Rompiendo el cerco
Rompemos el cerco porque necesitamos seguir viviendo en esta tierra que es común a todos nosotros
26/04/2013 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
cerco conspiracion critica insumision
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Sólo existe una realidad y es precisamente esta o aquella que no podemos atrapar.En la sociedad de las imágenes y los espectáculos aún suceden hechos reales. Es más, son quizás más reales aún, más cercanos a la necesidad y a la carne que, en este caso ya ni siquiera es de pollo sino más bien hambre inteligentemente dosificada. Hechos que traen a primer plano la palabra escrachar que, coloquialmente y en Uruguay, significa ‘romper, destruir, aplastar, fotografiar a una persona.’ según la RAE digital.
Y es así, rompiendo el cerco de la ficción, como se abren las conciencias de los ciudadanos, en la legítima y noble manifestación pública del rechazo a una manera de entender la sociedad y la política. Ahora, las criaturas ciudadanas de la globalización nos preguntamos a menudo sobre el paradero de la democracia, incluso sobre si alguna vez ha estado vigente ese principio en esta tierra de tan fecunda imaginación. Rompiendo el cerco de una ficción que no es sino la pura rutina, la experiencia cotidiana de una serie de imágenes afines en la película de nuestras vidas, que aportan una aparente coherencia a la narración, una cierta estabilidad a la visión, al fin y al cabo un cierto consuelo en medio de nuestro delirio, de nuestra triste alucinación.
Rompiendo el cerco queremos recobrar ese sentimiento que nos resulta lo más real posible, lo más vivido, fotografiando la realidad, fijándola en una imagen, en una criatura de este mundo, con su sombra y con sus colores… Hoy rompemos el cerco no sólo de nuestra memoria sino de toda nuestra experiencia anterior e interior al completo, pues se trata de una experiencia que sentimos vivir ‘con todo nuestro ser’, con conciencia de ser aún sin saber todavía qué o quienes somos.
Dejamos de hablar de cambio de paradigma cuando vivenciamos las nuevas ideas, las nuevas formas de comunicación y de pensamiento, más allá de sus sentidos literales y propagandísticos. No sólo se fomenta y conduce la islamofobia, no sólo se cultiva el rechazo a los musulmanes relacionándolos sin cesar con el terror y la barbarie, sino que también las mentiras son denunciadas y vistas en los medios por quienes quieran verlas. Existe la posibilidad de denunciar, de criticar, de luchar voluntariosamente en pos de un mundo más claro y limpio, más humano.
Rompemos el cerco porque necesitamos seguir viviendo en esta tierra que es común a todos nosotros y porque, si no, sería difícil poder seguir hablando racionalmente, seguir manteniendo nuestra condición de seres pensantes, porque perderíamos el poco o lo mucho de dignidad que aún podemos extender delante y dentro de nosotros mismos.
También rompemos el cerco guardando nuestra intimidad en medio de la lucha, tratando de abrir un hábitat para el corazón humano, para el latido concreto de nuestros seres amados, para que juntos podamos seguir anhelando un futuro de luz, una utopía realizable.
En las viejas luchas del antiguo régimen la inteligencia del interior solía propagar entre las masas de gente la idea de que la manifestación pública de desacuerdo, aún siendo pacífica, constituía una amenaza e incluso una violación del orden público. Esas mismas viejas luchas se parecen a las de hoy, con la diferencia de que ahora es bastante más difícil esconder un muerto o un herido en medio de la marea humana.
Rompemos el cerco al darnos cuenta de cómo el aparato represor articula un ejército y somete a los ciudadanos al terror de las bombas, apareciendo como garante de la seguridad pública, cuando en realidad está instaurando el más puro terror al más puro estilo de Hollywood. Boston, Madrid, Cairo..., rompemos el cerco cuando no nos callamos y conseguimos hablar con la suficiente mesura como para poder transmitir ideas que nos puedan ser útiles, cuando al fin advertimos que nos asiste el derecho a pensar, a abrir un paréntesis en el caótico discurso de nuestra mente emocional y pensar de verdad, 'con todo nuestro ser'.
No rompemos el cerco asumiendo nuestro papel de víctimas, no, ni siquiera aportando las pruebas que demostrasen que todo es un montaje, pues en esa arena seremos siempre unos ingenuos o como poco unos exagerados adictos a la conspiración. No, estamos rompiendo el cerco al comprobar lo burdo de la maniobra, al darnos cuenta de que, a poco que despierte el ser humano interiormente podrá darse cuenta de dónde está la trampa que le mantiene velado.
Dejemos atrás el mundo del yo y de los sentidos, la narración sentimental que nos mantiene prisioneros en nuestra rutina animal, y avancemos juntos, cogidos de las manos, uniendo nuestros corazones en ese vacío que empieza a ser colmado, en ese tiempo que ahora comienza a florecer, en ese paradigma del que tanto hemos hablado donde apenas ahora comenzamos a vivir.
Aún siendo éste un tiempo duro y difícil, nos parece más auténtico que esos otros momentos que ya no son sino un recuerdo y que, comprensiblemente, sentimos como más amables y vivibles, como más gratos. Rompemos el cerco al abandonar el miedo a la muerte, al abrir nuestros pechos a la vida, a la tensión maravillosa y fuerte de la vida, humana al fin y al cabo, sentida racionalmente o razonada emocionalmente, para que no se convierta en un oxímoron.
Rompemos el cerco porque necesitamos seguir viviendo en esta tierra que es común a todos nosotros
26/04/2013 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
cerco conspiracion critica insumision
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Sólo existe una realidad y es precisamente esta o aquella que no podemos atrapar.En la sociedad de las imágenes y los espectáculos aún suceden hechos reales. Es más, son quizás más reales aún, más cercanos a la necesidad y a la carne que, en este caso ya ni siquiera es de pollo sino más bien hambre inteligentemente dosificada. Hechos que traen a primer plano la palabra escrachar que, coloquialmente y en Uruguay, significa ‘romper, destruir, aplastar, fotografiar a una persona.’ según la RAE digital.
Y es así, rompiendo el cerco de la ficción, como se abren las conciencias de los ciudadanos, en la legítima y noble manifestación pública del rechazo a una manera de entender la sociedad y la política. Ahora, las criaturas ciudadanas de la globalización nos preguntamos a menudo sobre el paradero de la democracia, incluso sobre si alguna vez ha estado vigente ese principio en esta tierra de tan fecunda imaginación. Rompiendo el cerco de una ficción que no es sino la pura rutina, la experiencia cotidiana de una serie de imágenes afines en la película de nuestras vidas, que aportan una aparente coherencia a la narración, una cierta estabilidad a la visión, al fin y al cabo un cierto consuelo en medio de nuestro delirio, de nuestra triste alucinación.
Rompiendo el cerco queremos recobrar ese sentimiento que nos resulta lo más real posible, lo más vivido, fotografiando la realidad, fijándola en una imagen, en una criatura de este mundo, con su sombra y con sus colores… Hoy rompemos el cerco no sólo de nuestra memoria sino de toda nuestra experiencia anterior e interior al completo, pues se trata de una experiencia que sentimos vivir ‘con todo nuestro ser’, con conciencia de ser aún sin saber todavía qué o quienes somos.
Dejamos de hablar de cambio de paradigma cuando vivenciamos las nuevas ideas, las nuevas formas de comunicación y de pensamiento, más allá de sus sentidos literales y propagandísticos. No sólo se fomenta y conduce la islamofobia, no sólo se cultiva el rechazo a los musulmanes relacionándolos sin cesar con el terror y la barbarie, sino que también las mentiras son denunciadas y vistas en los medios por quienes quieran verlas. Existe la posibilidad de denunciar, de criticar, de luchar voluntariosamente en pos de un mundo más claro y limpio, más humano.
Rompemos el cerco porque necesitamos seguir viviendo en esta tierra que es común a todos nosotros y porque, si no, sería difícil poder seguir hablando racionalmente, seguir manteniendo nuestra condición de seres pensantes, porque perderíamos el poco o lo mucho de dignidad que aún podemos extender delante y dentro de nosotros mismos.
También rompemos el cerco guardando nuestra intimidad en medio de la lucha, tratando de abrir un hábitat para el corazón humano, para el latido concreto de nuestros seres amados, para que juntos podamos seguir anhelando un futuro de luz, una utopía realizable.
En las viejas luchas del antiguo régimen la inteligencia del interior solía propagar entre las masas de gente la idea de que la manifestación pública de desacuerdo, aún siendo pacífica, constituía una amenaza e incluso una violación del orden público. Esas mismas viejas luchas se parecen a las de hoy, con la diferencia de que ahora es bastante más difícil esconder un muerto o un herido en medio de la marea humana.
Rompemos el cerco al darnos cuenta de cómo el aparato represor articula un ejército y somete a los ciudadanos al terror de las bombas, apareciendo como garante de la seguridad pública, cuando en realidad está instaurando el más puro terror al más puro estilo de Hollywood. Boston, Madrid, Cairo..., rompemos el cerco cuando no nos callamos y conseguimos hablar con la suficiente mesura como para poder transmitir ideas que nos puedan ser útiles, cuando al fin advertimos que nos asiste el derecho a pensar, a abrir un paréntesis en el caótico discurso de nuestra mente emocional y pensar de verdad, 'con todo nuestro ser'.
No rompemos el cerco asumiendo nuestro papel de víctimas, no, ni siquiera aportando las pruebas que demostrasen que todo es un montaje, pues en esa arena seremos siempre unos ingenuos o como poco unos exagerados adictos a la conspiración. No, estamos rompiendo el cerco al comprobar lo burdo de la maniobra, al darnos cuenta de que, a poco que despierte el ser humano interiormente podrá darse cuenta de dónde está la trampa que le mantiene velado.
Dejemos atrás el mundo del yo y de los sentidos, la narración sentimental que nos mantiene prisioneros en nuestra rutina animal, y avancemos juntos, cogidos de las manos, uniendo nuestros corazones en ese vacío que empieza a ser colmado, en ese tiempo que ahora comienza a florecer, en ese paradigma del que tanto hemos hablado donde apenas ahora comenzamos a vivir.
Aún siendo éste un tiempo duro y difícil, nos parece más auténtico que esos otros momentos que ya no son sino un recuerdo y que, comprensiblemente, sentimos como más amables y vivibles, como más gratos. Rompemos el cerco al abandonar el miedo a la muerte, al abrir nuestros pechos a la vida, a la tensión maravillosa y fuerte de la vida, humana al fin y al cabo, sentida racionalmente o razonada emocionalmente, para que no se convierta en un oxímoron.
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