¿REPARTO DE ORIENTE RUSO-AMERICANO?
1302 24 –MEYSSAN- ¿REPARTO DE ORIENTE RUSO-AMERICANO¿
Sorprendentes noticias que de no haber sido escritas por un periodista serio y riguroso como
Thierry Meyssan, serían diagnosticadas como propias de un iluso o un lunático. Pero Meyssan
tiene que tener mucha información para escribir esto y además haberlo publicado en una revista
como es el semanario ruso Odnako que es cercano al presidente ruso Wladimir Putin.
Quién pierde aquí es el imperialismo europeo anglofrances. Y la verdad, este nuevo reparto de
Oriente no deja de representar una revolución mucho más vasta que la primavera árabe. PUEDE
SUPONER sin duda un FIN DE LA HISTORIA DE LA GUERRA EN LA REGION.
Nos ahorramos ahora más comentarios, dando por hecho que los cambios van a suponer una
revolución en las relaciones internacionales, con una derrota apabullante de los intereses
europeos y una merecida recompensa para OJOS PARA LA PAZ por su incansable activismo.
Madrid, 25 de febrero de 2013
http://www.voltairenet.org/article177603.html
¿Obama y Putin van a repartirse el
Medio Oriente?
por Thierry Meyssan
En un artículo publicado en Rusia el 26 de enero de 2013, Thierry Meyssan expone el nuevo plan
de partición del Medio Oriente en el que trabajan actualmente la Casa Blanca y el Kremlin. El
autor revela los principales parámetros de la negociación en marcha sin emitir juicios sobre la
posibilidad de un acuerdo definitivo ni sobre su aplicación. El interés de este artículo reside en que
permite la comprensión de las ambiguas posiciones de Washington, que está empujando a sus
aliados hacia un callejón sin salida para imponerles próximamente una nueva distribución de
cartas que simplemente los deja fuera del juego.
Red Voltaire
Damasco (Siria)
24 de febrero de 2013
En 1916, Francia y Gran Bretaña se repartían
el Medio Oriente con los acuerdos Sykes-
Picot. Casi un siglo después, Estados
Unidos y Rusia están discutiendo un nuevo
plan de partición que beneficiaría a ambos
países y pondría fin a la influencia francobritánica
en la región.
El presidente Obama se dispone a cambiar
completamente de estrategia internacional, a pesar de la oposición que ha suscitado su proyecto
en el seno de su propia administración.
La situación es muy simple. Estados Unidos está a punto de alcanzar la independencia energética
a través de la rápida explotación del gas de esquito y de las arenas bituminosas [1]. Ese factor
determina el fin de la doctrina Carter –adoptada en 1980–, según la cual la necesidad de
garantizar el acceso al petróleo del Golfo era un imperativo de seguridad nacional. Lo mismo
sucede con el acuerdo de 1954 en el que Washington se comprometía a proteger a la dinastía
gobernante de Arabia Saudita a condición de que esta última garantizara el acceso de Estados
Unidos al petróleo de la Península Arábiga. Así que ha llegado el momento de decretar una
retirada masiva que permitiría trasladar las tropas estadounidenses hacia el Extremo Oriente, para
contrarrestar allí la creciente influencia de China.
Por otro lado, hay que hacer el máximo esfuerzo para impedir una alianza militar entre China y
Rusia. Para ello es conveniente ofrecer a Rusia algo que desvíe su atención del Extremo Oriente.
Y para terminar, Washington ya se siente que no puede respirar a causa de su relación,
demasiado estrecha, con Israel. Esta relación se ha hecho demasiado onerosa, resulta
injustificable en el plano internacional, y está enemistando a Estados Unidos con los pueblos
musulmanes en su conjunto. Por otro lado, resultaría conveniente castigar claramente a Tel Aviv
por su escandalosa injerencia en la campaña electoral previa a la elección del presidente de
Estados Unidos, donde el gobierno israelí apostó además en contra del candidato ganador.
Esos tres factores han llevado a Barack Obama y sus consejeros a proponerle un pacto a Vladimir
Putin: Washington, reconociendo implícitamente su derrota en Siria, está dispuesto a aceptar que
Rusia se instale en el Medio Oriente, sin que esta tenga que ceder nada a cambio, y a compartir
con Moscú el control de dicha región.
A ese estado de ánimo corresponde la redacción, por parte de Kofi Annan, del Comunicado de
Ginebra adoptado el 30 de junio de 2012. En aquel momento, el objetivo no era otro que hallar
una salida a la cuestión siria. Pero aquel acuerdo fue saboteado de inmediato por varios miembros
de la propia administración Obama que filtraron hacia la prensa europea diversos detalles sobre la
guerra secreta contra Siria, incluyendo la existencia de una Presidential Executive Order en la que
se orientaba a la CIA el despliegue de hombres y mercenarios en el terreno. Esa sorpresiva
maniobra llevó a Kofi Annan a renunciar a sus funciones como mediador. La Casa Blanca, por su
parte, prefirió mantener un perfil bajo para evitar que las divisiones existentes en el seno del
ejecutivo saliesen a la luz en medio de la campaña para la reelección de Barack Obama.
En las tinieblas, 3 grupos se oponían en aquel momento al comunicado de Ginebra:
· Los agentes implicados en la guerra secreta,
· Las unidades militares a cargo del enfrentamiento con Rusia,
· Los defensores de los intereses de Israel.
Inmediatamente después de su reelección, Barack Obama emprendió la purga. El primero en caer
fue el general David Petraeus, quien había concebido la guerra secreta contra Siria. Después de
caer en la trampa sexual que le tendió una agente de la inteligencia militar, el director de la CIA se
vio obligado a dimitir. Posteriormente, una docena de militares de alto rango fueron puestos bajo
investigación por sospechas de corrupción. Entre ellos se encontraban el almirante James G.
Stravidis, comandante supremo de la OTAN, y su sucesor designado –el general John R. Allen–
así como el comandante de la Missile Defense Agency (o sea, el escudo antimisiles), general
Patrick J. O’Reilly. Para terminar, Susan Rice y Hillary Clinton fueron blanco de recios ataques por
haber ocultado al Congreso ciertos elementos sobre la muerte del embajador Chris Stevens,
asesinado en Bengazi por un grupo islamista, probablemente por orden del Mossad.
Ya pulverizados o paralizados los elementos de oposición, Barack Obama anunció una profunda
renovación de su equipo. Comenzó poniendo a John Kerry a la cabeza del Departamento de
Estado. Kerry es partidario declarado de la colaboración con Moscú en temas de interés común.
Es también amigo personal de Bachar al-Assad.
Obama continuó después con la nominación de Chuck Hagel para dirigir el Departamento de
Defensa. Hagel, es uno de los pilares de la OTAN, pero es además un realista. Siempre ha
denunciado la megalomanía de los neoconservadores y el sueño de imperialismo global del que
son portadores. Es además un nostálgico de la guerra fría, aquella época bendita en que
Washington y Moscú se repartían el mundo sin muchas complicaciones. Junto a su amigo John
Kerry, Chuck Hagel organizó en 2008 un intento de negociación para tratar de que Israel
restituyese a Siria la meseta del Golán.
Y, para terminar, John Brennan a la cabeza de la CIA. Este asesino a sangre fría está convencido
de que la primera debilidad de Estados Unidos es haber creado y desarrollado el yihadismo
internacional. Su obsesión es la eliminación del salafismo y el desmantelamiento de Arabia
Saudita, lo cual aliviaría en definitiva la situación de Rusia en el norte del Cáucaso.
La Casa Blanca prosiguió al mismo tiempo sus conversaciones con el Kremlin. Lo que debía ser
una simple solución para Siria se ha convirtido en un proyecto mucho más amplio de
reorganización y partición del Medio Oriente.
Es importante recordar que, luego de 8 meses de negociaciones, el Reino Unido y Francia se
repartieron en secreto el Medio Oriente (Acuerdos Sykes-Picot). El contenido de esos acuerdos
fue revelado al mundo por los bolcheviques en cuanto llegaron al poder. Y así se mantuvo la
situación a lo largo de un siglo. Lo que la administración Obama tiene ahora en mente es un
rediseño del Medio Oriente para el siglo XXI, bajo la égida de Estados Unidos y Rusia.
En Estados Unidos, a pesar de que Obama se sucede a sí mismo, la administración saliente no
puede hacer otra cosa que ocuparse de los temas corrientes. Y recuperará la totalidad de sus
atribuciones sólo después de la ceremonia de juramente para el próximo mandato, el 21 de enero
de 2013. Después de la investidura del presidente, habrá una audiencia en el Senado –el 23 de
enero– donde Hillary Clinton será interrogada sobre el misterio del asesinato del embajador de
Estados Unidos en Libia. El 24 de enero, tendrá lugar en el Senado la audiencia para la
confirmación de John Kerry como secretario de Estado. Inmediatamente después, los 5 miembros
permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU se reunirán en Nueva York para examinar las
proposiciones Lavrov-Burns sobre Siria.
Esas proposiciones prevén la condena de toda injerencia externa, el despliegue de observadores
y de una fuerza de paz de la ONU, así como un llamado a los diferentes protagonistas para que
formen un gobierno de unión nacional y planifiquen la celebración de elecciones. Es posible que
Francia se oponga, pero sin llegar por ello a amenazar con recurrir al veto en contra de su amo
estadounidense.
La originalidad del plan reside en que la fuerza de la ONU se conformaría principalmente con
soldados de los países miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).
El presidente Bachar al- Assad se mantendría en el poder, negociaría rápidamente una Carta
Nacional con los líderes de la oposición no armada seleccionados con la aprobación de Moscú y
Washington y sometería esa Carta al veredicto popular a través de la realización de un
referéndum organizado y realizado bajo la supervisión de observadores.
Este sorprendente escenario fue preparado desde hace tiempo por el general sirio Hassan
Tourkmani (asesinado en el atentado que estremeció Damasco el 18 de julio de 2012) y su
homólogo ruso Nikolai Bordyuzha. Los ministros de Relaciones Exteriores de la OTSC adoptaron
después –el 28 de septiembre de 2012– una posición común sobre el tema y el departamento de
la ONU a cargo de las operaciones de paz firmó con la OTSC un protocolo que otorga a esa
organización prerrogativas similares a las de la OTAN. Bajo la denominación «Fraternidad
inviolable», una serie de simulacros militares ONU/OTSC se desarrollaron en Kazajstán del 8 al 17
de octubre de 2012. Finalmente, un plan de despliegue de «chapkas azules» se discutió –el 8 de
diciembre– en el Comité Militar de la ONU.
Después de la estabilización de Siria, una conferencia internacional por una paz global entre Israel
y sus vecinos debería desarrollarse en Moscú. Estados Unidos estima que no es posible negociar
una paz separada entre Israel y Siria porque los sirios exigen, en nombre del arabismo, que se
resuelva primero la cuestión de Palestina. Pero tampoco es posible una negociación de paz con
los palestinos, debido a la extrema división que reina entre estos últimos, a menos que Siria se
encargue de obligarlos a respetar un acuerdo aceptado por la mayoría. Por lo tanto, toda
negociación debe tener un carácter global, según el modelo de la Conferencia de Madrid
(realizada en 1991). Según esa hipótesis, Israel se retiraría lo más posible hacia sus fronteras de
1967 y los territorios palestinos se fusionarían con Jordania para conformar el Estado palestino
definitivo, cuyo gobierno estaría en manos de la Hermandad Musulmana, lo cual haría esa
solución aceptable para ciertos gobiernos árabes. Posteriormente, se devolvería a los sirios la
meseta del Golán a cambio de que renunciaran al lago Tiberiades, conforme al esquema ya
estudiado en 1999 durante las negociaciones de Shepherdstown (1999). Y Siria se convertiría en
garante del respeto de los tratados por la parte jordano-palestina.
Como en un juego de dominó, habría ocuparse entonces del tema kurdo. Se desmantelaría Irak
para dar nacimiento a un Kurdistán independiente y Turquía estaría llamada a convertirse en un
Estado federal que concedería la autonomía a su región kurda.
Los estadounidenses desean llevar el rediseño hasta una fase en la que sacrificarían a Arabia
Saudita, que ya ha dejado de serles útil. Ese país se dividiría en 3 partes y algunas provincias
pasarían a formar parte de la federación jordano-palestina o del Irak chiita, conforme a un viejo
plan del Pentágono titulado «Taking Saudi out of Arabia», que data del 10 de julio de 2002. Esa
opción permitiría a Washington dejar en manos de Moscú una amplia zona de influencia, sin tener
por ello que sacrificar parte de su propia influencia. Es un comportamiento similar al que ya pudo
verse en el FMI cuando Washington aceptó aumentar el derecho de voto de los países miembros
del grupo BRICS. Estados Unidos no cedió ni un ápice de su propio poder sino que obligó a los
europeos a renunciar a una parte de sus votos para abrir espacio a los miembros del BRICS.
Este acuerdo político-militar va acompañado de un acuerdo económico-energético ya que lo que
realmente interesaba a la mayoría de los protagonistas de la guerra contra Siria era la conquista
de las reservas de gas de ese país. En efecto, importantes yacimientos de gas natural han sido
descubiertos en el sur del Mediterráneo y en Siria. Con el posicionamiento de sus tropas en ese
país, Moscú mejoraría su control sobre el mercado del gas para los próximos años.
El regalo de la nueva administración Obama para Vladimir Putin es también resultado de una serie
de cálculos. Su objetivo no sólo es desviar a Rusia del Extremo Oriente sino también neutralizar a
Israel. Si bien un millón de israelíes tienen también la nacionalidad estadounidense, hay otro
millón de israelíes rusoparlantes. La presencia de tropas rusas en Siria sería un elemento
disuasivo para evitar que los israelíes cedan a la tentación de atacar a los árabes y que los árabes
ataquen Israel. Así que Estados Unidos ya no tendría que dedicar sumas astronómicas a la
seguridad de la colonia judía.
La nueva distribución del juego obligaría a Estados Unidos a reconocer por fin el papel de Irán en
la región. Washington quiere, sin embargo, la garantía de que Teherán va a retirarse de
Latinoamérica, donde ha establecido numerosas relaciones, sobre todo con Venezuela. Se ignora
aún cuál será la reacción iraní sobre este aspecto del dispositivo, pero Mahmud Ahmadinejad ya
se ocupó de hacerle saber a Obama que está dispuesto a hacer lo que esté en sus manos para
ayudarlo a distanciarse de Tel Aviv.
Hay perdedores en ese proyecto. En primer lugar, Francia y Gran Bretaña, que van a perder su
influencia. Y después Israel, que perderá su influencia en Estados Unidos y se verá reducido a su
justa dimensión de pequeño Estado. Finalmente Irak, que será desmantelado, y posiblemente
Arabia Saudita que desde hace varias semanas viene haciendo desesperados esfuerzos por
reconciliarse con todas las partes para tratar de escapar al destino que se le prepara.
Pero también hay ganadores. En primer lugar, Bachar al-Assad, hasta ayer tratado por los
occidentales como un culpable de crímenes contra la humanidad y mañana glorificado como el
vencedor de los islamistas. Y sobre todo Vladimir Putin, quien –gracias a su tenacidad a lo largo
del conflicto– saca finalmente a Rusia de su «containment», le abre nuevamente las puertas del
Mediterráneo y del Medio Oriente y obtiene el reconocimiento del predominio ruso sobre el
mercado del gas.
Thierry Meyssan
Fuente
Odnako (Russia)
publicado el 26 de enero de 2013 en el semanario ruso Odnako (cercano a Vladimir
Putin)
1302 24 –MEYSSAN- ¿REPARTO DE ORIENTE RUSO-AMERICANO¿
Sorprendentes noticias que de no haber sido escritas por un periodista serio y riguroso como
Thierry Meyssan, serían diagnosticadas como propias de un iluso o un lunático. Pero Meyssan
tiene que tener mucha información para escribir esto y además haberlo publicado en una revista
como es el semanario ruso Odnako que es cercano al presidente ruso Wladimir Putin.
Quién pierde aquí es el imperialismo europeo anglofrances. Y la verdad, este nuevo reparto de
Oriente no deja de representar una revolución mucho más vasta que la primavera árabe. PUEDE
SUPONER sin duda un FIN DE LA HISTORIA DE LA GUERRA EN LA REGION.
Nos ahorramos ahora más comentarios, dando por hecho que los cambios van a suponer una
revolución en las relaciones internacionales, con una derrota apabullante de los intereses
europeos y una merecida recompensa para OJOS PARA LA PAZ por su incansable activismo.
Madrid, 25 de febrero de 2013
http://www.voltairenet.org/article177603.html
¿Obama y Putin van a repartirse el
Medio Oriente?
por Thierry Meyssan
En un artículo publicado en Rusia el 26 de enero de 2013, Thierry Meyssan expone el nuevo plan
de partición del Medio Oriente en el que trabajan actualmente la Casa Blanca y el Kremlin. El
autor revela los principales parámetros de la negociación en marcha sin emitir juicios sobre la
posibilidad de un acuerdo definitivo ni sobre su aplicación. El interés de este artículo reside en que
permite la comprensión de las ambiguas posiciones de Washington, que está empujando a sus
aliados hacia un callejón sin salida para imponerles próximamente una nueva distribución de
cartas que simplemente los deja fuera del juego.
Red Voltaire
Damasco (Siria)
24 de febrero de 2013
En 1916, Francia y Gran Bretaña se repartían
el Medio Oriente con los acuerdos Sykes-
Picot. Casi un siglo después, Estados
Unidos y Rusia están discutiendo un nuevo
plan de partición que beneficiaría a ambos
países y pondría fin a la influencia francobritánica
en la región.
El presidente Obama se dispone a cambiar
completamente de estrategia internacional, a pesar de la oposición que ha suscitado su proyecto
en el seno de su propia administración.
La situación es muy simple. Estados Unidos está a punto de alcanzar la independencia energética
a través de la rápida explotación del gas de esquito y de las arenas bituminosas [1]. Ese factor
determina el fin de la doctrina Carter –adoptada en 1980–, según la cual la necesidad de
garantizar el acceso al petróleo del Golfo era un imperativo de seguridad nacional. Lo mismo
sucede con el acuerdo de 1954 en el que Washington se comprometía a proteger a la dinastía
gobernante de Arabia Saudita a condición de que esta última garantizara el acceso de Estados
Unidos al petróleo de la Península Arábiga. Así que ha llegado el momento de decretar una
retirada masiva que permitiría trasladar las tropas estadounidenses hacia el Extremo Oriente, para
contrarrestar allí la creciente influencia de China.
Por otro lado, hay que hacer el máximo esfuerzo para impedir una alianza militar entre China y
Rusia. Para ello es conveniente ofrecer a Rusia algo que desvíe su atención del Extremo Oriente.
Y para terminar, Washington ya se siente que no puede respirar a causa de su relación,
demasiado estrecha, con Israel. Esta relación se ha hecho demasiado onerosa, resulta
injustificable en el plano internacional, y está enemistando a Estados Unidos con los pueblos
musulmanes en su conjunto. Por otro lado, resultaría conveniente castigar claramente a Tel Aviv
por su escandalosa injerencia en la campaña electoral previa a la elección del presidente de
Estados Unidos, donde el gobierno israelí apostó además en contra del candidato ganador.
Esos tres factores han llevado a Barack Obama y sus consejeros a proponerle un pacto a Vladimir
Putin: Washington, reconociendo implícitamente su derrota en Siria, está dispuesto a aceptar que
Rusia se instale en el Medio Oriente, sin que esta tenga que ceder nada a cambio, y a compartir
con Moscú el control de dicha región.
A ese estado de ánimo corresponde la redacción, por parte de Kofi Annan, del Comunicado de
Ginebra adoptado el 30 de junio de 2012. En aquel momento, el objetivo no era otro que hallar
una salida a la cuestión siria. Pero aquel acuerdo fue saboteado de inmediato por varios miembros
de la propia administración Obama que filtraron hacia la prensa europea diversos detalles sobre la
guerra secreta contra Siria, incluyendo la existencia de una Presidential Executive Order en la que
se orientaba a la CIA el despliegue de hombres y mercenarios en el terreno. Esa sorpresiva
maniobra llevó a Kofi Annan a renunciar a sus funciones como mediador. La Casa Blanca, por su
parte, prefirió mantener un perfil bajo para evitar que las divisiones existentes en el seno del
ejecutivo saliesen a la luz en medio de la campaña para la reelección de Barack Obama.
En las tinieblas, 3 grupos se oponían en aquel momento al comunicado de Ginebra:
· Los agentes implicados en la guerra secreta,
· Las unidades militares a cargo del enfrentamiento con Rusia,
· Los defensores de los intereses de Israel.
Inmediatamente después de su reelección, Barack Obama emprendió la purga. El primero en caer
fue el general David Petraeus, quien había concebido la guerra secreta contra Siria. Después de
caer en la trampa sexual que le tendió una agente de la inteligencia militar, el director de la CIA se
vio obligado a dimitir. Posteriormente, una docena de militares de alto rango fueron puestos bajo
investigación por sospechas de corrupción. Entre ellos se encontraban el almirante James G.
Stravidis, comandante supremo de la OTAN, y su sucesor designado –el general John R. Allen–
así como el comandante de la Missile Defense Agency (o sea, el escudo antimisiles), general
Patrick J. O’Reilly. Para terminar, Susan Rice y Hillary Clinton fueron blanco de recios ataques por
haber ocultado al Congreso ciertos elementos sobre la muerte del embajador Chris Stevens,
asesinado en Bengazi por un grupo islamista, probablemente por orden del Mossad.
Ya pulverizados o paralizados los elementos de oposición, Barack Obama anunció una profunda
renovación de su equipo. Comenzó poniendo a John Kerry a la cabeza del Departamento de
Estado. Kerry es partidario declarado de la colaboración con Moscú en temas de interés común.
Es también amigo personal de Bachar al-Assad.
Obama continuó después con la nominación de Chuck Hagel para dirigir el Departamento de
Defensa. Hagel, es uno de los pilares de la OTAN, pero es además un realista. Siempre ha
denunciado la megalomanía de los neoconservadores y el sueño de imperialismo global del que
son portadores. Es además un nostálgico de la guerra fría, aquella época bendita en que
Washington y Moscú se repartían el mundo sin muchas complicaciones. Junto a su amigo John
Kerry, Chuck Hagel organizó en 2008 un intento de negociación para tratar de que Israel
restituyese a Siria la meseta del Golán.
Y, para terminar, John Brennan a la cabeza de la CIA. Este asesino a sangre fría está convencido
de que la primera debilidad de Estados Unidos es haber creado y desarrollado el yihadismo
internacional. Su obsesión es la eliminación del salafismo y el desmantelamiento de Arabia
Saudita, lo cual aliviaría en definitiva la situación de Rusia en el norte del Cáucaso.
La Casa Blanca prosiguió al mismo tiempo sus conversaciones con el Kremlin. Lo que debía ser
una simple solución para Siria se ha convirtido en un proyecto mucho más amplio de
reorganización y partición del Medio Oriente.
Es importante recordar que, luego de 8 meses de negociaciones, el Reino Unido y Francia se
repartieron en secreto el Medio Oriente (Acuerdos Sykes-Picot). El contenido de esos acuerdos
fue revelado al mundo por los bolcheviques en cuanto llegaron al poder. Y así se mantuvo la
situación a lo largo de un siglo. Lo que la administración Obama tiene ahora en mente es un
rediseño del Medio Oriente para el siglo XXI, bajo la égida de Estados Unidos y Rusia.
En Estados Unidos, a pesar de que Obama se sucede a sí mismo, la administración saliente no
puede hacer otra cosa que ocuparse de los temas corrientes. Y recuperará la totalidad de sus
atribuciones sólo después de la ceremonia de juramente para el próximo mandato, el 21 de enero
de 2013. Después de la investidura del presidente, habrá una audiencia en el Senado –el 23 de
enero– donde Hillary Clinton será interrogada sobre el misterio del asesinato del embajador de
Estados Unidos en Libia. El 24 de enero, tendrá lugar en el Senado la audiencia para la
confirmación de John Kerry como secretario de Estado. Inmediatamente después, los 5 miembros
permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU se reunirán en Nueva York para examinar las
proposiciones Lavrov-Burns sobre Siria.
Esas proposiciones prevén la condena de toda injerencia externa, el despliegue de observadores
y de una fuerza de paz de la ONU, así como un llamado a los diferentes protagonistas para que
formen un gobierno de unión nacional y planifiquen la celebración de elecciones. Es posible que
Francia se oponga, pero sin llegar por ello a amenazar con recurrir al veto en contra de su amo
estadounidense.
La originalidad del plan reside en que la fuerza de la ONU se conformaría principalmente con
soldados de los países miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).
El presidente Bachar al- Assad se mantendría en el poder, negociaría rápidamente una Carta
Nacional con los líderes de la oposición no armada seleccionados con la aprobación de Moscú y
Washington y sometería esa Carta al veredicto popular a través de la realización de un
referéndum organizado y realizado bajo la supervisión de observadores.
Este sorprendente escenario fue preparado desde hace tiempo por el general sirio Hassan
Tourkmani (asesinado en el atentado que estremeció Damasco el 18 de julio de 2012) y su
homólogo ruso Nikolai Bordyuzha. Los ministros de Relaciones Exteriores de la OTSC adoptaron
después –el 28 de septiembre de 2012– una posición común sobre el tema y el departamento de
la ONU a cargo de las operaciones de paz firmó con la OTSC un protocolo que otorga a esa
organización prerrogativas similares a las de la OTAN. Bajo la denominación «Fraternidad
inviolable», una serie de simulacros militares ONU/OTSC se desarrollaron en Kazajstán del 8 al 17
de octubre de 2012. Finalmente, un plan de despliegue de «chapkas azules» se discutió –el 8 de
diciembre– en el Comité Militar de la ONU.
Después de la estabilización de Siria, una conferencia internacional por una paz global entre Israel
y sus vecinos debería desarrollarse en Moscú. Estados Unidos estima que no es posible negociar
una paz separada entre Israel y Siria porque los sirios exigen, en nombre del arabismo, que se
resuelva primero la cuestión de Palestina. Pero tampoco es posible una negociación de paz con
los palestinos, debido a la extrema división que reina entre estos últimos, a menos que Siria se
encargue de obligarlos a respetar un acuerdo aceptado por la mayoría. Por lo tanto, toda
negociación debe tener un carácter global, según el modelo de la Conferencia de Madrid
(realizada en 1991). Según esa hipótesis, Israel se retiraría lo más posible hacia sus fronteras de
1967 y los territorios palestinos se fusionarían con Jordania para conformar el Estado palestino
definitivo, cuyo gobierno estaría en manos de la Hermandad Musulmana, lo cual haría esa
solución aceptable para ciertos gobiernos árabes. Posteriormente, se devolvería a los sirios la
meseta del Golán a cambio de que renunciaran al lago Tiberiades, conforme al esquema ya
estudiado en 1999 durante las negociaciones de Shepherdstown (1999). Y Siria se convertiría en
garante del respeto de los tratados por la parte jordano-palestina.
Como en un juego de dominó, habría ocuparse entonces del tema kurdo. Se desmantelaría Irak
para dar nacimiento a un Kurdistán independiente y Turquía estaría llamada a convertirse en un
Estado federal que concedería la autonomía a su región kurda.
Los estadounidenses desean llevar el rediseño hasta una fase en la que sacrificarían a Arabia
Saudita, que ya ha dejado de serles útil. Ese país se dividiría en 3 partes y algunas provincias
pasarían a formar parte de la federación jordano-palestina o del Irak chiita, conforme a un viejo
plan del Pentágono titulado «Taking Saudi out of Arabia», que data del 10 de julio de 2002. Esa
opción permitiría a Washington dejar en manos de Moscú una amplia zona de influencia, sin tener
por ello que sacrificar parte de su propia influencia. Es un comportamiento similar al que ya pudo
verse en el FMI cuando Washington aceptó aumentar el derecho de voto de los países miembros
del grupo BRICS. Estados Unidos no cedió ni un ápice de su propio poder sino que obligó a los
europeos a renunciar a una parte de sus votos para abrir espacio a los miembros del BRICS.
Este acuerdo político-militar va acompañado de un acuerdo económico-energético ya que lo que
realmente interesaba a la mayoría de los protagonistas de la guerra contra Siria era la conquista
de las reservas de gas de ese país. En efecto, importantes yacimientos de gas natural han sido
descubiertos en el sur del Mediterráneo y en Siria. Con el posicionamiento de sus tropas en ese
país, Moscú mejoraría su control sobre el mercado del gas para los próximos años.
El regalo de la nueva administración Obama para Vladimir Putin es también resultado de una serie
de cálculos. Su objetivo no sólo es desviar a Rusia del Extremo Oriente sino también neutralizar a
Israel. Si bien un millón de israelíes tienen también la nacionalidad estadounidense, hay otro
millón de israelíes rusoparlantes. La presencia de tropas rusas en Siria sería un elemento
disuasivo para evitar que los israelíes cedan a la tentación de atacar a los árabes y que los árabes
ataquen Israel. Así que Estados Unidos ya no tendría que dedicar sumas astronómicas a la
seguridad de la colonia judía.
La nueva distribución del juego obligaría a Estados Unidos a reconocer por fin el papel de Irán en
la región. Washington quiere, sin embargo, la garantía de que Teherán va a retirarse de
Latinoamérica, donde ha establecido numerosas relaciones, sobre todo con Venezuela. Se ignora
aún cuál será la reacción iraní sobre este aspecto del dispositivo, pero Mahmud Ahmadinejad ya
se ocupó de hacerle saber a Obama que está dispuesto a hacer lo que esté en sus manos para
ayudarlo a distanciarse de Tel Aviv.
Hay perdedores en ese proyecto. En primer lugar, Francia y Gran Bretaña, que van a perder su
influencia. Y después Israel, que perderá su influencia en Estados Unidos y se verá reducido a su
justa dimensión de pequeño Estado. Finalmente Irak, que será desmantelado, y posiblemente
Arabia Saudita que desde hace varias semanas viene haciendo desesperados esfuerzos por
reconciliarse con todas las partes para tratar de escapar al destino que se le prepara.
Pero también hay ganadores. En primer lugar, Bachar al-Assad, hasta ayer tratado por los
occidentales como un culpable de crímenes contra la humanidad y mañana glorificado como el
vencedor de los islamistas. Y sobre todo Vladimir Putin, quien –gracias a su tenacidad a lo largo
del conflicto– saca finalmente a Rusia de su «containment», le abre nuevamente las puertas del
Mediterráneo y del Medio Oriente y obtiene el reconocimiento del predominio ruso sobre el
mercado del gas.
Thierry Meyssan
Fuente
Odnako (Russia)
publicado el 26 de enero de 2013 en el semanario ruso Odnako (cercano a Vladimir
Putin)
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