Liberados del ISIS en Mosul, cuentan su calvario: “Vivíamos bajo el régimen de la muerte”
Guerra contra el grupo terrorista en Irak
Recién llegado a un campo de desplazados, Saddam se afeitó la barba y relató detalles del infierno que vivió desde 2014 junto a su mujer y sus hijos bajo el mando del ISIS.
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En más de dos años, la vida de Saddam Daham se redujo a "rezar todo el tiempo" y a negociar el largo de su chilaba (típica túnica con capucha) y de su barba con los yihadistas del ISIS que ocupaban su aldea cerca de Mosul, en Irak. Ahora, por fin, logró escapar con su familia.
A finales de junio de 2014, el ISIS declaró un "califato" en Mosul, en el norte de Irak. Un mes más tarde, el 7 de agosto, sus hombres entraron en Topzawa, una aldea de los alrededores. Ese día,la vida de Saddam y de sus vecinos cambió completamente.
"No teníamos derecho a fumar, ni a usar teléfono, ni a ver la televisión. Nos obligaban a dejar crecer la barba y a vestir chilabas cortas", como las de los yihadistas, cuenta a la agencia Afp al borde de la ruta tras horas de espera para poder entrar en un campamento de desplazados en Irak.
Al día siguiente, ya instalado en la carpa de un campo de desplazados en Irak con su mujer y sus tres hijos, Saddam sonríe, contento. Se acaricia las mejillas, en las que no queda rastro de esa barba larga. "Me pesaba. No me sentía a gusto, me picaba", dice. "Vi que en los kits de ayuda humanitaria había una maquinita de afeitar" desechable, afirma este ex camionero de 36 años que se quedó sin trabajo el día en el que los yihadistas cortaron las carreteras hacia el Kurdistán.
Con el avance de las tropas kurdas y federales iraquíes hacia Mosul, más de un millar de iraquíes llegaron en un mes al Kurdistán. Es el comienzo de una larga crisis humanitaria que la ONU y las ONGs vienen advirtiendo desde hace meses.
Después de casi un día de espera, Saddam y su familia se acomodaron en una de las miles de carpas de los campamentos. Se han ido sin nada porque los militares no les dieron tiempo para hacer una valija. Pero incluso con los bolsillos vacíos han podido dormir "sin estar preocupados continuamente" y sin "sentir la muerte en todas partes, todo el tiempo".
"Vivíamos bajo el régimen de la muerte, nunca estábamos tranquilos", recuerda este kurdo sunnita, abrazando a su hija Mona, de tres años. "Hasta en una tienda de campaña estamos mejor que en casa. Desde que estamos en el Kurdistán, ya no vivimos bajo las bombas", afirma.
Iraquíes desplazados en Qayyarah. REUTERS
Cuando el ISIS reinaba en el pueblo, todas las escuelas permanecieron cerradas. Los hermanos mayores de Mona – Zina, de 7 años, y Omar, de 6- llevan más de dos años sin ir a clase. El campamento en el que acaban de instalarse no tiene todavía estructuras para los niños pero "ya se sienten mejor aquí", afirma su padre. En Topzawa, "tenían miedo y lloraban todo el tiempo". Los adultos también vivían "una vida horrible: todo estaba prohibido, salvo rezar todo el tiempo".
"Era como en la edad media: no había escuelas porque enviaron todo el material que contenían a Siria", acusa Um Ali, una iraquí de 35 años, procedente de otro pueblo cercano a Mosul. "No había libertad de ningún tipo", asiente una joven a su lado, con la cara todavía tapada por un niqab, el velo integral negro que los yihadistas imponen a todas las mujeres de los territorios que controlan.
Desplazados iraquíes en en campo de Al Khazar, al este de Mosul. REUTERS
Un primo de Saddam, que no quiere dar su apellido por miedo a poner en peligro a familiares que siguen en zonas bajo control del ISIS, cuenta que los yihadistas obligaron a su mujer a ponerse velo. "Cuando íbamos juntos al mercado, no lograba distinguirla de las otras. Y, bajo el ISIS,no se podía hablar en público con una mujer ni tocarla; se castigaba con la muerte. La reconocía por su bolso", relata.
Fuente: Afp
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