La vocación de Muhammad
27/09/2016 - Autor: Rainer María Rilke
A pesar de su escondite en las alturas,
apenas aproximandose el Ángel, le reconoció.
Erguido, tan puro y luminoso,
sus deseos abandonó
apenas aproximandose el Ángel, le reconoció.
Erguido, tan puro y luminoso,
sus deseos abandonó
y prefirió quedar quieto, él, viajero
mercader, que desorientado se estaba sintiendo.
Sin saber leer, tan siquiera
una palabra, aunque de sabiduría estaba lleno.
mercader, que desorientado se estaba sintiendo.
Sin saber leer, tan siquiera
una palabra, aunque de sabiduría estaba lleno.
Pero el Ángel, imperioso, señaló y señaló
aquello que en su hoja escrito estaba,
y no dando otra opción: ¡Lee! le repitió.
aquello que en su hoja escrito estaba,
y no dando otra opción: ¡Lee! le repitió.
Y mientras leía, el Ángel se inclinó,
y ese que nunca había leído,
conoció, obedeció y lo asió.
y ese que nunca había leído,
conoció, obedeció y lo asió.
Rainer Maria Rilke, París, 1907.
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