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martes, 6 de septiembre de 2011

Acerca del Coito

Acerca del Coito
Salud - 01/09/2001 0:00 - Autor: Muhámmad B. ’Abdallah al Jatib - Fuente: Verde Islam 16
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Etiquetas: coito, funciones corporales, sexualidad

Acerca del Coito
Decimos: el coito es causa del florecimiento del mundo del ser y de la corrupción y labranza de la primera existencia, mediante el deseo carnal, en la continuidad de las especies y la necesidad de su sucesión, como medio para la multiplicación y la reproducción.
Por la sabiduría de Dios, se idolatra, conoce y se abarca su bondad, y las criaturas afianzan su fe en Dios, ¡bendito sea Dios, Señor de los mundos!
No nos avergüenza extendernos abundantemente en esta cuestión ya que, necesariamente, la religión exige el disfrute de los esposos, instando al crecimiento y multiplicación de la familia y al enriquecimiento de la sabiduría.
Por eso, el Legislador ¡Dios le bendiga y salve! dice todo esto:
“Tres cosas de este mundo me han sido particularmente caras: las mujeres y los perfumes, y el consuelo de mi corazón ha sido la oración”.
De esta frase surgió un hadiz sobre Dios y otro sobre las mujeres. El hadiz sobre las mujeres incita a la multiplicación para alabanza de Dios.
El coito lleva a término su objetivo natural mediante un neuma que es impulsado desde el corazón hasta el exterior. El movimiento impulsor es activo y dilatado y se pone en acción por un movimiento activo, violento, aparente y alegre.
Tanto en sueño como en vigilia es lo normal que tenga su origen en baños abundantes, recuerdos e imaginación. Entonces, el órgano se hincha —lo mismo que el aire distiende el extremo del odre del vino—, alcanzando una tensión que le posibilita la penetración y la descarga. Este movimiento va seguido de una humedad procedente, sucesivamente, del hígado, el cerebro y los testículos, primero por atracción, posteriormente por calidez. Es el semen que llega procedente del cerebro hasta los testículos, en los que adquiere la lisura suficiente y se asimila a la propia naturaleza de aquéllos, sustituyendo la forma de lo sanguíneo. Esta humedad, respecto al hombre, está en la misma relación que el grano con la planta. Y así como éste representa, en potencia, la plena realización de aquélla, hasta que se coloca en la tierra fresca y surge entonces la planta, de potencia a acto, así también, esa humedad se halla en el hombre en potencia y, cuando se deposita, es la semilla y el grano en la labranza del útero, del que, una vez terminada la formación, surge el hombre existente en potencia, en acto. ¡Alhamdulillah!.
Es de vital importancia para el cuidado de la salud mencionar los efectos beneficiosos y nocivos que el coito puede proporcionar según cada individuo, complexión, momento o situación y que seguidamente vamos a exponer ¡Insha Allah!
Sobre los efectos saludables del coito

El coito reduce la plétora, da vitalidad al espíritu —lo mismo que el campesino se alegra cuando introduce la semilla en la tierra húmeda—, calma la cólera, restablece el pensamiento alterado debido a la acumulación de vapores en aquellos individuos en los que el semen excede —lo cual les lleva a un estado de enajenación mental y enojo patentes con las mismas características de la pasión amorosa por combustión de la semilla—, y sosiega la pasión oculta.
Por consiguiente, cuando la semilla es arrojada, surge, por su expulsión, la curación al ocuparse de la generación y demás cosas. Otros efectos son aligerar la pesadez de cabeza, clarificar las sensaciones enturbiadas y cooperar con los órganos en la nutrición, favoreciendo en mayor medida a los cuerpos robustos, crasos, de venas dilatadas, de color rúbeo y con mucho vello en el pecho.
El abandono del coito puede ser causa de vértigo, oscuridad en la visión, dolor de uréteres —en la mujer, de sofocación del útero— y tumores en los testículos.
Se enumeran entre sus contraindicaciones: inapetencia, ojeras, debilidad en la visión, desecación de la humedad del nervio, formación de espasmos y embotamiento, pérdida de la fuerza, agotamiento, desgaste y envejecimiento del cuerpo, intensificándose estos signos en los cuerpos secos, conduciéndoles al quebrantamiento y al marasmo.
Es perjudicial la práctica del coito en personas delgadas, enfermizas, convalecientes, ancianos y de nervios debilitados, en momentos de fatiga, hartura o vaciedad, resultando aún peor en el último caso. Asimismo, tampoco se debe efectuar cuando existiere tristeza, cansancio o exaltación de ánimo, debido al movimiento en exceso, rubor y temor, puesto que son contrarios al movimiento del neuma —acabamos de decir cómo el movimiento del coito va desde el neuma hacia el exterior y tales movimientos o bien dejan huella o bien van acompañados de ojeras—.
Es nocivo por otra parte realizar el coito durante el baño, porque induce a una mayor disolución. Y todos aquellos a los que el coito les perjudique, evitaran fatigarse, la flebotomía y la exudación, al mismo tiempo que se ayudarán con la ingestión de alimentos que incrementan el semen, reanimarán el ánimo con perfumes y procurarán descansar y dormir.
Sobre las cosas que facilitan el coito y lo contrario
Decimos: las primeras pueden ser corporales o síquicas. Y entre las corporales se citan la mejor calidad de los alimentos, la ingestión de los medicamentos mencionados y específicos para esto, la vida muelle, el incremento de la sustancia y del semen, la satisfacción, los perfumes y la alegría, la buena vida, los baños equilibrados, los vestidos suaves y la alternancia entre diversos supuestos, pudiendo suceder que se aborrezca algún aspecto y se tienda a otro.
Son causas síquicas: la destreza en evitar la vergüenza, abrir las puertas de la sinceridad, dejar el pudor e iniciar el cortejo, el enredo, el alterne, la prolijidad en la acción antes del comienzo, la puesta en práctica de la conversación antes del acto, el galanteo de las redes del flirteo, coger los dedos de la solicitada, reiterar los mensajes, la risa de los ojos, los guiños y mostrar el deseo.
Ayuda también la feminidad que se muestre, la coquetería y el refinamiento, el recato, la vacilación, el desvío, la inclinación, el sufrimiento, el llanto, el cansancio, el mordisco, el parpadeo, la transparencia de los vestidos dejando ver los miembros y su recogimiento por la parte inferior, el rechinamiento de dientes y la desnudez de cuello y nuca.
Y entre lo que mueve a la reflexión y despierta a la imaginación, se enumeran la prolijidad del coito y el pensar en él y en sus situaciones, la variedad de sus formas, como las distintas formas de refinamientos, el bienestar, las hermosuras del lujo, las estatuas de las cámaras privadas y de los vestíbulos con pechos rellenos y mejillas acicaladas, las galas suntuosas, los perfumes excelentes, las joyas valiosas, la elegancia que incita a exquisiteces ocultas y límites lejanos, los brazaletes de los miembros y ajorcas, las palabras dulces, las tendencias maliciosas y los significados sutiles.
Las mujeres árabes del desierto, bien experimentadas, y las huríes del paraíso con colores rojos y de cinturas delgadas y esbeltas, las gargantas adornadas, los labios melados y los ojos grandes, con su perfume característico y apto para todas las naturalezas, de movimientos suaves, espíritus nobles, significados amables, vulvas secas, besos suaves y nariz recta.

Las occidentales, con cabellos negros, rostro bondadoso, sonrisa dulce, labios melados y rojísimos, de matiz oscuro, muñecas cuya belleza perfeccionan los espejos y el dibujo añil del tatuaje.

Las cristianas, de blancura diáfana, pechos movedizos, cuerpos delgados, grasas equilibradas, carnes soberbias en edificios estrechos de brocados, cuerpos y espaldas embellecidas con hermosas alhajas y abalorios preciosos, que varían por la rareza de lo extranjero y engatusan con la consideración extraordinaria de la nostalgia.

Se imagina el goce y la perfección del coito, hasta el punto de que las disposiciones naturales se concentran, se expulsan las substancias y se ponen en movimiento los órganos del apetito sexual por obediencia a la imaginación.

Muchos que necesitan de estímulo se ayudan con el recuerdo, la conversación y de la función de la palabra, y hasta del trato directo con animales, cuando están en celo, y el tomar palomas domésticas en las casas por su buena influencia para excitar los deseos de sus esposas, dando vueltas a su alrededor, bailando, haciendo contorsiones y besándose entre sí.
Dicen algunos: la paloma enseña al hombre la pasión.
Cosas similares a éstas son las que más ayudan al coito, por lo que se refiere al pensamiento y a la imaginación. Lo peor para el coito es la ancianidad, la enfermedad y la extenuación impropia de la edad, la fornicación, la menstruación, los pocos años, la fealdad y el parto.
Dicen otros: la fornicación debilita paulatinamente.

Sobre las formas del coito y el momento adecuado para la procreación

Las formas del coito son múltiples. A saber, de cuclillas, como se ponen erectos los animales y entrelazados sentándose; inclinados sobre el rostro y en paralelo, y levantando una sola de las piernas; de pie y alzándose la mujer, etc. Sólo supera al yacer sobre el vientre el apoyarse en las extremidades, porque es más apropiada y fácil la rectitud de los órganos de contracción y el ejercicio de la parte frontal. Además, se suceden también miradas, señales, conversaciones, formas de ojos y guiños que despiertan el deseo y situaciones que ayudan. Después viene el reposo que sigue a la palabrería y que no va acompañado de miradas, una vez que le han precedido los juegos, succiones, unión, olfacción, trenzado de dedos y manos, besos por todo el cuerpo y en forma descendente también en mejillas, ojos, cuello y pechos, y el dejar caer los cabellos; luego, la cabalgadura y el contacto de unos miembros con otros, y después la toma de posesión del sitio.

Cuando se evidencia el deseo, la aproximación y el contacto, el pudor desaparece y sobreviene el yacer y la ejecución de los órganos en los semejantes, como la procura del ansioso y el temblor del firme. Si se manifiesta la necesidad, se efectúa el acto perfecto, suave y logrado, y lento, según las situaciones. La manera adecuada es que no comprima el pecho sobre el pecho, no presione el estómago en provecho de la comida, ni se origine dolor por exceso de sobrecarga de las piernas, el pliegue de la espina dorsal y el deseo de profundidad.

Causas de amor y de dicha son que el hombre satisfaga la necesidad de la mujer más que la suya y anteponga, ante todo, el deseo de ella, puesto que lo corriente es que a la mujer en esto le quede el fracaso y la desilusión, excepto accidentalmente, y conduce a muchos daños en las que necesitan satisfacción.
Síntomas de la proximidad de la entrega en la mujer son: no rechazar el contacto; mantener el acoso y el halago en la acción, en las situaciones de los ojos, de las palabras, y llegar a una armonía capaz de satisfacerla; cosas, que son la esencia de este asunto.

Has de saber que los deseos de la fornicación y los placeres de la entrega no dependen de la profundidad de la vulva y del útero, sino de su oquedad y superficie. Suele suceder que las mujeres se vean perjudicadas aunque sus úteros no estén recónditos, por la imposibilidad, agitación e inaccesibilidad. Ojalá que tú procures ahí el arranque y la inclinación, tocando las zonas bajas y próximas a la fornicación, mediante la unión de piernas y caderas y el uso de toda cosa que despierte el placer. Si acaece la entrega, se consolida la situación de penetración completa para lograr la expulsión y el derramamiento, luego viene la calma y la laxitud antes de la separación, después, la alegría, el reconocimiento de los ojos por la consideración de lo bueno y la desaparición de la abstinencia.

Todo esto son cosas naturales que, precisamente por serlo, no es necesario aprender, se satisfacen de un modo natural sin indicaciones de sabios. Las puso Dios como atractivos, móviles y seducciones para perfeccionar el deseo de que una persona reclame a otra, penetre un alma en otra, un padre cree a un hijo, el florecimiento de la tierra, la plenitud del reino y la premura en todo hasta la morada eterna. Pero casi nos hemos salido del tema.

Es malo para esto que la gente se vea acometida por la vergüenza, sobre todo en lo concerniente a normas, disposiciones y condiciones juntamente con la abstención. También ante el deseo de someter a las vírgenes con pasión excesiva; porque, si al pensamiento se anticipa la impotencia y la persona se casa con esta idea preconcebida, acaecen vergüenzas que estigmatizan, de modo especial el defecto, y se provoca la causa de la separación.

Pero todavía es peor que eso la opresión, el deseo de rectificación y la hipocresía de lo que después no se presenta de modo natural, como en el grado del que finge el llanto y la risa. A medida que el rubro es mayor, los espíritus retroceden y por eso los miembros se cohíben, aumenta la lasitud, la respiración se eleva, se pone de manifiesto el esfuerzo, se acrecienta la inquietud, corre el sudor y la cosa no aumenta sino en intensidad. Esto es precisamente lo que generaliza el infortunio, aumentan las quejas y se repiten las anécdotas.

Lo que está claro en la sabiduría es que Dios ¡El más excelso! así como dispuso el acto de la fornicación para alivio de la lujuria, unida al deseo enorme y al placer veleidoso y gradual, con el fin de la procreación y la continuidad de la especie, así también, estableció la languidez sin la cual no se completaría el objetivo de la generación. Sólo que aquél, generalmente, no depende de los movimientos voluntarios —como el de dedos y manos que disponen los órganos del músculo—; porque, si el hombre pudiese copular cuando quisiere, el placer le provocaría y como consecuencia le haría olvidar su deber como prudente. Dice: “ello conduce a la destrucción y alteración de la salud”.

Además, puede suceder que los caracteres sean fuertes y el placer veleidoso, entonces trae la ruina, porque la atrofia puede llegar al semental después del impacto y puede conducirlo a la muerte.

Dios ¡alhamdulillah! hizo este asunto dependiente de unas causas que no están en la capacidad de la persona, como los momentos de reposo y calma en los que las substancias son copiosas. La multiplicación no es el fin de la naturaleza, sino que éste ¡permítalo Dios! es sólo el hecho, sin mirar el incremento o la merma.

Has de saber por tanto ésto: que la realidad del tema es tenerlo en cuenta y tratarlo como se debe.
Cuando el acto se realiza logrando la plena satisfacción y la exigencia cumplida, es lo perfecto. Si se deja a un lado la porfía y se espera a que llegue el deseo, es lo equilibrado. Si se menosprecia el hecho y no se cuida de la vergüenza, ni se considera su incapacidad una deshonra, ni su facultad una mancha, es la tolerancia.

Cuentan que una mujer de Occidente dijo a un hombre, cuando éste se apartó de ella incapaz: “Levántate, abyecto”. Respondió el abyecto: “¡Por Dios! quien abre la vasija después no la cierra”.

Empero, nos hemos extendido tanto en el tema que casi nos hemos desviado. Sin embargo lo hemos querido añadir como anécdota relacionada con lo que ocurre en las veladas de los reyes y gentes poderosas. Acaso no esté falto de provecho, ¡Bástenos Dios y nos favorezca!

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