¡El fin del mundo se acerca! (otra vez) ¿queremos que empiece otro igual?
Número 33, Año 6, junio, 2019
Mayo fue un mes ajetreado para la CDMX en medio de contingencias ambientales e incendios forestales debido a las altas temperaturas globales; también fue un mes significativo para el mundo en lo que se refiere al medio ambiente. En un informe de 1800 páginas, la ONU anunció un final que, pese a su importancia, no causó el mismo impacto que el final de la serie que ha mantenido cautivos a millones de espectadores alrededor del mundo.
Según el reporte de la ONU, 2030 es la fecha límite para reducir a 0% la emisión de gases tóxicos a nivel mundial pues de lo contrario, para el año 2050, el calentamiento global llegara a los 1.5 grados Celsius, que entre otras cosas, significaría la extinción de más de un millón de especies de flora y fauna, la desertificación de gran parte del continente africano y del Sur de Asia, y la muerte de millones de personas debido a la mala calidad del aire así como a la resistencia a los antibióticos. A esto, habrá que sumar la falta de agua y escases de alimentos, ¿apocalíptico no?
Sin embargo, para la ONU, lo que expone en su informe no es ficción sino una realidad muy próxima si no tomamos las acciones necesarias para revertir en alguna medida todo el daño que el hombre, la modernidad y la industrialización –nosotros decimos, el capitalismo–, han causado al planeta. En este sentido, para enfrentar la crisis ambiental que ya estamos viviendo, la ONU propone algunas medidas a tomar tanto a nivel individual como gubernamental.
A nivel individual algunas de sus recomendaciones son: reducir el consumo de carne, leche, queso y mantequilla; dejar de usar los automóviles actuales y cambiarlos por automóviles eléctricos, bicicletas y en el mejor de los casos, caminar; secar la ropa al sol en lugar de utilizar secadoras, reducir el uso de aparatos de calefacción y aire acondicionado, disminuir la generación de basura, prohibir el uso de plásticos, etc. A nivel gubernamental, las medidas sugeridas por la ONU son más bien ambiguas y básicamente proponen implementar políticas para reducir la emisión de gases tóxicos emitidos por los automóviles y la industria, apegarse a los pactos y tratados ambientales, entre otros.
A simple vista, estas medidas parecieran cosas sencillas de hacer; siempre nos han dicho que es mejor caminar que viajar en automóvil (si usted es de los privilegiados, o en microbús, si no le tocó ser de los afortunados); también nos han dicho que es mejor subir escaleras que usar el elevador y que es mejor no comer carne para así mejorar la salud y de paso, evitar el sufrimiento animal, pero ¿será que con eso se logrará reducir en un 45% las emisiones de dióxido de carbono para el 2030?, ¿será que el cambio está en uno mismo y que la acción individual será la punta de lanza para la transformación radical global?.
No vamos a negar que el cambio en los hábitos individuales reditúa en procesos más amplios y no podría ser de otra manera, pues el individuo lo es en tanto se encuentra en una sociedad y su relación con ésta es interdependiente, sin embargo, es importante dejar claro en qué medida las respuestas y soluciones están en la acción individual y en qué aspectos la acción individual no es más que una fantasía que reditúa ganancias al sistema y paz (doble) moral a las buenas conciencias de la burguesía.
Si si si, dirá el lector que no se trata de confrontar sino de ver lo que sucede en el mundo y esbozar respuestas, acciones que realmente transformen, hechos radicales que salven al mundo, o a lo que poco que queda de él; y estamos totalmente de acuerdo, pero para esbozar las respuestas al problema, es importante situar las partes del problema para así vislumbrar las opciones.
De inicio, es importante señalar lo que no se dice, y es que el problema no es solamente al calentamiento global o los popotes en las narices de las tortugas, sino la lógica de producción actual, es decir, el capitalismo. En este sentido, cabe preguntarse si por toda la carne que usted, estimado lector, o yo, dejemos de consumir, dejaran de morir los elefantes debido al alto valor del marfil en el mercado negro, o si por la decisión individual de caminar en lugar de usar automóvil dejaran de descongelarse los polos y entonces se salvaran a los osos polares. La respuesta, aunque dura, es obvia, mientras las empresas sean las que aprueben las medidas ambientales “adecuadas”, mientras la industria no deje de contaminar los ríos y los mares con técnicas como el fracking, no habrá decisión individual que pueda contrarrestar los desastres naturales que se avecinan.
Con todo esto no pretendemos decir que entonces no hay que hacer nada, al contrario, lo que queremos decir es que, además de ya no usar popotes o plásticos, o automóviles para quedarse dos horas atorados en el tráfico de filas y filas de automóviles con una sola persona a bordo; lo verdaderamente radical es la organización pues sólo de este modo podremos hacer frente a las empresas y a los gobiernos a los que poco les interesan los jaguares o las personas o las plantas, en resumen, la vida; sólo las acciones organizadas serán esa punta de lanza para la trasformación radical del sistema y así, del mundo que aún nos queda.
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