Un doble atentado suicida dejó 80 muertos y 231 heridos en la capital de Afganistán
Mientras los ojos del mundo todavía apuntaban a Múnich, el Estado Islámico volvió a golpear en el corazón de Medio Oriente, convirtiendo a la capital afgana de Kabul en otro foco de terror y muerte. Al menos 80 muertos y 231 heridos fue el saldo final de uno de los atentados más sangrientos cometidos en la ciudad por la organización desde su ingreso al país en 2015, que tuvo lugar durante una manifestación pacífica de la minoría chiita hazara.
A través de su agencia de prensa Amaq, la organización yihadista afirmó poco después del ataque que "dos combatientes del EI" fueron los autores de la masacre, tras detonar sus cinturones explosivos en el barrio Dehmazang de Kabul. Según los servicios de inteligencia afganos, el NDS, "tres asaltantes participaron en el ataque", pero "solo uno tuvo éxito", lo que deja entrever que el balance de víctimas incluso podría haber sido mayor.
"El primero detonó sus explosivos, el segundo lo consiguió parcialmente, pero la explosión lo mató, y los agentes del NDS mataron al tercero", precisó esta fuente.
El ministerio del Interior había indicado inicialmente que el ataque había sido cometido "probablemente por un kamikaze que iba a pie" en medio de la multitud. Pero el presidente Ashraf Ghani evocó poco más tarde "varias explosiones", sin dar más detalles.
El atentado tuvo lugar al final de la marcha pacífica, en la que participaban miles de manifestantes, en su mayoría de la minoría chiita hazara, desde principios de la mañana. Los manifestantes, que marchaban en un ambiente agradable, exigían que una línea de alta tensión en construcción abasteciese de electricidad a la provincia de Bamiyán, la más atrasada económicamente del país, donde vive gran parte de la comunidad hazara.
La magnitud del atentado superó al ataque también reivindicado por el EI en abril del años pasado en la ciudad oriental afgana de Jalalabad, que dejó 35 muertos y 125 heridos, y que hasta ahora era el más cruento de este grupo en suelo afgano.
Una minoría perseguida
La minoría hazara, de unos tres millones de miembros, padeció décadas de persecuciones y miles de ellos fueron exterminados a fines de los años 90 por Al Qaeda y por los talibanes, en su gran mayoría pastunes sunitas, que gobernaban el país.
Estos últimos meses han sido objeto además de secuestros y asesinatos, que levantaron una oleada de indignación en las redes sociales.
La seguridad en Afganistán, país de mayoría sunita, se degradó en los últimos meses, tras la partida del grueso de las tropas extranjeras. Ese empeoramiento de la situación obligó a Estados Unidos a cambiar de planes, para mantener a 8.400 soldados en el país, en lugar de los 5.500 inicialmente previstos.
El general estadounidense Nicholson, comandante de la operación militar de la OTAN Apoyo Decidid", expresó su pésame a los allegados de las víctimas, al igual que la embajada estadounidense.
Para los servicios de inteligencia afganos, los combatientes del EI en el este del país, que fueron blanco de varios ataques aéreos de las fuerzas estadounidenses estas últimas semanas, quisieron responder con el atentado en Kabul.
La operación, según esta fuente, la planificó "el comandante Abu Ali en Achin, en la provincia de Nangarhar", fronteriza con Pakistán y escenario de enfrentamientos.
Condena internacional
Uno de los primeros en mostrar su repudio ante el ataque fue el gobierno de Estados Unidos, que como se mencionara anteriormente, posee una presencia relativa en el país.
En un breve comunicado, EEUU reiteró su voluntad de "seguir apoyando" a sus "socios" afganos para que la paz y la seguridad vuelvan a Afganistán, un país clave para los intereses estadounidenses en la región.
Por su parte, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, también condenó el hecho y pidió que los responsables del "despreciable crimen" sean llevados ante la Justicia.
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