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martes, 24 de febrero de 2015

El Estado Islámico voltea hacia América Latina



Las facilidades para financiarse mediante el contrabando en los países latinoamericanos resultan muy atractivas para el Estado Islámico, que opera en Oriente Medio

CIUDAD DE MÉXICO, 22 de febrero.- El grupo yihadista Estado Islámico (EI, antes conocido como ISIS) está tan lejos y tan cerca de Latinoamérica, según sus propios intereses: en Oriente Medio encabeza una lucha sangrienta por imponer un califato, pero en América Latina las facilidades para fomentar su financiamiento pueden ser muy atractivas.
En septiembre de 2014, la subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, dijo que los países de América Latina tienen un rol que desempeñar en los esfuerzos contra el EI: asegurarse de que las redes de apoyo a los yihadistas no estén utilizando el territorio ni los sistemas bancarios.
El diario brasileño Folha de Sao Paulo aseguró en un reportaje que “Estados Unidos no tiene dudas de que grupos terroristas usan la Triple Frontera —ubicada entre Argentina, Brasil y Paraguay— para financiarse por medio del contrabando”.
La Subsecretaría de Antiterrorismo del Departamento de Estado de EU ha señalado que uno de los mecanismos concretos de que se valen los extremistas para recaudar dinero es “el uso de instituciones de caridad”.
Por su parte, el grupo de investigación InSight Crime sugiere que ante la amenaza global del terrorismo quizás sea más acertado apuntar a “los apoyos financieros e ideológicos” que grupos radicales como Hezbolá o el mismo EI podrían compartir con grandes organizaciones criminales en América Latina.
El analista político internacionalista Julián Schvindlerman dijo a Excélsior que “la presencia del EI en América Latina es entre inexistente y baja, o al menos el conocimiento sobre su presencia lo es, se sabe mucho más de la muy real presencia de Hezbolá, algunas células de Al-Qaeda e islamistas varios”.
“Puede haber individuos musulmanes que se identifiquen con el EI en la zona, pero en cuanto a grupos activos y operativos del Estado Islámico en Latinoamérica es en mi entender que no ha habido hasta el momento señales en el radar”, resaltó el analista argentino Schvindlerman.
El internacionalista argentino y especialista en Oriente Medio George Chaya señaló por su parte en una de sus columnas que “funcionarios de inteligencia occidental han revelado su preocupación por el avance islamista en el continente latinoamericano, los informes avanzan específicamente sobre personas de origen paquistaní, afganas e iraníes principalmente en Venezuela, Cuba y Nicaragua, quienes habrían establecido una base de operaciones en América Latina y cuyo centro operacional estaría ubicado en Venezuela”.
En este sentido, Schvindlerman señaló a este diario que “las chances (posibilidades) de que el EI gane una base en América Latina no son remotas, dada la existencia de núcleos islamistas radicalizados aquí. Si bien el EI es un desprendimiento de Al-Qaeda, hoy están enemistados, y si se sabe de la presencia de este último aquí, no sería descabellado suponer que sujetos que se identifiquen con el EI, emerjan.
“Pero en cuanto a que desde Oriente Medio el liderazgo del EI esté buscando ganar terreno aquí (América Latina), no parece ser el caso actual. Además, Hezbolá es enemigo del EI, lo combate en Oriente Medio, de modo que con seguridad este grupo chiita leal a Irán resistiría la infiltración de un grupo sunita hostil”.
En diciembre de 2011, Wa-
shington acusó a un hombre libanés de suministrar cocaína colombiana al cártel mexicano de Los Zetas, y poco después fueron acusados varios libaneses con lazos con Hezbolá en Venezuela y Colombia, por cargos relacionados con el blanqueo de dinero.
Según el experto en seguridad en Latinoamérica, Douglas Farah, entrevistado por Europa Press, los cárteles del narcotráfico y los grupos terroristas utilizan los mismos intermediarios para obtener armas, blanquear dinero y mover productos ilegales a través de las fronteras.
Fuerte presencia de Hezbolá
Un documento del fiscal argentino Alberto Nisman, quien murió dos días después de demandar a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, fechado el 29 de mayo de 2013, dice que Moshen Rabbani, exagregado cultural de Irán en Argentina, sería el coordinador de un proyecto islamista regional en Sudamérica para adoctrinar en los preceptos radicales a personas de América Latina, informó hace unos días el canal de televisión NTN24.
Moshen Rabbani, que es buscado por la justicia argentina por el atentado contra la Mutual Judía (AMIA) que dejó 85 muertos, en 1994, habría coordinado el adoctrinamiento de jóvenes para extender la revolución islámica en Colombia.
El informe de Nisman destaca que hay varios puntos en común que sirvieron para que Teherán concretara la ejecución del ataque contra la AMIA en Buenos Aires, entre estos, el adoctrinamiento a latinoamericanos.
El documento del ahora fallecido fiscal se suma a una investigación del Departamento de Seguridad Nacional y del Tesoro de Estados Unidos sobre la expansión del Hezbolá en Venezuela y los países del ALBA, debido a la buena relación que mantenían el fallecido presidente Hugo Chávez y el exmandatario iraní Mahmoud Ahmadineyad.
Hezbolá comenzó a asentarse en América Latina a comienzos de los años 80, en el siglo pasado, aprovechando la diáspora de libaneses hacia la región huyendo de la guerra civil en su país. La organización decidió enviar activistas a la zona conocida como la triple frontera —entre Brasil, Argentina y Paraguay—, donde la ausencia casi total de la presencia del EI convertía a la región en la base ideal para sus operaciones de reclutamiento, lavado de dinero y financiamiento.
De acuerdo con un estudio publicado en 2011 por Roger Noriega, antiguo subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental de Estados Unidos, los grupos extremistas islámicos de Oriente Medio recibieron entre 300 y 500 millones de dólares anuales provenientes de actividades ilícitas de la triple frontera.
Hezbolá obtiene su financiamiento fundamentalmente del tráfico de drogas y sus lazos, cada vez más estrechos, con los cárteles colombianos y mexicanos (aunque el gobierno mexicano ha negado esos vínculos) son una evidencia de la importancia de esa fuente de ingresos para mantener su estructura militar y las actividades de apoyo social a los núcleos de población chiitas de Oriente Medio.
En diciembre de 2011, un juzgado federal de Estados Unidos acusó al colombiano-libanés Ayman Joumaa de financiar las actividades de Hezbolá a través de la venta de 100 toneladas de cocaína al cártel mexicano de Los Zetas entre 2005 y 2007.
La investigación del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos también resalta los vínculos entre los grupos radicales, los cárteles de la droga mexicanos y la guerrilla colombiana de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), para lavar dinero y financiar sus actividades terroristas.
El Departamento del Tesoro ha incluido en su lista de terroristas a cuatro ciudadanos venezolanos por su relación con el tráfico de drogas y el lavado de dinero para financiar a Hezbolá, una nueva muestra de la expansión de la presencia de la organización en América Latina, aunque no hay muchos registros sobre la presencia del Estado Islámico que podría estar utilizando un similar modus operandi.
La posibilidad de que el EI extienda sus tentáculos hacia América Latina es muy fuerte. En diciembre de 2014 el diario español El Mundo publicó sobre la presencia de un connacional, Abu Hudaifa al Meksiki (el mexicano, en árabe), enrolado en las filas del Estado Islámico, y se elevó entonces la posibilidad de que los yihadistas utilicen bancos, organizaciones criminales y fundaciones altruistas en este continente, ya que es la forma como opera Hezbolá en Sudamérica.

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