Producir y no soñar
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“La tecnología, como el arte, es un ejercicio de la imaginación humana que nos eleva”.
Daniel Bell
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Andrés Manuel López Obrador ha señalado su intención de subir la producción petrolera de nuestro país, pero para eso es importante que no se establezcan nuevos obstáculos a la actividad.
“Nosotros lo que queremos es llegar a fines de sexenio a una producción de cuando menos 2.6 millones de barriles al día”, dijo el Presidente electo el pasado 8 de septiembre en Tabasco. La producción de petróleo crudo en los siete primeros meses de 2018 fue de 1.9 millones de barriles diarios, por lo que la meta de López Obrador implicaría subir la producción 37 por ciento para 2024. La meta de 2.6 millones de barriles nos regresaría a un nivel apenas superior a los 2.5 millones de fin del sexenio de Felipe Calderón y sería todavía muy inferior a la producción de 3.4 millones de 2004.
La necesidad de subir la producción de petróleo es la razón por la que López Obrador ha decidido mantener la apertura a la inversión privada en petróleo, a pesar de sus cuestionamientos a la reforma energética. Si se cancelan estas inversiones privadas, no hay duda de que no se logrará la meta.
La inversión privada, sin embargo, no es suficiente. Es importante también recurrir a nuevas tecnologías; y la fractura hidráulica, o fracking, es la que ofrece mejores perspectivas en este momento. El problema es que López Obrador y otros políticos se niegan a considerar siquiera la posibilidad. “No vamos a usar ese método ya para extraer petróleo”, dijo el Presidente electo el 31 de julio. Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado, ha dicho que se va a revisar a fondo la práctica del fracking por sus supuestos daños ambientales. Movimiento Ciudadano ha propuesto una prohibición a la tecnología en el artículo 27 de la Constitución.
Estos políticos se han dejado engañar por la publicidad negativa de algunos grupos de interés. Toda producción de petróleo conlleva riesgos ambientales, pero los mayores no son en la fractura hidráulica sino en la perforación de aguas profundas, que sí está manteniendo el nuevo gobierno. El mayor derrame petrolero en la historia fue el de la plataforma Deepwater Horizon de BP en 2010, cuando 779 mil toneladas de petróleo crudo fueron vertidas en las aguas del Golfo de México. Ha habido algunos registros de contaminación de gas metano de acuíferos por producción de fracking, pero son pocos y aislados. Ninguno se aproxima ni remotamente a los daños generados por los derrames petroleros. Una de las razones es que los pozos de fractura hidráulica son mucho más pequeños; la otra, es que la tecnología ha mejorado de forma importante.
La producción petrolera de Estados Unidos aumentó de 5 millones de barriles diarios en 2008 a 9.3 millones en 2017. La razón es la producción por fractura hidráulica. En 2016, de los 977 mil pozos en Estados Unidos, 670 mil eran ya de fracking, sin que haya reportes de problemas ambientales significativos. En México, fuera de unos cuantos pozos experimentales, no hay producción con esta tecnología.
México puede ser un importante productor de petróleo por fractura hidráulica. La cuenca de Burgos de Coahuila tiene la misma estructura geológica que el sur de Texas, donde los campos de Eagle Ford se cuentan entre los principales productores de Estados Unidos. Pero si los políticos deciden prohibir la tecnología, a pesar de que implica menores riesgos ambientales que la extracción marina, tendremos que seguir perdiendo terreno.
· GAS POR FRACKING
La producción de gas natural, un combustible más limpio que el petróleo, requiere también del fracking. Si no aplicamos la tecnología, estaremos condenados a seguir importando este combustible de Estados Unidos, donde esta técnica se usa sin más restricción que la aplicación de buenas prácticas ambientales.
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