De las predicciones mayas a las amenazas coreanas
06.04.2013 | 01:22
Antonio CuevasPreocupó, en cierta medida, eso de que los mayas, un pueblo muy inteligente, hubieran profetizado el fin del mundo para el 2012. La profecía provocó "ríos de tinta" y no pocas personas se la creyeron, quizá era una manera de interpretar la crisis que padecemos. Pero resulta que no era cierto, se trataba tan solo del final de una era (y en eso sí que pueden haber acertado metafóricamente los mayas). Dadas las circunstancias, con los datos socioeconómicos en la mano, podemos decir sin exagerar que estamos viviendo el fin de una era. En Europa la destrucción de una era (que parecía consolidada para siempre), la del Estado del Bienestar, se sufre cotidianamente. Todos los días tenemos un derecho menos y existen más personas sin posibilidad de trabajar. Como siempre, ante cualquier catástrofe del tipo que sea, se busca un chivo propiciatorio al cual cargar "el muerto". El Gobierno del Reino Unido, por ejemplo, no duda en culpar a los inmigrantes (provenientes en su mayoría de las excolonias del Imperio) y a los pobres sin iniciativas, siempre dispuestos a aprovecharse de la generosidad asistencial. Durante décadas la "Guerra Fría" colocó a la humanidad al borde del exterminio: los arsenales atómicos podían eliminar la vida en la Tierra. Las dos grandes potencias de entonces (EE UU y URSS) se disputaban dominar el mundo, sin darse cuenta que China se preparaba a sustituirlas sin necesidad de apretar botones.
Si la predicción de los mayas (ellos desaparecieron como civilización, misteriosamente, como en un episodio de Cuarto Milenio) no se cumplió en el año señalado, la amenaza apocalíptica no ha desaparecido. Últimamente, en los telediarios, el Armagedón se anuncia desde Corea del Norte. El profeta del fin del mundo es actualmente un personaje con sobrepeso, un tanto esperpéntico, surrealista, pero al que no conviene subestimar. Hay en estos momentos otros conflictos: algunos ya nos resultan habituales como el enfrentamiento entre Palestina e Israel y/o la posibilidad de una guerra entre Israel e Irán o la interminable guerra civil en Siria. Pero en estos días la situación entre Corea del Norte y Corea del Sur ocupa un lugar preferente en los telediarios y portadas de periódicos. Se trata de las consecuencias de una guerra que provocó incontables víctimas, durante tres años (1950-1953). Las dos superpotencias de entonces se enfrentaron en la península asiática y midieron sus fuerzas en un pulso por ver quién podía más. Resultado: el país quedó dividido (un país que había sido invadido en 1905, cuando la guerra rusojaponesa puso punto final al imperio coreano). Antes de producirse la división, como solución final, el general norteamericano que dirigía las operaciones pretendió lanzar bombas atómicas sobre China (muchos chinos "voluntariamente" combatían junto a los norcoreanos), pero el presidente Truman, el mismo que lanzó las atómicas sobre Japón en 1945, lo destituyó. Desde entonces hasta ahora mismo las dos Coreas se han mirado mutuamente como en un espejo deformante: Corea del Sur goza de las ventajas del confort que trajo el capitalismo y Corea del Norte disfruta a su vez del honor universal de ser el último bastión del comunismo estalinista y de sufrir cíclicamente hambrunas medievales.
En Pyongyang reina Kim Jong-un, el tercer Kim, una monarquía comunista hereditaria, algo que podría sorprender a Marx y a Engels. Este tercer Kim estudió en Suiza bajo una falsa identidad, de manera discreta, en universidades privadas muy prestigiosas y a pesar de faltar a clases de manera habitual, aprobaba con notable (es lo que pasa en la educación privada cuando el alumno paga religiosamente). Se sabe que a Kim le gustaban las zapatillas Nike, era forofo de la NBA y adoraba los dibujos animados de la factoría Disney (sentía debilidad por Dumbo y muy especialmente por Mickey Mouse). A pesar de ser contaminado en Occidente, de regreso a la patria de su padre y de su abuelo, y al transformarse en líder iluminado, ha retomado con brío las bélicas consignas de sus predecesores y su gusto por presidir alucinantes desfiles militares (Corea del Norte posee el ejército más numeroso del planeta, aunque su armamento parezca proceder de una película soviética). El líder caricaturesco norcoreano puede que nos incline a pensar que estamos ante el protagonista de una opereta, de un ridículo espectáculo bufo. Sin embargo, burlarse de Kim no resulta inteligente: dispone de armas atómicas, de misiles de largo alcance.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ¡qué menos!, subraya que "las amenazas nucleares no son un juego" y es deseable que tanto China como Rusia, pero especialmente China, puedan influir para que Pyongyang suavice la situación y no se extralimite en sus discursos amenazantes. Las maniobras conjuntas norteamericano-surcoreanas, a pocos pasos de la frontera, del famoso Paralelo 38, no son la primera vez que se realizan. La intención de EE UU y Corea del Sur no es invadir Corea del Norte: entre otros motivos porque no pueden enfrentarse con China. Por otra parte el objetivo de Pyongyang posiblemente sea el de ser reconocido internacionalmente y, de paso, evitar sanciones internacionales. Lo más probable es que no pase nada, pero no conviene fiarse. Resultaría ridículo que el fin de la humanidad fuera provocada porque en un lugar tan pequeño se apretaran botones por error.
Si la predicción de los mayas (ellos desaparecieron como civilización, misteriosamente, como en un episodio de Cuarto Milenio) no se cumplió en el año señalado, la amenaza apocalíptica no ha desaparecido. Últimamente, en los telediarios, el Armagedón se anuncia desde Corea del Norte. El profeta del fin del mundo es actualmente un personaje con sobrepeso, un tanto esperpéntico, surrealista, pero al que no conviene subestimar. Hay en estos momentos otros conflictos: algunos ya nos resultan habituales como el enfrentamiento entre Palestina e Israel y/o la posibilidad de una guerra entre Israel e Irán o la interminable guerra civil en Siria. Pero en estos días la situación entre Corea del Norte y Corea del Sur ocupa un lugar preferente en los telediarios y portadas de periódicos. Se trata de las consecuencias de una guerra que provocó incontables víctimas, durante tres años (1950-1953). Las dos superpotencias de entonces se enfrentaron en la península asiática y midieron sus fuerzas en un pulso por ver quién podía más. Resultado: el país quedó dividido (un país que había sido invadido en 1905, cuando la guerra rusojaponesa puso punto final al imperio coreano). Antes de producirse la división, como solución final, el general norteamericano que dirigía las operaciones pretendió lanzar bombas atómicas sobre China (muchos chinos "voluntariamente" combatían junto a los norcoreanos), pero el presidente Truman, el mismo que lanzó las atómicas sobre Japón en 1945, lo destituyó. Desde entonces hasta ahora mismo las dos Coreas se han mirado mutuamente como en un espejo deformante: Corea del Sur goza de las ventajas del confort que trajo el capitalismo y Corea del Norte disfruta a su vez del honor universal de ser el último bastión del comunismo estalinista y de sufrir cíclicamente hambrunas medievales.
En Pyongyang reina Kim Jong-un, el tercer Kim, una monarquía comunista hereditaria, algo que podría sorprender a Marx y a Engels. Este tercer Kim estudió en Suiza bajo una falsa identidad, de manera discreta, en universidades privadas muy prestigiosas y a pesar de faltar a clases de manera habitual, aprobaba con notable (es lo que pasa en la educación privada cuando el alumno paga religiosamente). Se sabe que a Kim le gustaban las zapatillas Nike, era forofo de la NBA y adoraba los dibujos animados de la factoría Disney (sentía debilidad por Dumbo y muy especialmente por Mickey Mouse). A pesar de ser contaminado en Occidente, de regreso a la patria de su padre y de su abuelo, y al transformarse en líder iluminado, ha retomado con brío las bélicas consignas de sus predecesores y su gusto por presidir alucinantes desfiles militares (Corea del Norte posee el ejército más numeroso del planeta, aunque su armamento parezca proceder de una película soviética). El líder caricaturesco norcoreano puede que nos incline a pensar que estamos ante el protagonista de una opereta, de un ridículo espectáculo bufo. Sin embargo, burlarse de Kim no resulta inteligente: dispone de armas atómicas, de misiles de largo alcance.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ¡qué menos!, subraya que "las amenazas nucleares no son un juego" y es deseable que tanto China como Rusia, pero especialmente China, puedan influir para que Pyongyang suavice la situación y no se extralimite en sus discursos amenazantes. Las maniobras conjuntas norteamericano-surcoreanas, a pocos pasos de la frontera, del famoso Paralelo 38, no son la primera vez que se realizan. La intención de EE UU y Corea del Sur no es invadir Corea del Norte: entre otros motivos porque no pueden enfrentarse con China. Por otra parte el objetivo de Pyongyang posiblemente sea el de ser reconocido internacionalmente y, de paso, evitar sanciones internacionales. Lo más probable es que no pase nada, pero no conviene fiarse. Resultaría ridículo que el fin de la humanidad fuera provocada porque en un lugar tan pequeño se apretaran botones por error.
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