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domingo, 19 de mayo de 2013

María en el Corán sagrado


María en el Corán

29/07/2002 - Autor: Maurice Gloton
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pureza
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En la Revelación coránica María es presentada como virgen, inmaculada, pura, piadosa, reservada, consciente de la función que cumple a lo largo de su vida, providencialmente apta para recibir el Espíritu y el Verbo de Al-lâh, con perfecta disponibilidad.
Así, en algunos versículos, tanto agrupados como aislados, Al-lâh la muestra en las fases sucesivas de su evolución terrestre y celeste: su concepción milagrosa, su crecimiento juvenil bajo la Mirada divina, la anunciación que Al-lâh le ha hecho de la venida al mundo de un Hijo engendrado sin padre humano, sus intervenciones entre los seres humanos conjuntamente con su hijo, su elevación al lado de Al-lâh. Y la muestra también en escenas esenciales, fundamentales, que permiten una interpretación mística de los versículos coránicos en los que aparece mencionada.
Nos gustaría, en este ensayo, interpretar algunos versículos en los que ella aparece, aplicando un método exegético riguroso, para poner de relieve esta figura femenina perfecta, única, en las diferentes funciones universales y particulares que ella asume plenamente. Nuestro propósito, sin embargo, no es hacer comparaciones con los datos revelados o dogmáticos cristianos. La Revelación islámica no tiene como finalidad el repetir pura y simplemente tales datos. Las escenas coránicas donde María y Jesús intervienen son perfectamente coherentes y homogéneas con la perspectiva de esta última Revelación. El Corán no constituye una réplica ni del primer Testamento ni del segundo, y no representa tampoco un quinto evangelio. Sólo contiene lo que puede servir al fiel musulmán en su fe íntima. Sin embargo, hay que resaltar que los elementos que se refieren a Jesús y a María en la Escritura coránica no están nunca en contradicción con sus equivalentes auténticos de la Tradición cristiana, toda vez que la Palabra divina no puede contradecirse o diverger de una Revelación a otra. En ambas partes el exégeta debe profundizar el sentido de los datos revelados, aparentemente comunes, y extraer de las Escrituras respectivas una lectura nueva y una interpretación original de los textos para lograr una mejor comprensión recíproca.
El Corán o Recitación velada, de acuerdo con la etimología del término, es el conjunto de las palabras que Al-lâh ha hecho descender sobre Muhammad, Sello de los profetas. Estas palabras constituyen la Escritura que el portador de la fe actualiza cuando recita ritualmente el contenido sagrado. El Profeta del islam no es el autor sino el intermediario providencial y plenamente realizado de quien Al-lâh se sirve para transmitir su Verbo eterno. Es decir, que las descripciones, las sentencias, los diversos relatos, los personajes que Al-lâh hace intervenir no revelan conocimientos contingentes y puntuales que el Profeta podía o habría podido tener durante su vida.
Por eso los personajes nombrados en el Corán, así como ciertas posiciones doctrinales que remiten a las Revelaciones anteriores, no provienen de un conocimiento que el Profeta habría podido tener de una manera externa, por tradición oral. En el momento de la Revelación él estaba en una disponibilidad completa, libre de toda interferencia individual que hubiera podido alterar o impedir el Descendimiento del Corán.
El tema que nos gustaría presentar ahora, en el marco de lo femenino en la mística, se refiere a María, la única mujer cuyo nombre se menciona en el Corán, donde, en efecto, un cierto número de otras mujeres desempeñan un papel importante sin que, no obstante, se indique su nombre. A menudo ellas son presentadas en la función que ocupan con respecto a un personaje masculino: la esposa del Faraón, la madre de Moisés, las hijas de Lot, etc., sin olvidar la cónyuge de Adán.
Por otro lado, ciertas realidades de la creación, como el sol y la luna, el día y la noche, el cielo y la tierra, el cuerpo y el alma, etc., son consi deradas bajo su aspecto de pareja y de complementariedad. A propósito de este asunto, podemos resaltar que el término zawy, que encontramos con frecuencia en el Corán, es por lo general de género femenino, a pesar de que lo encontramos a veces —tanto en singular como en dual o en plural— haciendo aparecer según el caso una preponderancia bien del masculino, bien del femenino, o incluso una paridad de ambos, lo que parece querer demostrar la interdependencia y la complementariedad de los dos elementos de una pareja. Podríamos entonces traducir la palabra zawy por: «cónyuge masculino», «cónyuge femenino», «elemento de la pareja» o «pareja». Encontramos este término, entre otras referencias, en la azora 4, «Las mujeres», en el versículo 1:
¡Oh seres humanos! Guardad a vuestro Señor en vosotros, El que os ha creado de un alma (nafs) única y, a partir de ella, ha creado su elemento parejo (zawy). A partir de ellos dos, ha diseminado numerosos hombres y mujeres...
Este «alma única» actúa aquí sobre su complementario, cuyo género en árabe es ambivalente y puede ser tanto masculino como femenino. Esta ambivalencia aparecerá de nuevo en un momento determinado de nuestro estudio a propósito del término Kalima, palabra habitualmente femenina, pero que aplicada a Jesús en su calidad de Verbo divino, en el versículo 3: 45 asume una función masculina. El versículo 4: 1, que acabamos de citar parcialmente, puede admitir entonces una interpretación más convencional que los intérpretes de lengua árabe y los traductores occidentales del Corán favorecen:
iOh seres humanos! Temed a vuestro Señor que os ha creado de un ser único y que, a partir de él, ha creado a su esposa. A partir de ellos dos, ha diseminado a numerosos hombres y mujeres...
Asentados estos datos preliminares, analizaremos los episodios coránicos esenciales que se refieren a la vocación y a la función de María, a su nacimiento, a su infancia y a su condición de virgen, esposa y madre, de acuerdo con las relaciones que mantiene con su padre y su madre, con el Espíritu de Al-lâh y con su Hijo Jesús, divinamente concebido. Veremos igualmente el significado de su nombre árabe «Maryam» y el modo en que está íntima e indisolublemente ligado al de su Hijo.
La mística islámica ha hecho suyo el tema de María en el Corán conjuntamente con el de Jesús, de una manera discreta, teniendo en cuenta la dificultad de interpretación que estos personajes santos presentan en el islam con respecto a los datos evangélicos y a las posiciones dogmáticas cristianas.
1. Los padres de María
Es la hija de Imrân o Joaquín y de Hanna (Ana). Al-lâh dice:
En verdad, Al-lâh ha escogido (o elegido por su pureza) a Adán, Noé y la Familia de Imrân entre los seres del universo, como descendientes unos de otros. Al-lâh (es) el que todo lo oye, el Omnisciente. La mujer de Imrân dijo: «Mi Señor, en verdad, yo Te he consagrado este que está en mi seno. Acepta (esto) de mí, porque Tú, Tú eres el que todo lo oye, el Omnisciente» (Corán 3: 33‑35).
El nombre árabe coránico Imrân, que corresponde a Joaquín, significa etimológicamente «aquel que es muy próspero». Tiene forma de dual, lo que puede sugerir que esta prosperidad se extiende a este mundo y al otro. El nombre de su esposa, no mencionado en este episodio coránico, que las dos tradiciones, cristiana e islámica, reconocen como «Hanna» significa «la que suspira por compasión y cuyo corazón es tierno y misericordioso». La raíz de este bello nombre encierra principalmente el sentido de «exhalar un sonido como el del arco que se templa». El amor divino y misericordioso de Hanna debía ser tan fuerte que se desbordó de ella y se liberó sobre todas las criaturas. Vislumbramos ya que Al-lâh había preparado a María, por la predisposición divina de sus padres, para ser el receptáculo perfecto de la Palabra divina que se manifestará en Jesús y por Jesús.
La tradición relata también la vejez estéril y entristecida de Hanna antes del nacimiento de María. Nos encontramos también aquí ante la intervención milagrosa de Al-lâh, referida a Sara, a Rebeca y a otras mujeres célebres del primer Testamento, llamadas estériles, y que permite augurar un destino excepcional reservado a María.
Hay que hacer notar también que el término que hemos traducido por «escogido» o «elegido» proviene de la raíz s‑F‑w que significa ser puro, limpio, claro, sin mezcla, selecto, y sugiere por tanto la noción de inmaculada que va a ser retomada a propósito de María en otros versículos que citaremos más adelante. Por otra parte, Hanna, en la invocación que dirige a su Señor: «Yo te he consagrado lo que está en mi seno» (o bien, en otra traducción más cercana al texto árabe: en mi interior), utiliza el pronombre relativo árabe neutro «lo que» (mâ), que no excluye ninguna de las posibilidades que están en ella, masculinas o femeninas, y que van a actualizarse bajo la forma de un ser femenino enteramente receptivo y receptáculo perfecto de la Gracia divina.
2. Nacimiento de María y significado de su nombre coránico «Maryam»
Al-lâh dijo: «Cuando ella (Hanna) hubo dado a luz un niño de sexo femenino, dijo: "¡Mi Señor! En verdad, soy yo quien ha alumbrado a un ser femenino" —y Al-lâh (es) muy sabio con respecto a lo que ella había alumbrado, pues el varón no se asemeja a la hembra— "En verdad, yo le he dado el nombre de Maryam, y yo Te pido que Tú la protejas, así como a su descendencia, de Satán el Lapidado".» (Corán 3: 36).
Puede ser que Hanna esperase tener un niño varón: el contexto coránico parece darlo a entender así, tanto más cuanto que la concepción milagrosa de María, su hija, que ocurrió a una edad avanzada, no le permitía esperar tener otro hijo que podría haber sido de sexo masculino y, según la tradición hebraica, destinado al servicio del Templo. Esta intuición inicial de engendrar un hijo varón no se realizará inmediatamente con el nacimiento de María, pero sí más tarde, y gracias a ella, cuando engendre a Jesús.
Veamos ahora cuál es el significado del nombre de Maryam, que aparece muy pronto entre los hebreos: ¿acaso la hermana de Moisés no se llamaba así? Este nombre puede admitir dos etimologías árabes. Derivaría, bien de la raíz r‑w‑m: desear ardientemente, bien de la raíz R‑Y-M: inclinarse de un lado, tener inclinación por algo o por alguien. El término derivado raym significa «exceso», «aumento».
La primera letra "eme" (mîn) del nombre Maryam dará un nombre de lugar: la que es portadora de un inmenso deseo, la que contiene en ella el amor que se derrama alrededor por abundancia. Además, las dos "emes", la inicial y la final del nombre —la letra mîn tiene en árabe valor numérico 40—, implican una perfecta receptividad, primero por el propio nacimiento de María, después por el anuncio del nacimiento de Jesús y, finalmente, por la aceptación de su función última, que será la de dar nacimiento espiritual en la fe a muchos seres que constituirán, así, un aspecto de su descendencia por parte de Jesús, su hijo. Tendremos ocasión de volver sobre ello más adelante.
Maryam nació de una familia cuya ascendencia ha sido considerada pura, inmaculada y que, además, quedó exenta de la huella que Satán (el Shaytân, en árabe, cuyo sentido etimológico es «perverso», «rebelde», «distante») deja sobre todo recién nacido. ¿Acaso un hadiz profético auténtico no precisa que «todo hijo de Adán recién nacido es rozado por Satán, a excepción del hijo de María y de su madre; en este contacto, el niño lanza su primer grito»?
Según la tradición, Imrân, el padre de María, morirá antes de su nacimiento y ella será tomada a cargo por su tío materno Zacarías, considerado como profeta en el islam, cuyo hijo único, Juan Bautista, Yahyà, será primo materno de María. El nombre Yahyà significa «el que vive o el que vivirá». Hagamos notar de paso que toda la familia más próxima por el parentesco está destinada a una vida excepcional inspirada por intervenciones de la Gracia divina.
3. La infancia de María
A continuación de los versículos que hemos citado anteriormente, Al-lâh continúa diciendo:
Su Señor la recibió con un beneplácito perfecto y la hizo crecer de forma armoniosa.
Confió su cargo a Zacarías.
Cada vez que Zacarías entraba en el santuario cerca de ella, encontraba sustento a su lado. Él dijo: «¡Oh María! ¿Cómo es esto para ti (annâ la‑ki hâdâ)?». Ella dijo: «¡Esto viene de Al-lâh! En verdad, Al-lâh sustenta a quien Él desea sin medida!» (Corán 3: 37).
Señalemos que Zacarías, considerado como tío materno por parentesco de María, lleva un nombre cuya etimología, tanto en hebreo como en árabe proviene de la raíz: Z-Sh‑R, que se puede aproximar a la raíz árabe y coránica Dz‑K‑R, evocando a la vez el recuerdo, la reminiscencia, mas también un aspecto de virilidad y fecundidad. Encontramos estas dos raíces en el versículo 2 de la azora 19 titulada «Reminiscencia fecundante del Amor universal de tu Señor hacia Su siervo Zacarías». Zacarías depositó la semilla en su esposa, entonces estéril, para conformar a su hijo Juan Bautista —Yahyá, el que vive—, quien preparará el camino a su primo Jesús.
En el versículo 3: 37, citado anteriormente, Al-lâh nos muestra la perfección de María que se desarrolla en la Presencia divina. María, en su pureza excepcional, es creada en una condición sin mancha por lo que respecta «al conjunto de las mujeres entre los seres del universo», según los versículos 3: 42‑43:
Luego los ángeles dijeron: «¡Oh María! Sin duda Al-lâh te ha distinguido inmaculada y te ha hecho pura. Te ha distinguido inmaculada por encima de las mujeres, entre los seres del universo. ¡Oh María! Sé siempre devota a tu Señor, prostérnate e inclínate con los que se inclinan».
Esta prosternación implica asimilación, humildad y receptividad, y esta inclinación connota la expansión, por medio de la anulación, a través de los grados cósmicos. Este recogimiento de María, que es total en todos los aspectos de su ser inmaculado, la vuelve enteramente receptiva a la Presencia de su Señor en una concentración integral que le hace tomar consciencia de Al-lâh en ella en todas las modalidades de su ser y del discernimiento de todas las posibilidades circundantes. La noción de «Señor» está incluida en la raíz de este nombre divino: Rabb. Pero la raíz R‑B‑B del nombre divino Rabb comporta más significados que el término que hemos traducido por «Señor». El rabb está siempre, en el Corán, en conjunción con otras realidades. Por ejemplo: Rabb de los cielos y de la tierra, mi Señor o tu Señor. No puede decirse, sino abusivamente, «Señor» de una manera absoluta. El rabb es el maestro (1) que posee autoridad y conocimiento y que actualiza y exalta en su discípulo o alumno, así como en todo lo creado, las posibilidades positivas ocultas.
Así, Al-lâh precisa a continuación de este último versículo:
«Esto forma parte de las Anunciaciones del Misterio que Nosotros te inspiramos...» (Corán 3: 44),
y éstas van a precisarse en los versículos siguientes preludiando la Anunciación dirigida a María.
4. La Anunciación a María
Al-lâh dijo: «En la Compilación de la Escritura, lo grande fue la Llamada de María cuando apartándose de sus familiares se retiró a un lugar oriental (o iluminativo).
A causa de su inferioridad (min dûni‑him) se ocultó tras un velo. Nosotros le enviamos Nuestro Espíritu que asumió para ella el aspecto de un ser humano perfectamente armonioso» (Corán 19: 16‑17).
El Anuncio del descenso del Espíritu de Al-lâh y de Su Verbo sólo podía efectuarse en secreto, en la soledad más completa y en un ser y un lugar plenamente purificados. Por ello, el Espíritu de Al-lâh no pudo descender para habitar más que en un receptáculo virgen de toda interferencia individual y de todo entorno perturbador e inadecuado. Debía manifestarse bajo el aspecto de un ser perfecto interior y exteriormente, en rigurosa correspondencia y afinidad con María, enteramente receptiva y disponible en su cuerpo y en su alma de manera que él pudiese fecundarla sin encontrar en ella resistencia para transmitir el Espíritu del cual él era portador y que actualizaría bajo esta forma perfecta.
Luego los Ángeles dijeron: «¡Oh María! En verdad Al-lâh te alegró con la buena nueva de una Palabra que provenía de (o "en relación con") Él: Su nombre (es) el Mesías‑Jesús‑Hijo‑de‑María, de rostro resplandeciente de gloria, en este mundo inmediato y en la Vida última. Él forma parte de los Allegados» (Corán 3: 45).
¿Qué se puede entender por «Su nombre»? ¿Es el nombre de Al-lâh o es el nombre de la Palabra? Porque el adjetivo posesivo «su» es, en este caso, susceptible de ambas interpretaciones. En la gramática árabe ismu‑Hu, «Su nombre», debería normalmente ser del mismo género que el nombre al que se refiere, es decir, masculino, aquí Al-lâh, en cuyo caso el nombre completo de Jesús: el Mesías‑Jesús‑Hijo‑de‑María, sería uno de los nombres de Al-lâh (2). O bien podemos considerar, desde el punto de vista del sentido (como ocurre a veces en el Corán y en la poesía clásica), que el nombre «Palabra», Kalima, femenino en árabe, representa la personificación de Jesús y por tanto requiere una concordancia masculina: ismu‑hu. En esta última interpretación ismu-hu puede entenderse como el nombre de la Palabra, siendo el nombre de esta Palabra el Mesías‑Jesús‑Hijo‑de‑María.
En el primer caso, en el que el Mesías‑Jesús‑Hijo‑de‑María sería uno de los nombres de Al-lâh, los cuatro términos que lo componen podrían interpretarse de la siguiente manera: el Mesías, al‑Masîh en árabe, es un nombre adjetivo que contiene tanto un sentido activo como un sentido pasivo; la raíz que lo compone M-S‑H significa «ungir», «rozar», «palpar», «limpiar», «retirar algo con la mano». El Mesías es, por tanto, aquel a quien Al-lâh moldea con Su Mano impregnándolo enteramente de Él. Es el Ungido, pero también el que da o transmite la unción divina recibida.
Jesús o Isà en el Corán, nombre de origen desconocido, es el ser perfecto nacido tanto de su santa Madre que da forma a su cuerpo natural como del Espíritu de Al-lâh enviado a María en el momento de la anunciación. Además, Jesús es descrito, en el versículo 4: 171, como Palabra o Verbo de Al-lâh (kalimatu‑Hu). Ahora bien, la Palabra de Al-lâh es considerada tanto en la mística como en la teología como un Atributo esencial de Al-lâh mismo. Después, María dice, en este contexto coránico:
«¡Mi Señor! ¿Cómo un ser engendrado (walad) existirá por mí sin que ningún ser carnal (bashar) me haya tocado?». Él dijo: «Es así para ti (o "de ese modo para ti") (kadâli‑ki)». Al-lâh, Él crea lo que desea. Cuando Él ha decidido que una realidad debe existir, dice solamente: «Acontece y entonces ella acontece» (Corán 3: 47).
En la azora Maryam (Corán 19: 19‑21), Al-lâh precisa con relación a María, a quien el Espíritu de Al-lâh se manifiesta:
Él dijo: «En verdad que yo soy el Enviado de tu Señor para conferirte por pura gracia un muchacho (o un niño) de una gran pureza».
«¿Cómo podría existir un muchacho por mí si ningún ser carnal me ha tocado y no he sido empujada por un exceso de deseo?».
Él dijo: «Sea de ese modo para ti. Tu Señor ha dicho: Esto es fácil para Mí, y con el fin de que Nosotros hagamos de él un Signo (âya) para los humanos y un Amor universal (rahma) nacido de Nosotros. Es una Orden decidida».
Si, para acercarnos mejor a su sentido, descomponemos cada elemento de la fórmula lapidaria que hemos traducido por «Sea de ese modo» o también «Es así para ti», podremos resaltar que especifica una característica que sólo se dirige a la Virgen María, ser de una pureza única y de una disponibilidad total para recibir el Verbo de Al-lâh que no se divide, sino que se expresa con una perfección incomparable. Y he aquí anunciada la venida a la existencia de un Signo y de un Amor divino nacidos de la unión de los nombres divinos expresados aquí por el plural «Nosotros», Al-lâh, que manifiesta Sus posibilidades infinitas por medio de Sus nombres excelentes.
5. María, inmaculada y siempre virgen
Los dos versículos siguientes nos muestran la concepción inmaculada de Jesús, fruto de una virgen purísima, que siempre permanecerá tal, y del Espíritu manifiesto de Al-lâh:
Y la que preservó intacto su sexo de manera que Nosotros insuflamos en ella (fî‑ha) Nuestro Espíritu. Hemos hecho de ella y de su Hijo un Signo para los seres del universo (Corán 21: 19).
Y (es) María, hija de Imrân, quien preservó intacto su sexo de manera que Nosotros insuflamos en él (fî-hî, es decir, en su sexo) Nuestro Espíritu. Ella confirmó las Palabras de su Señor así como Sus Escrituras. Ella se contaba entre los que meditan asiduamente (Corán 66: 12).
Volveremos más adelante sobre el Signo único y sobre la confirmación que María hace de las Palabras y de las Escrituras de su Señor.
Gracias a que María permaneció virgen en todo su ser, el Espíritu de Santidad pudo descender sobre ella bajo el aspecto de un ser de apariencia humana perfectamente armoniosa.
6. María encinta da a luz a Jesús que la justifica
En la azora Maryam Al-lâh precisa:
Ella le llevó por tanto y se retiró con él (o a causa de él) a un lugar lejano.
Los dolores del parto la llevaron cerca del tronco de la datilera. Ella dijo: «¡Oh, que no muera antes de esto y que no sea completamente olvidada!».
Él la llamó entonces por debajo de ella: «¡No te entristezcas! Tu Señor acaba de poner debajo de ti una fuente abundante» (Corán 19: 22‑24).
De esta descripción podemos deducir que el niño nació sin que María cumpliera el tiempo del embarazo. Más adelante en esta azora, Jesús, todavía bebé, dice a su Madre:
Come y bebe y que tu mirada permanezca regocijada (o y te tranquilice). Si ves algunos seres humanos, di entonces: Yo he consagrado un ayuno al Todo‑Resplandeciente de Amor; no hablaré (ukallim) por tanto a ningún ser humano en este día (o no ofenderé a ningún ser humano) (Corán 19: 26).
Jesús, que es Palabra de Al-lâh, va a justificar a su Madre, en su entorno, respecto a su nacimiento sin padre humano. Porque ¿cómo habría podido la gente comprender y aceptar un nacimiento tal, desafiando tanto la ley de la naturaleza como la Ley mosaica?
Por ello, el muy particular ayuno que María ha consagrado a Al-lâh bajo la apelación del Todo‑Resplandeciente de Amor (Rahmán) y no de Al-lâh, la dispensará de hablar, porque es ella la que recibe la Palabra divina y no la que la da directamente, ya que es Jesús, bajo su aspecto esencial, quien es Verbo divino. También es destacable que el nombre divino que acabamos de traducir por «el Todo‑Resplandeciente de Amor» proviene de la raíz R‑H‑M que significa «matriz», «útero», «lazo de sangre», y que puede descomponerse en dos elementos: R‑H y M, que son respectivamente las consonantes de las dos palabras «espíritu» y «agua» (rûh y mâ) en árabe.
Por otro lado, la ambivalencia de la raíz K‑L‑M que encontramos en el versículo anterior, y que significa primero «ofender» y luego «hablar», permite interpretar este versículo en un sentido que no es el habitual. El ayuno, siendo una pura abstención, permite a María no actuar y reaccionar contra los propósitos malévolos que su entorno le va a dictar.
Jesús justifica a su Madre y confirma que él es la Palabra y que está fortalecido por un Espíritu que proviene de Al-lâh cuando María le hace signo, empleando así un modo de expresión alusivo y no articulado. He aquí la secuencia coránica que permite esta interpretación:
Ella María vino con él al lado de la gente llevándolo. Ellos dijeron: «¡Oh María! Has hecho algo anormal literalmente: forjado contra la Ley. ¡Oh hermana (o descendiente) de Aarón! ¡Tu padre no era un hombre de mal y tu madre no estaba incitada al deseo!».
Ella hizo una señal hacia él. Ellos dijeron: «¿Cómo podríamos hablar a un bebé en la cuna?» (Corán 19: 27‑29).
¿Qué sucede entonces? El bebé, que no había tenido quizá más que los brazos de su madre como cuna y que habría podido ser indiferente al medio, como todo niño que acaba de nacer, va a probar que él es Palabra de Al-lâh y que su aparato vocal ya formado es capaz de articular el Hálito espiritual de su Padre real y divino. Entonces el niño habló así:
Dijo: «En verdad, yo soy el servidor de Al-lâh. Él me ha dado la Escritura y me ha constituido en profeta.
Él me ha hecho receptáculo de influencias benditas dondequiera que me encuentre. Él me ha ordenado que practique la acción de gracia unitiva y que distribuya el excedente purificado mientras viva.
Él me ha llenado de bondad hacia la que me ha alumbrado. Ha hecho de mí un restaurador (o el que rehabilita) infortunado.
La preservación (o la Paz) sobre mí el Día en el que he sido alumbrado, el Día en el que moriré y el Día en el que seré resucitado cual viviente.
He aquí a Jesús‑Hijo‑de‑María, en tanto que Expresión de lo Real respecto del cual ellos han dudado» (Corán 19: 30‑34).
7. Jesús Hijo de María y su Madre
A menudo se ha dicho que la Revelación coránica tendía a minimizar el aspecto divino de Jesús calificándole de Hijo de María y no de Hijo de Al-lâh. Nosotros hemos citado algunos versículos en los cuales Jesús, fortalecido por un Espíritu divino y la propia Palabra de Al-lâh, aparece bajo este aspecto divino. Sin embargo, si cada ser es hálito y palabra de Al-lâh porque ha nacido de Él, Jesús es mostrado como profeta, como el Santo perfectamente realizado que sirve, junto con su muy santa Madre, de ejemplo a la humanidad. Los versículos siguientes permiten entenderlo así:
Cuando el Hijo‑de‑María ha sido propuesto como ejemplo, los que están cerca de ti se apartan de él.
Dicen: ¿Los dioses a los que adoramos son un bien o lo es él? Ellos no te hablan más que para entrar en polémica. Son más bien gente llevada a la disputa... (Corán 43: 57‑58).
Por otro lado, la Tradición del profeta Muhammad reconoce a Jesús un papel destacado al final de los tiempos y, en el Corán, encontramos este versículo que abunda en lo mismo:
No hay nadie entre los poseedores de las Escrituras que no ponga la fe en él Jesús hasta su muerte. En el Día de la Resurrección se volverá testigo de su causa (Corán 4: 159).
Algunos relatos proféticos auténticos confirman que Jesús volverá a descender sobre la tierra, bajo la égida del islam, última Revelación, para matar al Anticristo y restaurar, por cierto tiempo, un nuevo orden de paz y de espiritualidad. Será entonces testigo de cargo o descargo para los seres humanos del ciclo actual, reconociendo a los que hayan sido fieles a las Escrituras divinas que les han sido reveladas.
María, como virgen, ella que ha guardado su virginidad, recibe permanentemente la Palabra y el Espíritu de Al-lâh expresados por Jesús. Ella engendra espiritualmente, como Madre, a todos los seres en su Matriz universal.
Podríamos resaltar que esta apelación «el Hijo‑de‑María y su Madre» existe también en la Tradición cristiana. Así, en una encíclica del papa Juan Pablo II sobre la bienaventurada Virgen María leemos: «el Hijo de María y su Madre con él», corroborando, por si fuera necesario, los dos versículos siguientes:
Nosotros hemos hecho del Hijo‑de‑María y de su Madre un Signo. Los hemos acogido en un lugar hospitalario elevado, tranquilo y bañado por una fuente (Corán 23: 50).
Y la que guardó intacto su sexo de manera que Nosotros insufláramos en ella Nuestro Espíritu, hemos hecho de ella y de su hijo un Signo para los seres del universo (Corán 21: 91).
Incluso si algunas veces Jesús es mencionado sin madre —por ejemplo, en una enumeración de profetas—, la expresión coránica Jesús‑Hijo‑de‑María y su Madre constituye un signo único indisociable, siendo ambos solidarios en su mediación universal.
En esta apelación coránica de Jesús: Jesús‑Hijo‑de‑María y su Madre, la primera parte, Jesús‑Hijo‑de‑María, se refiere a María siempre virgen que no cesa de engendrar a su Hijo; ella recibe la Palabra divina que es Jesús bajo su aspecto divino. Mientras que la segunda parte, su Madre, continúa transmitiendo esta Palabra divina a los humanos. Encontramos esta misma noción al principio del versículo 5: 110:
«Pues Al-lâh dijo: ¡Oh Jesús‑Hijo‑de‑María! Fecunda la llamada de Mis bienhechores bajo tu mirada y bajo la mirada de la que te engendra... »,
o más precisamente: de quien es tu engendradora (wâlida), traducción literal del participio activo femenino del verbo engendrar (WaLaDa). Así interpretado, Jesús no cesa de ser engendrado por su Madre, como hemos indicado anteriormente. Ella no cesa, por tanto, de manifestar el Verbo de Al-lâh.
8. María confirma la Palabra y las Escrituras de su Señor
Ante la pureza virginal y excepcional de María, algunos autores musulmanes y occidentales se han planteado la cuestión de saber si ella había alcanzado el grado de la profecía, más aún cuando el versículo que hemos citado anteriormente podría darlo a entender:
Y María, hija de Imrân que preservó intacto su sexo de manera que Nosotros insufláramos en él (fî‑hî, es decir, en su sexo) Nuestro Espíritu. Ella confirmó las Palabras de su Señor así como Sus Escrituras. Ella se contaba entre los que meditan asiduamente (Corán 66: 12).
Podemos aproximar esta noción de «confirmación de las Escrituras» por parte de María a lo que se dijo, de una lado, a Zacarias, a propósito de su hijo y profeta Juan Bautista, primo de María, en el versículo 3: 39 del Corán: «Al-lâh te anuncia la buena nueva de Juan Bautista confirmando una Palabra (o un Verbo) que proviene de Al-lâh», y, de otro lado, respecto de lo que se dice de Jesús en el Corán 5: 46: «Y Nosotros hemos enviado después de ellos a Jesús‑Hijo‑de-María para confirmar lo que es siempre actual de la Torá», y en el Corán 3: 50: «Heme aquí se trata de Jesús confirmando lo que es siempre actual de la Torá...». Además, encontramos en el versículo 5: 110 del Corán que Jesús no sólo confirma las Escrituras sino que también posee la ciencia:
Pues Yo te he fortalecido por el Espíritu de la Santidad: tú hablas desde la cuna a los seres humanos y como un ser desarrollado. Y Yo te he concedido la ciencia de la Escritura, de la Sabiduría, de la Torá y del Evangelio ...
Jesús recibe la ciencia de la Escritura sin que Al-lâh precise de qué Escritura se trata, pero siendo él mismo Palabra o Verbo universal e increado bajo su aspecto divino, contiene todas estas palabras, lo que es confirmado por la expresión «Palabra de Al-lâh», en el versículo 4: 171 que hemos citado con anterioridad. Vemos así que María, por el hecho de confirmar las Escrituras, parece, bajo este aspecto, participar en la función profética, ¿pero es ello suficiente para decir que es profeta?
María confirma y no cesa de confirmar todas las Palabras de Al-lâh. Pues todos los seres, realizados en Al-lâh o no, son palabras divinas, y también, bajo este aspecto, están en relación con ella. Confirma todas las Escrituras pasadas y presentes Jesús, que recibe y enseña la Escritura, que es, él mismo, esta Escritura, que su Madre‑Virgen confirma como lo hizo él a través de la Escucha divina para todos aquellos que Al-lâh hace descender constantemente. En la medida en que consagra a Al-lâh un ayuno silencioso, María recibe las Palabras en un silencio completo y en una latencia de la Palabra interior y exterior. Bajo este aspecto, es considerada como el Silencio esencial que precede a toda expresión, a toda articulación, a todo verbo, más allá incluso de la Unicidad divina, en la esencia infinita o inefable. Ella puede ser asimilada a la Madre de la Escritura de la cual Al-lâh dijo:
«Al-lâh borra y confirma lo que Él desea y en Él está la Madre de la Escritura (Umm al-Kitâb)» (Corán 13: 39).
Por todas estas razones, la Revelación coránica nos presenta la función de María como complementaria de la de su Hijo Jesús. En el Proyecto eterno de Al-lâh ella permanece virgen Madre, Esposa fiel del Espíritu santo divino expresado por el Ángel desde su Anunciación y, para siempre, Madre del Verbo manifestado que ella recibe en toda su grandeza natural y espiritual de manera que pueda ser comunicado.
Traducción del francés Josefina de Diego y Olga M. Pérez
Notas:
(1). Enseigneur ha sido traducido como «Señor», obviando la connotación de enseñar a que posee el término, puesto que el autor establece con claridad la diferencia respecto de la palabra maître, intencionadamente reservada para el concepto de «maestro». Nota de la traductotas.
(2). Cf. Michel Hayek, Le Christ de L’Islam, Seuil, Paris, 1959, p. 91. El autor cita un comentario de Qâshânî a los Fusûs al‑hîkam de Ibn Arabî, capítulo dedicado a Jesús. N. de las T.

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