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miércoles, 23 de mayo de 2012

Activista y Feminista por la Gracia de Allah: abriendo caminos al cambio social

Activista y Feminista por la Gracia de Allah: abriendo caminos al cambio social La musulmanas latinoamericanas no tenemos una voz, sino miles de voces para explicar y compartir nuestra relación con Allah 22/05/2012 - Autor: Vanessa Rivera de la Fuente - Fuente: Mariposas en la Tormenta conferencias feminismo islamico islam mujeres pensamiento 3 Vanessa RiveraEs una bendición de Allah y un privilegio ser pionera de la causa de la igualdad de género en el Islam en Argentina. Soy feminista desde los 15 años y es esta manera de ver el mundo, lo que luego de una búsqueda personal de mi camino espiritual me llevó al Islam. Y hoy, a horas de ser escuchada, grabada y reproducida por los asistentes a dicho Congreso, mis reflexiones se dirigen a este camino que he recorrido desde mi temprana existencia. El Comienzo Muchas cosas han sucedido desde que hice oír mi voz cono feminista, siendo una adolescente, durante los años 80 en Chile, en plena dictadura. A fines de la década de los 80, una de mis mejores amigas y compañeras de colegio, quedó embarazada. Fue expulsada, mientras el chico que la embarazó siguió muy tranquilo asistiendo a clases. En esos tiempos, una chica en esa situación no podía terminar la secundaria, ni menos asistir a la universidad; a pesar de que la ley dejaba a discreción de las autoridades de cada colegio, decidir si le permitía o no dar exámenes libres; mi colegio era de raíz fuertemente católica y no lo permitió: "una manzana podrida podía contagiar a las demás." Sin embargo, algunas nos organizamos, discutimos y presionamos; movidas por nuestro cariño hacia una compañera y la sensación de injusticia, sin darnos cuenta, hacíamos activismo y a través de ello, logramos que ella rindiera exámenes libres. Ese fue como un disparo a mi conciencia de ser humano. Me di cuenta que como ser de sexo femenino mi valor, mi potencial y mis posibilidades no eran las mismas en la sociedad que para un varón. Y decidí luchar contra ello, convencida de que la justicia social es un deber de cada persona en tanto es un ser que habita con otros; la opresión, la violencia y la discriminación son totalmente antinaturales, aun cuando se encuentren normalizadas. La vida de ser humano es completamente plena cuando su vida espiritual coincide con sus ideas y con su práctica cotidiana. El feminismo no es una teoría; es una forma de vida y una ética, una manera de entender y estar en el mundo. Todo lo que soy, lo he elegido en uso de mi libertad y desde que me convertí al islam, bajo la convicción de que esa libertad no es algo que la sociedad deba darme sino algo que me pertenece desde el momento de mi creación. Soy mujer, feminista, musulmana. Estas tres condiciones respecto a mí, son cosas que he llegado a ser, en ese orden. Se nace con sexo femenino, pero ello sólo significa una característica biológica. Nací mujer y he elegido vivir como mujer, deshaciendo y rehaciendo los supuestos que otros decían que yo debía cumplir. Decidí ser y vivir como feminista. Me sentí llamada a ser musulmana y opté por escuchar ese llamado. El Camino Como individuo, esto es, como criatura única e irrepetible en la faz de la tierra, unida a todos ustedes en la riqueza de nuestra diversidad, puedo decir que ser feminista, activista por los derechos de las mujeres y musulmana en estas tierra del sur, es una experiencia llena de bendiciones. Mi conversión al Islam fue una consecuencia natural de mi ser feminista y la decisión de promover el Islam en el ámbito de las reivindicaciones de género, mi campo de acción principal. No ha sido fácil. Las razones para ellos vienen desde adentro del Islam y desde afuera de él. Desde afuera, los prejuicios y el desconocimiento de las personas con respecto al Islam es un obstáculo que se salva poco a poco y de una persona a la vez. Requiere paciencia. Ya sabemos que los medios de comunicación contribuyen a perpetuar los estereotipos respecto de los musulmanes y de la mujer musulmana en particular, como una criatura oprimida, pasiva, sometida a la servidumbre del marido y a la tiranía del hiyab. Sin embargo, depende de cada uno de nosotros. Si consideramos a los demás como lacras por no ser musulmanes y nos vivimos quejando de la sociedad en la que vivimos, no esperemos que tengan una actitud de comprensión e interés por el Islam. La actitud con respecto al Islam de parte de los demás depende en gran medida de la manera en que nosotros como musulmanes nos acerquemos a ellos. La desconfianza hacia el islam ya existe, gracias a los estereotipos. Lo peor que podemos hacer es aumentar esa desconfianza, volviéndonos antisociales y haciendo de la falta de empatía una virtud. Estos prejuicios también afectan a las feministas. El feminismo occidental- europeo blanco y ateo es un modelo de pensamiento obsoleto, cuya influencia aún echa visos sobre la manera en que algunas mujeres se refieren a otras. Existe cierto sector del feminismo, que no considera la experiencia religiosa como una materia que puede ser objeto de empoderamiento en torno al género, lo que se traduce en actitudes patriarcales, de prejuicio y discriminación -en fin, de sometimiento- hacia mi, porque soy una feminista con una opción religiosa visible. Así como se cuestiona la relación de las mujeres con Dios y se la tacha a priori de reproductora de opresión, también habría que revisar si aquello de “Sin Dios, Ni Patrón, Ni Marido” todavía vale como una declaración de libertad o se ha transformado en un dogma que impide incluir otras visiones de emancipación. La primera libertad es la libertad de conciencia y no podemos hablar de feminismo si reconocemos sólo una o algunas formas de ejercer esa libertad de conciencia. Yo creo que no puede haber emancipación total de las mujeres sin el aporte que hacemos para que pasemos de ser objetos de símbolos religiosos a sujetos con experiencia religiosa. La ventaja de hacerlo desde el Islam es que la igualdad de géneros y el enfoque de derechos humanos están en la misma génesis de la ética islámica. Yo soy feminista y he decidido adoptar el hiyab como una manera de visibilizar mi identidad religiosa. Un pedazo de tela no me hace mejor mujer ni me protege de nada. Sólo hace pública mi opción espiritual. La misión de mejorar mi nivel de piedad y cercanía con Dios, así como de aprender a protegerme de lo malo de la vida, es una tarea que debo hacer yo, de manera responsable y consciente. Soy feminista y no necesito “liberarme” del hiyab porque no es para mí un símbolo per se de opresión. Soy una feminista creyente y no necesito “liberarme” de Dios porque Dios no es misógino, no me odia y no me oprime. Desde el Islam, este camino tampoco está falto de dificultades. Primero, porque no existe en estas tierras, un enfoque del Islam que promueva la integración plena de las mujeres musulmanas en la vida de la Umma ni menos de la sociedad que muchos llaman “Kfar”, más allá de la reproducción de los estereotipos de santa, madre o esposa; aunque todos sabemos muy claramente, que Allah no define el potencial de las personas en función de su sexo. No existe una actitud de apertura hacia el Feminismo Islámico o hacia cualquier tipo de pensamiento divergente. Este Islam monolítico, que no corresponde a la concepción original del Islam y que implica un abandono peligroso del deber y privilegio del Iytihad, se traduce en la exclusión a priori de nuevas visiones, cuando no en el rechazo irracional a ellas, en la forma de sexismo, acoso reiterado por razones de conciencia, insulto, amenaza o violencia simbólica. Segundo, el acceso al conocimiento para quienes deseeamos profundizar de una forma más compleja en torno al Islam y la mujer, es difícil. Por un lado, no hay disponibilidad de libros y muchos de ellos deben conseguirse desde el extranjero y en idioma inglés. Buscando en bibliotecas, la presencia de autores sobre pensamiento islámico es escasa, y de teóricas feministas, casi nula. Por otro, en las mezquitas no existe una “acción positiva” que facilite la presencia de mujeres en instancias de formación. Dejando de lado que hace mucho tiempo las mezquitas dejaron de ser lugares de adoración y estudio, para convertirse en clubes sociales y agencias matrimoniales, reproducen la asimetría de género en la vida cotidiana y en la organización de los espacios y oportunidades de adquisición del conocimiento, al fijarse horarios, temáticas y dinámicas de enseñanza, fuertemente marcadas por el patriarcado y con sesgo verticalista. Tercero, porque a pesar de que el Islam llama a cada uno de nosotros a un compromiso activo con la justicia social, el activismo es visto como una opción inconveniente cuando no, como totalmente condenable. El Islam nos llama a combatir la injusticia, a denunciarla y/o a rechazarla con todo nuestro corazón. Ser activista es una opción que puede o no encajar en la vida de cada persona, pero no es una opción condenable en lo absoluto. El Islam es un mensaje para toda la humanidad, por lo tanto, ningún asunto humano nos debe ser ajeno, sean o no musulmanes los afectados. No pienso que la práctica religiosa sea contraria al activismo social sino su consecuencia. Me preocupa más bien que se justifiquen violaciones a los derechos humanos en nombre de Allah, que cualquier transgresión que yo pueda cometer por salir a defenderlos. En mi caso, creo que es una responsabilidad. Si la humanidad tiene un destino trascendente, una misión divina en la tierra, la opresión, la desigualdad, la injusticia, el hambre son heridas en nuestra dimensión divina ante las que no puedo estar indiferente. No por ello soy una resentida, término facilista empleados por algunos humanos de percepción limitada, para clasificar a toda mujer con conciencia social de género. Una alta conciencia social no se logra en desmedro de una profunda capacidad de amar. Esto es un cliché y un prejuicio. Al contrario, es justamente por esa conciencia respecto a ser parte de una comunidad lo que aumenta la sensibilidad. La verdad es que no hay resentimiento en el activismo, sino convicción de que la vida en sociedad debe ser mejor para todos y todas, así como voluntad para colaborar en ello. La Esperanza El Islam y su propuesta de equidad para hombres y mujeres, es una esperanza y una fuerte motivación en la lucha por la igualdad de géneros. Nos da la oportunidad de comprender que las condiciones de desigualdad en que se manifiestan las relaciones entre hombre y mujeres hoy por hoy son sólo eso, condiciones. Las condiciones pueden cambiar si trabajamos para ello. Debemos trabajar para ello porque el plan divino no incluye la discriminación y como creyentes, no la podemos aceptar ni menos estimular. Durante mi tiempo como musulmana también he descubierto que las mujeres podemos recuperar el derecho a construir nuestra identidad a partir del Islam. No necesitamos encajar en un rol, en un modelo, porque la relación con Allah es totalmente personal y directa; respondemos sólo a El por nuestras acciones. Nuestra motivación debe ser el vivir siendo fiel a nuestra Jihad personal por hacer su voluntad, de acuerdo a lo que honestamente nuestro corazón y nuestro entendimiento de la revelación nos inspire. Nadie en esta tierra nos puede decir quienes debemos ser. “Ser mujer”, “Ser Musulmana” son definiciones personales nacidas como producto de nuestra responsabilidad individual de buscar el conocimiento y someter nuestras conclusiones sólo a Allah, lejos de todo juicio o prejuicio de otros seres humanos. Respecto a esto quiero referirme a lo que significa para mí ser Musulmana, Feminista y Latinoamericana. No todas las mujeres tienen la misma historia y en el caso de las mujeres musulmanas también es así. No todas somos iguales. Hay que tener en cuenta que todo lo que hacemos en nuestra vida tiene que tener un significado para nosotros en términos individuales. En nuestra relación con otras mujeres, hay que construir hermandad basada en el respeto a la diferencia y en las diferencias honestamente aceptadas. Soy una musulmana progresista, feminista, apoyo lo queer, la inclusión de la diferencia y el derecho de cada persona a definir su identidad. Reconozco la sexualidad plena como un derecho y apoyo la legalización del aborto por una cuestión de política pública y justicia social. Creo en la diversidad, combato desde mis ideas el integrismo y el fundamentalismo. Soy anti-capitalisma, anti-imperialista, anti-colonialista y anti-patriarcal. Soy periodista, escritora, comunicadora radial, activista por los derechos de las mujeres y educadora social. Creo en mi derecho a reflexionar sobre la realidad; a conocer a Dios a través de mi propio esfuerzo. Reivindico como mujer mi derecho a ser como yo elijo. Yo no represento a nadie, ni siquiera a las mujeres musulmanas, no puedo hablar por todas ellas. Yo hablo por mí y me gusta que ellas también hablen por sí mismas. Lo que digo es lo que pienso, hablo en mi nombre y no en nombre del Islam ni de los musulmanes. Siento un genuino respeto por la libertad que tiene cada persona para hablar en nombre propio. Quiero abrir el camino para que las musulmanas latinoamericanas sepan que no tenemos que ser siempre las alumnas a quienes otros enseñan; que a pesar de las dificultades y obstáculos, nosotras también podemos enseñar sobre igualdad y derechos humanos, todo considerando que nuestra tierra es rica en experiencias de lucha y conquistas sociales por la libertad y la dignidad humana. No tenemos que ser las eternas receptoras de las ideas de otros, nosotras también podemos ser agentes de cambio y renovación con nuestras propias ideas. Nuestra emancipación de la ignorancia y el sometimiento espiritual a través del Islam genuino constituye en sí un manifiesto para las demás mujeres, musulmanas o no, feministas o no, sobre nuestro poder individual para influir en el logro de fines colectivos, alejado de los criterios de uniformidad venidos desde afuera, que nos suponen, muchas veces, en desventaja o en carencia de recursos intelectuales para comprender la realidad. Creo en el potencial de las musulmanas latinoamericana para explicarse a sí mismas, para producir visiones, ideas, proyectos, teorías, pensamiento islámico desde una perspectiva continental. Uno de mis objetivos para esta conferencia es que otras mujeres y hombres sepan que no estamos silenciadas ni oprimidas, que no estamos ignorantes ni ajenas; que no tenemos una voz, sino que somos miles de voces listas para explicar y compartir nuestra relación con Allah. Cualquiera de nosotras puede ser una guía y una fuente de conocimiento para aquellas personas que deseen saber sobre el Islam y su mensaje de paz cimentado en la justicia y la hermandad. Las mujeres musulmanas no damos la espalda a nuestras hermanas en su lucha contra la ignorancia, la violencia y la exclusión en nuestro continente. Somos parte activa de ella, desde nuestros espacios y en nuestro corazón, por la Gracia de Allah. Puedes descargar el Programa del Congreso aquí.

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