El fracaso de AMLO y de Morena
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La revista Proceso, en su ejemplar de esta semana, trae en portada una foto nada favorable del Presidente electo, con el pie: “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”. Después de no haber publicado nada acerca de la consulta la semana pasada, cuando esta se desarrollaba, el editorial que es esa portada llama la atención.
Proceso es una revista con cuarenta años de vida (42, dice esa misma portada), y ha labrado una reputación de enfrentamiento al gobierno que nadie puede poner en duda. En segundo lugar, ha mantenido una tendencia ideológica afín a la izquierda, con todas las dificultades que esa definición implica casi desde su fundación: ¿defender obreros, sindicatos, migrantes, minorías por preferencia, por clase…?
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Tal vez por eso, la portada de ayer fue considerada por muchos seguidores de López Obrador una especie de traición. Imaginaban que la definición ideológica de la revista mandaba sobre la trayectoria editorial, de enfrentamiento al gobierno. No gustó la crítica al líder, pero especialmente el señalamiento a la falta de proyecto.
En esta columna hemos insistido mucho en ello. López Obrador dedicó más de dos décadas a llegar a la Presidencia, pero sin saber exactamente para qué. Le es fácil identificar enemigos y construir frases llamativas, pero definir aliados y elaborar proyectos no es lo suyo. Su presidencia del PRD se hizo en contra de Fobaproa; su jefatura de Gobierno en el DF, contra Fox y Cárdenas; sus candidaturas presidenciales, contra la mafia del poder. Lo que no ha hecho nunca es tener una idea clara de para qué quiere gobernar. Es lo que Proceso ha hecho evidente ahora, aunque no sé si a propósito.
López Obrador quiere acumular todo el poder posible. No esperaba tener la mayoría en las Cámaras, y por eso había anunciado que sus medidas de cambio esperarían al tercer año de gobierno. Pero los mexicanos le dieron todo el poder, todo, el 1 de julio. No tiene que esperar, pero tampoco tiene qué proponer. Detener el aeropuerto, eliminar pensiones de expresidentes, reducir sueldos, es otra vez lo mismo de siempre: enemigos. ¿Proyectos? Ninguno. Revertir la reforma educativa, frenar la energética. ¿Y a cambio, qué? Nada.
Hace algunas semanas, un inversionista extranjero que me buscó para conocer una opinión independiente, se sorprendía frente a mi interpretación de lo que AMLO buscaba: todo el poder, decía yo. Me preguntaba, ¿y qué va a hacer con eso? ¿Cuál es su proyecto? No pude encontrar una respuesta. Mencioné las becas a jóvenes (los que trabajan, los que estudian, los que no hacen ni una cosa ni otra) y viejos, pero eso es sólo acumular más apoyos. Revertir las reformas o el aeropuerto, o hacer a cambio una refinería y un tren, no son un proyecto de gobierno.
Hay seguidores suyos que creen que el objetivo es transformar de fondo el sistema político mexicano, pero esto no es nada claro. ¿Lo haría siguiendo las ideas de Martí, Yeidckol, Díaz Polanco y otros, aplicando en México el socialismo del siglo XXI? ¿O más bien una socialdemocracia dirigida, como buscan Sheinbaum y los deliberados? ¿O la recuperación del priismo que encabeza Monreal? ¿O una versión de izquierda neoliberal como la de Marcelo? Él mismo, me consta, no tiene proyecto, más allá de la acumulación de poder. Ha construido su historia en contra de, y no a favor de algo.
Ya habíamos comentado con usted que sí debemos prepararnos para el fracaso de López Obrador. Porque no tiene un proyecto claro, porque no tiene una estructura partidista, y porque ahora ha dinamitado su margen de operación. No imaginé que Proceso respaldaría la propuesta de Fuera de la Caja, pero se agradece. Hay que pensar.
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