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lunes, 26 de marzo de 2018

Un yihadista de lo más corriente

El camino seguido por Redouane Lakdim, de la delincuencia común hasta el atentado yihadista de Trèbes, ha sido recorrido ya por otros terroristas, pese a las dudas de las autoridades francesas sobre su paso brusco a la acción

Foto sin datar de Redouane Lakdim, autor del ataque en Trèbes.
Foto sin datar de Redouane Lakdim, autor del ataque en Trèbes. AFP
Los ciudadanos franceses aún se preguntan cómo Redouane Lakdim, joven francomarroquí de 25 años, pasó de trapichear y cumplir alguna pena menor a matar el pasado viernes a cuatro personas en nombre del Estado Islámico en el departamento de Aude, en el sur de Francia. ¿Qué tiene que ver el menudeo con droga y la llamada al terror yihadista? Nada, en principio. Al menos así planteado. La cuestión podría reformularse del siguiente modo: ¿por qué el yihadismo se alimenta de estos delincuentes menores? El caso de Lakdim encaja en el de los llamados “yihadistas gángster”, jóvenes tremendamente atraídos por la violencia y la delincuencia que acaban enganchados a la nueva droga dura: el yihadismo del ISIS. Y pese a no ser el de Lakdim el único caso, las autoridades aún se muestran, al menos en la calle, sorprendidas. Una fuente cercana a la investigación le decía esto el viernes al diario francés Le Monde: "Aún hay incomprensión sobre los perfiles mixtos, se sigue pensando que un pequeño traficante no puede ser un yihadista peligroso". Exacto.
Según explicó el ministro de Interior francés, Gérard Collomb, a Lakdim le tenían fichado; había sido condenado por delitos comunes, entre ellos la tenencia de estupefacientes en 2011 y desacato a la autoridad en 2016, y se sospechaba que potencialmente pudiera emprender el camino de la radicalización yihadista, pero ahí se había quedado la cosa. El joven de Carcasona era una página más del fichero policial para la prevención de la radicalización de carácter terrorista. No pensaban que hubiera completado ya ese proceso de radicalización, etapa última antes de pasar a la acción. Es por eso que Collomb le calificó de un tipo “solitario” que había pasado al acto terrorista de forma “brusca”.
El ensayo Temor al vecino, firmado por los expertos en radicalización yihadista Lorenzo Vidino, Francesco Marone y Eva Entenmann, cifra en un 57% los autores de atentados yihadistas cometidos en Occidente desde 2014 que tenían antecedentes criminales. Uno de cada tres pasó por prisión. Y si Al Qaeda se caracterizó por pescar entre intelectuales y radicales con un conocimiento profundo de la religión y su versión más integrista, el ISIS ha abierto el abanico y ha cazado en el mundo subterráneo de las gangs y la delincuencia común. Esto no quiere decir que el grupo terrorista sirio-iraquí tuviera algo que ver con el ataque en Trèbes de Lakdim. Pero sí su ideología. Vence la teoría del francés Olivier Roy sobre las causas del terror entre los jóvenes: no es la radicalización del islam sino la islamización de los radicales. La religión como excusa para perpetrar su último proyecto suicida.
Antes de Lakdim estuvo, sirva de ejemplo, Omar Hussein, el joven danés de padres palestinos que en febrero de 2015 mató a dos personas en Copenhague. Era un joven de 22 años violento, conocido entre los pandilleros de las barriadas del noroeste de la capital danesa –pertenecía a la banda de jóvenes musulmanes los Brothas. Dos semanas antes de atacar, en un acto cultural y una sinagoga, se encontraba en prisión por haber acuchillado en el tren a un joven de 19 años. Se desconoce si fue allí donde se aproximó al yihadismo y simpatizó por el ISIS. Acabó muerto a disparos de la policía tras su ataque. Una vecina del barrio donde vivía Hussein le dijo por entonces al diario británico The Guardian que conocía al muchacho: “Para mí no es un terrorista, es alguien que sentía su vida acabada y quiso finalizarla con un big bang”.
Lo que se sabe de Lakdim es que por un lado tenía algún contacto con un grupo salafista y que, por otro, conocía a un tal Malik M., un delincuente muy activo e involucrado en el tráfico de armas. Algunos comparan su ataque con el perpetrado en París por Amedy Coulibaly, de 32 años, en enero de 2015: este mató primero a una agente de policía y luego a cuatro clientes de un supemercado. Coulibaly entró en contacto con la conocida filial yihadista Buttes-Chaumont en prisión, adonde fue a parar en 2004 por tráfico de estupefacientes y el robo de un banco. También eran bien conocidos por su violencia los hermanos El Bakraoui, dos de los terroristas de la célula que atentó en Bruselas en marzo de 2016. Ibrahim, a la edad de 24 años, fue condenado a nueve de prisión en 2010 por tirotear a la policía durante un robo; un año después, Khalid, que contaba 22 primaveras, fue condenado a cinco años por robo con violencia al volante de un coche. Cuando fue arrestado, tenía consigo un fusil automático Kaláshnikov.

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