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viernes, 26 de mayo de 2017

Donald Trump humilla a sus socios de la OTAN

El atentado de Manchester siembra la discordia en la cumbre de la OTAN ATLAS
Estaban preparados para lo malo, para las extravagancias y la superficialidad, pero lo que se encontraron ayer superó todas las expectativas. La primera visita de Donald Trump a la OTAN estaba cargada de simbolismo, y símbolos fueron los que se encontraron Merkel, Macron, May y el resto. Un desastre de relaciones públicas, de comportamiento, de lenguaje. Una humillación pública y una decepción monumental cuando el norteamericano evitó, además, todo compromiso firme con la defensa conjunta.
Trump tuvo la oportunidad por la mañana cuando vio a Tusk y Juncker y al mediodía, cuando comió con Macron, pero esperó hasta tener a todos los líderes juntos, con las cámaras en directo, para hacer lo impensable, reclamarles dinero, y evitar lo imprescindible: dar garantías de futuro.
La OTAN, esa institución que Trump considera "obsoleta", inauguraba el jueves sede nueva en Bruselas con una fiesta organizada básicamente para darle la bienvenida al nuevo presidente estadounidense, para que conozca de primera mano qué son, qué hacen y por qué es esencial que mantenga su fe en ella. En el complejo, espectacular y carísimo, la OTAN ha decidido levantar dos monumentos que sintetizan la razón de su existencia: un trozo del muro de Berlín y otro del World Trade Center.
Un recuerdo de la Alianza Atlántica que nació como paraguas frente a la amenaza soviética y otro de la Alianza más solidaria tras los ataques del 11-S . Por eso, en la ceremonia de ayer, antes de empezar la Cumbre en sí, Angela Merkel y Donald Trump tomaron la palabra. La canciller, que desayunó con Obama en Berlín, hizo un discurso muy aplaudido en defensa de las libertades, de la cooperación y la unidad, apelando a la que fue su experiencia en una Alemania dividida. "No es el aislacionismo y el levantar muros los que nos lleva el éxito, sino las sociedades abiertas", proclamó, un recado evidente al amigo americano.
En cambio, Donald Trump aprovechó el momento de emoción, tras guardar un minuto de silencio por las víctimas de Nueva York y Washington, para afear y humillar en público a todos sus aliados, reclamándoles "ingentes cantidades de dinero" que, en su particular visión del mundo, le deben. "Un acto impropio", según Jorge Benítez, experto en la OTAN del Scowcroft Center on International Security.

Discurso agresivo

Un discurso agresivo, en el lugar equivocado y ante los ojos de todo el mundo. Un discurso que habrá hecho las delicias de Moscú y que además, falta a la verdad. Los aliados se comprometieron hace tiempo a dedicar el 2% de su PIB a Defensa, y no lo están haciendo. Trump ha convertido ese objetivo en una batalla personal, y tiene toda la razón y el derecho a reclamar más inversión. Pero nadie le debe ningún dinero a Estados Unidos, el principal contribuyente.
Ayer Trump sacó el repertorio completo en su función. El lenguaje de adolescente (llamando "perdedores" a los terroristas de Mánchester y calificando el atentado como "una cosa terrible"), el comportamiento asocial (empujando bruscamente al primer ministro de Montenegro para colocarse primero en una foto). Pero sobre todo, dejó muy preocupados a sus socios, porque en contra de lo que la propia Casa Blanca había apuntado en la víspera, no hizo el esperado compromiso total con el Artículo 5. Hubo una mención, "nunca abandonar a los amigos que han estado a nuestro lado", muy vaga e insuficiente para tranquilizar al secretario general y los líderes occidentales. Trump, pese a calificar a Rusia de amenaza, no quiso decir lo que todos, desde Truman, han defendido: que si uno de ellos es atacados, el resto saldrán inmediatamente en su ayuda.
No se trata de meros gestos o palabrería. Las dudas son muy reales. Unas horas antes, ayer también, el presidente del Consejo, Donald Tusk, tras verse en el corazón del barrio europeo con Trump, avisó: "no estoy 100% seguro de que podamos decir que tenemos una posición y una opinión común sobre Rusia", destacó, "pero cuando se trata de Ucrania parece que estamos en línea". Emmanuel Macron, que almorzó con él, fue en la misma línea: "no interpretamos las cosas de la misma manera, pero hemos hablado con franqueza". Un calco del balance del primer ministro belga, Charles Michel.
Los líderes mundiales han decidido tener mano izquierda, en la medida de lo posible. Durante la intervención de Trump, por ejemplo, Macron, Michel y el luxemburgués Bettel no pudieron contenerse y con vistosos gestos faciales cuchichearon entre ellos, sorprendidos por la falta de tacto. Pero en sus declaraciones no buscaron pelea. Tusk, por la mañana, apenas fue un poco más incisivo. "Mi mensaje a Trump ha sido que nuestra cooperación y amistad se sostiene sobre los valores occidentales: libertad, derechos humanos y respeto por la dignidad humana. La tarea más grande hoy es la consolidación del mundo libre alrededor de esos valores y no sólo por de intereses. Valores y principios primero. Es lo que Europa y América deberían decir", explicó en una breve comparecencia.
En la Cumbre, miradas, susurros y consternación. Pero sin réplicas porque hay demasiado en juego. Ni siquiera cuando, una vez más, el presidente trazó un vínculo entre la inmigración y el terrorismo. "Usted tiene miles y miles de personas entrando por sus países y extendiéndose por todas partes, y en muchos casos, no tenemos idea de quiénes son. Debemos ser duros. Debemos ser fuertes. Y debemos permanecer vigilantes", concluyó en una intervención que flirteaba con la xenofobia.
Pero desde su propio país le llegaron críticas. "Un error histórico", según Thomas Wright, de la Brookings Institution, un especialista que lleva meses avisando del peligro de la postura de Trump y de la excepcionalidad que supone su falta de compromiso con el Artículo 5. Nicholas Burns, desde su cuenta de Twitter, fue tajante: "Yo era el embajador de EEUU ante la OTAN el 11-S. Recuerdo el apoyo que nos dieron los europeos. Trump tiene que mostrar el mismo apoyo ahora para contener a Rusia", afirmó. David Kaye, experto en relaciones internacionales, coincidió: "pasé la noche del 11-S en el centro de operaciones del Departamento de Estado. El apoyo europeo llegó a borbotones. Fue impresionante, fue inmediato y fue real". Algo que, para el president, no es lo suficientemente tremendo.

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