¿Se ordena en el Corán que la mano de un ladrón sea cortada? ¿No es éste un castigo demasiado severo?
El robo significa literalmente “tomar algo que pertenece a otra persona del lugar donde esto es guardado”. Se trata de uno de los crímenes básicos cometidos contra el derecho de propiedad. El proteger la riqueza que se origina de forma legítima está entre los principios básicos del Islam. El Islam considera el trabajo y la propiedad como algo sagrado y castiga aquellos que se apoderan de la propiedad de otros injustamente. De este modo, como sucede con todas las religiones divinas y sistemas legales, el robo es considerado como una grave infracción tanto desde el punto de vista legal como religioso.
El robo es una gran traición que daña el corazón del propietario y un crimen que no puede ser aceptado por la conciencia. Este delito ha existido y existe en cada siglo y en todas partes. De este modo, la religión del Islam ha impuesto una pena severa a aquellos que lo cometen con el fin de imponerle un castigo apropiado y prevenir su comisión. Si esta sanción es aplicada, los casos de robo descenderán hasta el mínimo.
El robo ha sido prohibido con prueba en el Corán:
“Al ladrón y a la ladrona, cortadles las manos como retribución de lo que han cometido.” (5:38)
El Profeta dijo:
“La gente antes de vosotros fue destruida porque ellos liberaban a una persona distinguida cuando cometía un robo y castigaban a un pobre cuando lo hacía”.(ash-Shawkani, Naylu’l-Awtar, VII, 131,136).
En ciertos casos y bajo ciertas condicioines, el castigo de cortar la mano es aplicado. En los casos en que este castigo no es necesario, el ladrón compensa la pérdida.
Los juristas musulmanes han discutido en qué condiciones debe ser aplicado el castigo, el efecto de los agravantes y los atenuantes, y el perdón, y han establecido una rica doctrina legal. Para que un acto tenga la consideración de robo, él debe de haber sido cometido de forma voluntaria y deliberada y que no haya atenuantes como presiones o la necesidad, que disminuyen o eliminan la responsabilidad penal.
Las penas en la Ley Islámica se caracterizan como intervenciones obligatorias y finales que se aplican después de que hayan sido tomadas todas las medidas posibles con el fin de prevenir el delito. En ese sentido, hay que tener en cuenta que el principl propósito del Islam no es el de aplicar castigos sino el de tomar medidas que prevengan la comisión de delitos como el robo, y sirvan para educar y orientar a la gente.
Es de gran importancia, para que todos esos esfuerzos tengan éxito, que la educación religiosa, los valores morales generales de la sociedad, las normas legales y las políticas oficiales estén en armonía unos con otros.
Al-lah el Supremo ordenó que el robo se castigado. En estas condiciones, es necesario cortar la mano del ladrón que cometió un robo dentro de la sociedad islámica, que garantizaba sus medios de vida y su protección.
“¡Oh creyentes! Cortad la mano del ladrón y la ladrona, cuyo crimen ha sido probado, sin dudas o excusas, como castigo por lo que han hecho y como medio de disuasión para que no vuelvan a hacerlo otra vez. Ciertamente, Al-lah es Supremo y Sabio. Sus órdenes no pueden ser discutidas. Él juzga de forma sabia. La justicia está a salvo gracias a Su suprema protección y Su castigo está lleno de sabiduría. Al-lah no aprueba la opresión, el tormento y la perversidad. Él nos concedió manos y fuerza para trabajar en favor del bien y la justicia con ellas. Al-lah nos ordena que Le temamos, hagamos esfuerzos en favor del bien, protejamos a los pobres, cuidemos a los necesitados y ayudemos a los débiles, tal como se declara en muchos versos del Corán.
Él convirtió también en fard (obligatorio) para los ricos dar parte de sus propiedades a los pobres y los débiles mediante Sus mandatos sobre el zakat y las limosnas. Un auténtico musulmán no debe desobedecer las órdenes de Al-lah y debe aplicarlas a su vida. Si uno no teme a A-lah y no busca razones para aproximarse a Él, no puede resistir sus bajos impulsos y su deseo de apropiarse de la propiedad ajena.. De este modo, actúa como si Al-lah no lo viera, se rebela contra Sus mandatos y libra una guerra secreta contra Él. Y la mano de este hombre merece ser cortada como castigo.
En este sentido, no hay que pensar que no existe una igualdad entre el crimen y el castigo. En realidad, la pena no es sólo una compensación por la propiedad robada sino también un castigo por la perversidad que subyace en dicho acto.
Mediante el castigo, el ladrón se purifica de la perversidad. Además, Al-lah estima que los que actúan de esta forma merecen tal castigo no sólo debido a Su ira sino también porque hay una sabiduría en él. En una sociedad en la que se aplica esta pena, el robo es eliminado.
Este castigo debe aplicarse de forma justa. De otro modo, si el castigo para una mano que robó algo es el de que sea cortada, consideremos cuál sería pena para alguien que robó una mano injustamente (es decir, que hizo que una mano fuera cortada de forma injusta).
Si un ladrón, ya sea una mujer o un hombre, que perdió su mano por robar algo se arrepiente después de cometer el crimen y mejora su comportamiento, Al-lah aceptará su arrepentimiento porque Él es el Clemente y el Que perdona. Al-lah no le castigará en el Más Allá, sino que tendrá misericordia de él y le perdonará. En este sentido, aquellos cuyas manos sean cortadas y se arrepientan más tarde no deben ser juzgados con malicia por el robo que han cometido antes, sino que han de ser ayudados.
El robo es una gran traición que daña el corazón del propietario y un crimen que no puede ser aceptado por la conciencia. Este delito ha existido y existe en cada siglo y en todas partes. De este modo, la religión del Islam ha impuesto una pena severa a aquellos que lo cometen con el fin de imponerle un castigo apropiado y prevenir su comisión. Si esta sanción es aplicada, los casos de robo descenderán hasta el mínimo.
El robo ha sido prohibido con prueba en el Corán:
“Al ladrón y a la ladrona, cortadles las manos como retribución de lo que han cometido.” (5:38)
El Profeta dijo:
“La gente antes de vosotros fue destruida porque ellos liberaban a una persona distinguida cuando cometía un robo y castigaban a un pobre cuando lo hacía”.(ash-Shawkani, Naylu’l-Awtar, VII, 131,136).
En ciertos casos y bajo ciertas condicioines, el castigo de cortar la mano es aplicado. En los casos en que este castigo no es necesario, el ladrón compensa la pérdida.
Los juristas musulmanes han discutido en qué condiciones debe ser aplicado el castigo, el efecto de los agravantes y los atenuantes, y el perdón, y han establecido una rica doctrina legal. Para que un acto tenga la consideración de robo, él debe de haber sido cometido de forma voluntaria y deliberada y que no haya atenuantes como presiones o la necesidad, que disminuyen o eliminan la responsabilidad penal.
Las penas en la Ley Islámica se caracterizan como intervenciones obligatorias y finales que se aplican después de que hayan sido tomadas todas las medidas posibles con el fin de prevenir el delito. En ese sentido, hay que tener en cuenta que el principl propósito del Islam no es el de aplicar castigos sino el de tomar medidas que prevengan la comisión de delitos como el robo, y sirvan para educar y orientar a la gente.
Es de gran importancia, para que todos esos esfuerzos tengan éxito, que la educación religiosa, los valores morales generales de la sociedad, las normas legales y las políticas oficiales estén en armonía unos con otros.
Al-lah el Supremo ordenó que el robo se castigado. En estas condiciones, es necesario cortar la mano del ladrón que cometió un robo dentro de la sociedad islámica, que garantizaba sus medios de vida y su protección.
“¡Oh creyentes! Cortad la mano del ladrón y la ladrona, cuyo crimen ha sido probado, sin dudas o excusas, como castigo por lo que han hecho y como medio de disuasión para que no vuelvan a hacerlo otra vez. Ciertamente, Al-lah es Supremo y Sabio. Sus órdenes no pueden ser discutidas. Él juzga de forma sabia. La justicia está a salvo gracias a Su suprema protección y Su castigo está lleno de sabiduría. Al-lah no aprueba la opresión, el tormento y la perversidad. Él nos concedió manos y fuerza para trabajar en favor del bien y la justicia con ellas. Al-lah nos ordena que Le temamos, hagamos esfuerzos en favor del bien, protejamos a los pobres, cuidemos a los necesitados y ayudemos a los débiles, tal como se declara en muchos versos del Corán.
Él convirtió también en fard (obligatorio) para los ricos dar parte de sus propiedades a los pobres y los débiles mediante Sus mandatos sobre el zakat y las limosnas. Un auténtico musulmán no debe desobedecer las órdenes de Al-lah y debe aplicarlas a su vida. Si uno no teme a A-lah y no busca razones para aproximarse a Él, no puede resistir sus bajos impulsos y su deseo de apropiarse de la propiedad ajena.. De este modo, actúa como si Al-lah no lo viera, se rebela contra Sus mandatos y libra una guerra secreta contra Él. Y la mano de este hombre merece ser cortada como castigo.
En este sentido, no hay que pensar que no existe una igualdad entre el crimen y el castigo. En realidad, la pena no es sólo una compensación por la propiedad robada sino también un castigo por la perversidad que subyace en dicho acto.
Mediante el castigo, el ladrón se purifica de la perversidad. Además, Al-lah estima que los que actúan de esta forma merecen tal castigo no sólo debido a Su ira sino también porque hay una sabiduría en él. En una sociedad en la que se aplica esta pena, el robo es eliminado.
Este castigo debe aplicarse de forma justa. De otro modo, si el castigo para una mano que robó algo es el de que sea cortada, consideremos cuál sería pena para alguien que robó una mano injustamente (es decir, que hizo que una mano fuera cortada de forma injusta).
Si un ladrón, ya sea una mujer o un hombre, que perdió su mano por robar algo se arrepiente después de cometer el crimen y mejora su comportamiento, Al-lah aceptará su arrepentimiento porque Él es el Clemente y el Que perdona. Al-lah no le castigará en el Más Allá, sino que tendrá misericordia de él y le perdonará. En este sentido, aquellos cuyas manos sean cortadas y se arrepientan más tarde no deben ser juzgados con malicia por el robo que han cometido antes, sino que han de ser ayudados.
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