admitido por los mismos asistentes a misma Cumbre, viéndose obligados a “pensar” cómo reorientar las tomas de decisiones “de poder”, toda vez que comprendieron/asumieron la urgencia de reorganizar el mundo de la economía creando un “nuevo orden mundial” (sic.).
Entre los factores que condujeron a este selecto escogido grupo de mandatarios a declarar la necesidad (y la urgencia) de crear las condiciones eficientes y definitivas para la construcción de un “nuevo orden mundial”, fue la reacción y el “contundente y agitador” debate que se desarrollaba en la otra “Cumbre alternativa”, que tuvo lugar paralelamente en Seattle, organizadas sus reuniones y debates por los países en vías de desarrollo junto al plural colectivo de ONGs y grupos antisistema, alternativos y contraculturales (que no debemos mezclar con el emergente y revolucionario pensamiento no mecanicista en ciencia que dio origen a “los nuevos paradigmas”, de los que hablamos en el trabajo anterior).
Es cierto que el pensamiento alternativo de los colectivos y grupos participantes en la “Cumbre alternativa”, en unidad con los representantes de los países pobres o en vías de desarrollo, obligaron a reconocer al mundo rico que sus voces debían ser escuchadas. Pero la verdad es que la OCM estaba convencida de que, en la superficie del “sistema”, se dejaba ver un tejido social cada vez más amplio y sensible en favor de un cambio de conciencia que se movilizaba en favor de cambios de hondo calado, no sólo en las políticas sociales, también en la propia dinámica y en “estructura interna” de los Estados de las democracias representativas, especialmente en la UE, que activan la dinámica y el desarrollo económicos del “sistema”.
No hubo victoria de los débiles. Pero sí un punto de inflexión que conduciría a una toma de conciencia planetaria (de nuevo, Edgar Morin) disidente e inconformista, de la que hemos comenzamos a ver algunos de sus frutos, como pudimos comprobar con los movimientos sociales vinculados al 15 M, de donde surge una conciencia política, que terminará, en nuestro país, con la irrupción, en el coso de la política, de algún nuevo partido con una importante aceptación social, traducida en la consecución de un sustancioso botín de electores “arrancado” a los partidos de rancios y añejos logotipos de la política nacional.
2. No se esperó tiempo alguno para implantar un “nuevo orden mundial”, tal como se advirtió en el seno de la “Cumbre de Seattle”. Prontamente se diseñó y se instaló sobre la faz de la Tierra. Conocemos sus modos de acción e intereses, implantándose sobre el tejido social, económico y productivo de la globalidad, con la prontitud que requería su urgencia. El “nuevo orden mundial” exigía una modalidad del capitalismo neo/transliberal que identificamos con la expresión “mundialización de la economía de mercado”, con la que se normalizó la continuidad del neoliberalismo, movilizado -no lo olvidemos- por grupos liberales, democristianos y socialdemócratas al finalizar la 2ª Gran Guerra. Pero en los albores del siglo XXI, el capitalismo neoliberal necesitaba, una vez más, un nuevo impulso con el que lograra dinamizar y estabilizar los mecanismos del desarrollo productivo y económico y distender la tensión de un tejido social/global que reclamaba cotas cada vez más elevadas de “bienestar social”. Y fue en estos primeros años del nuevo milenio cuando los Estados de las democracias representativas y sus aliados en las comisiones de la Organización del Comercio Mundial, ofrecieron plenos poderes al sector del capital financiero, de tal modo que, en el transcurso de tres lustros del actual Siglo, ha logrado regentar, de forma absoluta, el destino del mundo global, dominando/rigiendo sobre los gobiernos, la producción y los mercados. Y aun sobre la vida de todos los seres humanos. Todas las economías y los gobiernos que las activan, en cualquier punto del planeta, dependen de este gobierno mundial del capital financiero. La “mundialización de la economía del mercado”, con la que se refundó el “sistema” capitalista de la etapa de la globalización, queda en nuestros días definida y gobernada por el poder que en verdad rige los destinos de toda la Humanidad: el mundo del capital financiero.
Y como paradoja, no exenta de obscuras coincidencias, ha sido el sector financiero, el todopoderoso gestor del “nuevo orden mundial”, el causante que ha generado una crisis de incalculables consecuencias, que ha sacudido las economías del planeta desde el segundo lustro de nuestro nuevo/viejo siglo XXI. Y aun conociéndose sus dramáticas consecuencias económicas y sociales, la crisis ha sido utilizada por tan siniestro sector de las finanzas, con el apoyo incondicional de la banca, para imponer, a través de los gobiernos de las democracias representativas del Viejo Continente, políticas de duras reformas y e inhumanos ajustes económicos que han terminado por desmantelar, en nuestros días, las políticas sociales “diseñadas” por estos mismos “Estados del bienestar”. ¿Coincidencia o diseño de una crisis dirigida para afianzar el “nuevo orden mundial” y su dependencia del selecto grupo financiero que rige los destinos del mundo globalizado?
3. ¿Es posible que todavía no haya quedado claro que “las sociedades del bienestar” (-otro estudiado eufemismo para controlar a las clases trabajadoras agitadas por los grupos de acción social, como A. Tourain llamó a los sindicatos, que ya participaban del “sistema” como la conciencia social con la que el capitalismo neoliberal se lavaba su inhumano rostro y “repartía” exiguos beneficios, como si fueran aguinaldos del día de Navidad-) siempre fueron “concesiones” arrancadas por las luchas de las clases trabajadoras y de las clases medias, mediante las cuales se consiguieron políticas de un “relativo e insuficiente” calado social? ¿Tan implicados en el “sistema” han estado -y aún lo están- los grupos políticos y los “grupos de acción social” que no recuerdan hoy que, un día, ya lejano en el tiempo, hablaban de revoluciones y del “inevitable corte epistemológico” con el que quebrarían la dinámica de los modos de producción e intereses que la clase dominante burguesa movilizaba para activar el “sistema”, publicitando aquéllos, con emotivas propagandas ideológicas, de hondo calado emocional, que empatizaban con el sufrimiento, la rabia, la desesperanza… de las fuerzas del trabajo y de la cultura, necesarias para la “conquista del poder” que movilizaría un proceso revolucionario que los conduciría, mediante rutas de bienestar, justicia e igualdad social, transitando en una etapa posterior otras rutas más humanizadas que les llevarían a la soñada utopía? Hasta la fecha, sólo se han conocido el capitalismo deshumanizador y las dictaduras deshumanizadas de los países de los socialismos reales, en la Europa rica en crisis y en los EEUU ricos, también en crisis, que siguen hablando de “sociedades del bienestar”, o de la versión USA del “sueño americano”, desmantelados ambos sueños por los programas de reformas y de ajustes que, para salir de la crisis económica, ha decretado el “sistema”, cuyo tutor, el selecto club del capital financiero, diseña día a día, para que los gobiernos de las democracias de la Vieja Europa de la UE los ejecuten.
4. Y es aquí, donde incorporamos en nuestro discurso el resultado más visible del punto de inflexión del que hablábamos más arriba: una parte importante del tejido global, perteneciente a las clases medias y trabajadoras, afectadas por la crisis económica desatada en el mundo de los países ricos (EEUU y la UE), se hace consciente, y social y políticamente activa, al desbordar la dinámica y el espacio de los partidos políticos que promueven las democracias representativas del mundo globalizado, especialmente en la UE, presentando en algunos de sus países un frente social respaldado por movilizaciones masivas y con manifiestos claramente disidentes/divergentes/subversivos rechazando las políticas de reformas y de ajustes, demostrando el carácter combativo de estos movimientos socialmente activos, explicitando, además, su repulsa por lo inhumano de las políticas exigidas por el capital financiero a los Estados de las democracias representativas, no sólo de la UE, que progresivamente están destruyendo los logros de las “sociedades del bienestar”. Estas reformas y ajustes -que verdaderamente han empobrecido a las clases trabajadoras y medias, y destruido parte del tejido productivo-, con las que la clase política, posicionada en los gobiernos o en alianzas con éstos, decidieron enfrentar la crisis, aun conociendo que inicialmente se originó a causa de la ambición y la codicia del poder financiero, y de la banca pública y privada que lo representan ante la ciudadanía de a pie, en connivencia con los gobiernos que han aceptado seguir las directrices de reformas y de ajustes ordenadas por el todopoderoso mundo de las finanzas.
La conciencia social emergente, movilizada en nuestros días por grupos sociales organizados civilmente, por colectivos profesionales diversos, y por sectores no organizados del tejido social, afectado dramáticamente por la crisis económica, ha decidido manifestar a diario, en las calles, su hastío e indignación, además, de la repugnancia, guardada durante decenios en la memoria colectiva, por la dilatada y extendida corrupción, inmoralidad y falta de ética de la clase política y del sector bancario. Esta conciencia social de rechazo por la ineficacia de las medidas adoptadas desde las instituciones y los organismos del Estado para “modificar” los mecanismos del “sistema” con el fin de conseguir las condiciones políticas y jurídicas con las que se logre “re-activar” el deteriorado tejido de las “sociedades del bienestar”. Re-activar, y aumentar luego, el relieve de la calidad de las políticas sociales. Porque el camino elegido por la UE y los países que la integran no va más allá de la reactivación y fortalecimiento de la política monetaria, que al día de hoy no ha servido para reactivar la economía ni la producción, y aún menos para resolver el escandaloso desempleo que sufre el tejido social de los países que exponen sus débiles economías a la devastadora crisis que ha invadido gran parte del tejido social de la UE.
En un plazo corto de tiempo, hemos visto, en el caso de España y de Grecia, que algunos de estos grupos de indignados, en sintonía con la conciencia social emergente, se han organizado políticamente, decidiendo, además, canalizar y enfrentar su “repulsa y hastío” en el coso de la política nacional, sencillamente para, no el “sistema”, que es inafectado y supranacional, pero sí la normativa legal que dirija jurídicamente la política con la “normalización” que exige la vida del tejido social al amparo de la Carta Magna, código de derechos y deberes que todos los ciudadanos deben respetar, pero también les deben amparar y proteger, sin diferencias ni exclusiones. Lograrlo no es utopía ni locura, como dijera Don Quijote a Sancho, sino justicia, parecen declarar esta conciencia social emergente, en el caso de España y de Grecia.
Incluso, la destrucción del “tejido de bienestar” ha terminado por “convencer” a algunos que, en nuestro país, desde la política o desde el activismo social, creían que los Estados del bienestar eran una ruta eficiente y favorable hacia la panacea del “bienestar y de la justicia social”, que antaño abanderaban los países adscritos al “socialismo real”, desgastado y arruinado por sus propias contradicciones, no distintas de las del capitalismo liberal, en el seno del cual surgieron y se autodestruyeron. No será embarazoso demostrar las afirmaciones que estamos exponiendo.
Es tiempo de “pensar” un mundo nuevo para construir sus cimientos firmes, desde una nueva visión del mundo.
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