Desde que AMLO se postuló a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, en el 2000, se colgó del eslogan que ha venido repitiendo como mantra desde entonces: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
La frase es pegadora y cuenta con arrastre, sobre todo si consideramos que México sigue siendo un régimen presidencialista, corporativo, autoritario y clientelar. La frase cumple, pues, con los requisitos del marketing político, sobre todo si consideramos que el populismo y la demagogia son parte sustancial del quehacer político de AMLO y sus secuaces.
AMLO repitió la fórmula en la anterior campaña presidencial y, con la entrega del paquete presupuestal 2019, sólo reitera su postura de toda la vida: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Por ello, está destinando alrededor de 252 mil millones de pesos del presupuesto para los sectores “empobrecidos o más necesitados”, a través de programas sociales que, en los hechos, no son más que vil asistencialismo social, o sea, vulgar limosnería.
Desde que “los pobres”, “los necesitados”, “los marginados”, “los jodidos”, se volvieron botín político, éstos no han dejado de ser títeres y carne de cañón de los demagogos, al más puro estilo de AMLO.
A nivel mundial, los “pobres” entraron de lleno y en masa a la vida política a finales del siglo XIX, justo cuando se crearon los “partidos de masas”: el proletariado y el campesinado se dieron cuenta de que “echando montón” podían obtener mucho provecho del gobierno, y no faltaron los políticos tramposos, corruptos y perversos, estilo AMLO, que aprendieron a domesticar a las masas acríticas y manipulables para acceder al poder y mantenerse en él.
No de balde, fue a finales del siglo XIX que se instituyó la dichosa “política social”, primero en Europa y luego en el resto del mundo, misma que llegaría a su cenit con la instauración del llamado Estado de Bienestar (Welfare State), esto tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Desde entonces, esa entelequia política llamada “los pobres” se suele colocar en el centro de la acción gubernamental… ¡pero desafortunadamente para perpetuarlos como “pobres” en función de los intereses de políticos demagogos y populistas, tipo López Obrador!
La relación perversa es clara: el político populista “maicea” a “los jodidos” con programitas sociales que no los sacarán de su condición de “jodidos”… ¡sólo los mantendrán como cuerpo parasitario para fines político-electorales! Y “los jodidos” así lo aceptarán: de recibir “nada” a recibir “algo”, pues mejor “algo”.
Así, la “ayuda a los pobres” está perversamente orientada a dar pescado a cambio de votos, aplausos y marchas, jamás a enseñar a pescar. No debe extrañarnos, pues, que AMLO sea el “limosnero nacional”.
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