Más unión y determinación para frenar el terror islámico
El atentado del miércoles en pleno corazón de Londres ha vuelto a poner de manifiesto que la guerra santa (yihad) decretada por el Estado Islámico (IS) contra Europa es el principal reto de seguridad al que se enfrenta el continente. Es innegable que vivimos en un conflicto latente en el que están en juego no sólo la vida de los ciudadanos europeos, sino los valores democráticos sobre los que se sustentan el modelo de vida y los sistemas políticos occidentales. No es casual que el mismo día en el que Bruselas conmemoraba el primer aniversario de los ataques que acabaron con la vida de 32 personas y dejaron cientos de heridos en el metro de Maelbeek y el aeropuerto de Zaventem, un terrorista del IS decidiera volver a golpear en una capital europea. Y aunque el alcance de la acción ha sido relativamente limitado, tres muertos y 27 heridos, ha logrado el objetivo de volver a generar un estado de pánico en toda Europa.
Porque una vez más, como ya ocurrió en Niza y en Berlín, se ha evidenciado lo fácil que resulta para el IS cometer atentados sangrientos con muy pocos medios económicos, sin coordinación ni planificación. También en este caso ha bastado un vehículo y un cuchillo para causar tantos daños como podría haberlo hecho un explosivo o un ataque armado. De esta forma, cualquier «soldado del califato», como definió el grupo terrorista al autor del atentado, Khalid Masood, podrá seguir las indicaciones del IS de matar «infieles» de cualquier forma, en acciones solitarias y sin la necesidad de una infraestructura orgánica o militar. «Si no podéis hacer explotar una bomba o disparar una bala», instruye la banda en uno de sus comunicados, «haced lo posible para encontraros con un infiel francés o americano y rompedle la cabeza con una piedra, matadlo a cuchilladas o atropelladlo con vuestro coche, tiradlo por un barranco, estranguladlo, envenenadlo».
Esta forma de actuar, por el bajo riesgo que comporta, se está extendiendo como uno de los principales modus operandi del grupo. Ayer mismo, otro activista musulmán fue detenido cuando intentaba atropellar a una multitud en una calle comercial de Amberes. Al igual que Khalid Masood, de nacionalidad británica, este segundo terrorista también era nacido en Europa, en Francia, concretamente, circunstancia que añade una dificultad más para las fuerzas de seguridad en su tarea de evitar los atentados. Si hace años el principal riesgo lo suponían los yihadistas que habían regresado a Europa después de participar en la guerra de Siria, ahora se trata de los llamados «lobos solitarios», personas nacidas aquí y que se han radicalizado a través del adoctrinamiento recibido por internet o en las redes de captación camufladas en algunas mezquitas. Estas personas, que aunque no utilicen identidades falsas y estén fichadas por los servicios de inteligencia, son muy difíciles de controlar, ya que es imposible establecer un servicio de vigilancia a cada una de ellas. Según el Censo Europeo Contra el Terrorismo de la UE, actualmente existen ficheros sobre más de 65.000 personas sospechosas de tener vínculos con el yihadismo, pero dado que la mayoría son ciudadanos europeos y no han cometido ningún delito, no pueden ser detenidos preventivamente.
Por eso es necesario que se mantenga e incremente la colaboración entre los diferentes servicios de inteligencia de los países miembros, incluso con Gran Bretaña, a pesar de que se encuentre en pleno proceso de desconexión con la UE. En cuestiones de seguridad, todos los países europeos, pertenezcan o no al espacio Schengen o a la UE, deben colaborar en el combate de un enemigo para el que todos los ciudadanos merecemos por igual la muerte.
Pero además de la cooperación internacional en cuestiones de seguridad, el bloque de aliados occidental debe tomar conciencia de la importancia de acabar con el autodenominado califato, que ocupa una importante franja del territorio de Siria e Irak. Es cierto que los bombardeos han debilitado bastante a la organización, que ha perdido el 50% del área que controlaban hace dos años, pero se requiere una actitud más enérgica y decidida para eliminarlo por completo. En primer lugar, para evitar que siga imponiendo la sharia en las ciudades que aún están bajo su dominio y continúe asesinando a las minorías étnicas y religiosas. También, para acabar con su capacidad de organizar ataques terroristas más allá de sus fronteras.
Nuestra seguridad y estabilidad se encuentran amenazadas por un enemigo fanatizado que rechaza cualquier forma de diálogo. Es más necesaria que nunca que Europa se mantenga unida.
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