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sábado, 25 de abril de 2015

Jutba de la Realidad

16/10/2003 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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Al Haqq.
Alhamdulilahi al Haqq al Kabir. Las alabanzas son para la Realidad, Única, Inabarcable, Grandiosa… Que Su bárakay Su salam siempre acompañen al profeta (saws) y a quienes siguen su rastro espiritual. Que Allah nos haga comprensibles Sus signos y que nuestros corazones se orienten hacia Él y sean los receptáculos de Su Rahimmasha Allah. Assalamu aleikum:
Cualquier tentativa de explicar el islam está destinada al fracaso por la imposibilidad de expresar una fórmula fija de sometimiento a la Realidad. Precisamente porque la Realidad no se deja atrapar en conceptos o en fórmulas. Siempre las excede.
Si pudiésemos definir la Realidad, podríamos abarcarla con la mente y disponer con ello de una serie de fórmulas de sometimiento. El islam podría así ser explicado de una vez por todas y para siempre.
Pero precisamente lo que constatamos una y otra vez es que la mente no es capaz de definir la Realidad, y empieza y acaba siempre nombrando relatividades y polaridades en un ciclo inacabable de preguntas y respuestas. Comprobamos sin cesar que la mente vive prisionera de los sentidos, que sólo se sostiene en el ver, oir, imaginar, actuar, y en las emociones, en el miedo y en el deseo. Sentimos que esa mente que vive prisionera del shirk no es sino un cuerpo constreñido, una expresión inevitable de nuestra condición de siervos de la Realidad.
Vamos comprendiendo que someternos a la Realidad es, en gran medida, acabar con la tiranía de los sentidos, con la tendencia que tenemos a atribuir realidad a los aspectos y anécdotas de nuestra vida —me encontré con fulano, me duele la cabeza—, un shirk que conlleva la experiencia de una realidad fragmentaria, y por tanto un olvido de lo real, que es Único y sin fisuras, que no tiene momentos ni partes. Nos sometemos a lo real cuando nuestros ver, oir, oler, gustar o tocar se convierten en una experiencia de reconocimiento, de identidad. Nos sometemos a la Realidad cuando reconocemos lo Único, cuando nos miramos en Sus espejos que nos devuelven la plenitud de lo vacío. Ni lo otro ni yo somos reales en sí mismos, sino piezas de un juego cuyo sentido y finalidad sólo comprendemos reconociendo a su Creador.
El sometimiento a la Realidad hace a nuestra mente trascender el círculo vicioso del pensamiento lógico sin quebrarlo, hace que lo consideremos tal y como es: una herramienta en manos de la Única Sabiduría Real, de la Conciencia Única. Entonces el pensamiento se expande fuera del nosotros y abarca el universo entero. El sometimiento a lo real implica que nuestras formas mentales, las imágenes y recuerdos personales, los rostros de nuestro miedo o de nuestro deseo aparezcan como expresiones de las formas puras de ser, como el tayalli de Allah y el dikra de Sus Nombres.
Como no tenemos forma de comprender la Realidad, la adoración o el olvido son las alternativas más inmediatas. Como no podemos comprender la Realidad a pesar de ser lo más inmediato y evidente, la adoramos, reconocemos Su Grandeza y tratamos de acercarnos a ella, reconociendo Su Revelación e interpretándola. O bien, al no poder comprenderla, nos alejamos de ella, como si ello fuera posible, sin poder eludir en ese olvido la necesidad de una respuesta y de un sentido, encontrándola por todos sitios, a cada paso.
El sometimiento consciente y voluntario a la Realidad nos reviste de realidad, nos va tornando luminosamente reales, mientras que la negación y el olvido va disolviéndonos en la inexistencia y en la inconsciencia, en el universo opaco de la realidad, porque no podríamos estar fuera de ella en ningún caso. El Qur’an nos insta constantemente a esta conciencia, por eso reconocemos en la revelación la huella divina, porque sentimos que Allah quiere volvernos hacia Él, hacia una experiencia única, viva e irreproducible.
Siendo musulmanes encontramos salam. La balanza se nivela y los mundos se reflejan unos a otros como una expresión inabarcable de la Realidad, Majestuosa y Bella, Única y sin fisuras. El islam nos hace vivir en la conciencia. Por eso nos equivocamos siempre que tratamos a Allah como si fuese una persona, como si tuviese nuestra propia manera de pensar, cuando en realidad es todo lo contrario: nuestra mente existe en Allah y por Allah, y es para nosotros un misterio. Allah no necesita adaptarse a nuestros deseos, no nos necesita para nada, pero no deja de contemplarnos desde dentro y desde afuera, desde el lugar donde las aguas se juntan sin mezclarse. Las personas de Allah no son los elementos de ninguna trinidad ni de ninguna otra panoplia: son los profetas, los santos, la paz sea con ellos, y los mu’minún, la expresión humana y universal de lo divino, Su tayalli. Y el profeta Muhámmad, sala Allahu aleihi wa salem, consideraba que la expresión humana del sometimiento a la Realidad es la equidad.
Ser equitativo y ecuánime son virtudes básicas de todo musulmán que lo sea realmente, porque expresan la forma humana del sometimiento a lo real, la acción realmente islámica, porque nos alejan de los extremos cerrando el paso a las energías separadoras, a los ídolos creados en nuestra mente, porque el shirk es un desajuste necesario que cesa cuando encontramos el equilibrio, el salam. Ser capaz de pensar y obrar con justicia sólo es posible para quien se libera de los velos de los sentidos y de las emociones, para quien ve y siente con taqua.
Estamos siendo musulmanes, estamos viviendo el sometimiento a lo real. Y nuestra conciencia nos pertenece por una Rahma. Esa es la grandeza que Allah quiere para nosotros, la propia conciencia, la propia vida que emerge entre las cenizas de los seres creados en nuestra mente, las vibraciones que surgen de los nombres y se reflejan en un espejo limpio. Allah Subhana wa Ta’ala limpia cuando quiere el espejo y devuelve la luz a las profundidades, y crea cuando Él quiere la oscuridad y crea la confusión y crea la muerte, y las agota a todas en Él, siempre Viviente y Autosubsistente. Él es el creador de nuestra mente y de nuestros sentidos, y del sentido que tienen para nosotros. Allah es nuestro creador constante e inconstante, consciente e inconsciente, nada hay sino Allah y nosotros no vivimos sino en Allah y por Allah.
2.
Para limpiar el espejo donde nos miramos arrojamos sobre su superficie nuestro aliento, la humedad radical que nos constituye y pasamos luego la palma abierta de nuestra mano. Los espejos se limpian con nuestra humedad, se purifican con el aliento de nuestra vida. Cuando nos miramos en el espejo, cuando nos abrimos al otro vemos nuestra imagen invertida, contradicha e intocable. Nos reconocemos como lo que somos, una imagen, una forma sin sustancia ni identidad reales, y al vernos así encontramos una identidad más verdadera, más alejada de cualquier imagen de nosotros mismos que hayamos podido adorar, subhana Allah.
Pero ¿Cómo hemos de mirarnos en los espejos? Nuestra mirada al otro debe templarse en el medio, ser consciente de que la superficie del espejo no es una barrera sino una puerta, un barzaj. El profeta, la paz sea con él, nos dio como siempre las claves para encontrarnos en el otro, la forma mejor de mirarnos en el espejo, cuando dijo:
“Quien haya tratado a los hombres sin ser injustos con ellos, les haya informado sin mentirles y les haya prometido sin defraudarles, será un hombre cabal y de manifiesta justicia, cuya estima es un deber.”
(Al-ajlaq wal-wa yibat, 121)
Tres aspectos básicos de nuestra relación con los demás, pilares fundamentales de toda comunidad que avanza hacia la Realidad. Y también la expresión humana del hombre y la mujer universales, del insan al Kamil, que en este caso son el hombre y la mujer cabales, Kamulat muruatuh, palabra árabe que, según el profesor Abdurrahmán Sheriff Chergui, es equiparable a Kamal al Ruyuliy, es decir el desarrollo integral del individuo.
Trato equitativo, información veraz y lealtad. Los tres pilares del ajlaq, de nuestra forma de ser comunitarios y universales, de ser miembros de una sociedad y de una naturaleza universales, alhamdulilah.
Lo primero que hemos de hacer es tratar, encarar, escuchar al otro, exponernos a él sabiendo que es un espejo de nosotros mismos que devuelve precisamente la imagen que necesitamos para trascender, la imagen que rompe la imagen de nosotros mismos,alhamdulillah. Y ser equitativos en el trato supone reconocer eso y reconocer que el otro también se está mirando en nuestro espejo. ¡Menuda responsabilidad, subhana Allah, ser espejos unos de otros y todos del Único! No ser un espejo injusto es fundamental. No ofrecer una imagen lamentable y triste, ni triunfal ni una expresión arrogante ni falsa. Y al mismo tiempo tratar al otro, no como nos tratamos a nosotros mismos, sino como Allah quiere que nos tratemos, con conciencia, con humildad y cariño, con agradecimiento, hasta donde alcance nuestro imán.
Así nos vamos tornando cabales, alcanzando el camino de enmedio.
Expresarnos sin mentir, sin actuar, sin representar ningún papel. No somos precisamente los musulmanes muy aficionados al teatro, en general. Nos gusta presentarnos, vivir los hechos tal y como vienen, aunque a veces hagamos representaciones con las palabras, porque, alhamdulilah, no estamos tan distanciados del escenario humano, ni tan condicionados por la historia o por las culturas.
Limpiamos el espejo de la comunidad cuando expresamos nuestra mejor sinceridad. Es parte de nuestro ajlaq, de nuestra responsabilidad illáhica, tayali de Su ámana.
La comunidad se construye con hechos, tratos y palabras. La palabra veraz construye un espacio diáfano donde es posible nuestro sometimiento. Es la dawa más intensa e inmediata, porque la palabra verdadera borra las sombras mentales más persistentes. A mayor veracidad, más firme es el espacio conquistado, más tierra de Al Haqq.
Veracidad que no quiere decir sólo la lógica de lo que decimos, sino la realidad creadora, el inmenso caudal de signos que se concentran en nuestras expresiones, en nuestros gestos y palabras. Lo que desciframos y lo que permanece aún oculto. Todos los universos Le pertenecen.
Leales en nuestros compromisos, lealtad que es la prueba de la realidad e intensidad de nuestro imán. Lealtad es hacer realidad la presencia divina en las relaciones humanas, dar cabida a la expresión divina en nuestras vidas, alhamdulillah. Muy diferente todo ello de vivir con una conciencia meramente materialista de nuestra existencia, aunque por ser claramente un camino medio los aspectos materiales tienen su lugar junto a los morales y espirituales. No hay distinción ni barrera que nos cierren el paso.
Y todo ello para hacernos “seres cabales”, completos, habitantes de la conciencia más pura, seres distinguidos por nuestro Creador, alhamdulilah. ¿No podríamos ser más agradecidos? El profeta, la paz sea con él, nos augura así, una vida social y comunitaria constructiva, un ámbito humano de realización.

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