“Origen es destino”. La frase describe la situación de la movilidad social en el país: ocho de cada 10 mexicanos que nacen en las familias más pobres nunca superan esta condición; en el extremo opuesto, siete de cada 10 que nacen en el 20% de hogares con mayores recursos nunca descienden al escalón inferior. Y no es sólo el ingreso y la educación lo que puede marcar el ascenso en la escala social. También influyen el lugar de nacimiento, el género, el color de piel… Ante la ausencia de un Estado que brinde un mínimo de oportunidades para todos, la desigualdad se perpetúa. Basada en el informe Movilidad social en México 2019, elaborado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, Proceso y Periodismo CIDE presentan la siguiente investigación.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En lugar de destinar su energía e inteligencia a una carrera de comunicación y diseño en la UNAM, Guillermo Ramírez Ávila, de 20 años, pasó los últimos dos brincando de un trabajo mal pagado a otro para aportar un poco más a los 2 mil pesos mensuales que le quedan a su madre, Emilia Ávila, después de pagar la renta y el transporte. Con este dinero comen la mujer y sus dos hijos.
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“Un día Guillermo me dijo: ‘Por ahora no voy a entrar a la universidad’, y yo sentí algo como… como si me hubieran jalado de los pelos. Empezaba yo a estar mal de salud, él me vio y dijo: ‘No quiero ser una carga para ti’. Y me dolió. ‘¡No la dejes!’, le contesté. Y él: ‘No te preocupes, tengo la vida por delante’”, narra Ávila.
Cuando su esposo falleció, en julio de 2014, la mujer de 54 años asumió sola la crianza de sus dos hijos. Para que siguieran en la escuela trabajó los siete días de la semana, se mudó a una humilde vivienda y redujo a cero los gastos ajenos a la comida y transporte. “Ahí la llevábamos”, recuerda, en entrevista con Proceso.
Pero su cuerpo no aguantó la carga de trabajo. El dolor que sentía en la espalda años atrás se agudizó hasta volverse insoportable. Un médico le detectó una desviación severa en la columna vertebral y le ordenó limitar sus esfuerzos, so pena de someterla a una cirugía. Esta posibilidad la aterroriza: implicaría al menos seis meses de inmovilidad y otros tantos de rehabilitación. Sin ingresos.
“Razones de injusticia”
En su jerga, los economistas llaman a estos tropiezos de la vida “choques adversos”. En una sociedad tan desigual como la mexicana, estos “choques adversos” pueden arruinar cualquier intento de superar las brechas sociales, sobre todo para las personas que vienen de hogares de escasos ingresos, y especialmente las mujeres.
En el informe Movilidad social en México 2019, del que Proceso obtuvo una versión adelantada, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) observó que ocho de cada 10 mexicanos que nacieron en las familias más pobres del país nunca salen de esta situación.
(Fragmento del reportaje especial publicado en Proceso 2220, ya en circulación)