Todo lo que toca lo corrompe.

Y es que López Obrador empezó por corromper a la llamada izquierda mexicana, a cuyos políticos y dirigentes les impuso el camino del dinero fácil, de la transa, el moche y la extorsión.

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Luego corrompió al Partido de la Revolución Democrática y a todos los gobiernos y legisladores surgidos de ese partido.

Corrompió a todo el gobierno del DF, entre los años 2000 y 2005.

Corrompió al partido Morena desde su nacimiento y luego a lo largo de sus primeros años, hasta convertirlo en el más eficiente “narco-partido”.

Corrompió a militares de alto rango de la Sedena para convertirlos en serviles a su dictadura y en la nueva “casta divina” de potentados que se enriquecieron con el desfalco de dinero público.

Corrompió a los altos mandos de la Marina Armada; cuyas corruptelas han costado la caída de siete helicópteros, no pocos de ellos derribados por las bandas criminales a las que disputan los jugosos negocios del narcotráfico.

  López Obrador también corrompió a medios y periodistas, para callar sus fracasos de escándalo y su demencial destrucción de la democracia mexicana. 

Pero acaso uno de los actos más cuestionables de corrupción por parte de López es la traición a la memoria de la represión más brutal vivida en el último siglo por los ciudadanos.

En efecto, la ambición de poder sin freno desatada por AMLO en torno a su claque y su prole corrompieron por igual a los pocos sobrevivientes “Del 68 mexicano” que a muchos de los jóvenes de hoy.

Y es que al momento de redactar el presente texto, miles de jóvenes y viejos marchan por las calles de la capital del país, en conmemoración de quién sabe qué mezcolanza histórica.

¿De qué se trató la movilización de hoy, 2 de octubre del 2022, en las principales calles y avenidas de la CDMX?

¿Vimos la celebración de que el gobierno de Obrador tiene de nuevo a los militares, los marinos y los guardias nacionales en las calles?

¿O acaso fue la celebración de que los pocos herederos vivos de aquel “68 mexicano” terminaron siendo corrompidos por las mismas prácticas que utilizaron Días Ordaz y Luis Echeverría hace 54 años?

Lo cierto es que hoy se cumplen 54 años de una gesta histórica, sin duda, que llevó a los jóvenes mexicanos –de entonces–, a exigir la vigencia de libertades elementales.

Un reclamo que hace más de medio siglo fue reprimida a macanazos, con la cárcel, con la desaparición forzada y la muerte de un número aún no identificado de jóvenes.

Lo paradójico es que el México de hoy –54 años después de aquel 2 de octubre de represión y muerte–, no es muy distinto a la militarización impuesta por López Obrador medio siglo después.

El México del autoritario represor AMLO es incluso peor que los sexenios de los criminales Díaz Ordaz y Echeverría Álvarez, ya que hoy la represión y la violencia de Estado se consigue mediante la pobreza, la dádiva y la carencia de atención médica de calidad.

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Hoy, en los tiempos de AMLO, la represión está a cargo de los brazos criminales del Estado –como las bandas del crimen organizado–; alianzas perversas que no sólo son avalada sino aplaudidas por los “sesentayocheros” como Pablo Gómez, Alejandro Encinas y muchos otros herederos como Claudia Sheinbaum, Martí Batres y decenas más de lacayos de López que por dinero y poder ya olvidaron aquello que los llevó a la lucha social.

Sí, López Obrador también corrompió al “2 de octubre mexicano” y no pocos jóvenes de hoy quienes más que condenan a los gobiernos autoritarios de hace más de medio siglo, aplauden al gobierno sátrapa que hoy militariza al país.

Y esa es la verdadera tragedia del 2 de octubre.

Se los dije.