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miércoles, 3 de enero de 2018

Estado Islámico: la amenaza continúa

La ideología que sustenta al grupo terrorista conserva su capacidad para golpear en Europa y en todo el mundo


CLARA ROIG
2017 ha sido el año del declive del ISIS. Prácticamente ha perdido todas las regiones que controlaba en Siria e Irak. El retroceso territorial, además, ha debilitado su capacidad de tener presencia mediática y distribuir propaganda para captar adeptos. Pero aún sigue siendo un enemigo invisible capaz de sembrar el terror
El pretendido Estado Islámico está en retroceso. Al menos a nivel territorial en Siria e Iraq, lo que le ha supuesto un coste importante en bajas de personal y a nivel económico. La organización terrorista ha pasado de obtener 81 millones de dólares por mes en 2015 a 16 millones en 2016, según el Índice de Terrorismo Global 2017. Sin territorio, ya no tiene la misma capacidad para cobrar impuestos, explotar recursos como el petróleo, vender obras de arte y obtener armas, y la falta de financiación ha afectado también su capacidad de producir vídeos y propaganda, y por lo tanto, de reclutar combatientes.
“Los vídeos son de menor calidad y salen menos”, argumenta el analista en seguridad Jofre Montoto para La Vanguardia. Como comenta Charlie Winter, experto en propaganda terrorista del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (ICSR en sus siglas en inglés), en 2015 salían 200 productos mediáticos a la semana y ahora apenas llegan a sacar 20.
La mayoría de expertos consultados concuerdan que ISIS ya no tiene la misma potencia y presencia internacional que hace un año. Datos preliminares del Índice de Terrorismo Global 2017 elaborado por el Instituto por la Economía y la Paz (IEP) sugieren que en los primeros seis meses del 2017 esta organización es responsable de menos muertes en países en desarrollo, teniendo en cuenta que los países en conflicto reciben el 99% de las muertes por terrorismo. Aún así, Estado Islámico fue la organización terrorista que más muertes provocó en 2016.
“Esto quiere decir que está afectando”, comenta Montoto, “pero sabemos poco. También ha dado la orden de que se atente más en Europa”. Según el Índice de Terrorismo Global, los países de la OCDE sufren solamente el 1% de las muertes por terrorismo en el mundo, aunque entre 2014 y 2017 solo tres ataques provocaron el 44% de esas muertes en Occidente.
“Este problema no se acaba con el Estado Islámico, Al Qaeda está esperando para resurgir. Este es un problema ideológico, no de organizaciones. Mientras haya gente dispuesta a sumarse a sus filas o atentar en su nombre, tendremos el problema se llame como se llame”, sentencia Montoto.

Mario Toboso, doctor y profesor de terrorismo en la Universidad de Barcelona, cree que se pueden generar alianzas entre el Estado Islámico y Al Qaeda y ve como un factor elevado de riesgo los miles de combatientes retornados (unos 16.000 en la UE, según datos de la Comisión Europea). Xavier Torrens, profesor en Ciencia Política de la UB y experto en terrorismo, sostiene que Barcelona no está exenta del peligro de un nuevo ataque por su impacto mediático.
Ya sea con pequeños atentados de individuos, los “lobos” solitarios, o de células de más envergadura, a través de un califato virtual o desde su escondite en Siria o Irak, ningún analista se atreve a predecir el fin del Estado Islámico. Mientras persista la ideología, la amenaza se mantiene.

La ideología: ni islámica, ni yihadista

La organización del Estado Islámico se sustenta en una ideología política que hace una interpretación tergiversada del Islam a partir de la cual se defiende la instauración de un califato global regido por la charía (la ley islámica) más estricta. Y tal objetivo justificaría la matanza de todos aquellos que no sigan sus leyes.
Los 16.000 combatientes retornados son un factor de riesgo y Al Qaeda está esperando para resurgir: ningún analista se atreve a predecir el fin de este tipo de yihadismo
Esta matanza se argumenta mediante la doctrina del takfir, desarrollada por el pensador egipcio Sayyid Qutb en los años sesenta del siglo XX. Qutb recoge el término takfir (acusación de infidelidad, que en el Islam tradicional se atribuye a la persona no creyente que ha abandonado el Islam), y lo aplica a todas aquellas personas que no respetan la charía estricta. A partir de esta ampliación del término “takfir”, el autoproclamado Estado Islámicos ha justificado la matanza de musulmanes sunitas que se oponen a su régimen, de chiitas y otras ramas del Islam y de creyentes no musulmanes. “La organización del EI ha matado con diferencia muchos más musulmanes a los que consideraba infieles, con un proyecto de limpieza religiosa”, remarca Blanca Camps-Febrer, profesora de Relaciones Internacionales de la UAB e investigadora del Centre Delàs.
La tergiversación de los conceptos islámicos ha llevado a algunos expertos a rechazar el término de Estado Islámico con el que se autodenomina el grupo terrorista. “Ni es estado ni es islámico”, denuncia la islamóloga Dolors Bramon, pues considera que ni tienen control sobre un territorio con fronteras definidas ni siguen los preceptos islámicos.
“Estado Islámico” es el nombre que se autoimpone la organización después de que al-Bagdadi se autoproclamase califa, lo que en el Islam es la máxima autoridad y el sucesor del profeta. Por eso los expertos optan por términos como “pretendido o autoproclamado Estado Islámico” o añadir “organización” en referencia al grupo terrorista. Otros, como apunta Blanca Camps-Febrer, usan el término “islamo-fascismo” para referirse al carácter totalitario o “takfirista” para remarcar el proyecto de limpieza étnica y religiosa.
Barcelona recibió su peor ataque del terrorismo de inspiración islámica en La Rambla el pasado 17 de agosto. En la imagen, homenaje de miles de personas a las víctimas en el mosaico de Miró. (David Airob)
La matanza de los infieles se realiza a través de la yihad, recogiendo una acepción minoritaria en El Corán que la define como conflicto bélico para la defensa del Islam. Sin embargo, según El Corán, la yihad bélica debe realizarse bajo ciertas condiciones, entre las cuales no matar a ancianos, niños o mujeres, algo que los miembros del autoproclamado Estado Islámico no respetan. También exige el llamamiento de un gobernante legítimo. Pero para los grupos terroristas “el Islam vive sumido en un continuo estado de agresión por parte de Occidente”, explica Toboso, y por tanto no es necesario el llamamiento colectivo.
En su acepción mayoritaria, yihad significa “esfuerzo tanto interior como exterior del musulmán por mejorarse y mejorar lo que le rodea”, tal y como apunta Luz Gómez García en su libro Diccionario del Islam e islamismo. Por eso, “algunos musulmanes no aceptan la cooptación y tergiversación del término ‘yihad’ por estos grupos”, señaña Camps-Febrer.
Además, estas interpretaciones tergiversadas van en contra de la misma religión musulmana. “Hacen decir al Corán cosas que no dice”, comenta Dolors Bramon, doctora en Filología Semítica y profesora emérita de Estudios Árabes e Islámicos de la Universitat de Barcelona. “El problema es que nadie habla la lengua árabe en la cual está escrito El Corán y así en las traducciones los que gobiernan pueden decir lo que ellos quieran”, explica Bramon con ejemplos de traducciones que hace el wahabismo, la doctrina que promulga el gobierno de Arabia Saudí, sobre la vestimenta de la mujer para justificar el nicab o como hacían los talibanes para imponer el burka.
“El Estado Islámico es el grupo terrorista que ha dispuesto de más dinero. Con esta financiación han podido mal traducir El Corán según sus intereses, publicar libros y revistas y distribuirlos gratuitamente para ganar adeptos”, añade la filóloga. Según Blanca Camps-Febrer, un papel muy importante lo han tenido las escuelas y mezquitas wahabíes en todo el mundo, con dinero del golfo y apoyados por una alianza con los poderes occidentales.

De la religión a la geopolítica

La amenaza de la organización del Estado Islámico no se puede entender solamente como un problema fundamentalmente religioso. Factores geopolíticos y de lucha por la hegemonía del poder en la región se esconden detrás de una ideología que legitiman a través de la religión.
Según explica Antoni Segura, profesor de Historia Contemporánea de la UB y presidente del CIDOB, Estado Islámico nace en Irak del rechazo a la ocupación norteamericana y de una política sectaria y antisunita del presidente iraquí Nuri al-Maliki (2006-2014). En este contexto, las tribus sunitas se rebelan en contra del poder de Bagdad y aquí es donde el ISIS encuentra un apoyo social.
París y Francia han sido objetivo prioritarios del yihadismo de Estado Islámico, lo que ha llevado a reforzar la seguridad en lugares turísticos emblemáticos como la Torre Eiffel (Michel EUler / AP)
“Eso no significa que haya dirigentes y militantes que se lo crean, pero gran parte de sus estrategas militares proceden del antiguo ejército de Saddam Hussein, a quién no se puede catalogar de fanatismo”, comenta Segura. Además, el historiador señala que este ejército fue vencido y por eso “hay un cierto sentimiento de revancha”.
El ataque contra Occidente se hace evidente en el aparato propagandístico del pretendido EI y recoge un sentimiento presente en el mundo islámico. Xavier Torrens considera que estos grupos terroristas propagan un discurso del odio basado en los tres grandes prejuicios de las sociedades musulmanas: antisemitismo, antiamericanismo y antioccidentalismo. Llevándolos al extremo se genera un proceso de radicalización con el que captan a miles de personas. El problema, según este experto, es que la mayoría de los países musulmanes son dictaduras donde no se puede trabajar el discurso del odio.
Sin embargo, Antoni Segura destaca las guerras perpetradas por EEUU y sus aliados en Irak y Afganistán. “A veces olvidamos que las guerras también traen recuerdos, y ellos recuerdan sus víctimas igual que hacemos nosotros con las víctimas de los atentados”, defiende.
Mario Toboso, quién ha estudiado el proceso de captación de adeptos países occidentales, asegura que hay factores sociales diversos para la radicalización pero subraya el discurso de “ellos” contra “nosotros” que se promueve mediante una “narrativa excluyente, violenta y manipuladora”.

Una revolución mediática

El aparato propagandístico permitió a la organización del Estado Islámico darse a conocer en todo el mundo mediante vídeos con escenas obscenas de periodistas decapitados, torturas y violencia extrema. “Hicieron una revolución mediática a través del márquetin que los ha llevado al liderato del imaginario yihadista global”, explica Montoto.
Los vídeos pasaron de contener imágenes con personas rezando a usar la estética del videojuego para ensalzar la violencia a través de la humillación de las víctimas y la percepción de que cada asesinato es banal. Así, ISIS consiguió superar a Al-Qaeda, proyectando una imagen de “caballo ganador”, como la describe Toboso.
Pensábamos que Al Qaeda en Iraq había tocado techo en el uso de la violencia en los vídeos, pero la evolución a Estado Islámico acarreó niveles de violencia aún mayores"
“Las cifras de combatientes terroristas extranjeros tras la proclamación del califato en el año 2014 han sido las más elevadas respecto a anteriores conflictos como Afganistán, Bosnia o Iraq”, explica Toboso. Alrededor de 40.000 combatientes de 110 nacionalidades fueron a Siria e Iraq, de los cuales unos 5.000 eran residentes de la Unión Europea, según datos de 2017 de la Red de Conocimiento de Radicalización de la Comisión Europea (RAN).
“Estos vídeos sorprendieron mucho a los analistas porque nos pensábamos que Al Qaeda en Iraq había tocado techo en el uso de la violencia. Pero estos evolucionan hacia el Estado Islámico con niveles de violencia aún mayores. Y lo más sorprendente es que niños de 15 años tengan estómago vara per esto y seguir”, apunta Montoto.

“El impacto de lo visual, el relato apocalíptico o la fascinación por la violencia contrarrestan el nihilismo de muchos jóvenes llenando su vacío existencial, reafirmando su participación en una causa trascendental”, comenta Toboso. “Una propuesta muy sugerente entre jóvenes musulmanes que no tienen un sentimiento de pertenencia a ningún país concreto”, añade.

Combatir la ideología

Si una parte del problema es la ideología, entonces la lucha debe trasladarse también al campo de las ideas. En Europa se han empezado a desarrollar programas de desradicalización y contranarrativa. Su objetivo es erosionar, deslegitimar y desacreditar los argumentos de los grupos terroristas. Por ejemplo, cómo es que la ideología que promulgan es el Islam “puro” cuando va en contra de El Corán o si dicen defender el Islam de Occidente porqué la mayoría de víctimas son civiles musulmanes.
Tanto Mario Toboso, Jofre Montoto como Xavier Torrens creen que la respuesta no debe ser solamente policial sino que debe incluir políticas públicas con diversidad de actores. “Se tendrían que destinar más recursos, pero el problema es que son caras y a largo plazo”, comenta Montoto.
El problema es que nadie habla la lengua árabe en la cual está escrito El Corán y así en las traducciones los que gobiernan pueden decir lo que ellos quieran”, explica Dolors Bramon
Xavier Torrens considera que se tienen que trabajar los prejuicios desde la escuela de manera específica. Para Toboso, un problema tan complejo como el terrorismo requiere la participación de actores sociales entre educadores, medios de información, representantes de las comunidades islámicas, fuerzas de seguridad, profesionales penitenciarios, etc., para crear una “cultura de la seguridad”.
“El terrorismo, por definición, busca el impacto del terror. En una sociedad resiliente el mensaje del miedo tiene muchas más dificultades para propagarse y responde de una forma más responsable y madura ante cualquier manifestación de la amenaza”, explica Toboso.
Respuestas en esta línea fueron los lemas de “Boston Strong” y “No tinc por” tras el atentado de la maratón de Boston en 2013 y los atentados de Barcelona y Cambrils respectivamente. Pero queda mucho por hacer, mientras la organización terrorista Estado Islámico muta y se transforma y mantiene su amenaza con formatos diferentes.
El ejército belga en tareas de seguridad en el aeropuerto de Bruselas tras los atentados del 2016 (Jasper Juinen/Bloomberg)

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