Tenemos que detener la excusa de que la violencia se ejerce en nombre del islam
Entrevista a Tariq Ramadan, profesor de Estudios Islámicos Contemporáneos en la Universidad de Oxford y en la Facultad de Teología
24/04/2015 - Autor: José Miguel Arrugaeta, Orsola Casagrande - Fuente: Rebelión
Tariq Ramadan es profesor de Estudios Islámicos Contemporáneos en la Universidad de Oxford y en la Facultad de Teología de esta misma ciudad, además de Director del Centro de Investigación sobre legislación y ética islámica de Doha. Nacido en Suiza en 1962, durante el exilio de su familia, sus progenitores fueron importantes figuras de los Hermanos Musulmanes egipcios, su abuelo materno el propio fundador de esta hermandad. Su vida ha estado marcada por una búsqueda vital, como poder desarrollar su identidad de musulmán y europeo al mismo tiempo. En el transcurso de esa odisea se convirtió en un filósofo y pensador musulmán de obligada referencia.
Desde su nacimiento y expansión el islam se caracterizó, durante siglos, por promover la cultura, la ciencia, la tolerancia religiosa y étnica… ¿Qué es lo que ha cambiado para que hoy en día se perciba al islam como algo totalmente contrario a estos valores?
— En ese sentido hay dos cosas importantes: primero, la historia nos está demostrando que no podemos comprender la esencia de lo que está sucediendo actualmente con algunas tendencias a partir de lo que la historia certifica, que durante muchos siglos los musulmanes fueron vanguardia en la ciencia y la filosofía. En todo caso si en la historia hay un momento en que los musulmanes y la religión estaban involucrados en la cultura esto demuestra que muchos fenómenos actuales no son algo intrínsecamente islámico y más bien tiene que ver con una crisis dentro del islam.
Al interior del islam tenemos muchas tendencias y no podemos negar que algunas de ellas se basan en una lectura literal y dogmática, y muy a menudo estas son las personas que están difundiendo más mentiras y recibiendo titulares, por ser precisamente las más violentas. Dentro de esas tendencias, más literales, hay que incluir a países que de hecho son al mismo tiempo aliados de Occidente, por ejemplo Arabia Saudita o Qatar, donde abundan los partidarios de la prédica literal y los tradicionalistas.
Ahora bien, si miramos el cuadro completo veremos que esto no solo está sucediendo en la zona del Golfo Pérsico, sino que también en Asia, África y Occidente, hay musulmanes realmente muy comprometidos, mujeres y hombres, que aportan nuevas respuestas a nuevos desafíos en numerosos campos y no podemos ignorarlos, porque es algo que está pasando frente a nosotros, en campos como la medicina, el derecho, la cultura, la filosofía, la ciencia. Aparecen muchas nuevas respuestas porque nos enfrentamos a nuevos desafíos.
Cuando los medios ser refieren a personas involucradas en acciones violentas relacionadas al mundo musulmán añaden una “denominación de origen”, que no tiene que ver con la nacionalidad, por ejemplo los autores del atentado contra Charlie Hebdo eran franceses de origen magrebí... ¿Cómo valora esta tendencia a remarcar el origen?
— Creo que es algo que no sólo promueven los medios de comunicación, sino que está presente de alguna manera en la arena política, en el debate social. Estamos creando en estos tiempos de manera paralela lo que el sociólogo holandés Willem Schinkel ha denominado “ciudadanía moral” y que yo llamaría “ciudadanía informal”, porque en nuestras sociedades hay diferentes niveles de ciudadanía.
Dependiendo de la forma en que nos comportamos, se nos van añadiendo etiquetas, qué origen tienes, qué religión diferente a la de la mayoría y al final esto significa que hay europeos originarios y verdaderos y otros que si no actúan a la luz de los supuestos “valores” prefijados se les otorga otro status, no en el plano legal, sino en un plano informal, algo así como “ciudadanos extranjeros”, que es un nuevo concepto.
Son ciudadanos pero no completamente, por lo tanto son ciudadanos extranjeros, y cuando hay un problema lo que mencionamos primero es que son musulmanes, africanos, árabes… Esta misma calificación diferenciada está socavando el hecho mismo y cierto de que son europeos.
Después de los atentados de Londres, el 7 de julio en el 2005, ya señalé esta tendencia. Dije que si bien es cierto que los autores tenían padre y madre y que es verdad que la comunidad musulmana tiene que abordar el problema de las interpretaciones religiosas literales con la violencia y el dogmatismo que conllevan, también es cierto que la sociedad británica debe aceptar y reconocer el hecho de que son hijos de esa sociedad. Del mismo modo que cuando un muchacho se convierte en un delincuente callejero no se suele culpar a la madre o al padre, es una responsabilidad más amplia. La manera en que estamos utilizando este concepto de denominación de origen es de alguna manera aclarar que no es verdaderamente uno de nosotros.
¿Eso quiere decir que estamos ante una “ciudadanía” condicionada y cuestionada por sus orígenes o sus valores culturales?
— Como decía no es un asunto de derecho, mi calificación de esta especie de“ciudadanía moral” no se refiere a lo formal, sino que se ha elaborado un listado de valores que debe cumplir cualquier ciudadano, cultural o religiosamente diferente, antes de que se le otorgue el estatus de ciudadano de pleno derecho y correcto.
Aparte de controlar que respeten las leyes y que aprendan el idioma, su vida privada sin duda recibe múltiples influencias, costumbres, formas de vestir, educación familiar, etc…Influencias que son cuestionadas constantemente, pero no se dice nada con claridad, todo es implícito, y tiene que ver con esa especie de "ciudadanía moral o psicológica" que tiene consecuencias muy concretas para las personas. Pareciera que existe una identidad europea estática, permanente, inmutable, y en realidad estas personas suponen cambios y dinámicas divergentes, aportan otros valores y formas de sentir, no comparten o no son parte de una escala de valores supuestamente evidente y que se identifica pública y mediáticamente como la única “europea”. Sus identidades son otras, cambiantes, diferentes en lo cultural, lo religioso o lo personal, y sufren constantemente una discriminación que finalmente no conmueve a una mayoría social que los estigmatiza.
Por un lado se demoniza al islamismo en general pero cuando esos movimientos son políticos, sociales y pacíficos y juegan en democracia, se les ilegaliza o se les desplaza por la fuerza del poder, casos de Argelia o Egipto. ¿Se empuja al islamismo político y social a la ilegalidad y la violencia?
— En realidad este tema no es nuevo, solo hay que mirar lo que ha venido sucediendo en diferentes países. Se va construyendo un prejuicio en torno a una supuesta práctica violenta, a pesar de que se conoce perfectamente que las tendencias políticas y del derecho musulmán incluyen plenamente a los Hermanos Musulmanes. Ya sucedió en Argelia con el FIS y sigue sucediendo actualmente con HAMAS, finalmente cuando ganan democráticamente se les margina o se les ilegaliza.
En realidad hay dos elementos que son importantes. El primero es, por supuesto, la relación con Occidente. Hay una percepción de que esos grupos son muy críticos hacia Occidente, en el sentido que rechazan las políticas occidentales. Sin embargo no siempre es así, porque si analizamos lo que los Hermanos Musulmanes egipcios, que ganaron las elecciones en el 2013, intentaban hacer estaba precisamente marcado por un intento de complacer a Occidente, y me refiero a sus decisiones económicas o a las reformas de las estructuras políticas del país. Y de ahí paso directamente al segundo factor que es relacionado con la percepción de que estas tendencias son muy anti-sionistas, en medio de un fuerte debate en la región sobre quién apoya a Israel y de qué maneras. Además hay una percepción de que esos movimientos son precisamente más peligrosos porque no son violentos, sino más bien pragmáticos.
¿Por que la denominada “Primavera árabe” se ha convertido en una pesadilla?
— Creo que hemos sido ingenuos y el problema es, otra vez, que no estudiamos ni aprendemos de la historia. Lo que sucedió en el Este de Europa o en América Latina. No hemos estudiado la forma en que se puede movilizar a la gente o propiciar que la gente se movilice libremente, pensamos que todo se trata de política, cuando en realidad el trasfondo es más un asunto de economía. La economía, el poder, la estabilidad en la región. Yo incluso diría que en el caso aparentemente exitoso de Túnez, donde la violencia fue más moderada, se permitió la fuga de la vieja casta de poder, fue un fracaso, una rama que escondió la visión del bosque.
Desde el inicio de este proceso yo me temía que pudiese pasar algo parecido al modelo iraquí que yo sintetizo en tres elementos: Desestabilización del régimen político, división de la sociedad en tendencias (tribus, facciones religiosas…) y aseguramiento de los recursos económicos y naturales.
Finalmente si observamos lo que está sucediendo en Libia y en toda la región, desestabilización de Siria, la difíciles situaciones que viven Turquía, Irán, Líbano y ahora mismo Yemen, podemos constatar que es un diseño, que el entonces Presidente de los EE.UU, George W. Bush, denominó “democratización del Oriente Medio” y que consiste en desestabilizar países para obtener una región frágil. Lo mismo sucede actualmente con un régimen fuerte como el de Egipto en medio de tanta fragilidad, un sistema que da continuidad a la era Mubarak porque son los mismo militares, con más violencia, y muy a tono con la actual política israelí en la región.
¿Habla de un diseño de dominación occidental y sionista?
— Sí, yo diría que el objetivo de este diseño es debilitar la región y asegurar los recursos económicos. Sin embargo hay algo que no conseguimos relacionar con la economía y tiene mucho que ver con estas situaciones y que es que cualquier cosa que tenga que ver con la seguridad y el antiterrorismo permite que los EE.UU y la UE estén más presentes en la zona que algunos países emergentes como la India o China. La desestabilización reclama obligatoriamente más seguridad y esto en términos concretos significa más presencia norteamericana y europea, que es exactamente lo que podemos ver en estos momentos después de las llamadas primaveras árabes.
Sin embargo lo que podíamos observar antes de estos procesos de primaveras era una tendencia hacia el Este, hacia China y la India, mientras que lo que podemos constatar ahora es más presencia de los EEUU y EU, algo que también le conviene a Israel, porque no quieren que China o la India se involucren en la región, pues son menos pro-israelitas que las potencias occidentales.
¿Y qué papel juegan en medio de este esquema los grupos islámicos radicales?
— Este fenómeno tiene mucho que ver con lo que venimos observando desde hace al menos 15 años, antes los salafistas evitaban en gran medida todo lo que tenía que ver con la política, de hecho afirmaban ser apolíticos. Sin embargo ahora tenemos una tendencia, primero de algunas organizaciones como Al Qaeda, y ahora mismo el ISIS, que promueven un mayor protagonismo de la mentalidad de los que interpretan literalmente el Corán y al mismo tiempo son los que más involucrados están con la violencia. Una violencia que por cierto no solo está dirigida contra de los intereses occidentales en la región, sino también contra algunos de los intereses de diversos países del Medio Oriente. Sin duda hay tendencias que están pensando que hay una Yihad (guerra santa) global y es gente muy sincera en ese pensamiento, por eso mismo tenemos que ir más allá, para tratar de entender cómo funcionan y por qué están operando de esa manera.
Empezaron en Afganistán y vemos a estos grupos en todos los lugares donde actúan interrelacionados con potenciales económicos, en Afganistán, donde sabemos que hay gas, uranio y litio, en Mali, donde hay uranio y gas, y ahora están presentes en algunos países del Medio Oriente, contribuyendo a la desestabilización de toda la región. Yo diría que debemos abordar la cuestión de la violencia, pero no podemos ser ingenuos, hay que tratar de entender qué objetivos tienen y cuáles van logrando. No estoy nada convencido de que estas tendencias surjan de la nada, por ejemplo sabemos que en Siria fueron apoyadas por el mismo Bashar Al Assad pensando conseguir una nueva legitimidad en la comunidad internacional, algo que de hecho está funcionando.
Tenemos que ser cautelosos y entender a la gente violenta que cree realmente en eso y son sinceros en su actuar, eso es una realidad, están actuando en contra del consenso de la mayoría de la comunidad musulmana, pero también tenemos que ser cuidadosos con la manipulación política de esta tendencia violenta, que sirve de apoyo y justificación a algunas políticas regionales.
En referencia a las políticas regionales que señala, parece adecuado nombrar a un partido islámico gobernante, como el de Turquía, que se ofrece como un modelo aceptable a los ojos de Occidente e Israel.
— Creo que la situación interna y externa de Turquía es sumamente difícil, debemos analizar con profundidad lo que sucede en ese país. Primero en lo que se refiere a su política doméstica nos encontramos con un régimen que en los últimos años ha ido haciendo cosas en función de un progreso social, tratando de mejorar la economía y la situación social. Dicho esto no podemos olvidar que el régimen, y muy especialmente el presidente Erdogan, se ve a sí mismo como una respuesta para todo y por eso está intentando cambiar la Constitución y hasta el sistema parlamentario, para poder ser Presidente y Primer Ministro al mismo tiempo, además es muy evidente que hay muchos problemas con todo lo que tiene que ver con las minorías y las libertades; por lo tanto creo que tenemos que observar la evolución de esta tendencia hacia un poder autoritario.
Un segundo elemento tiene que ver con la política exterior. El primer ministro y ex ministro de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, mantiene una visión de que Turquía debería evitar conflictos fronterizo, lo cual parece bastante inteligente, sin embargo esa expectativa actualmente es un fracaso y en la práctica Turquía juega un feo papel en lo que se refiere a Siria, a los kurdos o a Irán. A todo esto hay que añadirle que la estabilidad y el crecimiento económicos no son ya seguros.
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