"Estudiar no es consumir ideas, sino crearlas y recrearlas."
Arte de la portada: Alice Vasconcellos
Por: Paulo Freire
Al compilar una bibliografía, existe un propósito intrínseco: centralizar o estimular en el lector potencial el deseo de aprender más. Cuando una bibliografía no satisface este objetivo, cuando parece que le falta algo, o no supone un desafío para los lectores, la motivación para utilizarla queda debilitada.
Se convierte, pues, en algo inútil, que queda perdido para siempre en los cajones de un escritorio, confundido entre muchas otras cosas.
Existen tres clases de público cuando se desarrolla una bibliografía: las personas a quienes va dirigida, los autores citados y el conjunto de los demás escritores de bibliografías. No es posible compilar una bibliografía copiando títulos al azar o a partir de comentarios. Es más, una bibliografía no debería prescribir lecturas de un modo dogmático; debería suponer un desafío para quienes leen. Este desafío se concreta a medida que se comienzan a estudiar los trabajos citados, y no sólo leyendo de modo superficial u hojeando textos.
En efecto, estudiar es una tarea difícil que requiere una actitud crítica sistemática y una disciplina intelectual que sólo se adquiere con la práctica. Esta actitud crítica es precisamente lo que no genera la «educación bancaria». Por el contrario, lo que ésta procura fundamentalmente es eliminar nuestra curiosidad, nuestro espíritu inquisitivo y nuestra creatividad. Así, la disciplina del estudiante, en relación con el texto se convierte en una disciplina ingenua, más que en una crítica esencial del mismo.
Cuando los lectores se someten a este proceso ingenuo, la lectura se convierte en algo puramente mecánico, y esto, entre otras cosas, provoca la distracción de los lectores, que acaban perdiendo el interés. Lo que fundamentalmente se exige a los lectores es una memorización, y no la comprensión del contenido. En lugar de entender el texto, el
desafío reside en memorizarlo, y si los lectores han sido capaces de lograrlo, han cumplido con el objetivo.
Según una concepción crítica, las cosas son muy distintas: un lector se siente desafiado por el texto en su conjunto, y su objetivo reside en apropiarse de su significado más profundo.
A continuación se incluyen algunos criterios esenciales destinados a desarrollar una actitud crítica durante el acto de estudiar:
a) El lector debería asumir el rol de sujeto de la acción. Si el lector se enfrenta al texto como magnetizado por las palabras del autor, hechizado por una fuerza mágica; si el lector se comporta pasivamente y se «domestica», procurando sólo memorizar las ideas del autor; si el lector se transforma en un «vehículo» de extractos de un texto internalizado, es imposible que se estudie seriamente.
Estudiar seriamente un texto exige un análisis del estudio que llevó a cabo el autor para poder escribirlo. Requiere una comprensión del condicionamiento sociológico-histórico del conocimiento. Y exige una investigación del contenido que se estudia y de otras dimensiones del conocimiento. Estudiar es una forma de reinventar, re-crear, reescribir; y ésta es la tarea de un sujeto activo. Es más, con un enfoque así, el lector no se puede separar del texto porque estaría renunciando a su actitud crítica respecto del mismo.
Dicha actitud crítica en el estudio es la misma que se necesita al afrontar la realidad (es decir, el mundo real y la vida en general), una actitud de cuestionamiento interno a través de la cual se comprenden cada vez más las razones que existen tras los hechos.
Estudiamos más a fondo cuanto más luchamos por alcanzar una visión global, para aplicarla al texto, diferenciando las dimensiones que la componen.
Al delimitar estas cuestiones centrales que en su interacción constituyen la unidad del texto, el lector crítico se verá sorprendido por la matriz de temas que no siempre se encuentran explícitos en el índice de un libro. La demarcación de estos temas también debería obviamente incorporar el marco de referencia del lector activo.
Cuando leemos un libro, los lectores activos deberíamos ser receptivos a cualquier pasaje que dispare una reflexión más profunda sobre cualquier tema, aun cuando no sea el tema principal del texto. Si intuimos una relación posible entre el pasaje que hemos leído y nuestros intereses, en nuestra condición de buenos lectores deberíamos concentrarnos en el análisis del texto, buscando una conexión entre la idea principal y nuestro propio interés. No obstante lo cual, existe un prerrequisito: debemos analizar el contenido del pasaje, recordando lo que le antecede y lo que continúa, para no traicionar el pensamiento global del autor.
Una vez que establecemos el punto de relación entre el pasaje que estamos estudiando y nuestro tema de interés, deberíamos apuntarlo en una ficha, con un título que lo asocie con el tema específico de estudio. Dado que un texto escrito nos ofrece esta posibilidad, deberíamos tomarnos el tiempo de reflexionar sobre el pasaje. Después podemos continuar leyendo, concentrándonos en todos los demás pasajes que nos susciten una reflexión más profunda.
En última instancia, el estudio serio de un libro, o de un artículo, no sólo implica aprehender críticamente su contenido básico, sino asumir también una aguda sensibilidad, una permanente inquietud intelectual y una predisposición a la investigación.
b) En suma, el acto de estudiar es una actitud frente a la realidad. En razón de lo cual, no puede reducirse a la relación entre el lector y el libro o el texto.
De hecho, un libro refleja la confrontación de su autor con la realidad. Expresa dicha confrontación. Incluso cuando un autor no presta atención alguna a la realidad concreta, estará manifestando su propia y especial manera de enfrentarse a ella. Por encima de todo, estudiar es pensar sobre las vivencias, lo cual constituye la mejor manera de pensar adecuadamente. Aquel que estudia jamás debería perder la curiosidad por las otras personas y por la realidad. Hay quienes formulan preguntas, hay quienes tratan de encontrar respuestas y otros que continúan buscando.
El hecho de preservar esta curiosidad nos ayuda a sacar ventajas de la misma y a ser habilidosos. De esta forma empleamos lo que hemos aprendido del enfrentamiento con las vivencias cotidianas y del diálogo.
Las ideas que a menudo se nos «imponen» mientras caminamos por la calle constituyen de hecho lo que Wrigt Mills denomina un archivo de ideas. Estos destellos, cuando están correctamente archivados, constituyen verdaderos desafíos a los que deberíamos atender. Cuando los convertimos en pensamientos más profundos, casi siempre se convierten en los medios de una reflexión más plena a la hora de leer un texto.
c) El hecho de estudiar un tema específico nos exige, cuando es posible, estar familiarizados con una determinada bibliografía, ya sea sobre un tema en general o sobre el área de nuestras investigaciones en ese momento.
d) El acto de estudiar supone una relación dialéctica entre el lector y el autor, que se refleja en los temas tratados.
Esta dialéctica implica el condicionamiento histórico, sociológico e ideológico del autor, que por lo general no coincide con el del lector.
e) El acto de estudiar exige modestia.
Si realmente asumimos una actitud modesta, compatible con una actitud crítica, no deberemos sentirnos tontos cuando nos veamos enfrentados a grandes dificultades al tratar de discernir el significado más profundo de un texto. No siempre es tan sencillo entender un libro. Siendo modestos y críticos, sabemos que un texto puede a menudo estar más allá de nuestra capacidad inmediata de respuesta, porque constituye un desafío.
En tal caso, lo que deberíamos admitir es nuestra necesidad de estar mejor capacitados, para poder volver al texto entonces. De hecho, de nada servirá pasar a la página siguiente, si no podemos entender la que estamos leyendo. Por el contrario, debemos dedicarnos a desentrañar sus misterios. La comprensión de un texto no es un don que pueda sernos otorgado por otro. Exige paciencia y dedicación por parte de quienes lo consideran problemático. El acto de estudiar no debería medirse según la cantidad de páginas leídas en una noche, o el número de libros leídos en un semestre.
Estudiar no es consumir ideas, sino crearlas y recrearlas.
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