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lunes, 30 de abril de 2018

Ataque en Duma: un juego de suma cero entre Rusia y EEUU

Tanto Estados Unidos como Rusia quisieran que la crisis en Siria desapareciera, pero parece ser que es inevitable una respuesta militar contenida.
 Ataque en Duma: un juego de suma cero entre Rusia y EEUU
El ataque químico en Guta Oriental el 7 de abril tiene el potencial de convertirse en un punto de cambio en el conflicto sirio y posiblemente llevar a una reevaluación del papel de los estadounidenses en la guerra. El uso de armas químicas en Siria no es algo nuevo, ya que los primeros reportes sobre este tipo de ataques en Guta Oriental datan desde 2013.
El infame ataque en aquel entonces, resultó en un acuerdo entre Rusia y Estados Unidos para eliminar el arsenal de armas químicas de Siria, lo que podría decirse que ayudó Moscú a mantener a Al Assad en el poder.
El taque en Duma ha dado lugar a un escalamiento en Siria que debía producirse hace mucho tiempo. Con la lucha contra Daesh en pleno apogeo hasta hace un año, la rivalidad subyacente entre Estados Unidos y Rusia sobre quién reclamaría la derrota de Daesh ya era visible.
La competencia entre estas dos potencias se intensificó de manera significativa cuando Donald Trump asumió su cargo como presidente en la Casa Blanca y convirtió una guerra de palabras en una disputa de poder.
Ahora que Daesh está en proceso de desaparición y que el gobierno de Al Assad en Siria ya no se ve amenazado por un cambio de régimen, Rusia y Estados Unidos inevitablemente vuelven a caer en la clásica rivalidad de las grandes potencias en el Medio Oriente.
Hay muchas formas en que la competencia entre las potencias pudo haber resurgido en Siria: los dos ya se han enfrentado por la reconstrucción del país. Estados Unidos dejó en claro que su contribución a los esfuerzos de reconstrucción de posguerra está condicionada a un proceso político justo en Siria, que Rusia considera como un enfoque manipulador por parte de un lado que no ha logrado realizar un cambio de régimen en el país.
Sin embargo, lo más preocupante no son las disputas políticas sobre Siria sino una competencia creciente en el terreno entre Moscú y Washington. Desde la caída de Daesh en Al Raqa y Deir ez-Zor, hemos visto la transformación del campo de batalla sirio con tres lados distintos emergentes: los rebeldes respaldados por Turquía en el norte, el SDF respaldado por Estados Unidos al este del Río Eufrates, y el Gobierno sirio apoyado por Rusia.
Como resultado de este proceso, ahora hay menos partidos de combate en el conflicto sirio, pero se han hecho más grandes, lo que facilita negociar y llegar a un acuerdo.
Pero hay una cosa que Rusia ha calculado mal, y es que el norte de Siria se ha convertido en un área de expansión de Estados Unidos en el país, y es algo que pretende utilizar para presionar al gobierno de Al Assad y finalmente rechazar a Irán.
Durante mucho tiempo, Moscú tuvo miedo de ver al SDF como un proyecto de Estados Unidos en Siria, y los estadounidenses han abogado por autonomía dentro de Siria y por su inclusión en el proceso de negociación, algo que tanto Ankara como Damasco han rechazado. Pero la situación ha cambiado radicalmente para Moscú con respecto a Estados Unidos, que ahora utiliza el área controlada por el SDF como un trampolín para su “estado alternativo” dentro de Siria.
El reconocimiento de Rusia de esta situación de facto como una amenaza a la integridad territorial se produjo en la segunda cumbre trilateral que se celebró entre Turquía, Rusia e Irán en Ankara. En otras palabras, la tensión que durante mucho tiempo se ha gestado entre Rusia y Estados Unidos en Siria estaba destinada a tener manifestaciones físicas en última instancia, y el ataque químico parece haber acelerado el proceso.
Tanto Rusia como Estados Unidos se encuentran en desventaja como resultado del ataque químico en Duma y ninguno de los dos será el ganador. Es otro juego de suma cero que se ha convertido en un rasgo característico de la guerra siria.
La administración de Trump no podía permitir que este ataque quedara impune porque era una clara violación de la “línea roja” de Estados Unidos en Siria y no era diferente del ataque de Jan Sheijun hace un año. Sin embargo, el dilema para Trump, es que los ataques dirigidos contra supuestas instalaciones químicas sirias no son eficaces como un elemento de disuasión, sin embargo, eso es exactamente lo que todo el establecimiento militar en Estados Unidos e incluso los rivales de Trump consideran una medida adecuada.
El escalamiento en Siria se produce en el contexto de las discusiones en Washington sobre en qué medida deberían seguir el Ejército estadounidense involucrado en el conflicto sirio. Mientras que el mismo Donald Trump aboga por retirarse del país a su debido tiempo, el Pentágono se opone a esta opción y pide aumentar la presencia de Estados Unidos en Siria.
Una mayor participación militar en suelo sirio significa asumir más responsabilidad por el curso de la guerra que aún no ha terminado y prepararse para una mayor confrontación con Irán y Rusia.
El ataque químico en Duma se convierte en esa ventana de oportunidad que los defensores de la expansión militar podrían utilizar para presionar al presidente estadounidense para lanzar una campaña más amplia contra el gobierno de Al Assad, posiblemente respaldada por otros aliados internacionales. Con el trasfondo de tales consideraciones, la administración de Trump se ve obligada a elegir entre una medida ineficaz y una medida desastrosa, ninguna de las cuales en realidad podría entregar un mensaje necesario a Damasco.
Las opciones de Vladimir Putin en Siria no parecen menos alentadoras en este momento. Los ataques de Estados Unidos contra Siria son desastrosos para Rusia, ya que invitan a algún tipo de represalia, ya sea en el ámbito militar o político. Esta es la diferencia principal entre los eventos relacionados con el ataque químico de Jan Sheijun y el reciente uso de armas químicas en Duma.
En abril de 2017, Moscú no se sintió obligado a responder a las medidas adoptadas por Estados Unidos contra el gobierno de Al Assad, en gran parte debido al temor a la escalada y al hecho de que Rusia podría usar ese ataque a su favor con respecto a Al Assad.
No obstante, Moscú dibujó sus propias “líneas rojas” en Siria durante los últimos años, en parte debido a bombardeos estadounidenses que tenían como blancos militantes ligados a Rusia en Deir ez-Zor a principios de este año. Los legisladores en Moscú consideran la aceptación tácita de más bombardeos en Siria como un reconocimiento implícito de que Bashar al Assad, en efecto, usó armas químicas en Guta oriental. Pero el gobierno ruso no cree que esta sea la realidad, ya que un ataque químico de Al Assad contradice la realidad en el terreno y la inminente victoria de Al Assad en Guta Oriental.
Aunque darle carta blanca a una respuesta estadounidense es una mala idea de por sí, la retaliación podría ser peor. La cuestión para Moscú no es sobre si dispara o no docenas de misiles sobre Siria, lo cual puede hacer, pero ¿Qué ocurriría si una plataforma de lanzamiento estadounidense llegase a ser impactada? Esta fue una opción presentada por las fuerzas armadas rusas hace unos días y es justamente lo que llevaría a una guerra entre Washington y Moscú en Siria.
Otro comodín en este escenario es Israel, el cual entro de repente en escena tras bombardear la base aérea siria, T4, cerca de Homs el pasado nueve de abril. Hasta la fecha, Rusia ha logrado encontrar un balance en sus relaciones con Israel y le ha otorgado suficiente espacio para maniobrar en el sur de Siria cuando su seguridad se encuentra en riesgo. No obstante, la última incursión de Israel causó rechazo en Moscú, porque al hacerlo, Netanyahu se involucró en un conflicto que no tiene nada que ver con Israel.
Lo que Vladimir Putin teme es que Estados Unidos involucre a Netanyahu en un conflicto internacional mayor contra el régimen de Bashar al Assad, lo cual cambiaría la dinámica de la guerra en Siria y limitaría a Rusia. Moscú considera que Israel no debe involucrarse en la guerra y que las incursiones israelíes están sujetas a ser repelidas por Al Assad.
Pareciera que a este punto, ambos bandos quisieran que la crisis se hubiera solucionado, pero los bombardeos estadounidenses eran inevitables. Trump los puede usar para evadir discusiones sobre una expansión militar en Siria, mientras Rusia sigue mostrando su compromiso en mantenerse aliada con Al Assad e Irán. Lo que es crucial para Rusia por ahora es no permitir que su propuesta de una solución política se descarrile, motivo por el cual Rusia puede considerar necesario darle un espacio para maniobrar en Siria a Trump.
*Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan la política editorial de la Agencia Anadolu.
*Daniela Mendoza y Ahmed Fawzi Mostefai contribuyeron con la redacción de esta nota

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