Opio yihadista, Mare Monstrum y estado balsámico
El Mediterráneo se llena de cadáveres mientras nos vamos adormeciendo a nivel espiritual, subrayando las diferencias, las identidades y diluyendo la fraternidad, esa conciencia universal compartida
27/08/2015 - Autor: Iman Baraka - Fuente: Webislam
El Estado (anti)Islámico lleva camino de convertirse en el opio que sumerge a Europa en una reconfortante sensación de relajación y éxtasis al comprobar la superioridad de nuestra cultura y democracia frente a la brutalidad y violento primitivismo de los yihadistas.
Ciertamente, la irracional y feroz barbarie que retransmiten en sus hollywoodienses videos actúa como la adormidera, produciendo un prolongado y alterado estado, este con minúscula, de conciencia y una sensación de tranquilidad ante el drama que vive el Mediterráneo.
Manifestamos nuestro horror ante las decapitaciones provocadas por el Estado (anti)Islámico. El mundo entero se agita compulsivamente ante la muerte de un solo periodista occidental, pero cae adormecido e insensible ante la muerte de cientos de personas en el Mediterráneo. Esto es debido a que el delirio provocado por el consumo del opio yihadista, suministrado diaria y generosamente por los medios de comunicación, convierte a los refugiados en emigrantes, a los emigrantes en musulmanes y a los musulmanes en terroristas.
Lo ha denunciado esta semana Al Jazeera: “no son (e)migrantes, son refugiados”. El término “emigrante” se ha convertido en una peyorativa herramienta utilizada para deshumanizar a estas personas y convertirlas en un estorbo, un problema, una amenaza a nuestro bienestar. Y sin embargo, tal y como nos recuerda la ONU, la mayoría de las personas que intentan cruzar el Mediterráneo son sirias, huyendo de una guerra que ha causado más de 300.000 víctimas; y también ciudadanos de otros países en conflicto como Afganistán, Iraq, Libia, Eritrea, Somalia… Corrijamos pues, son refugiados muchos de ellos huyendo de las atrocidades del Estado (anti)Islámico, no emigrantes. ¿A alguien le importa? Seguramente, no.
Bajo los efectos del opio disfrutamos de la belleza y armonía que transmite a nuestras costas el Mare Nostrum, mientras miles de personas solo ven el Mare Monstrum, un fabuloso e insaciable monstruo que, como Escila y Caribdis en la mitología griega, se come a los marineros vivos. En 2015 han sido devoradas casi 2.500 personas, desesperadas almas huyendo de la muerte en precarias naves, más propias de los tiempos de esplendor de la cultura griega, hace 2.500 años, que del s.XXI.
En este Mare Monstrum, no hay lugar para la compasión, solo para unas identidades que, como nos advirtió Amin Maalouf, son siempre asesinas y, quizá debamos añadir también, asesinadas. Miles de personas han muerto este año porque ese opio yihadista provoca, por una parte, islamofobia y una reconfortante (y cínica) sensación de profunda inocencia ante los conflictos que sufre el Medio y Próximo Oriente; y, por otra parte, en otra parte, un catastrófico adormecimiento moral ante los crímenes cometidos en nombre de la religión y una fatal relajación de la verdadera ética y valores islámicos.
El Mediterráneo se llena de cadáveres mientras, poco a poco, nos vamos adormeciendo a nivel espiritual, subrayando las diferencias, las identidades y diluyendo la fraternidad, esa conciencia universal de humanidad compartida. Llega el triunfo de lo material, de lo sensorial y tangible. Vivimos actualmente en una confusa era que busca en la física, en el Bosón de Higgs, la llamada “partícula de Dios” que explicaría cómo se dotó de masa a la materia que existe en el Universo.
Y nos equivocamos de nuevo al confundir la cualidad divina con su esencia. Bajo los efectos de los opiáceos hemos olvidado cuál es esa “partícula de Dios” que dota de masa al Universo y nos conecta a toda la Creación: la compasión.
"No creeréis hasta que no os tengáis mutua compasión". Ellos dijeron: ¡Oh, Mensajero de Allah! Todos somos compasivos. Él dijo: "No es la compasión que cualquiera de vosotros tiene por su amigo, sino que es la compasión por todas las personas".
Transmitido por At Tabarâni.
Si fuéramos realmente musulmanes, cristianos, o simplemente buenos ciudadanos no permitiríamos la muerte de miles de personas en el Mediterráneo. Pero parece que no lo somos. Les empujan allí al mar, y aquí no les dejamos salir del agua.
En este gran drama que vive el Mediterráneo me duele sobremanera la inutilidad de tanto sufrimiento causado en gran parte por guerras sin sentido. Luchan por un territorio, pero en el s.XXI el único territorio a defender y conquistar es el propio corazón, espacio donde se refugian lo sagrado y divino como frágiles secretos frente a las ambiciones y resentimientos mundanos.
Por otra parte, la historia nos ha enseñado que no es posible un Estado Islámico: las identidades y la codicia siempre acaban velando y traicionando los mandatos del Creador. El estado al que aspiramos los musulmanes nunca puede ser territorial, sino espiritual. No es por ello Estado, sino estado. Y no podríamos llamarlo islámico si no fuera balsámico, es decir, que alivie y sane las almas, antes de su gran viaje, con el perfume del Recuerdo.
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