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sábado, 26 de agosto de 2017

Tirar a matar

Seis presuntos terroristas han muerto por disparos de los Mossos. ¿Qué ha cambiado para que nadie ponga en duda si los agentes actuaron correctamente o no?

Un grupo de reporteros gráficos en el viñedo donde los Mossos abatieron a Younes Abouyaaqoub. / Vídeo: Los Mossos disparan a uno de los terroristas de Cambrils.  EPV
En un país con tanta experiencia en echarse a reñir incluso en los momentos más sagrados —el aniversario de Miguel Ángel Blanco fue una prueba difícil de superar—, los atentados de Barcelona y Cambrils han ofrecido una magnífica oportunidad para nuevos ejercicios de inquina y enfrentamiento. Los ha retratado magistralmente Juan Cruz en su artículo Celtiberia show después del estupor publicado en este periódico. Sin embargo, sorprende sobremanera que para esos insaciables vicios patrios no se haya utilizado uno de los datos más notables de lo ocurrido en Cataluña: seis presuntos terroristas han muerto por disparos de los Mossos. Ninguna polémica al respecto. Elocuente silencio. O más bien, aplausos en silencio, en la intimidad.
¿Qué ha cambiado en España en pocos años para que nadie ponga en duda si los agentes actuaron correctamente o no? Para dilucidar si debían tirar a matar o si, al menos en algún caso, hubiera sido suficiente con disparar a las piernas de los yihadistas. Es precisamente lo que ocurrió casi al mismo tiempo en Finlandia cuando el terrorista marroquí que acababa de acuchillar hasta la muerte a dos personas y aún blandía su cuchillo fue herido y detenido para ser interrogado y responder ante la justicia.
¿Por qué ahora partidos, líderes o todólogos eluden un hecho que solo hace unos años levantaba una polvareda de dudas, sospechas, exigencias de investigación o airadas intervenciones parlamentarias? ¿Es porque en aquellos casos se trataba de etarras —al fin y al cabo, ciudadanos de los nuestros— y ahora de inmigrantes de primera o segunda generación y musulmanes... O sea, no de los nuestros?
Seguramente, los Mossos pueden demostrar que sus agentes cumplieron a rajatabla la ley y las normas para poder tirar a matar. Pueden argumentar que los yihadistas exhibían cuchillos y chalecos explosivos, aunque luego resultaron ser falsos. No lo han explicado. Tampoco si había otras opciones. Por ejemplo, en el caso de Younes Abouyaaqoub, el asesino múltiple de La Rambla, a quien fueron a buscar con un gran despliegue cuando el yihadista se escondía en una zona de viñedos en Subirats.
En todo caso, la sorpresa mayor es por qué no ha habido ahora polémica. Es la primera vez en la historia reciente de España que unos policías optan por “abatir” —“hacer caer sin vida a una persona o animal”, define la RAE ese término muy empleado en el mundo de la caza— a todo un grupo de presuntos terroristas y no hay polémica alguna. El mosso que mató a cuatro yihadistas ha llegado a ser calificado de héroe mientras se recordaba elogiosamente su paso por la Legión. ¿Era diferente antes porque los tiradores eran de la Guardia Civil o la Policía Nacional?
Algunos pueden creer que, aunque en silencio, se está justificando la muerte de terroristas autores de matanzas salvajes como la de La Rambla. Sin embargo, la mayor masacre en Barcelona la cometió ETA en 1987 en Hipercor —21 muertos— y cuando, en 1991, la Guardia Civil mató a los dos jefes del comando Barcelona, las protestas surgieron por todo el País Vasco para recordar a los “asesinados por el PSOE”, como decían los carteles de las convocatorias.
Y hasta el agresivo líder conservador Manuel Fraga tuvo que dar explicaciones durante décadas por haber dicho que “el mejor terrorista es el terrorista muerto”.
Ahora sorprende igualmente la ausencia de debate porque, también por primera vez en la historia reciente, una policía ha aplicado de forma sistemática el “método francés”, por citar un ejemplo del entorno europeo donde casi todos los atacantes yihadistas localizados han sido “neutralizados”, que es el término preferido al norte de los Pirineos.
El presidente François Hollande, que ordenó directamente en varios casos tirar a matar, asumió también que había ordenado ejecuciones extrajudiciales fuera de Francia. Derecha e izquierda le apoyaron públicamente. Como aquí —ahora por primera vez—, en Francia no se discute por eso. Pero allí al menos nadie esconde lo que piensa y se aplaude públicamente que se tire a matar.

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