Espiral
del Mal
Por: Lilia
Cisneros Luján
21 de enero 2013
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Acostumbrados
como
estamos, a pasar por alto lo fundamental de la existencia y
reaccionar solo cuando el temor a la muerte se asoma a propósito
de las noticias de rafagueados, decapitados, colgados y en general
coartados mediante el secuestro y los levantones de donde algunos
nunca regresan, nos cuesta trabajo completar un análisis profundo
acerca del porqué del endeudamiento de los pueblos de la hoy
llamada aldea global. La noticia de que en México el monto del
predial, el servicio eléctrico o el de agua se nos presenta con
aumentos de más de 200% nos paraliza ¿es porque carecemos
materialmente de la posibilidad de asumir esos gastos? ¿El temor
de ser perseguidos como presidentes municipales de pueblos
paupérrimos nos constriñe a la inmovilización? Sea uno u otro o
quizá la combinación de ambos, la verdad es que la clase media
resulta la más golpeada por este tipo de decisiones autoritarias
de las cuales es difícil escaparse a otro país como lo hacen los
millonarios franceses.
Elecciones
van y vienen, partidos suben y bajan, promesas recicladas o
novedosas suenan en los cuatro puntos cardinales; pero lo cierto
es que, salvo aquellos que logran periodos de gracia por algún
puesto que los eleva del piso unos cuantos centímetros, un grupo
mayoritario de la humanidad sufre, no solo por las carencias, sino
por la ofensa a la dignidad, que convierte a los pueblos en
deudores de mercaderes y banqueros “otorgantes
de
créditos” de altísimos intereses, para el pago municipal o estatal
a la CFE, a la CONAGUA, a
PEMEX y por supuesto la nómina periódicamente inflada con los
familiares y amigos del funcionario en turno.
En
el tema del viejo y el moderno PRI, los que sobrepasan los 75
años, recuerdan que “antes” lo primero que hacia un político era
meter luz a su pueblo, beneficiar a su tierra de origen con
infraestructura y empleos, comunicar pueblitos aislados con la
capital del estado. Con la modernidad, los partidos de oposición
criticaron esto llamándole paternalismo, le pusieron precio a
todo, promovieron “en oferta” créditos millonarios –vía sugerencia
del Banco de México o recomendaciones de los bancos extranjeros-
trasfirieron estos servicios públicos a empresas privadas cuya
finalidad última es la ganancia y no el servicio; incluso, para
lograrlo, metieron caballos de Troya en los grupos orgullosos de
la revolución, la constitución de 1917 y los avances sociales. ¿A
cual de los dos selectos conglomerados pertenece el llamado “nuevo
PRI”? Se por más de una fuente que el argumento descalificatorio
para “neutralizar” o de plano excluir a priístas de verdad
revolucionarios y probadamente institucionales ha sido: “no
entienden la modernidad” “se mueven en el equipo equivocado” “son
exageradamente honestos y por eso es difícil negociar con ellos” y
en esta línea de pensamiento, también el ciudadano está totalmente
excluido. Se les invita a organizarse cuando al gobierno conviene
para captar votos o desactivar protestas como ha sido en el DF con
los comités ciudadanos, cuya presencia no devino en mejoras de los
servicios comunitarios o urbanos[1] ni disminuyó
la inseguridad –física, social e incluso jurídica sobre todo en
términos de propiedad- ni creó empleos. Así las cosas, con un
territorio susceptible a toda suerte de invasiones, un pueblo sin
más posibilidad de defenderse que haciendo uso de la violencia
como está ocurriendo en Guerrero y otros estados, México es,
aunque duela, un estado fallido, atrapado en una espiral perversa,
donde se compran voluntades, entre otras muchas mediante el
crédito que ha dado pábulo a un delincuencia institucional –de los
tres poderes y de todos los niveles de gobierno- coludida entre
ellos y con banqueros y malos empresarios.
A
esta “delincuencia institucional coludida” no le han hecho ni un
rasguño las contralorías, auditorías, ni los comités de
vigilancia, mucho menos las leyes de transparencia, que han dado
como resultado una burocracia costosa e inútil encargada de
vigilar “el cumplimiento” de una complicada formalidad cuasi
cibernética, para pagar impuestos o ejercer “recursos de
coparticipación” entregados a destiempo después de verdaderos vía
crucis a las OSC, [2]
que en algún tiempo fueron una válvula de escape para las demandas
populares. ¿Se ha castigado a algún legislador por haber
promulgado a espaladas del interés ciudadano leyes que entregan
los recursos nacionales a personas –física y morales- ajenas a
nuestra patria? ¿Aparte de las vendetas políticas, algún mal
administrador de los recursos de la nación -incluidos en ellos los
fondos que el pueblo entrega al erario- está castigado penalmente?
¿Cuánto se podía haber beneficiado al pueblo con lo gastado en
obras faraónicas como las manejadas por CONACULTA el sexenio
pasado? Quiénes mal ejercieron -torpe o suciamente- estos
presupuestos públicos ¿los devolverán?
La
liga resiste, pero hay límites. No es con gendarmes, granaderos o
policías como se llegará a una vida de armonía. Alguien tiene que
tener el valor, inteligencia y liderazgo suficientes para cambiar
esta realidad de desigualdad, injusticia, violencia y todo aquello
que nos tiene atrapados en esta espiral maligna. Por lo pronto los
ciudadanos podemos seguir unidos y formar comités de autodefensa
para lo que nos atañe de manera inmediata: impuesto inequitativos,
servicios que no corresponden a lo que uno tributa, respeto a cada
uno como persona y ciudadano.
[1] Las
calles están derruidas, la basura se acumula, la corrupción se
generaliza como resultado de interpretaciones a modo de las
leyes que regulan negocios mercantiles, usos de suelo etc.
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