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viernes, 5 de abril de 2013

El pluralismo religioso en el Corán


En el Corán, las religiones reveladas son objeto de una especial atención y reverencia


30/06/2005 - Autor: Abdennur Prado - Fuente: Webislam



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El Corán afirma que todos los profetas gozan del mismo rango a los ojos de Al-lâh.

Desde el punto de vista del Corán, la diversidad es un signo de la capacidad creadora de Al-lâh:

Y entre Sus portentos está...
la diversidad de vuestras lenguas y colores.


(Corán 30: 22)

En consecuencia, la pluralidad de formas de adoración es algo querido por Al-lâh:

Hemos asignado a cada comunidad
formas de adoración distintas, que deberían observar.


(Corán 22: 67)

El Corán afirma que todas las religiones reveladas son vías de salvación legítimas:

Ciertamente, los que creen en esta escritura divina,
los que profesan el judaísmo, los cristianos y los sabeos
—todos los que creen en Dios y en el Último Día y obran con rectitud— tendrán su recompensa junto a su Sustentador;
y nada tienen que temer ni se lamentarán.


(Corán 2: 62)

Estas formas de adoración diversas y legítimas tienen su origen en revelaciones sucesivas, venidas del mismo Dios:

Hemos suscitado en el seno de cada comunidad a un profeta.

(Corán 16:36)

El Corán menciona algunos de estos profetas, la mayoría pertenecientes a las tradiciones judía y cristiana, pero no únicamente. El profeta Muhámmad (saws) se inscribe en la lista de los mensajeros enviados por Al-lâh:

Ciertamente, te hemos enviado con la verdad,
como portador de buenas nuevas y como advertidor:
pues no ha existido comunidad en el seno de la cual
no haya vivido y muerto un advertidor.


(Corán 35: 24)

El Corán afirma que todos los profetas gozan del mismo rango a los ojos de Al-lâh, y exhorta al musulmán a creer en todas las tradiciones reveladas:

Di: "Creemos en Al-lâh
y en lo que se ha hecho descender para nosotros,
y en lo que se hizo descender para Ibrahîm, Ismael, Isaac, Jacob
y sus descendientes, y en lo que Mûsa, Isa
y todos los profetas han recibido de su Sustentador:
no hacemos distinción entre ninguno de ellos.
Y a Él nos sometemos."


(Corán 3: 84)

Desde que tiene conciencia de que todos ellos son enviados de Al-lâh, el musulmán no hace distinciones entre los profetas:

Decid: "Creemos en Al-lâh
y en lo que se ha hecho descender sobre nosotros
y en lo que descendió sobre Ibrahîm, Ismael, Isaac, Jacob
y sus descendientes, y lo que fue entregado a Mûsa y a Isa,
y en lo que fue entregado a todos los profetas por su sustentador:
no hacemos distinciones entre ninguno de ellos.
Y es a Él a quien nos sometemos."


(Corán 2: 136)

Desde el momento en que las considera todas las religiones reveladas por el mismo Dios, sin que exista superioridad de ninguna de ellas sobre las otras, el musulmán tiene la obligación de creer en todas ellas:

"Creo en toda revelación que Dios ha hecho descender; y me ha sido ordenado que promueva la equidad en vuestras discrepancias. Dios es nuestro Sustentador y también vuestro Sustentador. Nuestro será el fruto de nuestras acciones y vuestro el fruto de las vuestras. Entre nosotros y vosotros no hay discusión: Dios nos reunirá a todos –pues hacia Él es el retorno."

(Corán 42: 15)

Es decir: como musulmán, estoy obligado a considerar que los diferentes Libros revelados a todos los pueblos tienen su origen en Al-lâh, y debo creer en todos ellos, sin hacer distinciones. Durante la historia, diferentes pueblos y grupos religiosos han sido considerados por los juristas musulmanes como ahl al-Kitab: Gentes del Libro, comunidades que se guían por libros que han sido inspirados o revelados por Al-lâh. Según la tradición jurídica del islam, esta consideración incluye a budistas, taoístas, hinduistas, cristianos, mazdeístas, mandeos, judíos, sabeos y zoroastrianos. Pero la lista sigue abierta. En algún momento, incluso las Enéadas de Plotino fueron consideradas como un libro revelado, y a Plotino como un profeta. Lo mismo podría decirse de Platón, Heráclito y de Empedócles, o de los profetas enviados a comunidades del África subsahariana, de América latina, del sudeste asiático, de los aborígenes de Australia. Todos los pueblos del planeta han recibido, en algún momento de su historia, una revelación:

No ha existido comunidad en el seno de la cual
no haya vivido y muerto un advertidor.


(Corán 35: 24)

Existe un dicho del profeta Muhámmad (saws) según el cual los profetas enviados a la humanidad fueron 144.000. Otro dicho afirma la existencia de 313 Mensajeros (rasul), es decir: que han sido transmisores de una Risala, de un Mensaje en forma de escritura. 144.000 profetas y 313 mensajeros son muchos, de modo que las posibilidades de rastrear vestigios de la Palabra de Al-lâh en los textos de los antiguos son numerosas. En todas las tradiciones ancestrales de la humanidad pueden hallarse vestigios de una revelación auténtica, que luego se ha ido transmitiendo de generación en generación. Recordemos que el Corán afirma que todos los pueblos han tenido sus profetas. No hay, por tanto, superioridad de un pueblo sobre otro, aunque si es evidente que en unos casos la revelación ha sido conservada de forma más fiel que en otros casos.

El Corán afirma de si mismo que no es un Mensaje nuevo o diferente, sino la misma revelación enviada una y otra vez a la humanidad con una forma particular. Cuando el profeta Muhámmad (saws) inició la transmisión oral de la revelación, sus compatriotas le acusaban de repetir cosas antiguas:

Cuando se le leen Nuestros Signos dice: "¡Mitos de los antiguos!".

(Corán 83: 13)

En su rechazo de esta acusación, la tradición islámica ha afirmado que el profeta Muhámmad (saws) era analfabeto, y que por tanto no podía haber tomado el Corán de ninguna fuente escrita. El analfabetismo del profeta nos remite a la pureza de su corazón, no contaminado por conceptos, recipiente vacío para la palabra revelada:

Y, ciertamente, esta escritura divina ha sido en verdad
hecha descender por el Sustentador de todos los mundos:
la fiel inspiración divina lo ha hecho descender
sobre tu corazón, Oh Muhámmad,
para que seas uno de los que predican en una lengua árabe clara.


(Corán 26: 192-195)

Ante las acusaciones de estar copiando los "libros de los antiguos", el Corán nos remite al fenómeno de la revelación: Palabra descendida directamente al corazón del siervo. Con esto, se admite el hecho de que el Corán recoge estos "mitos de los antiguos". La expresión árabe usada es muy gráfica: asâtîru l-awwalîn. La palabra awwalîn viene de awal, primero, con lo cual podría traducirse: "mitos de los primeros". En efecto, se trata de una palabra primigenia, en el sentido de que no hay nada anterior a ella. Se trata de una palabra antigua: kalâm qadîm, de la cual el Corán no es más que un recordatorio —innahâ tádzkira— de algo que ya había sido revelado antes:

Y, ciertamente, esta revelación se encuentra también
en verdad en los libros antiguos de sabiduría.


(Corán 26: 196)

Entre estos libros, el Corán cita reiteradamente la Tora y el Evangelio:

Él ha hecho descender sobre ti gradualmente
esta escritura divina, que expone la verdad
en confirmación de lo que está entre sus manos:
porque es Él quien hizo descender la Tora y el Evangelio con anterioridad.


(Corán 3: 3-4)

Así pues, el Corán no hace sino confirmar "lo que está entre sus manos" (ma baina iadaihi) de la Tora y el Evangelio, del mismo modo que el Evangelio era una confirmación de "lo que está entre sus manos" contenido en la Tora:

E hicimos que Jesús, el hijo de María,
siguiera los pasos de esos profetas anteriores
en confirmación de la verdad de lo que está entre sus manos de la Tora;
y le dimos el Evangelio, en el que había guía y luz.


(Corán 5: 46)

El hecho de que el Corán contenga lo mismo que otros muchos libros anteriores no indica que Muhámmad lo copiase, como gusta decir a los orientalistas. Más bien, se trata de una prueba de su carácter revelado, inspirado por Al-lâh, la misma Fuente de todas las revelaciones anteriores. Siendo así, a nadie puede extrañarle encontrar similitudes y valores compartidos entre diferentes libros revelados: los Vedas, el Avesta, el Libro Tibetano de los Muertos, la Tora, el Bagav Gita, el Tao Te King, el I Ching, las Enéadas, el Corán, los Evangelios. Estos (y otros) libros constituyen una fuente de conocimiento, y contienen mensajes para toda la humanidad, independiente de la religión que profese cada uno. El Mensaje de los Libros inspirados por Al-lâh nos ofrece una guía, un modo de vivir en armonía con el Todo.

Desde el punto de vista coránico, todos los libros contienen la misma revelación con diferente forma. Existe un hadiz donde Muhámmad afirma: "Los profetas son hermanos e hijos de diferentes madres, pero su Dîn es uno" (recogido por Bujari y Muslim). La revelación es la misma, pero los Libros son diferentes, los contenidos son diferentes, las prescripciones contenidas en ellos son diferentes. Para el creyente, la identidad se sitúa por encima de la divergencia, del mismo modo que la Unidad se sitúa por encima de la multiplicidad. No creer esto es no creer en absoluto. Desde el momento en que el Corán nos exhorta a creer en todas las revelaciones anteriores, y menciona explícitamente la Tora y el Evangelio, debe estar absolutamente claro para todo musulmán y musulmana que rechazar que la Tora y el Evangelio son Libros revelados es rechazar el Corán. No importan las apariencias: según el Corán, el Mensaje en los tres casos es el mismo.

La convergencia del Corán con las revelaciones anteriores se explica porque la Fuente originaria de todos ellos no es escrita. Con esto llegamos a la idea coránica de la Madre o Matriz del Libro:

Hemos hecho un Corán en idioma claro y elocuente para que entendáis.
En verdad está a salvo con Nosotros en la Madre del Libro.


(Corán 43: 3-4)

Es decir: el Corán es una revelación descendida en árabe, en un idioma claro y elocuente, para ser entendida por las gentes de la Arabia del siglo VII. Pero la revelación matriz no escrita permanece resguardada junto a Al-lâh. De este Libro Matriz, Al-lâh da en cada momento lo que quiere, y a quien quiere:

Dios borra lo que Él desea y confirma lo que es su voluntad,
con Él está la Madre del Libro.


(Corán 13:39)

Los diferentes mensajes transmitidos a través de nobles mensajeros son plasmaciones concretas en sus idiomas respectivos de esta revelación matriz, resguardada junto a Al-lâh. Se trata de comprender que lo diverso es Uno, y aceptar al mismo tiempo la especificidad de cada vía como un todo armónico. Lo que importa es seguir una revelación, ser fieles a algo que nos sobrepasa. Cada religión se configura hacia dentro como una cosmología y una ética completa en si misma. El creyente de cualquier religión se debe enteramente a la tradición donde se inserta, y debe respetar completamente al otro, como una muestra de lo mismo en diferente modo. Solo en la fidelidad al carácter totalizante de cada tradición es posible una vida en armonía con la Fuente. Lo principal es respetar las reglas, el sentido de la tradición como algo en si mismo íntegro, que debe vivenciar cada creyente mediante un seguimiento fiel. El propio Corán exhorta a los judíos a ser fieles a la Tora, como Palabra revelada:

Pero ¿cómo es que acuden a ti para que juzgues
—cuando tienen la Tora, que contiene las preceptos de Dios—
y luego dejan a un lado tu dictamen?
Esos tales no son verdaderos creyentes.
En verdad, hicimos descender la Tora, en la que había guía y luz.
En base a ella los profetas, que se habían so­metido a Dios,
administraron justicia a los seguidores del judaísmo;
como hicieron los primeros hombres de Dios y los rabinos,
ya que parte de la escritura de Dios había sido confiada a su custodia;
y todos ellos dieron testimonio de su verdad.


(Corán 5: 43-44)

Así pues, el Corán no pide a los judíos que abracen el islam, sino que sean fieles a su propia tradición, según el ejemplo de sus maestros más antiguos. También exhorta a los seguidores de Jesús a seguir lo que dice el Evangelio:

Que los se­guidores del Evangelio
juzguen de acuerdo con lo que Dios ha revelado en él:
pues quienes no juzgan en base a lo que Dios ha hecho descender —¡esos, precisamente, son los perversos!


(Corán 5: 47)

Se supone que también los budistas deben seguir sus escrituras o enseñanzas, como los hinduistas, taoístas, zoroastrianos, etc. Del mismo modo, los musulmanes debemos seguir lo que ha sido revelado para nosotros, que no es sino una confirmación de todo lo anterior, un recordatorio. No se pertenece en verdad a una religión sino se acepta íntegramente, aplicando todos sus preceptos en nuestra vida cotidiana, de la manera más fiel posible a lo que ha sido revelado. Esto es muy importante, pues nos preserva de la pantomima de una religión universal única y sin contenido positivo. Dicho de otro modo: desde la perspectiva islámica no se concibe una religión sin sharia, un camino práctico y concreto que nos permita avanzar hacia la Fuente.

Las aleyas que estamos citando revelan verdadero amor hacia la diferencia, uno de los signos más claros de la actividad creadora de Al-lâh. No se trata de tolerancia, sino de pleno reconocimiento, sin matices ni pretensión alguna de superioridad. Es notable que el Libro revelado para los musulmanes llame a los judíos a ser fieles al Libro revelado para los judíos, del mismo modo que nos llama a nosotros a ser fieles al Corán. La idea de convertir al otro brilla por su ausencia. El proselitismo es una enfermedad, una falta de respeto hacia los diferentes. ¿Por qué habríamos de querer que alguien abandone su religión y siga la nuestra? ¿Por qué ese deseo de uniformidad, ese deseo de unir a los hombres mediante la imposición de una doctrina única y obligatoria? Más bien, lo que esperamos de judíos, budistas, hinduistas o cristianos es que sean fieles a aquello que ha sido revelado para ellos y, del mismo modo que nosotros consideramos sus religiones como reveladas y enteramente dignas de respeto, nos concedan la misma cortesía.

El Mensaje del Corán respecto al pluralismo religioso nos sitúa en la perspectiva de la "unidad trascendente de las religiones": diferentes en su forma, pero iguales en sus contenidos esenciales. A partir de esta identidad ontológica de todas las religiones como provenientes de la misma Fuente, se hace absurda toda disputa religiosa. Sin embargo, mientras más nos alejamos de la Fuente más destacan las diferencias entre las religiones. Estas se deben, en principio, al medio en el cual fue revelado este Mensaje universal y eterno, la revelación del principio Unitario que hay detrás de todo lo creado. Es en relación al marco cultural donde se dan las diferencias, con la consiguiente posibilidad de discutir, de denostar al otro, de oponer las propias creencias a las otras, etc. Ante esta posibilidad, el Corán establece la actitud que debe mantener el musulmán:

Y no discutáis con los seguidores de revelaciones anteriores
sino de la forma más amable —a no ser que sean de los que están empeñados en hacer el mal— y decid: "Creemos en lo que se ha hecho descender para nosotros, y también en lo que se ha hecho descender para vosotros: pues nuestro Dios y vuestro Dios es Uno sólo, y a Él nos sometemos."


(Corán 29,46)

Una y otra vez, el Corán dice lo mismo: todas las religiones vienen del Dios Único, y por tanto debemos creer en todas ellas. Hay que remitirse a Al-lâh como el origen de todo lo diverso, incluyendo las divergencias entre diferentes religiones. Una pregunta común es la siguiente: ¿cuál es el motivo del pluralismo religioso? Una vez más, el Corán nos da la clave:

A cada uno de vosotros le hemos asignado una ley
y un modo de vida distintos. Y si Dios hubiera querido,
cierta­mente, os habría hecho una sola comunidad:
pero lo dispuso así para probaros en lo que os ha dado.
¡Competid, pues, unos con otros en hacer buenas obras!
Habréis de volver to­dos a Dios: y, entonces,
Él os hará entender aquello sobre lo que discrepabais.


(Corán 5:48)

El sentido de la diversidad de religiones es poner a prueba al hombre en su creencia, y estimularlo a competir en buenas obras (hasanat). Sobre las discrepancias, solo se resuelven en Al-lâh. En otra aleya el Corán afirma que el motivo de la diversidad es propiciar el conocimiento mutuo entre los diferentes:

¡Hombres!
Os hemos creado a partir de un varón y de una hembra
y os hemos hecho pueblos y tribus distintos
para que os conozcáis unos a otros.
Y en verdad que el más noble de vosotros ante Al-lâh
es el que es más consciente de Él.


(Corán 49:13)

El más noble a los ojos de Al-lâh no lo es por ser miembro de una determinada confesión, sino por tener un grado mayor de conciencia. Con esto, queda descartada la competitividad religiosa, en el sentido de tratar de demostrar que la propia religión está en la posesión de la verdad, y las otras extraviadas. Más bien, se trata de centrarse, desde la tradición a la que pertenezca cada uno, en la realización consciente de hasanat, palabra árabe que une en su raíz las ideas del Bien y la Belleza.

En el caso de encontrarse con polemistas, que nos quieren arrastrar a la disputa, el Corán remite el juicio definitivo a Al-lâh:

Hemos asignado a cada comunidad
formas de adoración distintas, que deberían observar.
Así pues, Oh creyente, no permitas que esos
te arrastren a disputar sobre esta cuestión,
sino llama a todos ellos a tu Sustentador:
pues, ciertamente, tú estás en verdad en el camino recto.
Y si intentan discutir contigo, di simplemente:
"Dios sabe bien lo que hacéis." Pues, en verdad,
Dios juzgará entre vosotros el Día de la Resurrección
sobre aquello en lo que discrepabais.


(Corán 22, 67-69)

Volvemos siempre nuestra mirada hacia la Fuente, allí donde toda diferencia se evapora. Si aceptamos la variedad de tradiciones como un signo del poder creador de Al-lâh, ¿porqué discutir, entonces? Desde la perspectiva coránica de la "unidad trascendente de las religiones", lo lógico sería que cada uno siga su religión, que cada comunidad aplique la Sharia que le ha sido revelada, sin interferencias. En última instancia, incluso ante aquellos que se muestran agresivos y nos niegan nuestro derecho a regirnos según nuestras convicciones, la actitud que se nos exige es una actitud pacífica y humilde:

Los siervos del Compasivo son los que van la tierra humildemente y que, cuando los ignorantes les increpan, dicen: "¡Paz!"

(Corán 25:63)

Humildad ante los otros, paz interior, conciencia de que todo tiene su origen en el Uno, realización de buenas obras, cuidado de la creación, respeto hacia los diferentes, embellecer el mundo. Esta es la actitud que debe observar el musulmán (en realidad, todo creyente) frente a toda querella religiosa. En definitiva, mientras se le permita practicar su religión, el musulmán tiende a respetar las diferencias como un bien, y a dejar que las cosas sigan su camino:

Para vosotros vuestra adoración y para mí la mía.

(Corán 109:6)

Esta plena aceptación de la diversidad se extiende también a los ateos e, incluso, a los asociadores o politeístas:

Y si alguno de aquellos que atribuyen divinidad
a otros junto con Dios busca tu protección,
concédesela, para que tenga ocasión de escuchar la palabra de Dios;
y luego hazle llegar a donde esté seguro.


(Corán 9: 6)

Todo esto tiene su base en que la idea de ‘imponer la fe’ es absurda:

No cabe coacción en asuntos de fe.

(Corán 2:256)

Todo depende de lo que sucede en el interior de cada uno, y solo Al-lâh puede suscitar la creencia en aquellos cuya razón no permanece bloqueada:

Y así es: si tu Sustentador hubiera querido,
ciertamente todos los habitantes de la tierra,
absolutamente todos, habrían creído:
¿piensas acaso que podrías tu obligar a la gente a creer,
cuando ningún ser humano puede llegar a creer
sino es con la venia de Dios, y que es Dios
quien impone la inmunda lacra de la incertidumbre
a aquellos que se niegan a usar la razón?


(Corán 10: 99-100)

Aceptar la revelación es una posibilidad que no puede ser impuesta:

¡Pero no!
Es un Recordatorio
—quien quiera, que recuerde—
que está en páginas veneradas.


(Corán 80: 11-13)

Rechazar la revelación es una posibilidad humana, ante la cual es creyente no tiene nada que decir. En consecuencia, el Corán también nos conmina a dejar en paz a aquellos que rechazan la revelación:

Y di: ‘La verdad ha venido de vuestro Sustentador:
así pues, quien quiera, que crea,
y quien quiera, que la rechace’.


(Corán 18:29)

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