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domingo, 30 de septiembre de 2012
Fundamentalismo islámico y modernidad occidental
Fundamentalismo islámico y modernidad occidental
El fundamentalismo islámico es un hijo predilecto de la modernidad occidental, el medio de la reforma y adaptación del islam al marco del Estado-nación contemporáneo
15/06/2011 - Autor: Ahmed Lahori - Fuente: Webislam
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Sayed Qutb y Hasan al-Banna: musulmanes occidentalizados.En los discursos sobre la situación política de los países musulmanes suele presentarse una oposición entre fundamentalismo y reformismo, entre aquellas corrientes que propugnan la vuelta a los valores del islam y aquellas corrientes que propugnan la adaptación del islam a la modernidad. Esta oposición no sólo es engañosa, sino que oculta la verdad: el llamado “fundamentalismo islámico” es un producto de la modernidad occidental.
De hecho, los pensadores musulmanes de los siglos XIX y XX que se calificaron a si mismos como “modernistas” y “reformistas” -Jamal al-Din al-Afghani, Rashid Rida, Mohammed Abdu, Sayeed Qutb- son hoy en día considerados como ideólogos del fundamentalismo.
Todos ellos recibieron un fuerte impacto de occidente, al cual admiraban y en el cual vivieron durante varios años. Al-Afgahni viajó regularmente a Londres y vivió en París durante varios años. Allí se encontró con Mohammed Abdu, y crearon la sociedad Al-urwat al-uzqa, a través de la cual lanzarían un periódico con sus propuestas reformistas. No es casual que el reformismo musulmán tuviese en París uno de sus centros de difusión. Ambos pertenecían a la masonería, igual que Ali Shariati, otro de los padres del reformismo musulmán, en el campo chiíta. Todos se oponían a la colonización de sus tierras por las potencias occidentales, mientras llamaban a una reforma del islam tradicional y a su adaptación a la modernidad occidental. Lo que había conducido al mundo islámico a ser colonizado era el atraso y el oscurantismo de los ulemas tradicionales. Los países musulmanes debían adoptar los avances de la civilización occidental para poder competir con ella.
La admiración de Hasan al-Banna por este aspecto de la civilización occidental es manifiesta:
“La civilización occidental ha llegado a un alto grado e desarrollo en materia de ciencia, conocimiento, utilización de las fuerzas de la naturaleza y desarrollo de la inteligencia humana …. En esto se ayuda con su rigor, su organización, su excelente coordinación y su perfecto dominio de los asuntos de la vida en general, un ejemplo que debemos seguir”. (Citado por Tariq Ramadan, El reformismo musulmán, p.389).
Y, en relación al sistema de educación:
“Tenemos que inspirarnos en las escuelas occidentales, en su programa y en su aplicación en lo que concierne a las ciencias de la naturaleza y las ciencias exactas, conocimientos vitales cuyo objetivo es el de penetrar el secreto de la existencia y remediar los problemas de la vida. Éste es el elemento esencial del progreso de Occidente” (ídem, p.391)
Hasan al-Banna llama a adoptar precisamente aquellos componentes más característicos de la modernidad occidental. El rechazo del colonialismo y del materialismo hedonista que él percibe como corruptor no puede llevarnos a engaño: todo el proyecto de al-Banna pasa por adaptar el islam al paradigma de la civilización científico-técnica, con la idea del dominio de la naturaleza y el control de la sociedad por parte del Estado.
El lanzamiento de ideas reformistas, modernistas o liberales no implica necesariamente occidentalización, en el sentido negativo del término. El islam tradicional contiene los mecanismos de la adaptación constante de la tradición a las nuevas circunstancias, y este fue un principio firmemente establecido por las primeras generaciones de pensadores musulmanes, incluidos los grandes creadores de la jurisprudencia. Apelar a las primeras generaciones de musulmanes es entonces apelar al cambio, a la flexibilidad característica del islam tradicional. Por eso, no es extraño que al hablar del pensamiento de al-Afgany, Tariq Ramadán llegue a la conclusión de que “es fundamentalista y modernista al mismo tiempo” (ídem, p.98).
Lo que sí implica un signo de adaptación o asimilación del islam a la modernidad occidental es la aceptación del marco del Estado-nación y del paradigma científico-técnico. Una cosa es llamar a la reforma de la Sharia y a su recta aplicación, y otra es propugnar que sea el Estado quien sea el garante de dicha aplicación. La transformación del islam en una religión de Estado científico-técnico es la gran traición a la tradición islámica, el gran mal al cual nos enfrentamos a principios del siglo XXI. La razón de Estado pervierte el islam, se lo arrebata a los musulmanes y lo convierte en un instrumento de control del cuerpo social.
Más explícito es todavía Rashid Rida. Para él, la “adaptación del islam a la cultura moderna” es paralela a la instauración de un estado-transnacional islámico, al cual califica como califato (pero que no tiene nada que ver con el califato anterior, ni mucho menos con el concepto coránico del califato):
"He aquí los deberes que incumben al partido encargado de realizar esta reforma:
1. Dotar de una organización básica al gobierno califal, de una forma tan completa como la que exigen las circunstancias actuales, para proteger la religión, gobernar el Estado o los estados musulmanes y mejorar la situación de la comunidad.
2. Diseñar un programa destinado a llevar a buen término de forma progresiva, a la vez que con la mayor brevedad posible, esta organización.
3. Componer una obra que, sobre los fundamentos canónicos de las leyes musulmanas, sirva como prueba para desconcertar a todos los que vienen a afirmar que el islam no sabrá adaptarse a la civilización y a la cultura modernas." (ídem, p.159-160).
Como se ve, la adaptación del islam a los tiempos modernos tiene una finalidad política, y es supeditada al establecimiento de un “Estado islámico”. No es extraño que a este partido político, Rashid Rida lo calificase como “partido progresista islámico”. La idea de progreso es uno de las ideas implícitas en este ideario. Tanto Rashid Rida como Hasan al-Banna insisten en los medios: educación, disciplina, racionalismo, reforma, espíritu científico.
En sus orígenes, salafismo y modernismo son sinónimos. No es extraño que Rashid Rida haya sido calificado como “salafí racionalista” (ídem, p.136). Esta es la paradoja que debemos afrontar, una paradoja que solo es tal para aquellos que tienen una visión idealizada de la modernidad occidental como panacea de los derechos humanos y de la igualdad de género. Pero para los pensadores musulmanes de los siglos XIX y XX, lo admirable de la modernidad occidental se situaban en otro plano: los derechos humanos no habían sido promulgados y la igualdad de género no formaba parte de la ideología dominante. Lo que los creadores del reformismo islámico admiraban y consideraban imitable de occidente era justo aquellos aspectos de la civilización occidental que hoy en día podemos ver como más destructivos: la idea de progreso, la explotación (o dominio) de la naturaleza, el establecimiento de un estado fuerte, el disciplinamiento (adoctrinamiento) de la población a través de la escuela…
En este sentido, podemos afirmar que el fundamentalismo islámico es un hijo predilecto de la modernidad occidental, el medio de la reforma y adaptación del islam al marco del Estado-nación contemporáneo. El método: la transformación del islam en una ideología.
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