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sábado, 20 de enero de 2018

El feminismo no es el nuevo puritanismo

Sobre #MeToo, el capital erótico y si el feminismo ha llevado esto demasiado lejos (Spoiler alert: la respuesta es “no”).
Por: Carolina Torreblanca, Mónica Meltis, María Zilli, Jimena Soria, Daniela Tejas, Daniela Philipson y Cristina Mac Gregor
“La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”. Esto es lo que escribió un grupo de mujeres francesas en su polémico manifiesto, respondiendo con preocupación a la ola de denuncias de acoso desatadas a partir del movimiento #MeToo en Hollywood y #balancetonporc en Francia.
En México, aunque no ha habido un movimiento de denuncias públicas con repercusiones similares, la discusión ha sido de todos modos álgida, particularmente después del debate en televisión nacional entre Marta Lamas y Catalina Ruiz Navarro sobre este controversial manifesto. Este artículo busca echarle más leña al fuego del debate feminista.
Para las que no vieron el debate: la postura de Catalina fue que el movimiento #MeToo no busca ir en contra del coqueteo, simplemente insiste en que el acoso está en la intención, el contexto y la existencia o inexistencia de una asimetría de poder entre los individuos. Por su parte, la postura de Marta fue que, si bien las francesas tenían razón en alarmarse por esta nueva postura “puritana”, había sido muy desatinado publicarlo en esta coyuntura, cuando apenas empezaba a tomar vuelo #MeToo y empezaban a escucharse las experiencias de muchas mujeres.
Ante esta discusión nos preguntamos: ¿Ha llegado demasiado lejos el movimiento #MeToo? ¿Esta nueva insistencia en que los encuentros deben ser consensuados y la intolerancia al acoso pone en riesgo a la libertad sexual? ¿El nuevo feminismo se ha vuelto un “nuevo puritanismo”? Nuestra opinión es que no, en lo absoluto.
El consentimiento no es puritanismo.
Empecemos con lo que nos parece más problemático del manifesto: “[…] la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”. Dado que la violación es en efecto un crimen tipificado, poco debate hay ahí. Sin embargo, a la afirmación de que la seducción insistente no es una agresión responderemos: eso depende.
“La seducción insistente o torpe o la galantería”, cuando la otra persona ha expresado claramente que no tienen ningún interés en ti sí es una agresión machista; de hecho se llama acoso. Por supuesto, no toda expresión de interés de una persona hacia a otra es acoso, nadie está argumentando eso. Sin embargo, la incapacidad de entender que no todas las mujeres estamos siempre en posibilidad de responder directamente a ciertas expresiones de “galantería” es muestra de la falta de pensamiento interseccional de las mujeres francesas firmantes.
Cuando a la otra persona le gustan los intentos de seducción, no estamos en la misma situación que la de un acoso. Tampoco lo estamos cuando a alguien le interesan los halagos. Cuando alguien elige voluntariamente continuar con un juego de coqueteo, no estamos en una situación de acoso.
Así es como llegamos al centro de toda la cuestión: el consentimiento. En el artículo antes mencionado, las francesas están asumiendo, tácitamente, que todas las mujeres, en interacciones donde se enfrentan a “seducción insistente o torpe” están en condiciones de decir que no (o que sí). Este no es ni cerca de ser siempre el caso.
Estamos a favor de problematizar qué significa el consentimiento y qué significa expresarlo claramente. Ese es el debate que nos gustaría estar teniendo; es importante entender cómo aprendemos sobre consentimiento y el contexto para poder “expresarlo”, sobre las socialización del consentimiento en un contexto en donde “los hombres conquistan y las mujeres son conquistadas”, y la idea que persiste de que un “no“ es un “sí“, o que a través de la insistencia lo será en el futuro.
La sexualidad tiene un componente claro de erotismo que tiene que ser problematizado, complejizado y cuestionado. Sin duda, la sexualidad no está peleada con el consentimiento. Pero en un mundo patriarcal en el que el sexo frecuentemente es utilizado como reproductor de violencia, hay que tener cuidado con polarizar estos dos conceptos en lugar de analizarlos.
En nuestra opinión, el movimiento #MeToo no está promoviendo un puritanismo, está integrando el elemento de consentimiento de manera interseccional a la ecuación de la sexualidad. Bravo por eso.
Algo que nos preocupa mucho es la postura liberal que afirma que existe un “derecho a importunar” que asume que la persona que “recibe” un intento de seducción tiene la posibilidad de decir que sí o que no siempre; es decir, que todas las personas somos igual de privilegiadas. Hay que intentar no invisibilizar experiencias distintas a la nuestra, en especial cuando se trata de sectores más vulnerables. En este caso concreto, algo que para ti puede no ser acoso (gracias a un conjunto de privilegios que tienes) pueden sí ser acoso para otras personas. No es lo mismo que alguien te invite una copa en un bar, por poner un ejemplo burdo, a que tu jefe te invite un trago en el trabajo, o que un maestro invite a salir a una alumna.
¿Cuándo podemos consentir?
Pensar (o intentar pensar) desde fuera de tu experiencia, es lo que Kiblerlé Crenshaw llama “interseccionalidad”. ¿Qué pasa si le pasamos el lente de interseccionalidad al manifiesto de las francesas?
Está muy bien preocuparse por preservar la seducción y el misterio, que algunas dirían son elementos claves en la construcción del erotismo y la sexualidad, pero darle prioridad cuando tu conjunto de experiencias te permite perder muy poco o tiene pocas consecuencias negativas cuando esas líneas son poco claras, es irresponsable. En el mundo en el que vivimos, para las personas – particularmente las mujeres – consentir no es una cosa tan fácil.
Si tu trabajo depende de la persona que te está “seduciendo”, cuando ésta tiene mucho más poder económico que tú, o poder político, o poder mediático, cuando es tu mentor, cuando tiene fama, cuando tiene mucho más poder físico y temes que te agreda si rechazas sus avances, es mucho más difícil distinguir cuándo puedes o no hacer uso efectivo de tu consentimiento. Debido a las asimetrías históricas que existen, es más probable que una mujer se encuentre en una situación así que un hombre y más probable aun que sea una mujer que no es ni blanca ni rica.
De la segunda a la cuarta ola
La segunda ola del feminismo hizo mucho por avanzar la agenda en materia de libertades sexuales en una época en la que la píldora anticonceptiva fue revolucionaria. Si por “libertad sexual“ entendemos la libertad para ejercer la sexualidad como a una más le plazca, el consentimiento es un elemento intrínseco. En lo que las francesas y feministas de la segunda ola fallan en entender es que el ejercicio de la libertad sexual no está equitativamente al alcance de todas, de la misma manera en la que muchas otras libertades no son accesibles a todas las personas.
Además están simplificando la discusión asumiendo una experiencia monolítica que no existe, precisamente porque la interseccionalidad y el feminismo han permitido que voces de mujeres negras, de trabajadoras domésticas, de personas que no entran en el binario sexogenérico, de personas de color, de migrantes y muchas otras hayan podido entrar en la discusión.
“Aguantarnos” los acosos y los piropos porque “si no vamos a arruinar el coqueteo o la galantería” es ridículo y reproduce el silencio histórico en los que estos casos han sido vividos. En lugar de preocuparse por la muerte a la seducción, deberíamos aprovechar esta gran oportunidad para pensar en nuevas formas de relacionarnos romántica y sexualmente con otras personas.
La realidad es que el acoso, los piropos y algunas expresiones de coqueteo en realidad funcionan como un recordatorio de que nuestro valor radica en nuestros cuerpos, en nuestra belleza y nuestros atributos físicos y que otros pueden disponer de él, incluso sin nuestro consentimiento.
Creemos que quien decide si un acto fue o no acoso es la persona que se sintió acosada (que, además, suelen ser las mujeres). Este pánico y paranoia de que las mujeres van a inventar acoso, recuerda a los “alegatos falsos de violación” que sabemos son un instrumento para desviar la atención de los casos que efectivamente pasan todos los días y descuentan el enorme costo que pagan las mujeres que denuncian, aún hoy en el contexto actual de #MeToo. Una que no toma en cuenta la distribución desigual de poder que persiste.
Si hay interés recíproco e igualdad de condiciones te puedes dejar ir más fácilmente por el deseo.
Usando el capital erótico
En la discusión entre Marta y Catalina, un comentario particularmente polémico se refirió al “capital erótico” de las mujeres. Marta Lamas citó este artículo en el que se argumenta que, junto con el capital social, intelectual y económico, todas las personas cuentan con capital erótico; las mujeres, dice la autora, generalmente lo tienen en mayor abundancia que los hombres porque pasan más tiempo ocupándose de generarlo.
Marta advierte sobre las “ventajas” que algunas mujeres han tenido en el contexto de una sociedad patriarcal y capitalista: “también las mujeres han tenido ventajas, también las mujeres han usado su capital erótico para conseguir cosas y a veces los hombres pueden malentender esos mensajes…”. Una pregunta más interesante de hacerse, desde nuestra perspectiva, no es si las mujeres se benefician o no del capital erótico, que evidentemente usan, sino ¿por qué sigue siendo el capital más valioso que puede tener una mujer? ¿Por qué se ven en la necesidad de usarlo?
Disentir no es traicionar
Queremos insistir en algo: la retórica que acusa a Marta Lamas y a otras feministas de ser unas “traidoras”, “excusa acosadores” y demás descalificativos no sólo es vacía sino también nociva. Disentir se vale, debatir también, enojarse es inevitable, pero tener diferencias no es traición. Silenciar discursos con los que no estamos de acuerdo y que no atentan contra la existencia de otras personas es perjudicial para el debate y para el desarrollo de nuestras ideas.
Estamos en desacuerdo con las ideas que expresó recientemente Marta, pero no creemos que sea una “traidora” al feminismo; muy lejos de serlo. Hay que generar debate y escuchar posturas con las que no estamos de acuerdo si queremos que hagan lo mismo con nuestras ideas. Esa fue justamente la razón por la que tantas de nosotras nos enojamos cuando en su homenaje invitó solamente a hombres contemporáneos de ella: porque en lugar de escuchar nuestras ideas, tan diferentes a las suyas, del feminismo actual, eligió escuchar más de lo mismo.
Invitamos a que más voces sean escuchadas, que las feministas jóvenes, las que no son celebrities, las que han vivido acoso, las mujeres negras, las que viven en las periferias, sean invitadas al debate y sobretodo, sean amplificadas sus voces y opiniones.
¿Cómo le hacemos para pensar de manera transversal?
Con eso en mente, queremos acabar este artículo con una invitación para cuestionar todas nuestras creencias y intentar pensar de una manera más incluyente y transversal. Creemos que el feminismo no es algo que se es, sino algo que se hace al cuestionar y analizar críticamente lo que pensamos y lo que creemos. Así que les dejamos esta mini guía para pensar crítica y transversalmente:
Tip: cuando formes una opinión feminista, hazte estas tres preguntas de cajón:
1.- ¿Estás considerando la experiencia de otras personas de diferente etnia, orientación sexual, raza, expresión de género, capacidad, estatus socioeconómico, condición de salud, etc.?
2.- ¿La experiencia de estas personas es diferente? ¿Te llevaría a otra conclusión si te pones un momento en sus zapatos ?
3.- ¿Qué dinámicas de poder está asumiendo y perpetuando tu argumento?
Con amor
La Cuarta Ola

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