Ackerman debe ser expulsado
Ricardo Monreal aceptó una entrevista con Carlos Loret; John Ackerman –mal llamado “investigador universitario” o simplemente “académico”- desató su furia familiar ante la “traición” a la secretaria de la función obradorista: “¿qué esperan para renovar su coordinación?”, preguntó a los senadores de Morena. Pregunta retórica e insidiosa, pero más: un acto político-partidista. Se justifica otra pregunta: ¿qué esperan en la Cámara de Diputados para limpiar el Comité de selección de consejeros del INE? ¿Qué esperan para expulsar a Ackerman? Es una decisión debida –doblemente debida- y posible en esa Cámara federal mediante acuerdo político pluripartidista, especialmente en atención a las nuevas circunstancias.
No es cosa de interpretación, es un hecho: Ackerman llamó a destituir a Ricardo Monreal de la coordinación de los senadores de Morena, lo que es decir que intentó o está intentando provocar esa destitución, lo que significa que hoy le interesa que se produzca ese resultado. A mí me interesa como analista público y ciudadano democrático la salida de Ackerman de un Comité al que nunca debió llegar, ¿por qué le interesa a Ackerman la salida de Monreal de una coordinación no interpartidista sino intrapartidista? ¿Por qué está en el interés de un miembro (supuestamente idóneo) de dicho Comité la sustitución del jefe senatorial de Morena? El interés de Ackerman es directo, inmediato, obvio, personal, familiar y político. Y partidista. Yo no soy militante –ni formal ni informal- de ningún partido y no me dedico a defender a político alguno. No es el caso del doble doctor y peor académico: es defensor pasional e interesado del presidente López Obrador y militante informal y colaborador multiusos del partido obradorista. Su ataque a Monreal, por motivos de política estrictamente morenista, lo confirma, con lo que se reconfirma la ilegitimidad de la participación oficial de Ackerman en el proceso de renovación del INE. En tanto le interesa personal y partidistamente la renovación de la coordinación de los senadores de Morena (y ese hecho declarado en un tuit no privado se suma al hecho de su abyección presidencialista), es imposible no concluir que a Ackerman le interesa partidistamente la renovación del INE. No debe olvidarse además que el militante Ackerman acaba de acusar cínicamente al INE de pertenecer al BOA –que es teatro.
La conclusión general válida: John Ackerman no debió ni debe ser parte de los mencionados proceso y Comité. Siendo lo que es (un grillo con propensión al extremismo retórico-político que deshonra lo que es un verdadero universitario), él mismo tuiteó las causas: grillando contra otro actor de Morena por la misma posición que ocupa cada uno, Ackerman acepta y comprueba que es parte de la vida interna de ese partido, que tiene intereses a defender en él, y que uno de esos muchos intereses es influir más en esa vida interna. John Ackerman es, de cabo a rabo, de rabo a cabo y de regreso, un político morenista. Uno más. Los doctorados y sus espacios en la UNAM han sido instrumentalizados para avanzar hacia su auténtico fin: poder político bajo el obradorismo. Por el bien de México, de la democracia bien entendida y hasta por la conveniencia de la legitimidad de posibles victorias electorales de Morena en el futuro, Mario Delgado debería argumentar “causas de fuerza mayor” para enderezar lo que aceptó torcer. Más consejeros como Ruiz Saldaña sólo convienen a autoritarios, miopes y mediocres.
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