De nuevo, un lobo solitario ha sembrado el terror en el corazón de Europa. Al grito de ¡Alá es grande!, un "soldado" del Estado Islámico atacó a varios policías en Carcassonne, al sur de Francia, y se atrincheró en un supermercado de una localidad cercana, donde acabó con la vida de tres rehenes. Hacía meses que la violencia yihadista no desplegaba su actividad criminal en Occidente, aunque todos los expertos habían alertado sobre una nueva oleada de atentados desde que el IS comenzó a retroceder posiciones en Irak y Siria.
La acción militar de los aliados ha logrado arrebatar a la organización terrorista sus principales bastiones en la zona y la mayor parte de los pozos de petróleo gracias los cuáles se financiaba en el mercado negro. Es cierto que el IS aún cuenta con bastantes apoyos en la región, pero ha dejado de llevar la iniciativa. Y esta circunstancia le obliga a poner en marcha una estrategia propagandística para reivindicar su fuerza. Pero a pesar de las sangrientas consecuencias de sus acciones, lo que demuestra el IS con estos atentados es su debilidad. Por ello, las fuerzas aliadas no deben cejar en su lucha para aniquilar los restos de una organización cuyo objetivo es la implantación de lasharía en sus dominios y el exterminio de todos cuantos "infieles" se resistan.
El terrorista, un marroquí de 26 años con pasaporte francés, había sido investigado por la Policía, que lo había incluido en su fichero de activistas radicales islámicos. El trabajo de las fuerzas de seguridad y la colaboración entre los diferentes cuerpos policiales y militares europeos es crucial para prevenir atentados, controlar a los ex combatientes de la guerra de Siria que regresan a Europa y detectar las células durmientes que se encuentran emboscadas en muchas de nuestras ciudades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario