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lunes, 20 de mayo de 2019

AMLO: administrar la decepción

20 de Marzo de 2018

¿Qué nos espera a los mexicanos a partir del 1 de diciembre? ¿Qué podemos esperar en caso de que alguno de los cuatro aspirantes llegue a la Presidencia? Cuatro, porque hasta este momento, además de AMLOMeade y Anaya, sólo Margarita Zavala tiene su nombre asegurado en la boleta. Durante esta semana, analizaremos las distintas hipótesis. Cada uno representa algo distinto, no por la propuesta, sino por el país y los escenarios posibles a los que cada uno se enfrentará. Es un mismo país, sí, pero las condiciones del futuro sí se dibujarán según el nombre del próximo ocupante de Los Pinos. Hoy empezamos con López Obrador, el puntero en las encuestas.
Hipótesis 1: AMLO gana la elección. Pasó el 1 de julio, al tercer intento, alcanzó la Presidencia. Andrés Manuel López Obrador llega a Los Pinos después de un periodo poselectoral que, para matizar los conflictos, tendrá una luna de miel para sus seguidores (los viejos y los nuevos, los de toda la vida y los conversos, los buenos y los malvados, todos): el tigre no habrá salido de la jaula. Sin embargo, una vez iniciado
el sexenio, vendrá el golpe de realidad, el despertar del sueño.
¿Cómo le hará AMLO para cumplir todas sus promesas de campaña? Las que lleva décadas haciéndole a los suyos y las nuevas a los nuevos adeptos. ¿Cuáles se volverán prioridad? ¿Cómo hará con las que son francamente irreconciliables? ¿Cuáles se irán tachando por su inviabilidad? ¿Cuántas habrán sido llamaradas de petate sólo para mantener viva la irá colectiva frente en la víspera de la elección? ¿Cuáles un engaño para atraer a nuevos votantes? ¿Qué promesas serán moneda de cambio para cumplir con otras que para la agenda lopezobradorista, sí serán importantes? O sea, ¿qué medidas son desde ya derrotas anticipadas? Y es que desde estos días, meses, de pre e intercampaña, AMLO ha dado señales de que, por más incendiarias que son sus promesas, él y sus cercanos saben que no todas serán cumplidas. Y sabe, además, porque ya gobernó, que no hay presupuesto que alcance.
Que sí echarán abajo todas las reformas estructurales aprobadas en este sexenio, lo dice AMLO en repetidas ocasiones, lo subrayan sus cercanos, como Paco Ignacio Taibo II: “Abajo todas las pinches reformas neoliberales...”, dicho esto a pesar de que Tatiana Clouthier envía el mensaje de que no, que sólo se revisarán y se dejará activo lo que sí funciona. Al menos, así lo ha precisado para la energética y la educativa. Pero tendrá que elegir antes de la votación a quién le dará certezas: a los tirios o a los troyanos. Tendrá que elegir a quiénes va a decepcionar... de eso se tratará el sexenio de uno de los políticos que más expectativa ha generado entre todos los sectores de la sociedad.
Que sí echarán abajo el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México para concretar su proyecto en las pistas de Santa Lucía: ¿en verdad estará dispuesto a tirar a la basura lo que ya está avanzado? ¿Cuántos empleos perdidos? ¿Cuánta inversión en peligro? ¿En verdad ese mensaje quiere enviar a empresarios dispuestos a poner su
dinero en nuestro país? Otra vez, elegirá a quién va a decepcionar.
En el hipotético de la victoria de AMLO lo prometido aterrizará en la realidad y dejará de ser combustible de la esperanza por el cambio, estará en la mesa de todas las discusiones y las decisiones, a pesar de que algunas pueda aprobarse, se entenderá, desde ya, que ninguna dará resultados a corto plazo, que ninguna tiene un espectro de acción tan potente, que dibuje un México distinto al que conocemos en menos de uno, dos o tres años. La corrupción no desaparecerá como por arte de magia con la llegada de AMLO a Los Pinos, la pobreza no se reducirá por decreto y la violencia no desaparecerá con la promesa de amnistía.
El discurso que ha dado vida a los 12 años de campaña que lleva Andrés Manueltopará con pared. No es lo mismo la promesa que las decisiones que tomen en cuenta las consecuencias reales de sí mismas. Menos aún cuando éstas tienen que ser discutidas y avaladas por otros poderes del Estado. ¿O todo se resolverá por la vía unilateral, por la vía del decreto? Eso, en un país como el nuestro, es imposible. Las campañas se ganan con emociones, sí, el discurso de AMLO se ha mantenido vigente estos años por su capacidad para entusiasmar (y para leer el enfado ciudadano), pero ¿qué sucede cuando las emociones no tienen punto de encuentro con las posibilidades de la realidad? Algo llamado decepción.
Mañana le toca a Meade.

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