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sábado, 6 de enero de 2018

Los campos de la muerte de Gaza

Por Colin Green
Las revelaciones de fuentes israelíes tales como “Breaking the Silence” [Romper el Silencio] y “Physicians for Human Rights-Israel” [Médicos por los Derechos Humanos-Israel] de que los ataques israelíes a Gaza en 2008-2009 (Operación Plomo Fundido) y 2012 (Operación Pilares de Defensa) fueron planificados con muchos meses de antelación plantean muchas preguntas acerca de los motivos reales de los siete años de bloqueo y de los ataques masivos contra una concentración indefensa de personas empobrecidas y encerradas. Vamos, pues, a plantear algunas de estas preguntas y a buscar respuestas objetivas: 
* ¿Por qué la comunidad internacional y las Naciones Unidas permiten a Israel bloquear y asediar una diminuta franja de tierra llamada Gaza durante casi siete años con absoluta impunidad? 
* Relacionado con ello, ¿por qué se permite a Israel cometer piratería en aguas internacionales para impedir que barcos mercantes desarmados lleguen a Gaza en las narices de las flotas navales de la OTAN que operan en el Mediterráneo Oriental? 
* ¿Los asimétricos ataques a Gaza de 2008-2009 y de 2012 fueron verdaderamente una respuesta a los ataques con cohetes Qassam o unos ataques cuidadosamente planeados por otras razones? 
* ¿Podrían el asedio y los ataques ser en realidad pruebas de nuevas armas y de nuevos sistemas de defensa de misiles, campos de prueba de nuevas estrategias de control de poblaciones y de control de los inmensos recursos energéticos encontrados en el Mediterráneo Oriental? 
Empecemos por examinar la situación geográfica en el momento del ataque de la Operación Plomo Fundido. Gaza es una estrecha franja de tierra de 45 kilómetros de largo por 5-12 de ancho en la que un millón y medio de palestinos estaba concentrados y encarcelados en la práctica, con una densidad de 4119/km2, cuatro veces la densidad de Bangladesh. La población se confina principalmente en cinco ciudades y siete grandes campos de refugiados, y un millón de personas están registradas como refugiados de la ONU. Solo hay unos 24 km2 de tierra potencialmente productiva, la mejor de la cual linda con la frontera noreste con Israel, la mayoría de la cual es inaccesible al estar dentro de la “zona de seguridad”. El 80% de los gazatíes, un 59% de los cuales son mujeres y niños, vive por debajo del umbral de pobreza. Un 40% está en paro y un 60% depende de la comida que reparte la [Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos] UNRWA. 
Gaza había estado gobernada por Hamas, un gobierno elegido democráticamente, durante más de un año antes de los ataques, pero Israel y Estados Unidos calificaron a Hamas de “organización terrorista” y a Gaza de “entidad hostil” poco después de las elecciones, y a continuación pretendieron convertir en un infierno la vida de sus ciudadanos. A partir de 2006 Israel se ha empecinado en destruir la economía de Gaza y en utilizar la inseguridad alimentaria, un tipo de hambruna controlada, como medio de castigar a la población y de quebrar su voluntad. 
La zona de seguridad dentro de la frontera eliminó el 68% de la tierra cultivable, hizo que la agricultura fuera peligrosa e imposible. Las reservas disponibles de pesca se redujeron un 84% ya que Israel limitó a los pescadores palestinos las millas náuticas a tres en vez de a las veinte acordadas en el proceso de Oslo, con lo que se han reducido las ingestas de proteínas a unos niveles peligrosos y destruido una de las bases de la economía gazatí. No menos importante es el hecho de que al limitar a los palestinos el acceso al mar los israelíes también han impedido que los gazatíes exploten las reservas naturales de gas de Gaza Marine 1 y 2 que se calculan en aproximadamente 1.4 billones de pies cúbicos que hubieran saneado la economía y hecho a Gaza independiente de Israel en el plano energético. 
Resulta instructivo analizar el momento en el que se realizaron ambos ataques. Durante los seis meses anteriores a la invasión Plomo Fundido Hamas respetó el alto el fuego hasta que una incursión israelí en Gaza el 4 de noviembre (día de elecciones en Estados Unidos) asesinó a seis palestinos lo que, como era previsible, desencadenó como respuesta el lanzamiento de cohetes Qassam a Israel. Fue el pretexto que el ejército israelí necesitaba para lanzar ataque masivo. 
El ataque israelí empezó el 27 de diciembre 2008, cuidadosamente coordinado para que coincidiera con el cambio de presidencia en Estados Unidos. Al cabo de tres día de intensos bombardeos aéreos el Consejo de Seguridad trató de aprobar la Resolución 1860 de Alto el Fuego, pero Estados Unidos la bloqueó, lo que dio a Israel el aval político que necesitaba para lanzar un importante ataque por tierra (el Congreso estadounidense apoyó la invasión por la abrumadora mayoría 390 frente a 5, y el Senado por una mayoría aplastante). 
Finalmente el Consejo de Seguridad aprobó la Resolución de Alto el Fuego el 8 de enero, casi una semana después de la invasión por tierra, pero Estados Unidos se abstuvo, lo que dio a Israel la cobertura política necesaria para seguir con sus operaciones. El recién elegido presidente Obama no dijo una sola palabra al respecto. Tony Blair, representante del Cuarteto, emitió un tibio llamamiento a un inmediato alto el fuego. 
Las víctimas palestinas de la invasión Plomo Fundido fueron atroces. Fueron asesinadas aproximadamente 1.400 personas, de las cuales 313 eran niños y 116 mujeres; menos del 20% de estas personas muertas eran combatientes. Más de 6.000 personas resultaron gravemente heridas, incluidos 1.855 niños y 795 mujeres (según datos del Centro Palestino para los Derechos Humanos). Mis colegas médicos noruegos Mads Gilbert y Eric Fosse, que entonces trabajaban en Gaza junto con el personal médico palestino, informaron de lesiones que nunca habían visto antes y que proporcionaron pruebas circunstanciales de que los israelíes habían utilizado y probado nuevas armas y fósforo blanco en zonas densamente pobladas. Además de quemaduras graves, había una cantidad anormalmente alta de amputaciones y mutilaciones entre los heridos que sobrevivieron. 
Por ejemplo, hubo que enviar a 150 amputados a hospitales egipcios, en el campo de refugiados de Jabalia había 165 pacientes que habían quedado inválidos de los cuales al menos 90 tenían amputaciones, algunas múltiples. Estas víctimas habían sido provocadas por armas convencionales conocidas pero algunas heridas suscitaron la fuerte sospecha de que se había utilizado por primera vez otro tipo de artillería en una batalla real. Algunas de las armas que se describen a continuación se habían utilizado antes pero en el caso de otras sigue siendo dudoso. 
Los proyectiles de fósforo blanco contienen pequeñas bandas de fieltro impregnadas de sustancias químicas que se dispersan a un radio de 100 metros cuando el proyectil estalla en el aire. Oficialmente se utiliza como pantalla de humo y para iluminar por la noche, pero también es un artefacto incendiario y como tal se utilizó en Gaza en varias ocasiones. Los proyectiles de dardos contienen miles de dardos de unos 4 cm de largo que se dispersan en haz cuando estalla el proyectil a aproximadamente un metro de tierra. Estos dardos están diseñados balísticamente para girar al penetrar y provocar grandes daños en los tejidos blandos. Se utilizaron en el ataque de 2008-2009 pero no en el de 2012. 
El mortero automático de tiro rápido Keshet se probó para causar efectos devastadores en una abarrotada calle del campo de refugiados de Jabalia cerca de la escuela Al Fakhoura, a plena vista de las tropas israelíes. Proyectiles Kalanit se dispararon desde cañones de tanque de 120mm; explotan en el aire, se paran y sueltan seis minicargas que rocían de metralla el objetivo desde arriba. 
Los explosivos de metal denso inerte (DIMES, por sus siglas en inglés) es un tipo de artillería desarrollada recientemente que comprende una carcasa de fibra de carbono llena de micrometralla de metales inertes como el tungsteno, níquel y cobalto que provocan una gran implosión en un espacio relativamente reducido, lo que supuestamente permite una matanza precisa sin daños colaterales en una amplia zona. En los aviones de combate F-16 se pueden montar bombas de pequeño diámetro (SDBs, por sus siglas en inglés) que se deslizan hacia su objetivo dirigidas por láser y se utilizaron en Gaza (se compraron 1.000 a Estados Unidos a primeros de diciembre en previsión del ataque de 2008). Se cree que contenían metralla de metales densos inertes. Sin embargo, las pruebas de su uso se basan tanto en el polvo de metralla encontrado en la superficie del hígado y en otros tejidos blandos, como en la limpieza de las amputaciones múltiples sufridas por muchas víctimas y no son definitivas. 
Los proyectiles de uranio empobrecido están diseñados para penetrar profundamente en objetivos como tanques y crear dentro de estos una bola de fuego de alta temperatura. En Gaza se utilizaron para atacar edificios grandes y no tanques. Por último, aunque se ha acusado a los israelíes de utilizar bombas termobáricas en Gaza para destruir los túneles de la frontera con Egipto no hay pruebas claras de ello. 
La Operación Plomo Fundido fue el mejor ejemplo de una guerra asimétrica entre, por una parte, el Estado militar más poderoso de Oriente Próximo y, por otra, un campo de concentración asediado. Para darles una idea del poderío militar de este prototípico Estado guerrero moderno, según los últimos cálculos, Israel tiene entre 240 y 300 cabezas nucleares; almacena enormes cantidades de armas químicas y biológicas de destrucción masiva (y, sin embargo, pide indignado que se destruyan todas las de Siria); cuenta con 620 aviones de combate, incluidos F16 (que pronto serán reemplazados por el ultimo modelo más ligero F35 que cuesta unos 200 millones de dólares cada uno, Estados Unidos ha prometido entregar 25 de ellos a Israel de forma prioritaria en cuanto estén preparados), así como helicópteros Cobra y Apache; seis submarinos Dolphin Class construidos y donados por Alemania, algunos capaces de estar armados con cabezas nucleares y dos de ellos se cree que están actualmente operativos en el golfo Pérsico; una cantidad desconocida de misiles balísticos de corto, intermedio y largo alcance (hasta 8000 kilómetros) capaces de transportar carga nuclear (Jericho1,2,3); una armada moderna de 58 barcos de guerra equipados con misiles que hacen regularmente ejercicios con la armada de la OTAN en el Mediterráneo; tres escuadrones de drones (Hermes, Searcher y Heron), muchos de ellos diseñados y fabricados en Israel (el gobierno británico le ha encargado cien); un ejército extremadamente adiestrado que dispone de 2442 tanques pesado Merkava, 1265 vehículos blindados de transporte de tropas y muchos otros vehículos militares más pequeños; 2754 piezas de artillería pesada con una artillería diabólica específicamente diseñada para causar estragos en poblaciones civiles y un prestigioso ejército que cuenta con 26.000 soldados apoyados por 107.000 reclutas para alcanzar una cifra total de 133.000 soldados (un 60% mayor que el ejército británico) que se puede triplicar rápidamente en casos de emergencia con 400.000 personas que han sido adiestradas en periodos obligatorios cada año de sus vidas desde los 18 años hasta la edad de 40-50. 
Pensemos que la población total de Israel es de 7.8 millones de israelíes, de los cuales al menos el 20% no pueden unirse al ejército por ser consideradas una Quinta Columna de árabes israelíes. Esto representa una inversión masiva en la guerra tanto en sangre como en dinero. ¿Cuánto cuesta todo esto? Oficialmente, Israel afirma gastar aproximadamente el 7% de su PNB total (265.000 millones de dólares) en gastos militares (comparado con el 4.5% de Estados Unidos y el 2.5% de Gran Bretaña). Cuando un Estado diminuto como Israel dedica una proporción tan grande de su PNB a la guerra, la única manera de pagarlo es por medio de economías de escala, un programa propio de desarrollo armamentístico, en parte para uso interno del ejército israelí y en parte para vender. 
Según su cifra de ventas de 2012/13 (13.000 millones de dólares), Israel ocupa el cuarto lugar mundial (Gran Bretaña en tercero con 19.000 millones de ventas). Sin embargo, si se añade el comercio de seguridad nacional de Israel (que quizá es tan importante como su comercio de armas, cuyos productos se han ido poniendo a punto a lo largo de décadas de control de los palestinos), el muy lucrativo negocio de la puesta al día y su tráfico de armas del que no se informa, Israel se encuentra entre los principales exportadores de armas y de seguridad tanto por su alcance global como por sus beneficios. La industria de armamento y de seguridad nacional israelí se ha impuesto sin duda tanto en armamento (drones en particular), en tecnología de la información (aviónica, robótica y otras formas de armamento electrónico, además de las aplicaciones militares de nanotecnología) y en la guerra cibernética (dominio en el que la Unidad 8200 del ejército israelí colabora estrechamente con la NSA estadounidense), además de miles de servicios de seguridad. El hecho de etiquetar sus productos como “probado sobre el terreno” o “probado en combate en Gaza” otorga a los fabricantes de armas israelíes una ventaja competitiva en el mercado. 
Además del apoyo incondicional a Israel de los dos partidos estadounidenses en el Congreso por razones internas, ¿existen otros intereses que expliquen por qué Estados Unidos veta rutinariamente en el Consejo de Seguridad todas y cada una de las resoluciones de la ONU críticas con Israel (hasta ahora 43 veces, más que todas las veces juntas en que todos los demás países han utilizado su veto en otras ocasiones)? ¿Podría ser una explicación la posibilidad que tienen el Pentágono y los fabricantes de armas estadounidenses (y europeos) de probar sus nuevas armas en Gaza y Cisjordania? 
La relación inmediata entre el apoyo financiero estadounidense al sistema de defensa antimisiles israelí Cúpula de Hierro, su uso contra los cohetes Qassam, cuyo lanzamiento en realidad provoca Israel, y los anuncios de que el sistema se está vendiendo a las fuerzas estadounidenses en Afganistán e India tiene que plantear preguntas. Del mismo modo, ¿podría una demostración de “ocupación aérea” en la que unos drones dominan, intimidan y controlan completamente las vidas de 1,7 millones de personas en Gaza tener algún efecto sobre las ventas de drones israelíes como parte de su más amplia exportación de medios de control a gobiernos, ejércitos, agencias de seguridad y fuerzas de policía de todo el mundo? Y, ¿qué decir de los enormes campos de gas natural a lo largo de la costa de Gaza explotados por Israel mientras se niega a los palestinos el acceso a sus propios recursos naturales debido a supuestos controles de “seguridad”? 
El armamento de Israel sirve como la extensión primordial de la hegemonía occidental en la zona. Esto y el hecho de que las armas israelíes abastezcan al complejo de la industria militar y de seguridad occidental, además de la oportunidad de desarrollar y probar armas en los territorios palestinos convierte a los ataques a Gaza y a la actual represión en un estudio de caso de lo que se está convirtiendo rápidamente en la Palestina global, la “palestinización” de todos nosotros. Y es que los palestinos solo son conejillos de indias y nosotros somos los destinatarios finales. En ese sentido, todos nosotros somos, verdaderamente, palestinos. 
Colin Green es profesor emérito de cirugía en el University College de Londres (UCL) y académico en la Academia de Ciencias de Ucrania, así como activista de derechos humanos interesado particularmente en la Campaña en contra del Comercio de Armas, Stop the War Coalition, Médicos por los Derechos Humanos, el Comité Israelí en contra de la Demolición de Casas y la Campaña por el Desarme Nuclear.
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