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viernes, 22 de febrero de 2019

El Estado Islámico desaparece del mapa

El grupo terrorista está a un paso de perder los últimos metros cuadrados del amplio territorio que llegó a controlar

Miles de sus miembros, sin embargo, están escondidos en células por toda Siria e Irak, donde realizan ataques esporádicos

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Presuntos militantes del Estado Islámico llevan en brazos a un herido, en la provincia siria de Deir Ezor, el 22 de febrero del 2019.
Presuntos militantes del Estado Islámico llevan en brazos a un herido, en la provincia siria de Deir Ezor, el 22 de febrero del 2019. / BULENT KILIC / AFP
Han hecho falta cuatro años, seis meses, 17 días y algunas horas más desde que se oficializó su nacimiento para que llegue, ahora, su esperado final. Llevaba años de vida, pero no dio el gran salto hasta entonces: cuando su líder, Abu Bakr al Bagdadi, se subió al balcón de una mezquita de Mosul, la segunda ciudad de Irak, para declararse el califa y llamar a todos los musulmanes del mundo a venir al paraíso terrenal: el autoproclamado Estado Islámico, un amplio territorio repartido entre Sira e Irak.
Nació con pompa, palabras grandilocuentes y en una ciudad milenaria. Muere, sin embargo, en un campo de tiendas de campaña improvisadas entre el polvo del sur de Siria; sus miembros, arrinconados y acorralados en un territorio final de medio kilómetro cuadrado donde, a la desesperada, están usando a 2.000 civiles como rehenes y escudos humanos para retrasar lo inevitable: que las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por  las milicias kurdas, y la aviación estadounidense les borren del mapa.
En las próximas horas Estado Islámico será derrotado militar y territorialmente. «Estamos intentando evacuar a todos los civiles. Si lo conseguimos, en cualquier momento tomaremos la decisión de atacar a los terroristas o obligarlos a rendirse», ha dicho este viernes el portavoz de las FDS, Mustafá Bali.
Todo esto, sin embargo, no significa que el grupo haya muerto. Significa, sí, que el Estado Islámico ha perdido la condición que, hasta ahora, lo había hecho especial; diferente a todos los demás grupos yihadistas que hay en el mundo: el EI tenía territorio, policía, basureros, sistema sanitario, judicial y educativo. Moneda, código civil y penal y gobernaciones y legislaciones propias. Ya no.
Pero el grupo, aunque se anuncie su derrota y Estados Unidos cante victoria para que sus soldados se vayan de Siria, sigue vivo. Varios miles de sus miembros, en los últimos años, han escapado de sus territorios y se han repartido por toda Siria e Irak, donde, casi a diario, lanzan ataques y emboscan a civiles y militares. 
«Todo esto forma parte de una estrategia planteada desde hace años —explica el analista y experto en seguridad Nicholas Heras—. Vuelven a sus raíces, a lo que hacían antes de crear un Estado. Vuelven a las acciones de Al Qaeda»: atentados, secuestros esporádicos y extorsiones a la población.

2017: año fatídico

A Al Bagdadi y los suyos todo les fue bien hasta que llegó 2017. Ese verano, los yihadistas, después de meses de lucha, perdieron Mosul, donde todo había empezado. Tras su liberación, la guerra se aceleró. Irak empujaba al EI hacia la frontera con Siria y, ahí, el régimen de Bashar al Asad y las FDS llevaban a los yihadistas al este.
Las grandes ciudades del EI iban cayendo. En el 2017 se precipitó todo: Palmira cayó en marzo; Mosul, en julio; Hawija y Raqqa, en octubre; Deir Ezzor, en noviembre. Cercados por todos, los miembros del EI quedaron confinados en un pequeño territorio en la frontera entre Irak y Siria.
Allí, sus líderes aguantaron más de un año. La presión, en las últimas semanas se ha precipitado tanto que los últimos miembros del EI quedaron atrapados en un campo al sur del pueblo de Baghuz. A tiro de piedra de las FDS, los yihadistas han intentado negociar una escapatoria, pero los kurdos aseguran no habérselo permitido.

El final

Hasta ahora, los últimos combates se habían parado por la presencia de civiles en un territorio tan pequeño. Los 200 yihadistas restantes en Baghuz los han usado para retrasar lo que ya parece inevitable: que el Estado Islámico, como grupo que controla un territorio, está terminado.
Reparto de pan entre los niños evacuados de Baghouz. / REUTERS / RODI SAID
Pero no los problemas: en las prisiones kurdas hay unos 4.000 yihadistas encarcelados; unos 900 de ellos extranjeros que llegaron a Siria para matar y dejarse morir por el califato. Muchos de ellos son europeos, y sus gobiernos no se deciden arepatriarlos. Si son abandonados en Siria, avisan las milicias kurdas, y la guerra se recrudece, podrían escapar: relanzar el Estado Islámico de nuevo.
«La clave ahora será en cómo se hará para que la victoria sobre el EI sea sostenible en el futuro. Los yihadistas han demostrado ser capaces de aprovechar el caos para renacer. Con el EI derrotado, entramos en una fase muy incierta de la guerra. Todo puede pasar», dice Julien Barnes-Dacey, experto en el conflicto sirio.

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