La nueva victoria de Hezbolá
El primer ministro israelí, a regañadientes, apareció en el aire el martes por la noche para anunciar un alto el fuego en el Líbano después de que sus fuerzas no lograran ocupar ni una sola aldea en el país árabe a pesar de la brutal agresión durante más de dos meses. Al mismo tiempo, miles de libaneses comenzaron a regresar a sus hogares en el sur, de donde fueron desplazados. Los retornados llevaban banderas de Hezbolá y fotografías de su secretario general, el mártir Sayyed Hassan Nasralá.
Se necesitaron menos de dos meses de las operaciones más sofisticadas del movimiento de resistencia libanés Hezbolá para obligar a Benyamin Netanyahu y otros dirigentes sionistas a implorar un alto el fuego.
A pesar de las mentiras de Netanyahu, buscado por crímenes de guerra y contra la humanidad en Gaza, su declaración no tuvo credibilidad ni siquiera para la mayoría de los israelíes, que no han creído en ningún momento sus afirmaciones de supuestos logros en esta guerra. Bombardear viviendas y matar a civiles no es una victoria, sino una vergüenza que hay que añadir a los fracasos y derrotas en el campo de batalla del sur del Líbano.
Las operaciones Jaibar de ataques en la profundidad de la entidad sionista jugaron un papel clave para que “Israel” arrojara la toalla. Los misiles y drones de Hezbolá han caído sobre instalaciones sensibles en el interior de los territorios ocupados, incluyendo bases aéreas, navales y de unidades terrestres y de inteligencia. El golpe del 13 de octubre, cuando decenas de soldados israelíes de la Brigada Golani resultaron muertos y cientos más gravemente heridos en la base de Benyamina fue muy signiticativo.
Los combatientes de Hezbolá dispararon asimismo andanadas de misiles contra la base de Glilot, que alberga la Unidad de Inteligencia Militar 8200 y el cuartel general del Mossad en las afueras de Tel Aviv, así como la base aérea Sde Dov. La base naval de Stella Maris, cerca de Haifa, fue asimismo atacada y muchas otras bases e instalaciones militares sufrieron estas operaciones en múltiples sitios de la entidad sionista. Los ataques con drones tomaron incluso como blanco la residencia de Netanyahu en Cesarea el 29 de octubre y la del del jefe de la Fuerza Aérea israelí, general Tomer Bar, el 18 de noviembre. Estos ataques bien coordinados reflejaron una estrategia clara, que demuestra un control total sobre la dinámica del campo de batalla y evaluaciones exhaustivas de la situación.
Dichos ataques diarios llevaron a millones de israelíes a huir a refugios y supusieron un golpe para la economía israelí, al quedar paralizados los negocios y actividades y verse interrumpido el tráfico aéreo. Los asentamientos del norte de los territorios ocupados también fueron objeto de ataques desde hace más de un año, provocando el desplazamiento a decenas de miles de colonos.
Todo ello, ha dejado además en ridículo a los sistemas de defensa aérea israelíes, incluyendo la famosa Cúpula de Hierro, que ha cosechado un fracaso rotundo al ser incapaz de interceptar misiles, cohetes o drones de Hezbolá que han continuado atacando la entidad sionista cada día y provocando numerosos daños a instalaciones e infraestructuras.
El pasado 25 de noviembre, Hezbolá llevó a cabo un récord de 51 operaciones contra la entidad sionista apuntando a sitios militares en Tel Aviv, Haifa y otras partes de los territorios ocupados con precisión quirúrgica. Así, el régimen se dio cuenta de que la continuación de la guerra contra el Líbano habría convertido a Haifa en otro blanco de ataques continuos, como ocurrió con el asentamiento norteño de Kiryat Shmona. La Resistencia Islámica en el Líbano ha estado bombardeando Haifa hasta el punto de que este centro industrial clave de la ocupación sionista quedó a oscuras, algo que incluso los medios de comunicación israelíes admitieron.
Estas campañas de bombardeo exitosas en los centros neurálgicos de Tel Aviv y Haifa en respuesta a los ataques aéreos sionistas en Beirut no eran algo que Netanyahu y sus socios criminales hubieran previsto. En total, se dice que los ataques de Hezbolá han destruido o dañado unos 9.000 edificios en los territorios ocupados.
Otro factor decisivo para que Netanyahu aceptara el alto el fuego fue el fracaso de su agotado ejército en el sur del Líbano en lo que pasará a la historia como la madre de todos los intentos fallidos de invasión. Frente a los combatientes de Hezbolá, el ejército israelí no pudo controlar ninguna localidad en el Líbano y su actuación fue mucho peor que en la Guerra de Julio de 2006, siendo incapaz ahora de penetrar ni una cuarta parte del territorio en el que entró en aquel año. Frente a los ataques de la resistencia con misiles, cohetes y drones, el ejército israelí fue incapaz de tomar localidades como Al-Jiam, Al-Bayaba o Shama. Los gritos de soldados heridos y asustados israelíes quedará en el recuerdo de los combatientes de Hezbolá, que fueron testigos de su huida y de los intentos desesperados de evacuación de muertos y heridos. En total, el ejército israelí ha sufrido en este escenario más de centenar de muertos y miles de soldados heridos, muchos de ellos muy graves, a lo que hay que sumar varias decenas de tanques Merkava destruidos en el sur del Líbano.
Muchos otros soldados han sido eliminados y heridos en campañas de bombardeo sobre bases militares sionistas y asentamientos cercanos a la frontera.
Los alcaldes de los asentamientos sionistas ilegales del norte ya han dejado claro que los colonos no volverán por miedo a la resistencia libanesa. Se han unido al coro de otros responsables y expertos sionistas que reconocen la derrota que esto supone. Solo un lado, los libaneses, está regresando a sus hogares y solo un lado está celebrando la victoria.
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