U t’aan le Iximo’ –los mensajes del maíz-
· Los milperos mayas, intercambiar sus semillas de maíz, fortalecen sus semillas
Por Bernardo Caamal Itzá

En las milpas recién quemadas se desprenden olores a hoja quemada, y si en estos días lloviese seguramente tendrá otro matiz, a tierra húmeda; cuando eso suceda, el tiempo de las lluvias se acercan para realizar el cultivo de las semillas, y que cada campesino los prepara con esmero para ser cultivarlos al caer las primeras gotas de lluvia.
Cuántas emociones experimenta uno al sembrar una semilla o plantar un árbol. Al final siempre representa esperanzas para quien lo hace. Entonces, depositar una semilla al suelo es como fertilizar la tierra. Al emerger las primeras plántulas uno sabe que está dándole continuidad a las tradiciones familiares y comunitarias, conservar las semillas de los abuelos y siendo esperanza de nuestros pueblos.
Cada una de las semillas que tenemos guardado en el Kumché está impregnado del mensaje sagrado de los abuelos; en el caso particular del Uxíim –maíz- que está en estos lugares, en cada uno de sus granos, está condicionada desde tiempos inmemoriales, que para que se produzca, debe ser cultivado en el territorio donde nació algún día, y por otro, despegara sus primeras hojas al escuchar esos cantos de alabanza que el Jm’en invoca para que la madre tierra, le de las condiciones para que germine y la haga producir de nuevo.
Luego, el hecho de intercambiar las semillas, no sólo fortaleces las semillas del vecino, sino el suyo, y de esa forma se cumple el compromiso por la vida, pacto que inicia con la ceremonia maya del jeetzmeek y el p’o ka’ab.
Entonces, quien no conoce su semilla es como aquél que no conoce a Yum Ku –Dios-: ante cualquier diablo que se le presente se pode de rodillas.

En sí, para la siembra del maíz, existe un sin fin de relatos que hablan de cómo los animales del monte han contribuido para que la semilla no se pierda. Algunos incluso se chamuscaron sus plumajes y se quedaron negros, como el pájaro Tziú, y los ratones... ¿Son plagas? Dirán quienes no conocen el lenguaje del Sijnal, la naturaleza.

Entonces, con estas metáforas se encuentran mensajes que nos indican cómo cultivar nuestras semillas sin usar tantos químicos, lo que significa que hay que re-entender las formas de cómo hablar con cada uno, para que sean ellos los que cuiden estos granos portadores de la esperanza.

En todo esta forma de ver el mundo están siempre presentes los dioses mayas, vigilantes desde los cuatro puntos cardinales-kantítskaan- de la milpa; en este espacio hay reglas para aquél que vive en el Mayab, y es regulado por el concepto del maya del p'íis (medida, regla), aunque hay curiosos que no quieren acatar las normas que fueron emitidas para que el sistema no se corrompa.

La pregunta es cómo cultivar en piedras, donde el suelo es casi inexistente, y cómo nos explicamos ahora el desarrollo que tuvieron nuestros ancestros en todo el territorio peninsular.
Tal vez en la memoria popular tengamos alguna respuesta, como la misión de la XTabay y del Arux (alux), además de otros seres míticos, todos tienen encomiendas muy precisas de acuerdo con los relatos de los abuelos, porque son ellos los portadores de mensajes dirigidos a los hijos del maíz, para que regresen de nuevo al camino del kuxtal (vida) y de esa forma, el maíz siga “amamantado a sus hijos” con el atole nuevo y con las tortillas que generen sus granos, brille de nuevo esas esperanzas para seguir cultivando en el mayab...