Simulacros ante el Volcán de Fuego
El riesgo de que el Volcán de Fuego haga erupción movió a las autoridades de Colima a efectuar un simulacro el pasado 24 de noviembre, precisamente el día que concluyó el Congreso Mundial “Ciudades en volcanes”, organizado en la Universidad de Colima y al cual asistieron más de 300 científicos de 42 países. No obstante, la comunidad se molestó porque, dicen, los vulcanólogos no conocen las rutas de evacuación y sólo hacen maniobras de exhibición.
LA BECERRERA, COL.- Alrededor de las 8:40 de la mañana del pasado 24 de noviembre, Everardo Paulino Santos, miembro la brigada local de Protección Civil, hizo sonar en repetidas ocasiones la campana de la iglesia de esta comunidad.
Paulatinamente, la mayoría de los poco más de 300 habitantes se concentró en el Jardín Principal, donde ya esperaban algunas unidades del transporte público para evacuar a la población, ante el peligro generado por el incremento de la actividad volcánica.
Formados en fila, antes de subir a los camiones los lugareños recibieron cubrebocas y sobres con gel antibacterial de parte de personal del sector salud. El operativo, en el que participaron además elementos de la Unidad Estatal de Protección Civil (UEPC), de la Cruz Roja y agentes de la Policía Estatal Preventiva, fue cubierto informativamente por cerca de 30 periodistas de medios impresos, radiofónicos y televisivos, y observado por vulcanólogos de México, Estados Unidos, Europa y Sudamérica.
Después de las 10 de la mañana se marchó el último de los seis camiones y la comunidad se quedó casi sin pobladores. En su calle principal, sólo se podían observar conversando a científicos, a periodistas y a algunos elementos de los cuerpos de rescate.
Horas antes, los miembros del Comité Científico Asesor habían informado a las autoridades de Protección Civil que con base en el monitoreo del Volcán de Fuego, éste había intensificado su actividad con una columna eruptiva, flujos piroclásticos, lahares y un tremor armónico, por lo que se consideró que se estaba presurizando el sistema y era posible que la situación evolucionara hacia un escenario subpliniano o pliniano, similar a la erupción ocurrida en 1913, o un poco menor, pero suficientemente potente para afectar asentamientos humanos. Aunado a esto, se avizoraba la presencia de un ciclón que, según los pronósticos, dejaría mucha agua en la zona.
No obstante, el grupo de científicos se limitó a informar el estado de las cosas, sin emitir recomendaciones, y la decisión de evacuar preventivamente a La Becerrera, población ubicada a 12 kilómetros del cráter del volcán –en una de las franjas de conflicto limítrofe entre los estados de Colima y Jalisco–, fue tomada esa mañana por las autoridades de Protección Civil.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que empezara el retorno de los camiones con la gente que antes se había llevado para alejarla del riesgo. A las 11:38 de la mañana, apenas tres horas después de que sonó la campana de la iglesia del pueblo, regresó la primera unidad y, sonrientes, mujeres y hombres bajaron cargando grandes cajas de cartón.
Se trataba de las despensas, con valor individual de 600 pesos, que la UEPC entregó ese día a cada familia de La Becerrera por haber participado en ese simulacro de evacuación por riesgo volcánico, actividad con la que concluyó el Congreso Mundial “Ciudades en volcanes”, realizado en la Universidad de Colima con la asistencia de más de 300 científicos de 42 países.
El vulcanólogo Juan Carlos Gavilanes Ruiz, miembro del comité organizador del congreso, explica que el simulacro de evacuación de la comunidad se realizó a partir de parámetros simulados por el Comité Científico Asesor, con escenarios superiores a los que se han observado en el volcán desde que hay monitoreo, con “un proceso eruptivo notable, muy diferente a los que hemos tenido en las últimas décadas”.
Aunque en la realidad el volcán se ha mantenido totalmente tranquilo durante los 16 meses recientes, su historial eruptivo de los últimos 450 años lo ubica como el más activo de América, y desde hace más de una década los vulcanólogos esperan una erupción pliniana como la de 1913, que ocurre en promedio cada 100 años.
El director del Observatorio Vulcanológico de la Universidad de Colima, Gabriel Reyes Dávila, dice que si bien en la actualidad el volcán se encuentra dentro del intervalo estadístico de la ocurrencia de una actividad tipo 1913, no es posible estimar ni dar una fecha de cuándo va a ocurrir, pero “debemos estar preparados para cuando haya los precursores, que seguramente los va a haber, poder determinar el tamaño y a un tiempo más adecuado poder decir cuándo va a ocurrir”.
Explica que desde julio de 2011 el coloso se ha mantenido en completa tranquilidad, sin ningún cambio en los parámetros de actividad, luego de que el 22 de junio de ese año tuvo una explosión de magnitud menor a las que ocurrieron en 2005, consideradas las más fuertes de las últimas décadas, sólo superadas por las de la erupción de principios del siglo XX.
Fuegos volcánicos
José Luis Macías, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, señala que el actual ciclo eruptivo del volcán tiene 50 años, después de su reactivación tras su última erupción pliniana, que dejó un cráter con una extensión de unos 400 metros cuadrados y una profundidad de casi 150 metros.
“Las primeras fotografías que hay del fondo del cráter –refiere– son de 1958, pero en ese año ya había lava en el fondo y se fue rellenando; en 1962-1963 la lava trataba de salir y formó un domo que tapó el cráter, en algunos casos se derrama la lava y en otros se rompe el domo violentamente y se forman los flujos piroclásticos.”
En entrevista en el marco de su participación en el congreso sobre volcanes, el académico menciona que la erupción de 1913 se ha utilizado para calibrar los escenarios de riesgo del Volcán de Fuego en caso de un evento más grande, aunque las erupciones hasta ahora han sido más pequeñas.
“De 1962 a la fecha, el volcán ha ido incrementando su actividad paulatinamente, los flujos piroclásticos más grandes que ha producido fueron en 2005, pero de ahí a saber cómo podría continuar la actividad y qué tan cercanos estamos a una erupción como la de 1913, realmente es muy difícil de pronosticar”, precisa.
Nick Varley, responsable del monitoreo geoquímico del Volcán de Fuego, explica que en el cráter todavía se encuentran restos del último domo que creció por cuatro años, del que una parte fue destruida por la explosión de junio de 2011.
Investigador del Observatorio Vulcanológico, Varley expone que a partir de la situación anterior “hay varias posibilidades: El volcán está muy tranquilo, en estos momentos es claro que no hay ningún indicio de magma presente, entonces puede ser que ese domo se quede como está, estable por los próximos meses o años, no sabemos, y una vez que haya un reinicio de la actividad, si sigue el comportamiento de los últimos años probablemente vamos a tener explosiones más grandes”.
Se muestra preocupado por la falta de recursos para la vigilancia volcánica: “Ahorita hay muchas fallas por falta de mantenimiento; hay estaciones sísmicas que no están funcionando bien y yo tengo varios equipos que están en la bodega, porque no hay los recursos para tenerlos instalados en el volcán”.
A su vez, el director del observatorio, Gabriel Reyes, indica en entrevista que son cinco las estaciones sísmicas que se encuentran totalmente dañadas, mientras que esa institución lleva siete años sin recibir apoyo presupuestal del gobierno de Colima para el monitoreo volcánico.
El académico aclara que hasta ahora esa situación no ha afectado las labores de vigilancia volcánica porque actualmente se utiliza el equipo de reserva, pero advierte el riesgo que existe si un instrumento más resulta dañado por el deterioro natural o por alguna descarga eléctrica.
Sostiene: “Estamos cubiertos, pero no tenemos capacidad de respuesta ante una anomalía; si se nos daña otra antena sísmica, entonces ya no tenemos recursos para repararla”.
Reyes Dávila comenta que 2005 fue el último año en que el observatorio recibió apoyo del gobierno estatal y a partir de entonces la institución ha operado con recursos propios de la Universidad de Colima, pero ante la insuficiencia del monto “nosotros tenemos que priorizar las cosas: en vez de hacer mantenimiento preventivo, hacemos mantenimiento correctivo; lo ideal sería tener trabajando los instrumentos al 100%, y a veces están al 90%”.
El investigador menciona que ante esta situación ya se iniciaron pláticas con la administración estatal del gobernador, Mario Anguiano Moreno, en busca de un apoyo anual de 1 millón de pesos para operación de monitoreo volcánico y mantenimiento del equipo.
“Yo esperaría que en el corto plazo ya tuviéramos un apoyo en firme, decidido, por escrito… para allá vamos, creo que lo vamos a lograr”, indica.
La geóloga Lucía Capra, investigadora del Centro de Geociencias de la UNAM, ha dedicado varios años a la elaboración de un mapa de peligros actualizado del Volcán de Fuego, pues el último data de 2003.
En entrevista durante la reunión sobre vulcanología, la especialista señala que una erupción pliniana, como la que se espera, afectaría directamente con flujos piroclásticos, lahares y lava un radio de entre 15 y 18 kilómetros a partir del cráter, donde se encuentran asentadas decenas de poblaciones por las áreas de los estados de Jalisco y Colima.
Según representantes de las oficinas de Protección Civil de ambas entidades, la población que se encuentra en riesgo de sufrir afectaciones directas ante un escenario de ese tipo es de aproximadamente 20 mil personas, que viven principalmente en las localidades de La Yerbabuena, La Becerrera y Quesería, por el lado de Colima, así como Tonila, San Marcos, Atenquique, Zapotitlán de Vadillo y Juan Barragán, por el lado de Jalisco, entre otras.
A juicio de Capra, dependiendo de la dirección de los vientos durante una erupción de esa magnitud, las ciudades de Colima, y Ciudad Guzmán en Jalisco, podrían recibir lluvia de ceniza, la primera con un espesor de 10 centímetros y la segunda de 10 a 15, “provocando muchos daños en infraestructura, a sistemas mecánicos, a los drenajes, sería casi paralizar la ciudad”.
Acciones preventivas
Las autoridades de Protección Civil de Colima y Jalisco se dicen preparadas para afrontar un escenario de riesgo de una erupción pliniana. Germán Pinto Aceves, director de Evaluación y Seguimiento de la Unidad Estatal de Protección Civil de Jalisco, señala que el Plan Operativo Volcán Colima considera a todas las localidades ubicadas en la zona de riesgo, donde se incluye el sistema de alerta masivo, activado desde Ciudad Guzmán, y en cada población existe una alarma pública para que la gente responda de acuerdo a los planes.
En el caso de Jalisco, añade, el plan se divide en tres fases con respecto a todos los escenarios posibles. La primera involucra a 120 personas, que son las que han sido evacuadas comúnmente; la fase dos implica a 400 personas ubicadas en zona de riesgo, y la fase tres, que considera un escenario similar al de la erupción de 1913, requiere desalojar a 16 mil personas.
A Germán Pinto no le preocupa la posibilidad de que los habitantes de las zonas de riesgo se resistan a ser evacuados cuando llegue el momento, pues “la gente ya confía en la autoridad y hemos trabajado desde la crisis de 1999 en modificar el nivel de riesgo aceptable de la población, que está directamente vinculado al grado de conocimiento que tenga de lo que el volcán hace y cuál es su grado de vulnerabilidad”.
Para reducir los tiempos de la evacuación de Juan Barragán, la comunidad jalisciense más cercana al volcán –ubicada a poco más de ocho kilómetros del cráter–, fue reparado el camino de ahí a la población de San Marcos, indica Pinto Aceves.
Otro punto de vista, sin embargo, es el de José Inés Magaña Becerra, expresidente del Comisariado Ejidal de Juan Barragán, quien considera que la ruta de evacuación ofrecida por Protección Civil no es la adecuada.
“Solamente que fuéramos muy tontos tomaríamos esa ruta; se los hemos dicho a gritos, que esos letreros están mal puestos, que si ante una erupción nosotros tomamos el camino a San Marcos sólo hallaremos la muerte, porque vamos a entrar a los ríos de lava: ahí están la Barranca de Beltrán, la de los Cañones y la Seca, son tres ríos de lava”.
En entrevista durante su asistencia al congreso Ciudades en volcanes, Magaña sostiene que la ruta de evacuación segura para la comunidad ante una emergencia volcánica es salir rumbo al rancho Los Machos y al pueblo de Atenquique, pero ese camino no ha sido reparado ni recibe mantenimiento de las autoridades.
–¿Le han dicho a las autoridades de Protección Civil?
–Sí. Y ellos dicen que nos van a avisar con tiempo para que salgamos por San Marcos. Pero, ¿siempre irán a tener tiempo? –se pregunta.
Melchor Ursúa Quiroz, director general de la Unidad Estatal de Protección Civil de Colima, afirma que la dependencia a su cargo se encuentra preparada para afrontar los retos de una erupción mayor.
“En lo que le corresponde a Protección Civil, sí estamos preparados, pero la mayor responsabilidad, la mayor preparación debe ser de la población; a nosotros nos corresponde tener todo lo necesario para la evacuación y dónde albergar a la gente, todo lo relacionado con eso, pero vamos a suponer que tú estás ahí, pero te escondes y no te veo: yo qué culpa tengo, verdad.”
Dice que en la actualidad, el gobierno de Colima tiene disponibles albergues para 22 mil personas en los municipios de Comala y Colima.
Aunque desde 2002 el gobierno estatal realizó un operativo de reubicación de La Yerbabuena, ubicada a ocho kilómetros del cráter, no todas las familias aceptaron salirse del lugar, y según Ursúa Quiroz actualmente permanecen en ese lugar 54 personas.
En caso de una contingencia, dice, “voy a tener lo necesario para evacuarlos, pero si no tengo tiempo o arriesgo mucho mi vida no lo hago, porque cada quien es responsable y respeto el ideal de cada quien”.
Tras considerar un éxito el simulacro de evacuación de La Becerrera realizado el 24 de noviembre, Melchor Ursúa desestima las críticas surgidas por el hecho de que se hayan entregado despensas a las familias que participaron en el operativo. “Fue simbólico, para compensarles algo que hicieron, porque no fue una realidad y si lo fuera habríamos tenido que alimentarlos”, apuntó.
–¿No habría sido mejor que participaran en el simulacro por convicción y no por la despensa?
–Por lo que sea, a mí lo que me interesa es que funcione el movimiento. Están convencidos. Hemos estado todos los años platicando con la gente, desde que empezó esto.
Juan Carlos Gavilanes, miembro del Comité Científico Asesor, señala que las comunidades tienen mucho conocimiento de las amenazas, “no son ningunos tontos, estoy totalmente seguro que la gran mayoría de la gente de las comunidades conoce las amenazas mucho más y mucho mejor que varios de los vulcanólogos que hay en México”.
Sin embargo, el académico estima que hace falta más coordinación con las autoridades, más intercomunicación; por ejemplo, en el caso de las alertas y de los comunicados de emergencia. “Creo que sería muy útil que se hicieran más talleres, planes que incluyeran a las comunidades, que se les tomara en cuenta, a lo mejor no es fácil, pero tiene que ser”.
Advierte que los planes de emergencia en un escenario real pueden no funcionar. “De hecho, la lógica y las ciencias sociales indican que si las comunidades no están incluidas, si no están bien identificadas y si no hay una coordinación, las cosas no van a funcionar, aunque tengan a los mejores pronosticadores de erupciones”.
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