EL PAPA Y EL COLADOR
Francisco y Kemal Mustafá (alias Ataturk): dos traidores frente a frente
La reciente visita del papa a Turquía, la que ha precedido en apenas unos días a la del mismo Frente, Vladimir Putin, al mismo país, debe ser interpretada de la siguiente manera. La guerra que el mundo moderno lleva a cabo en contra del fundamentalismo islámico, en especial en el Medio Oriente y el África, no atraviesa por su mejor momento. La reciente destitución del secretario de Defensa norteamericano, el Gral. Hagel, es un signo claro del reconocimiento del fracaso en el intento por detener al ISIS y a Al Qaeda en los diferentes frentes de Siria e Irak, a lo cual en estos días debe agregarse también el de Libia. En todos los casos los bombardeos han sido intensos y sumamente costosos y si bien lograron demorar que el fundamentalismo alcance alguno de sus objetivos, no pudieron en cambio hacerlo retroceder. Ésta ha sido la razón por la cual se ha puesto un especial interés en el papel que podría llegar a tener Turquía en la resolución de tal conflicto. Este país tiene una frontera de 900 km . con Siria y por la misma suelen pasar, como si se tratase de un verdadero y propio colador, una cantidad numerosísima de voluntarios del mundo entero que acuden a tal frente de combate para participar de la jihad o guerra santa, habiéndose calculado tal presencia en varios miles, todos los cuales se sienten sumamente entusiasmados por la existencia de un frente de combate que está demostrando una eficacia sin igual.
Es de destacar también que, si bien Turquía forma parte de la OTAN , hay ciertos hechos que han puesto su participación en dicha guerra en tela de juicio. Recordemos al respecto que en tal país fue donde se originara el movimiento secular y moderno que diera cuenta en el contexto propio del Islam de los valores tradicionales representados por el imperio Otomano, el que luego se expandiera como un efecto dominó hacia otras naciones de tal contexto. Recordemos por lo demás que el mismo previamente había sido debidamente balcanizado en pequeñas republiquetas por el colonialismo europeo. Sin embargo en la última década tal proceso ha comenzado a revertirse con la aparición de un movimiento islamista en algunos casos moderado como el de Turquía, el que ha logrado ganar las elecciones generando como efecto una cierta revisión respecto de los valores laicos impuesto por la revolución moderna impulsada a comienzos del siglo pasado por el notorio militar golpista Kemal Mustafá, también conocido como Ataturk. Esta postura ha hecho que a nivel internacional contrastara con otros movimientos laicos y nacionalistas, algunos de ellos con impulsos separatistas en el propio territorio, como el de los Kurdos del Partido de los Trabajadores (PKK), que además de ello adhiere al marxismo maoísta. Del mismo modo que también se ha opuesto a defender a otro gobierno laico y dictatorial como el de Assad en Siria habiendo en cambio respaldado a una oposición moderada al mismo, coincidiendo en ello con los EEUU, aunque este último ha diluido tal postura ante el peligro mayor representado por el fundamentalismo islámico en tal país, expresado a través de dos organizaciones contra las cuales combate sin concesiones como Al Qaeda y el Isis. Presionado por tal país, Turquía ha aceptado permitir que desde su territorio ingrese a la ciudad de Kobane, asediada por el Isis, una tropa de kurdos iraquíes pertenecientes al grupo más moderado de los Peshmerga, que tienen un respaldo expreso del gobierno de Israel. Sin embargo se ha negado a proporcionar a los EEUU una base aérea cercana a fin de poder facilitarle su actividad de bombardeo contra el Isis, ante el peligro que vislumbra de que con tal medida queden reforzados los sectores laicos antes mentados. Esta verdadera ambivalencia en su accionar ha hecho que se resolviese enviar al papa a tal país en visita ‘pastoral’. El gran heresiarca romano cumplió rápidamente con la labor encomendada preocupado por el futuro de una guerra que pone en severo peligro también su liderazgo modernista entre una feligresía católica en muchos casos cansada de ver a un Vaticano que actúa como una mera rama espiritual de las Naciones Unidas y del mundo moderno. Como primera medida y para poner en claro la orientación de su visita, Bergoglio fue a rendir un tributo al fundador del Estado laico en Turquía y por extensión en todo el mundo islámico. Su encendido homenaje a Kemal Ataturk, responsable entre otras cosas del genocidio armenio, causó desagrado sumo entre gran parte de la población turca que intenta justamente superar tal etapa nefasta de su historia. Es curioso, cuando no vergonzoso, constatar aquí que una institución como la Iglesia católica que ha pregonado por décadas la necesaria unión entre el trono y el altar hoy en cambio adhiera a los principios opuestos, al menos en lo relativo a otra religión (1). Pero lo más llamativo ha sido escuchar una vez más al papa dando lecciones de cómo ser musulmán en un contexto cultural que no es el suyo. Así pues denunció las matanzas efectuadas por el Isis y Al Qaeda producto de lo que calificó como fanatismo religioso, pero no dijo nada por supuesto de las efectuadas por sus amigos y socios, los norteamericanos y rusos. Esta postura suya produjo verdaderas muestras de indignación entre la comunidad turca, la que educadamente ignoró la presencia del heresiarca de otra religión en el seno del propio país no haciendo prácticamente acto de presencia a ninguna de sus ‘manifestaciones’ públicas, representando así la vista a Turquía el primer gran fracaso diplomático de Bergoglio en su muy breve gestión. Ningún papa anterior se había animado a una postura tan servil como ahora y aun Ratzinger que había condenado al Islam como violento no había tampoco convocado a una gran cruzada para combatirlo como en cambio hace ahora su par argentino intentando dividir al Islam buscando fortalecer en su seno a sectores laicos y moderados, es decir modernos como lo es también él.
Tras el fracaso de Bergoglio, le toca el turno ahora a Putin quien en el día de mañana efectuará una visita al mismo país con la finalidad también de convencerlo de las conveniencias de ‘ayudar’ en la misma lucha que tienen en común. Explicará que si bien brinda las armas con las cuales Assad bombardea al propio pueblo, su medida no es muy distinta de la efectuada por los norteamericanos. En ambos casos los civiles muertos deben reputarse como ‘daños colaterales’, pero el enemigo a combatir es el mismo y que si no se lo detiene Turquía también correría el peligro de un avance del fundamentalismo en su propio territorio y Putin ya ha dejado muy en claro que representa ello un peligro mucho más grande que tener en sus fronteras a una nación adherida a la OTAN.
Por último digamos que también, por expresa indicación del poder sionista que rige en el planeta, el heresiarca católico se reunió con su par ortodoxo griego Bartolomé en Estambul, al parecer para inducirlo a que estreche lazos con su par Cirilo de Moscú, quien se ha subordinado a Putin. La guerra de civilizaciones exige tales sacrificios de ‘ecumenismo’, pues el peligro es demasiado grande y los intereses en juego son muchísimos.
Por último y para poner las cosas bien en claro el papa en su alocución de despedida manifestó diáfanamente que su gran enemigo no es el mundo moderno sino el fundamentalismo aclarando también que el mismo no solamente es islámico, sino que también lo tiene en el seno de la propia religión. Indudablemente se ha referido a quienes desde el catolicismo integramos el Frente Cristiano Islámico en donde las dos grandes religiones en su núcleo esotérico fundamental (de allí su fundamentalismo) contrastan contra el mundo moderno entre los cuales hay varios ‘católicos’ como el mismo Bergoglio, al cual en el fondo debemos agradecerle por la franqueza con que ha puesto en evidencia su condición de enemigo.
(1) Al respecto podrían señalarse dos posibilidades: o que el papa haya dado el último impulso del catolicismo hacia el modernismo y sostenga abiertamente la separación de la Iglesia respecto del Estado, recluyendo así el fenómeno religioso a la esfera de la conciencia individual, o que en cambio -y tal es el caso confeso de algunos ‘analistas’, como el del argentino reconocidamente güelfo Horacio Calderón- se considere que el enemigo del catolicismo es el Islam y no el mundo moderno y que por lo tanto resultaría conveniente debilitarlo con el laicismo que en cambio no se promueve en la propia religión, lo cual no dejaría de ser una forma de oportunismo.
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