El Lobby Sionista Judío
21 noviembre, 2013
Tel Aviv should seek other allies than US
Israel deportará niños inmigrantes para “garantizar el carácter judío del estado”
Israel no invadió ni ejecutó un genocidio militar en Líbano con la religión judía, sino con aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques Merkava, artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y un plan de ataque militar. El lobby judío que controla Casa Blanca y la Reserva Federal no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wall Street. Un detalle a tener en cuenta, para no confundir la realidad con el mito y el negocio.
Por Rodrigo Guevara y Manuel Freytas
A) El mito
El genocidio militar perpetrado por Israel en Líbano puso nuevamente de moda la vieja discusión sobre el “antisemitismo” o el “odio racial” contra los judíos donde ni los considerados “antisemitas” se ponen de acuerdo sobre qué es Israel y qué es “el pueblo judío”.
Como siempre, los puntos referenciales del “debate” giran alrededor de la “raza” y de la “religión” en términos “históricos”, sin tocar para nada la implicación económica, social, política y cultural de los judíos como colectividad en la realidad del mundo del presente.
En este corte alienado y atomizado de la discusión, los propios críticos de Israel terminan dividiendo a los judíos entre “sionistas” y “no sionistas”, como si la cuestión del sionismo fuera una cuestión “racial” o religiosa, y no un sistema de dominio imperial que abarca interactivamente el plano económico, político, social y cultural, superando la cuestión de la raza o de las creencias religiosas.
Y por otro lado, y en forma práctica, en esta sociedad capitalista de valores individualistas ¿quién se basa en la religión o en la raza para tomar decisiones o convivir en sociedad?
Hezbolá, por ejemplo, no le propinó una derrota militar a Israel con la religión islámica, sino con una guerra asimétrica, planteada con armas, logística, estructuras operativas, tácticas y estrategias de combate ejecutadas en el teatro de operaciones de Líbano. Israel no invadió ni ejecutó un genocidio militar en Líbano con la religión judía, sino con aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques Merkava, artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y un plan de ataque militar.
Entonces ¿Que tienen que ver Israel y Hezbolá con una discusión racial y religiosa?
Lo curioso, es que son las propias organizaciones religiosas islámicas (“pacifistas” por naturaleza) que andan “explicando” desde el prejuicio religioso que no son “antisemitas” ni “antijudías, como si las sinagogas judías (y no un sistema mundial de poder que se expresa en lo económico, en lo político, en lo cultural y en lo militar) fueran el ombligo del mundo. Con solo mirar con lógica y sentido común los acontecimientos económicos, políticos y sociales a nivel planetario, se puede comprobar fácilmente que el mundo no se maneja con religión sino con pragmatismo realista de causa y efecto.
En la era informática, en la era de las comunicaciones, en la era de la ciencia aeroespacial, de la robótica y de la bio-genética, a la religión ya no la practican ni los judíos, cuya mayoría solo la tiene como referencia vaga de su pertenencia religiosa como la tienen los católicos, cuya mayoría abrumante ya ni frecuenta las iglesias.
Entonces ¿De qué hablan cuando hablan de “antisemitismo” o de “anti-judaismo religioso? ¿En qué parámetros referenciales se basa la condición de “antisemita”? ¿Quién es antisemita? ¿Quién critica a los judíos por su religión o por su raza en las sociedades del mundo?
A lo sumo, a los judíos, como está probado en la realidad social de cualquier país, no se los critica por su religión o condición racial sino por su apego excesivo al status del dinero (también cultivado por otras colectividades) y a integrar estructuras o jerarquías de poder dentro de un sistema injusto de opresión y de explotación del hombre por el hombre, como es el sistema capitalista.
Históricamente, más que por su religión, en todos los países y sociedades de la tierra el judío siempre estuvo identificado en la figura del “usurero” y no del rabino, cuestión que se refleja masivamente en los chistes de judíos contados hasta por los propios judíos. Es decir, a los judíos habitualmente no se los critica por su religión o su raza, sino por sus valores excesivamente “materialistas” que los lleva rápidamente a escalar pirámides de poder dentro del sistema capitalista, lo que les construyó el mito (alentado por los propios judíos) de “inteligencia superior”.
Salvo los grupos minoritarios de fanáticos y racistas que solo se representan a sí mismos, en las sociedades (salvo el nazismo alemán y algunas excepciones) casi nunca hubo “persecución religiosa” del judío, si no que hubo una asociación del judío con la “peor cara del capitalismo”, representada en el sistema económico-financiero especulativo.
¿Cuantos son los grupos de nazis y fanáticos que persiguen “racialmente” a los judíos por el mundo, en relación al conjunto de la humanidad? Alcanzan los dedos de una mano para contarlos. Es más, los “nazis” que quedan, ni siquiera son nazis con “pureza doctrinaria”, son marginales alienados del sistema capitalista, una especie de “tribu” urbana insignificante e idiota, que no representan un peligro para nadie, y que habitualmente son utilizados para mantener vivo el mito de la “persecución” y el “antisemitismo.
En definitiva el mito de la “persecución religiosa”, solo sirvió para generar el mito del “antisemitismo” como falsa corriente masiva, con la finalidad de tapar lo que grupos minoritarios de origen judío hacen en realidad: controlar y manejar los resortes estratégicos del sistema capitalista que gobierna el mundo por medio del poder económico.
B) El negocio
Cuando alguien ejercita una investigación y un análisis estructural del lobby judío (y su red interactiva de lobbys locales en todos los países), no investiga ni analiza las sinagogas, sino los centros de planificación y de decisión mundial del sistema capitalista que controla las estructuras económico-productivas en todos los países de la tierra.

El corazón del lobby judío estadounidense es el poderoso sector financiero de Wall Street que tiene directa implicancia y participación en el nombramiento de funcionarios claves del gobierno de EEUU y de los órganos de control de política monetaria e instituciones crediticias (nacional e internacional) con sede en Washington y Nueva York.
Las principales instituciones financieras del lobby (Goldman Sachs, Morgan Stanley , Lehman Brothers,entre las primeras cinco) y los principales bancos (Citigroup, JP Morgan and Merrill Lynch, entre los primeros cinco), influyen decisivamente para el nombramiento de los titulares de la Reserva Federal, el Tesoro, y la secretaría de Comercio, además de los directores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Un ejemplo de esta ligazón es el nombramiento, en el 2005, de Paul Wolfowitz, ex subsecretario de Defensa, considerado el “cerebro” del lobby judío de Washington, como titular del Banco Mundial. Otro ejemplo destacado, fue el reciente nombramiento de Henry Paulson, presidente ejecutivo de Goldman Sachs como titular del Tesoro estadounidense.
El ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, como su actual presidente, Ben Bernanke, fueron impuestos por el lobby neoyorquino de los grandes bancos, financieras y corporaciones trasnacionales que se aglutinan en el llamado Consenso de Washington, un foro de existencia casi invisible desde el cual se acuerdan normas económicas-financieras y políticas de regulación de mercados que trascienden las fronteras de EEUU.
A la reunión anual del AIPAC, la más poderosa institución sionista del lobby (y no obstante que los judíos solo representan menos del 5% de los votos en EEUU) asisten la mayoría de los líderes del Congreso, los principales miembros del Gobierno y más de la mitad de todos los integrantes del Congreso, que identifican los intereses de Israel con los de EEUU. Antes que por la religión y la raza, el lobby y sus redes se mueven por una ideología política funcional: el sionismo capitalista-imperial que antepone el mercado, la concentración de riqueza, la “política de negocios”, a cualquier filosofía que roce las nociones del “bien” o del “mal” entendidos dentro de parámetros sociales.
El lobby judío que controla Casa Blanca y la Reserva Federal no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wal Street, donde la suprema religión son el dólar y los negocios entrelazados por todo el planeta. En Wall Street, el templo supremo del dinero sin fronteras, no se reza sino que se cotizan anualmente títulos, bonos y acciones por más de 12 billones de dólares. Casi el equivalente a 2 veces el PBI anual de 180 países en vías de desarrollo.
Es dinero volátil. Reproduciéndose y concentrándose a escala planetaria. Pero con un punto de regreso y refugio preciso: la Reserva Federal norteamericana controlada por grupos minoritarios judíos. El capitalismo no tiene fronteras. Pero el dólar, su moneda patrón, solo atiende en EEUU, más precisamente en Nueva York, donde reside el patriciado financiero judío que sale en los ranking de Forbes o de Fortune.
Los tres principales bancos y las tres primeras instituciones financieras del lobby recibirán una tasa de beneficios superior a los 50.000 millones de dólares en 2006, equivalente a más de 35 presupuestos anuales de un país como Bolivia.
Las tres principales cadenas televisivas de EEUU (CNN, ABC, NBC y Fox) , los tres principales diarios (The Wall Street Journal, The New York Times y The Washington Post) están controlados y gerenciados (a través de paquetes accionarios o de familias) por grupos del lobby judío, principalmente neoyorquino. Asimismo como las tres más influyentes revistas (Newsweek, Time y The New Yorker), y consorcios hegemónicos de Internet como Time-Warner (fusionado con América on Line) o Yahoo, están controlados por gerenciamiento y capital judío que opera a nivel de redes y conglomerados entrelazados con otras empresas.
Colosos del cine de Hollywood y del espectáculo como The Walt Disney Company, Warner Brothers, Columbia Pictures, Paramount, 20th Century Fox, entre otros, forman parte de esta red interactiva del capital sionista imperialista. Consecuentemente, el sector mayoritario hegemónico de la información, la cultura y el espectáculo difundidos a escala masiva (que marcan tendencias y valores sociales, y son claves para el control ideológico y el direccionamiento de conducta colectiva) están en manos del lobby judío que, a su vez, controla los resortes básicos del poder económico y político del Imperio estadounidense.
Tanto las “cuatro grandes” contratistas del complejo militar-industrial (Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, General Dynamics ), como las “cuatro hermanas” ( Exxon-Mobil, Chevron-Texaco, Royal Dutch Shell y BP) que monopolizan la extracción y comercialización del petróleo a escala mundial, no hablan de religión ni de sinagogas, sino de negocios y de acciones que se capitalizan en la bolsa de Wall Street.
Citigroup, Goldman Sachs, IBM, Microsoft, Coca-Cola, por ejemplo, no hablan de religión ni de sinagogas: hablan de mercados, valores, negocios y utilidades.
Desde Homero Simpson a Spielberg, desde Bill Gates a la CNN, desde la mega-industria de la música y el espectáculo de Hollyvood, al templo mundial de las finanzas de Wall Street, desde Exxon a Locked Martin, todo lo que se respira en el mundo está regulado y controlado por la exclusiva familia del lobby judío ramificada por el planeta. No se trata de una afirmación meramente analítica, sino de una realidad estadística, verificable, y comprobable.
Cuando se investiga a fondo cualquier sistema económico productivo de cualquier país de la tierra, en su sistema económico-financiero, en las cámaras industriales, comerciales y de servicios, en los grandes consorcios de la comunicación y de la cultura, en el negocio del entretenimiento, casi siempre dominan paquetes accionarios controlados por judíos, quienes además ocupan los puestos claves de decisión y gerenciamiento.
Cuando hablamos de lobby judío, hablamos de un diseño estratégico de poder mundial, interactivo y totalizado, que se concreta mediante una red infinita de asociaciones y vasos comunicantes entre el capital financiero, industrial y de servicios que convierte a los países y gobiernos en gerencias de enclave.
Cuando hablamos de lobby judío hablamos de un poder mundial sionista imperialista que es el dueño del Estado de Israel tanto como del Estado norteamericano, y del resto de los Estados con sus recursos naturales y sistemas económico-productivos, sencillamente porque controla el capital y los medios de producción que mueven a esos países.
El complejo entramado de “vasos comunicantes” entre el capitalismo financiero, tecnológico, industrial, de servicios, informático y comunicacional (controlado mayoritariamente por grupos del lobby judío) revela un grado increíble de concentración, diversificación, e intereses comunes de las megacorporaciones transnacionales que se dividen el planeta como un gran mercado.
La redes del sistema capitalista globalizado, cuyas filiales y casas matrices pueden estar en Europa, Asia, o en cualquier continente, tienen su terminal en Wall Street o en el Complejo militar-industrial de EEUU, controlado por el lobby judío desde Washington y Nueva York.
El que quiera comprobarlo, no tiene nada más que investigar la composición accionaria, los niveles gerenciales, y los vasos comunicantes empresariales de los bancos, financieras, empresas, medios de comunicación (los famosos “monopolios”), que hegemonizan la actividad económico-productiva de la mayoría de los países del mundo. Y como sucedió siempre en el sistema capitalista, el que controla el sistema económico de un país (la infraestructura), también controla al gobierno y a sus herramientas administrativas (la superestructura).
El lobby no solamente está en la Casa Blanca sino que abarca todos los niveles de las operaciones del capitalismo trasnacional, cuyo diseño estratégico está en la cabeza de los grandes charmans y ejecutivos de bancos y consorcios multinacionales que se sientan en el Consenso de Washington y se reparten el planeta como si fuera un pastel.
Cuando hablamos del lobby judío, no hablamos de religión sino del sistema capitalista, cuya existencia y modus operandi de explotación del hombre por el hombre esconden los medios de información, comunicación y cultura, en manos del lobby judío, cuya existencia se puede verificar en cada país solo con investigar los paquetes accionarios y los niveles gerenciales de las empresas que monopolizan el sistema económico-productivo.
Fuente: iarnoticias.com
Tzion, en hebreo, es el nombre de un monte en Jerusalén. En la Biblia, ese nombre era usado tanto para designar la Tierra de Israel como “su capital nacional y espiritual”, Jerusalén. A lo largo de toda la historia judía, Sión fue sinónimo de Israel, y la expresión “retorno a Sión” la bandera del movimiento sionista.
El sionismo procura asentarse en una explicación religiosa para justificar su existencia. Según la interpretación ad hoc del sionismo, en el año 70 de la era cristiana, los judíos fueron expulsados de Jerusalén, que estaba siendo ocupada por los romanos. Esta expatriación fue la famosa Diáspora, que dispersó a los judíos por los cuatro puntos cardinales; los judíos habrían buscado por dos milenios el retorno a Eretz Israel, considerada en la Biblia la patria de los judíos.
Sin embargo, el movimiento sionista es una reacción de la pequeña burguesía judía, que, duramente golpeada por la creciente ola de antisemitismo, tuvo que desplazarse de un país a otro para escapar de la persecución.
Esa historia de los judíos, tal como es contada por los sionistas, trata de crear el telón de fondo para justificar la ocupación de Palestina. Así, después de la violenta dispersión de los judíos por obra de los romanos, los judíos no habrían podido asimilarse en las naciones a donde emigraron. Imbuidos de su “cohesión nacional”, “de un sentimiento ético superior” y de “una indestructible creencia en un Dios único”, habrían resistido a todas las tentativas de asimilación. Esto no fue realmente así, ya que hubo a lo largo de esos dos mil años innumerables casos de asimilación. Sin embargo, de acuerdo con la historia construida por los sionistas, la única esperanza de los judíos durante esos días sombríos que duraron dos mil años era retornar a la antigua patria.
Es cierto que los pioneros de la colonización de Palestina eran artesanos, pequeños comerciantes pobres, personas sin grandes posesiones y que ni Rotschild ni la gran burguesía judía enviaron a sus hombres a colonizar la tierra en Palestina. Esto fue la base de los intentos de crear una imagen “plebeya” y hasta “obrera” y “socialista” del sionismo.[9] Pero el sionismo –y no hace falta decirlo después de la ocupación colonial y la limpieza étnica- no es socialista y lejos está de serlo. El sionismo es el movimiento de una burguesía que buscaba “librarse” de los judíos europeos para calmar la furia antisemita y frenar su creciente participación en los partidos de izquierda. Para establecerse necesitaría el apoyo del imperialismo que lo colocaría como su gendarme en Medio Oriente.
De hecho, en 1950 fue sancionada la Ley del Retorno, por la que todo judío tiene derecho a asentarse en Israel. En 1952 se sancionó también la Ley de la Nacionalidad, por la que se confiere automáticamente la ciudadanía a aquellos llegados bajo la Ley del Retorno. Evidentemente, esto no es aplicable a los no-judíos. Así, los millones de refugiados palestinos, consecuencia de las expulsiones practicadas sistemáticamente por los gobiernos israelíes a lo largo de sus cincuenta y tres años de historia, no tienen reconocido por parte de Israel el derecho a volver a sus casas y a recuperar sus propiedades. El argumento oficial esgrimido por Israel para vetar el derecho de retorno a los refugiados es el de que esto haría peligrar el carácter judío del estado y, en consecuencia, de su propia existencia.
Los romanos dieron a Palestina su actual denominación. La dominación de Roma y, luego, la del Imperio Bizantino -o Romano de Oriente- se extendió hasta el año 611, cuando la provincia fue invadida por los persas. Los árabes, un pueblo semita procedente del interior de la península, conquistaron Palestina en el año 634. La fe islámica y el idioma árabe unificaron a los pueblos semitas, con excepción de los judíos. Con breves intervalos de dominación parcial de los cruzados cristianos y los mongoles -en los siglos XI, XII y XIII- Palestina tuvo gobiernos árabes durante casi un milenio e islámicos durante un milenio y medio.
La amplia mayoría de la población de Palestina al momento de la creación del estado de Israel era, por tanto, árabe, por lo menos desde el siglo VII d. C. Así, en 1948 –aun antes de la creación del Estado de Israel-, setecientos mil árabes fueron expulsados o debieron huir de los territorios en los que sus antepasados habían vivido por más de 1200 años para que éstos fueran ocupados por cientos de miles de judíos europeos.
Para el sionismo, la justificación para reivindicar la legitimidad de la instalación del Estado de Israel en territorio palestino, se halla en la “Biblia y la historia”. Se basa fundamentalmente en la consideración de Palestina como su “patria histórica” fundada en la “promesa” del Mesías al pueblo judío. Por supuesto que históricamente, esta pretensión es infundada: los reinos judíos de David y Salomón, duraron setenta y tres años e incluso si se considera como independiente la entera historia de los antiguos reinos judíos, desde la conquista de Canaán por David en 1000 a. C. hasta la erradicación de Judea en 586 a. C, llegamos a un régimen judío de sólo 414 años.[22] Los reinos judíos no fueron más que uno de los muchos períodos en la historia de la antigua Palestina.
El imperio otomano mantuvo su hegemonía sobre Palestina hasta la Primera Guerra Mundial. Durante el conflicto, Londres prometió al jerife Hussein la independencia de las tierras árabes a cambio de su colaboración en la lucha antiturca. Al mismo tiempo, el ministro de Relaciones Exteriores británico Lord Balfour prometía en 1917 al movimiento sionista el establecimiento de un “hogar nacional judío” en Palestina. El “derecho” de Inglaterra sobre Palestina provenía de su derrota militar sobre los turcos en alianza con los árabes. Tras la Primera Guerra Mundial, llegó el reparto de los territorios que estaban en manos turcas.[24] Para ello Inglaterra se sirvió del movimiento nacional árabe que había comenzado a despertar. Y, por otro lado, firmó con Francia el acuerdo de Sikes-Picot, que le daría a Palestina por su condición de puente intercontinental, el carácter de zona internacional, además de la “Declaración Balfour” (2 de noviembre 1917), que fue considerada como la “alianza de boda” entre el sionismo y el imperialismo inglés.[25] Los británicos vieron en la colonización de Palestina por parte de judíos europeos la posibilidad de disponer de un enclave estratégico que les permitiera, por un lado, controlar el Canal de Suez, y facilitar así su comercio con la India, y por el otro, el acceso al petróleo iraquí.
Así comenzaba la segunda etapa del sionismo, que culminaría con la creación del Estado de Israel. Además de dar a los ingleses un valioso auxilio para establecer un futuro protectorado en Palestina, la “Declaración Balfour” colocaba en manos inglesas un arma poderosa para liquidar el movimiento nacional árabe y fortalecer la política de guerra del imperialismo británico y su lucha contra la Revolución Rusa.
Así, Israel comenzaba a nacer por medio de una declaración unilateral de una gran potencia imperialista, declaración que imponía el destino de una región de Asia que jamás había pertenecido a Inglaterra, que daba de regalo a Lord Rothschild el territorio de una nación ajena y que no tenía en cuenta los deseos del pueblo palestino, que era 93% árabe en 1917. Esas personas eran reducidas a la condición de no-judíos, confinadas en un “hogar nacional judío”, o sea, tratados como extranjeros en su propia tierra.
La Segunda Guerra Mundial y la nueva “potencia protectora” de los sionistas
En esa época, se iniciaba la Segunda Guerra Mundial y los sionistas estaban preocupados por el destino de Inglaterra -su imperialismo protector- ante un nuevo reparto del mundo en zonas de influencia ya que querían garantizar para Palestina la protección imperialista. Todo indicaba que los Estados Unidos de América serían a partir de entonces el gran señor del mundo. La supuesta lucha antiimperialista de que alardeaba el sionismo era, simplemente, el deseo de pasar de un socio menos fuerte a otro más poderoso. Eso fue expresado con claridad por Ben Gurion: “Nuestra mayor preocupación era la suerte que estaría reservada a Palestina después de la guerra. Ya estaba claro que los ingleses no conservarían su Mandato. Si se tenía todas las razones para creer que Hitler sería vencido, era evidente que la Gran Bretaña, incluso victoriosa, saldría muy debilitada del conflicto. Por eso, yo no tenía duda de que el centro de gravedad de nuestras fuerzas debería pasar del Reino Unido a América del Norte, que estaba en vías de asumir el primer lugar en el mundo”.
Bajo la órbita norteamericana, el sionismo comenzó a dar grandes pasos en dirección a la creación del Estado de Israel. Al final de la guerra, las grandes potencias, a través de la ONU, no solo hicieron la vista gorda a la ocupación y masacre del pueblo palestino, sino que dieron el status legal a la situación colonial creada durante la dominación británica. Sobre la base de la propuesta de división de Palestina hecha durante el Mandato inglés y que encendió la revuelta en todo el mundo árabe, el 29 de noviembre de 1947 se votó en la recién creada Organización de las Naciones Unidas la división del país en dos Estados: uno sionista y otro árabe. La resolución 181 fue aprobada con 33 votos a favor[33], 13 en contra[34] y 10 abstenciones[35]. En la votación, los EE.UU. presionaron hasta el límite a “dóciles” gobiernos asiáticos y latinoamericanos, llegando incluso a comprar votos.[36] Sin consulta alguna al pueblo palestino y con el aval de la burocracia soviética, que envió armas y aviones para ayudar al imperialismo a masacrar a los árabes, Palestina era objeto de un “reparto”.
Desde el inicio de 1948 hasta la retirada británica (15 de mayo del mismo año) los judíos ocuparon un 14% de Palestina sobre cuya tierra se declaró unilateralmente la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948. Dos meses más tarde, iniciada la guerra con los Estados árabes, los judíos ocuparon otro 9% de Palestina (parte de Galilea, el sector central de Lyda y Ramle, y el sur de Yafa). A finales de octubre de 1948 las fuerzas sionistas, ya convertidas en el ejército israelí, abatieron la defensa egipcia del sur de Palestina y ocuparon un 13% más de territorio, al tiempo que completaban la ocupación de Galilea y se adentraban en Líbano. Tras la firma del armisticio con Egipto a finales de ese año, Israel volvió a atacar el sur de Palestina ocupando un 42% más.
En total, un 78% de la extensión de la Palestina histórica fue despoblada por la fuerza militar, ocupadas de inmediato sus ciudades por inmigrantes judíos procedentes de Europa y sometida a la creación del Estado de Israel. En sólo tres meses (febrero-mayo de 1948) se puso en marcha un proyecto meticulosamente programado para aniquilar la presencia de la población palestina por medio del desalojo y de la destrucción física de sus pueblos y ciudades. En menos de un año de presión y violencia militarmente organizada, el sionismo convirtió la mayor parte de Palestina en territorio despoblado y a sus habitantes, los palestinos, en refugiados obligados a perder no sólo sus posesiones y su tierra sino sus derechos colectivos y nacionales como pueblo. El 15 de mayo de 1948, al término del Mandato británico en Palestina, más de la mitad de los palestinos (414.000) se habían convertido en refugiados y 213 aldeas y ciudades habían sido ya destruidas. Desde esa fecha hasta finales de mayo de 1948, otras 79 localidades fueron desalojadas y 86.700 palestinos más fueron expulsados, sumando un total de 500.700 refugiados.
Concebida como un proyecto estratégico, destinado a perdurar, la colonización de Palestina por el sionismo exacerbó el fenómeno colonial europeo en Oriente Próximo, al imponer mediante la fuerza militar la aniquilación brutal de todo un pueblo. Israel, como proyecto colonial inmerso en el entramado de los intereses europeos, primero, y norteamericanos, después, en la región tiene, no obstante, por la ideología sionista que lo sustenta, una característica definitoria mantenida después de 50 años de existencia: el ser un Estado racista basado en la exclusividad étnica judía. Su autoproclamado lema de ser la única democracia de Oriente Próximo se revela así de todo punto improcedente en tanto que su creación y existencia están basadas en la exclusión del pueblo palestino y en la negación de sus derechos nacionales. Que el plan que el sionismo impuso en 1948 en Palestina sólo haya podido realizarse mediante la negación del derecho de otro pueblo, el palestino, a establecer su propio Estado en la tierra que habitaba ininterrumpidamente desde más de un milenio, ilustra la injusticia inherente a su proyecto.
Tras su fundación, con cada nueva guerra contra sus vecinos árabes, Israel ha proseguido con esta lógica implacable: ocupar militarmente el espacio, desalojar por medio de la violencia a sus pobladores e, inmediatamente, anexionar el territorio al Estado para asentar nuevos colonos judíos. Y ésta ha sido también, durante las tres últimas décadas, la lógica de la colonización de los territorios de Gaza y Cisjordania ocupados en 1967: escindir a la población palestina de su territorio, aislándola en núcleos densamente poblados -la Franja de Gaza, las grandes ciudades de Cisjordania-, separados unos de otros por una tupida red de asentamientos judíos en expansión y por una retícula de carreteras y autopistas.
El desastre palestino de 1948 se extiende hasta nuestros días en los más de 4.900.000 refugiados palestinos que hoy siguen reclamando, desde el abandono y la miseria en la que subsisten, desde su resistencia y el mantenimiento de su conciencia nacional, su derecho al retorno. Medio siglo después, la mitad de los palestinos siguen siendo refugiados. La resolución justa del problema, el reconocimiento de sus derechos inalienables al retorno sólo será posible con la destrucción del Estado de Israel, que sobradas razones tiene para no existir, porque nació sobre la sangre de cientos de miles de palestinos despojados y porque no está basado en ningún derecho real, como se ha demostrado.
Así, la burguesía judía con el aval del imperialismo impulsó un movimiento para: 1) confinar a los judíos más pobres en la Tierra Santa, apartándolos de la lucha de clases en Europa y de los partidos de la izquierda; 2) librarse, en primer lugar ellos, de la furia antisemita que crecía; 3) constituir un Estado Judío en un punto estratégico, en medio de las mayores reservas de petróleo del mundo, amenazadas por el ascenso de las masas árabes. El Estado de Israel nacía como enclave del imperialismo en la región.
Financiación
La financiación de Israel es reveladora de la naturaleza de ese Estado. Todas las corrientes sionistas reconocen que el Estado de Israel es desde su inicio financiado por los EE.UU. y los poderosos lobbies de millonarios judíos. Sólo en los primeros años de su fundación, entre 1949 y 1966, Israel recibió 7.000 millones de dólares.[45] Una cifra que define con claridad la naturaleza del estado israelí es que ya en los años 70-80 el total de la ayuda norteamericana -sin contar la ayuda de la “Diáspora” ni los prestamos- representaba 1.000 dólares por habitante/año, lo que por sí solo equivalía a más de tres veces el Producto Nacional Bruto por habitante de Egipto y de la mayoría de los países africanos. Es sobradamente conocido el dato de que anualmente EEUU aporta a Israel ayuda directa por valor de 5.000 millones de dólares.
En este marco hay que considerar el problema de la composición étnica de Israel porque lo que pretende este Estado es preservar su carácter “occidental”. En palabras del propio Herzl:
“Palestina es nuestra inolvidable patria histórica. (…) Para Europa formaríamos allí parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie.”
En este sentido, los judíos orientales no son “valorados” de la misma manera que los occidentales. El grupo dominante de origen occidental que constituye una minoría, rechaza la cultura de los judíos de Oriente Medio como una cultura no judía. La elite dirigente sionista tiene su concepción de Israel como una sociedad occidental que pertenece al Oriente Medio únicamente de una manera geográfica. En función de esto no se escatiman esfuerzos para relegarlos a un papel secundario dentro de la sociedad israelí al mismo tiempo que se promociona al máximo la inmigración de judíos occidentales para compensar la situación numéricamente mayor de los judíos orientales.
Por Manuel Freytas (*)
manuelfreytas@iarnoticias.com
Informe especial
No se trata de Israel, sino de la probada “nacionalidad judía” del sistema capitalista que controla desde gobiernos hasta sistemas económico productivos y grandes medios de comunicación tanto en los países centrales como en el mundo subdesarrollado y periférico.
No se trata de un Estado judío en el lejano Medio Oriente, sino de medios de comunicación, bancos y corporaciones trasnacionales con judíos dominando la mayoría de los paquetes accionarios o hegemonizando las decisiones gerenciales desde puestos directrices y ejecutivos.
Quien se tome el trabajo de investigar el nombre de los integrantes de los directorios o de los accionistas de la grandes corporaciones y bancos transnacionales estadounidenses y europeos que controlan desde el comercio exterior e interior hasta los sistemas económicos productivos de los países, tanto centrales como “subdesarrollados” o “emergentes”, podrá fácilmente comprobar que (en una abrumante mayoría) son de origen judío.
Quien investigue con este mismo criterio, además, los medios de comunicación, la industria cultural o artística, cámaras empresariales, organizaciones sociales, fundaciones, organizaciones profesionales, ONGs, tanto en los países centrales como periféricos, se va a sorprender de la notable incidencia de personas de origen judío en sus más altos niveles de decisión.
A la investigadora chilena Denise Shomaly K., investigar y demostrar que el lobby de la comunicación (sobre todo las grandes cadenas) y la industria cultural estadounidense están dominados y controlados por ciudadanos de origen judío le costó una campaña de lapidación como “antisemita“, y fue incluso criticada y reprobada como “nazi” por la izquierda políticamente “correcta” y la usinas socialdemócratas.
Si ese mismo ejemplo de investigación de los directorios y paquetes accionarios de los grandes medios de comunicación e industrias culturales se trasladara a Europa o América Latina, se llegaría a los mismos o parecidos resultados a que llegó la investigadora chilena.
Las tres principales cadenas televisivas de EEUU (CNN, ABC, NBC y Fox) , los tres principales diarios (The Wall Street Journal, The New York Times y The Washington Post) están controlados y gerenciados (a través de paquetes accionarios o de familias) por grupos del lobby judío, principalmente neoyorquino.
Asimismo como las tres más influyentes revistas (Newsweek, Time y The New Yorker), y consorcios hegemónicos de Internet como Time-Warner (fusionado con América on Line) o Yahoo, están controlados por gerenciamiento y capital judío que opera a nivel de redes y conglomerados entrelazados con otras empresas.
Colosos del cine de Hollywood y del espectáculo como The Walt Disney Company, Warner Brothers,Columbia Pictures, Paramount, 20th Century Fox, entre otros, forman parte de esta red interactiva del capital sionista imperialista.
Todos estos conglomerados judeo capitalistas, mediáticos y cinematográficos, moldearon y nivelaron desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la “cultura americana” y la sociedad de consumo capitalista extendidas como “única civilización posible” por todo el planeta.
Los directivos y accionistas de las primeras treinta megaempresas trasnacionales y bancos (las más grandes del mundo) que cotizan en el indice Dow Jones de Wall Street, son mayoritariamente de origen judío.
Megacorporaciones del capitalismo sin fronteras como Wal-Mart Stores, Walt Disney, Microsoft, Pfizer Inc, General Motors, Hewlett Packard, Home Depot, Honeywell, IBM, Intel Corporation, Johnson & Johnson, JP Morgan Chase, American International Group, American Express, AT & T, Boeing Co (armamentista) , Caterpillar, Citigroup, Coca Cola, Dupont, Exxon Mobil (petrolera) , General Electric, McDonalds, Merck & Co, Procter & Gamble, United Technologies, Verizon, son controladas y/o gerenciados por capitales y personas de origen judío.
Estas corporaciones representan la crema de la crema de los grandes consorcios trasnacionales judeo sionistas que, a través del lobby ejercido por las embajadas estadounidenses y europeas, dictan y condicionan la política mundial y el comportamiento de gobiernos, ejércitos, o instituciones mundiales oficiales o privadas.
Esto explica porque los gobiernos del mundo (incluidos los árabes) se “cuidaron” de no seguir el ejemplo de Venezuela y Bolivia (además de Cuba e Irán) de condenar el genocidio israelí en Gaza y expulsar a sus embajadores en repudio por la matanza de civiles inocentes durante 22 días consecutivos de bombardeos que causaron más de 1.400 muertos, 6000 heridos, y el asesinato de más de 400 niños y 250 mujeres.
A este fenómeno de “poder mundial” judío, y no a Israel, es lo que temen los presidentes, políticos, periodistas, e intelectuales que evitan puntillosamente condenar o nombrar el genocidio militar de Israel en Gaza, repitiendo lo que ya hicieron durante la masacre israelí en Libano en el 2006.
La gran complicidad política, cultural y social a escala global con la masacre israelí no se gestó por miedo a Estado de Israel sino por miedo a lo que representa el Estado de Israel. No se trata de Israel, un Estado sionista más, sino del “Gran Israel”, la patria del judaísmo mundial (con territorio robado a los palestinos), de la cual todos los judíos del mundo se sienten sus hijos pródigos desperdigados por el mundo.
No se trata de Israel, sino de las poderosas organizaciones y comunidades judías mundiales que apoyaron en bloque el genocidio militar de Israel en Gaza, que utilizan su poder y “escala de prestigio” (construida mediante su victimización histórica con el Holocausto) para convertir en un leproso social al que se atreva criticar o a levantar la voz contra el exterminio militar israelí en Gaza.
Los gobiernos del mundo capitalista, los periodistas, intelectuales, organizaciones sindicales y sociales no le temen a Israel, sino a su lapidación social como “antisemita” (mote que se le otorga al que enfrenta y/o denuncia al sionismo judío). No le temen al Estado de Israel, sino a los hijos de Israel camuflados en los grandes centros de decisión del poder mundial, sobre todo económicos-financieros y mediático-culturales.
En definitiva temen que las empresas, las universidades, las organizaciones y las fundaciones internacionales sionistas que financian y o promocionan sus ascensos y puestos en la maquinaria del sistema los declaren “antisemitas” y los dejen sin trabajo, sin vacaciones y sin jubilación. Esa es la causa principal que explica porque los intelectuales, académicos y periodistas del sistema viven elucubrando sesudos análisis de la “realidad” política, económica y social sin la presencia de la palabra judío o del sistema capitalista que paga por sus servicios.
Si bien hay un grupo de intelectuales y de militantes judíos de izquierda (entre ellos Chomsky y Gelman, entre otros) que condenaron y protestaron contra el genocidio israelí en Gaza, la mayoría abrumante de las comunidades y organizaciones judías a escala planetaria apoyaron explícitamente la masacre de civiles en Gaza argumentando que se trataba de una “guerra contra el terrorismo”. A pesar de que Israel no invadió ni perpetró un genocidio militar en Gaza con la religión judía, sino con aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques, artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y un plan de exterminio militar en gran escala, quien cuestione esa masacre es condenado por “antisemita” por el poder judío mundial distribuido por el mundo.
Las campañas de denuncia de antisemitismo con las que Israel y las organizaciones judías buscan neutralizar a las criticas contra la masacre, abordan la cuestión como si el sionismo judío (sostén del estado de Israel) fuera una cuestión “racial” o religiosa, y no un sistema de dominio imperial que abarca interactivamente el plano económico, político, social y cultural, superando la cuestión de la raza o de las creencias religiosas.
El lobby judío no controla el mundo con la religión: lo maneja con bancos, trasnacionales, hegemonía sobre los sistemas económicos-productivos, control sobre los recursos naturales, control de la red informativa y de manipulación mundial, y manejo de los valores sociales a través de la publicidad, la cultura y el consumo estandarizado y globalizado por los medios de comunicación.
En definitiva, el lobby judío no representa a ninguna sinagoga ni expresión racial, sino que es la estructura que maneja el poder mundial a través del control sobre los centros económicos-financieros y de decisión estratégica del sistema capitalista expandido como civilización “única”. Antes que por la religión y la raza, el lobby judío y sus redes se mueven por una ideología política funcional: el sionismo capitalista-imperial que antepone el mercado, la concentración de riqueza, la “política de negocios”, a cualquier filosofía que roce las nociones del “bien” o del “mal” entendidos dentro de parámetros sociales.
Fuente: iarnoticias.com
Tel Aviv should seek other allies than US
Israeli Foreign Minister Avigdor Lieberman says Tel Aviv needs other allies to be replaced with the United States.25 mayo, 2012
“The link between Israel and its main strategic partner the United States has weakened,” Lieberman said on Wednesday, AFP reported.
Lieberman admitted that Washington itself has “too many challenges,” including its own “domestic economic problems.”
The Israeli foreign minister also suggested that the US is dependent upon money from some Arab countries.
vía PressTV – Tel Aviv should seek other allies than US: FM.
Israel deportará niños inmigrantes para “garantizar el carácter judío del estado”
El gobierno israelí mantiene su decisión de deportar a 400 niñas y niños, nacidos en Israel, hijos de inmigrantes.
“Por un lado, es un problema humanitario. Todos sentimos y comprendemos a los niños. Pero por otro lado, hay consideraciones sionistas. Debemos garantizar el carácter judío del estado de Israel“, dijo Netanyahu a los miembros del gabinete. El primer ministro los considera “amenaza demográfica”. “No queremos crear un incentivo para la llegada de cientos de miles de trabajadores indocumentados”, señaló.
http://periodismohumano.com/migracion/israel-deportara-ninos-inmigrantes-para-garantizar-el-caracter-judio-del-estado.html
El mito y el negocio
¿Qué tienen que ver los judíos con el lobby judío?Israel no invadió ni ejecutó un genocidio militar en Líbano con la religión judía, sino con aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques Merkava, artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y un plan de ataque militar. El lobby judío que controla Casa Blanca y la Reserva Federal no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wall Street. Un detalle a tener en cuenta, para no confundir la realidad con el mito y el negocio.
Por Rodrigo Guevara y Manuel Freytas
A) El mito
El genocidio militar perpetrado por Israel en Líbano puso nuevamente de moda la vieja discusión sobre el “antisemitismo” o el “odio racial” contra los judíos donde ni los considerados “antisemitas” se ponen de acuerdo sobre qué es Israel y qué es “el pueblo judío”.
Como siempre, los puntos referenciales del “debate” giran alrededor de la “raza” y de la “religión” en términos “históricos”, sin tocar para nada la implicación económica, social, política y cultural de los judíos como colectividad en la realidad del mundo del presente.
En este corte alienado y atomizado de la discusión, los propios críticos de Israel terminan dividiendo a los judíos entre “sionistas” y “no sionistas”, como si la cuestión del sionismo fuera una cuestión “racial” o religiosa, y no un sistema de dominio imperial que abarca interactivamente el plano económico, político, social y cultural, superando la cuestión de la raza o de las creencias religiosas.
Y por otro lado, y en forma práctica, en esta sociedad capitalista de valores individualistas ¿quién se basa en la religión o en la raza para tomar decisiones o convivir en sociedad?
Hezbolá, por ejemplo, no le propinó una derrota militar a Israel con la religión islámica, sino con una guerra asimétrica, planteada con armas, logística, estructuras operativas, tácticas y estrategias de combate ejecutadas en el teatro de operaciones de Líbano. Israel no invadió ni ejecutó un genocidio militar en Líbano con la religión judía, sino con aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques Merkava, artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y un plan de ataque militar.
Entonces ¿Que tienen que ver Israel y Hezbolá con una discusión racial y religiosa?
Lo curioso, es que son las propias organizaciones religiosas islámicas (“pacifistas” por naturaleza) que andan “explicando” desde el prejuicio religioso que no son “antisemitas” ni “antijudías, como si las sinagogas judías (y no un sistema mundial de poder que se expresa en lo económico, en lo político, en lo cultural y en lo militar) fueran el ombligo del mundo. Con solo mirar con lógica y sentido común los acontecimientos económicos, políticos y sociales a nivel planetario, se puede comprobar fácilmente que el mundo no se maneja con religión sino con pragmatismo realista de causa y efecto.
En la era informática, en la era de las comunicaciones, en la era de la ciencia aeroespacial, de la robótica y de la bio-genética, a la religión ya no la practican ni los judíos, cuya mayoría solo la tiene como referencia vaga de su pertenencia religiosa como la tienen los católicos, cuya mayoría abrumante ya ni frecuenta las iglesias.
Entonces ¿De qué hablan cuando hablan de “antisemitismo” o de “anti-judaismo religioso? ¿En qué parámetros referenciales se basa la condición de “antisemita”? ¿Quién es antisemita? ¿Quién critica a los judíos por su religión o por su raza en las sociedades del mundo?
A lo sumo, a los judíos, como está probado en la realidad social de cualquier país, no se los critica por su religión o condición racial sino por su apego excesivo al status del dinero (también cultivado por otras colectividades) y a integrar estructuras o jerarquías de poder dentro de un sistema injusto de opresión y de explotación del hombre por el hombre, como es el sistema capitalista.
Históricamente, más que por su religión, en todos los países y sociedades de la tierra el judío siempre estuvo identificado en la figura del “usurero” y no del rabino, cuestión que se refleja masivamente en los chistes de judíos contados hasta por los propios judíos. Es decir, a los judíos habitualmente no se los critica por su religión o su raza, sino por sus valores excesivamente “materialistas” que los lleva rápidamente a escalar pirámides de poder dentro del sistema capitalista, lo que les construyó el mito (alentado por los propios judíos) de “inteligencia superior”.
Salvo los grupos minoritarios de fanáticos y racistas que solo se representan a sí mismos, en las sociedades (salvo el nazismo alemán y algunas excepciones) casi nunca hubo “persecución religiosa” del judío, si no que hubo una asociación del judío con la “peor cara del capitalismo”, representada en el sistema económico-financiero especulativo.
¿Cuantos son los grupos de nazis y fanáticos que persiguen “racialmente” a los judíos por el mundo, en relación al conjunto de la humanidad? Alcanzan los dedos de una mano para contarlos. Es más, los “nazis” que quedan, ni siquiera son nazis con “pureza doctrinaria”, son marginales alienados del sistema capitalista, una especie de “tribu” urbana insignificante e idiota, que no representan un peligro para nadie, y que habitualmente son utilizados para mantener vivo el mito de la “persecución” y el “antisemitismo.
En definitiva el mito de la “persecución religiosa”, solo sirvió para generar el mito del “antisemitismo” como falsa corriente masiva, con la finalidad de tapar lo que grupos minoritarios de origen judío hacen en realidad: controlar y manejar los resortes estratégicos del sistema capitalista que gobierna el mundo por medio del poder económico.
B) El negocio
Cuando alguien ejercita una investigación y un análisis estructural del lobby judío (y su red interactiva de lobbys locales en todos los países), no investiga ni analiza las sinagogas, sino los centros de planificación y de decisión mundial del sistema capitalista que controla las estructuras económico-productivas en todos los países de la tierra.
| El lobby judío no controla el mundo con la religión: lo maneja con bancos, trasnacionales, mercados, control de precios y demanda, monopolio y hegemonía sobre los sistemas económicos-productivos, control sobre los recursos naturales, control de la red informativa y de manipulación social, manejo de los valores sociales a través de la publicidad, la cultura y el consumo estandarizado y globalizado por los medios de comunicación, y control financiero mediante el dólar (la moneda patrón de todas las transacciones comerciales y financieras) etc. |
Las principales instituciones financieras del lobby (Goldman Sachs, Morgan Stanley , Lehman Brothers,entre las primeras cinco) y los principales bancos (Citigroup, JP Morgan and Merrill Lynch, entre los primeros cinco), influyen decisivamente para el nombramiento de los titulares de la Reserva Federal, el Tesoro, y la secretaría de Comercio, además de los directores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Un ejemplo de esta ligazón es el nombramiento, en el 2005, de Paul Wolfowitz, ex subsecretario de Defensa, considerado el “cerebro” del lobby judío de Washington, como titular del Banco Mundial. Otro ejemplo destacado, fue el reciente nombramiento de Henry Paulson, presidente ejecutivo de Goldman Sachs como titular del Tesoro estadounidense.
El ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, como su actual presidente, Ben Bernanke, fueron impuestos por el lobby neoyorquino de los grandes bancos, financieras y corporaciones trasnacionales que se aglutinan en el llamado Consenso de Washington, un foro de existencia casi invisible desde el cual se acuerdan normas económicas-financieras y políticas de regulación de mercados que trascienden las fronteras de EEUU.
| Por medio de la utilización política de su poder financiero, de su estratégica posición en los centros de decisión, los grupos financieros del lobby judío ejercen influencia decisiva en la política interna y externa de EEUU, además de su papel dominante en la financiación de los partidos políticos, de los candidatos presidenciales y de los congresistas. |
El lobby judío que controla Casa Blanca y la Reserva Federal no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wal Street, donde la suprema religión son el dólar y los negocios entrelazados por todo el planeta. En Wall Street, el templo supremo del dinero sin fronteras, no se reza sino que se cotizan anualmente títulos, bonos y acciones por más de 12 billones de dólares. Casi el equivalente a 2 veces el PBI anual de 180 países en vías de desarrollo.
Es dinero volátil. Reproduciéndose y concentrándose a escala planetaria. Pero con un punto de regreso y refugio preciso: la Reserva Federal norteamericana controlada por grupos minoritarios judíos. El capitalismo no tiene fronteras. Pero el dólar, su moneda patrón, solo atiende en EEUU, más precisamente en Nueva York, donde reside el patriciado financiero judío que sale en los ranking de Forbes o de Fortune.
Los tres principales bancos y las tres primeras instituciones financieras del lobby recibirán una tasa de beneficios superior a los 50.000 millones de dólares en 2006, equivalente a más de 35 presupuestos anuales de un país como Bolivia.
Las tres principales cadenas televisivas de EEUU (CNN, ABC, NBC y Fox) , los tres principales diarios (The Wall Street Journal, The New York Times y The Washington Post) están controlados y gerenciados (a través de paquetes accionarios o de familias) por grupos del lobby judío, principalmente neoyorquino. Asimismo como las tres más influyentes revistas (Newsweek, Time y The New Yorker), y consorcios hegemónicos de Internet como Time-Warner (fusionado con América on Line) o Yahoo, están controlados por gerenciamiento y capital judío que opera a nivel de redes y conglomerados entrelazados con otras empresas.
Colosos del cine de Hollywood y del espectáculo como The Walt Disney Company, Warner Brothers, Columbia Pictures, Paramount, 20th Century Fox, entre otros, forman parte de esta red interactiva del capital sionista imperialista. Consecuentemente, el sector mayoritario hegemónico de la información, la cultura y el espectáculo difundidos a escala masiva (que marcan tendencias y valores sociales, y son claves para el control ideológico y el direccionamiento de conducta colectiva) están en manos del lobby judío que, a su vez, controla los resortes básicos del poder económico y político del Imperio estadounidense.
| La combinación del superpoder militar de Estados Unidos con el superpoder económico-financiero de Wall Street en manos del lobby judío, dio como resultante el Imperio único, cuyo radio de influencia y dominio directo abarca a 121 países en los cuales Estados Unidos tiene presencia directa o influencia militar, o en el resto de los países controlados a partir del apoderamiento de sus sistemas económico-productivos. |
Citigroup, Goldman Sachs, IBM, Microsoft, Coca-Cola, por ejemplo, no hablan de religión ni de sinagogas: hablan de mercados, valores, negocios y utilidades.
Desde Homero Simpson a Spielberg, desde Bill Gates a la CNN, desde la mega-industria de la música y el espectáculo de Hollyvood, al templo mundial de las finanzas de Wall Street, desde Exxon a Locked Martin, todo lo que se respira en el mundo está regulado y controlado por la exclusiva familia del lobby judío ramificada por el planeta. No se trata de una afirmación meramente analítica, sino de una realidad estadística, verificable, y comprobable.
Cuando se investiga a fondo cualquier sistema económico productivo de cualquier país de la tierra, en su sistema económico-financiero, en las cámaras industriales, comerciales y de servicios, en los grandes consorcios de la comunicación y de la cultura, en el negocio del entretenimiento, casi siempre dominan paquetes accionarios controlados por judíos, quienes además ocupan los puestos claves de decisión y gerenciamiento.
| Cuando hablamos de lobby judío, no hablamos de religión o de sinagoga sino de un poder mundial controlado en sus resortes decisivos por grupos minoritarios de origen judío, y conformado por una estructura de estrategas y tecnócratas que operan las redes industriales, tecnológicas, militares, financieras y mediáticas del capitalismo trasnacional extendido por los cuatro puntos cardinales del planeta. |
Cuando hablamos de lobby judío hablamos de un poder mundial sionista imperialista que es el dueño del Estado de Israel tanto como del Estado norteamericano, y del resto de los Estados con sus recursos naturales y sistemas económico-productivos, sencillamente porque controla el capital y los medios de producción que mueven a esos países.
El complejo entramado de “vasos comunicantes” entre el capitalismo financiero, tecnológico, industrial, de servicios, informático y comunicacional (controlado mayoritariamente por grupos del lobby judío) revela un grado increíble de concentración, diversificación, e intereses comunes de las megacorporaciones transnacionales que se dividen el planeta como un gran mercado.
La redes del sistema capitalista globalizado, cuyas filiales y casas matrices pueden estar en Europa, Asia, o en cualquier continente, tienen su terminal en Wall Street o en el Complejo militar-industrial de EEUU, controlado por el lobby judío desde Washington y Nueva York.
El que quiera comprobarlo, no tiene nada más que investigar la composición accionaria, los niveles gerenciales, y los vasos comunicantes empresariales de los bancos, financieras, empresas, medios de comunicación (los famosos “monopolios”), que hegemonizan la actividad económico-productiva de la mayoría de los países del mundo. Y como sucedió siempre en el sistema capitalista, el que controla el sistema económico de un país (la infraestructura), también controla al gobierno y a sus herramientas administrativas (la superestructura).
El lobby no solamente está en la Casa Blanca sino que abarca todos los niveles de las operaciones del capitalismo trasnacional, cuyo diseño estratégico está en la cabeza de los grandes charmans y ejecutivos de bancos y consorcios multinacionales que se sientan en el Consenso de Washington y se reparten el planeta como si fuera un pastel.
Cuando hablamos del lobby judío, no hablamos de religión sino del sistema capitalista, cuya existencia y modus operandi de explotación del hombre por el hombre esconden los medios de información, comunicación y cultura, en manos del lobby judío, cuya existencia se puede verificar en cada país solo con investigar los paquetes accionarios y los niveles gerenciales de las empresas que monopolizan el sistema económico-productivo.
| En definitiva, el lobby judío no representa a ninguna sinagoga ni expresión racial, sino que es la estructura que maneja el poder mundial a través del control sobre los centros económicos-financieros y de decisión estratégica del sistema capitalista expandido como civilización “única”. |
La Ideología Sionista
El contexto histórico del surgimiento del sionismo
Con el término “sionismo”, derivado de la palabra Sión[1], se define al movimiento nacionalista judío surgido en Europa a finales del siglo XIX y cuya figura más representativa fue el periodista de origen húngaro Theodor Herzl, en cuyo libro “El Estado Judío”, publicado en 1896, se recogen las ideas principales de este movimiento.Tzion, en hebreo, es el nombre de un monte en Jerusalén. En la Biblia, ese nombre era usado tanto para designar la Tierra de Israel como “su capital nacional y espiritual”, Jerusalén. A lo largo de toda la historia judía, Sión fue sinónimo de Israel, y la expresión “retorno a Sión” la bandera del movimiento sionista.
El sionismo procura asentarse en una explicación religiosa para justificar su existencia. Según la interpretación ad hoc del sionismo, en el año 70 de la era cristiana, los judíos fueron expulsados de Jerusalén, que estaba siendo ocupada por los romanos. Esta expatriación fue la famosa Diáspora, que dispersó a los judíos por los cuatro puntos cardinales; los judíos habrían buscado por dos milenios el retorno a Eretz Israel, considerada en la Biblia la patria de los judíos.
Sin embargo, el movimiento sionista es una reacción de la pequeña burguesía judía, que, duramente golpeada por la creciente ola de antisemitismo, tuvo que desplazarse de un país a otro para escapar de la persecución.
Esa historia de los judíos, tal como es contada por los sionistas, trata de crear el telón de fondo para justificar la ocupación de Palestina. Así, después de la violenta dispersión de los judíos por obra de los romanos, los judíos no habrían podido asimilarse en las naciones a donde emigraron. Imbuidos de su “cohesión nacional”, “de un sentimiento ético superior” y de “una indestructible creencia en un Dios único”, habrían resistido a todas las tentativas de asimilación. Esto no fue realmente así, ya que hubo a lo largo de esos dos mil años innumerables casos de asimilación. Sin embargo, de acuerdo con la historia construida por los sionistas, la única esperanza de los judíos durante esos días sombríos que duraron dos mil años era retornar a la antigua patria.
Es cierto que los pioneros de la colonización de Palestina eran artesanos, pequeños comerciantes pobres, personas sin grandes posesiones y que ni Rotschild ni la gran burguesía judía enviaron a sus hombres a colonizar la tierra en Palestina. Esto fue la base de los intentos de crear una imagen “plebeya” y hasta “obrera” y “socialista” del sionismo.[9] Pero el sionismo –y no hace falta decirlo después de la ocupación colonial y la limpieza étnica- no es socialista y lejos está de serlo. El sionismo es el movimiento de una burguesía que buscaba “librarse” de los judíos europeos para calmar la furia antisemita y frenar su creciente participación en los partidos de izquierda. Para establecerse necesitaría el apoyo del imperialismo que lo colocaría como su gendarme en Medio Oriente.
Los pilares ideológicos del sionismo
Como se ve, el sionismo se basa en algunos postulados que lo convierten en una ideología profundamente racista. Por un lado, considera que los judíos son un pueblo y no una comunidad religiosa, que Palestina fue y sigue siendo la tierra del pueblo judío, y que el antisemitismo y la persecución son un peligro latente para éste. Para los sionistas, Israel es la tierra del pueblo judío y se define como “estado judío”, es decir, que no se concibe como el país de los israelíes sino de los judíos. Esta definición implica que Israel pertenece a aquellas personas consideradas como judías, independientemente del país que habiten, y no a aquellas comunidades no-judías residentes. Esto se traduce en que un judío de cualquier parte del mundo tiene más derechos que la población árabe que permaneció tras la ocupación israelí, pese a vivir en estas tierras durante muchas generaciones.De hecho, en 1950 fue sancionada la Ley del Retorno, por la que todo judío tiene derecho a asentarse en Israel. En 1952 se sancionó también la Ley de la Nacionalidad, por la que se confiere automáticamente la ciudadanía a aquellos llegados bajo la Ley del Retorno. Evidentemente, esto no es aplicable a los no-judíos. Así, los millones de refugiados palestinos, consecuencia de las expulsiones practicadas sistemáticamente por los gobiernos israelíes a lo largo de sus cincuenta y tres años de historia, no tienen reconocido por parte de Israel el derecho a volver a sus casas y a recuperar sus propiedades. El argumento oficial esgrimido por Israel para vetar el derecho de retorno a los refugiados es el de que esto haría peligrar el carácter judío del estado y, en consecuencia, de su propia existencia.
Palestina
En el 332 a. C Palestina fue conquistada por Alejandro Magno. Tras la muerte de éste, retornó al imperio egipcio de los Ptolomeos. Más tarde fue dominada por los Seléucidas de Siria. Una rebelión encabezada por Judas Macabeo restableció el Estado judío en el año 67 a. C., pero éste pronto fue sometido a vasallaje por el entonces invencible Imperio Romano, que tomó Jerusalén a sangre y fuego, en el año 63 a. C. Los romanos reprimieron severamente la resistencia de los macabeos, zelotas y otras tribus judías. Como parte de esa represión fueron crucificados miles de rebeldes, entre ellos Jesús de Nazareth, alrededor del año 30 d. C.; fue demolido el Templo de Salomón, en el 70 d. C., y los judíos fueron expulsados de Jerusalén, en el año 135 d. C.Los romanos dieron a Palestina su actual denominación. La dominación de Roma y, luego, la del Imperio Bizantino -o Romano de Oriente- se extendió hasta el año 611, cuando la provincia fue invadida por los persas. Los árabes, un pueblo semita procedente del interior de la península, conquistaron Palestina en el año 634. La fe islámica y el idioma árabe unificaron a los pueblos semitas, con excepción de los judíos. Con breves intervalos de dominación parcial de los cruzados cristianos y los mongoles -en los siglos XI, XII y XIII- Palestina tuvo gobiernos árabes durante casi un milenio e islámicos durante un milenio y medio.
La amplia mayoría de la población de Palestina al momento de la creación del estado de Israel era, por tanto, árabe, por lo menos desde el siglo VII d. C. Así, en 1948 –aun antes de la creación del Estado de Israel-, setecientos mil árabes fueron expulsados o debieron huir de los territorios en los que sus antepasados habían vivido por más de 1200 años para que éstos fueran ocupados por cientos de miles de judíos europeos.
Para el sionismo, la justificación para reivindicar la legitimidad de la instalación del Estado de Israel en territorio palestino, se halla en la “Biblia y la historia”. Se basa fundamentalmente en la consideración de Palestina como su “patria histórica” fundada en la “promesa” del Mesías al pueblo judío. Por supuesto que históricamente, esta pretensión es infundada: los reinos judíos de David y Salomón, duraron setenta y tres años e incluso si se considera como independiente la entera historia de los antiguos reinos judíos, desde la conquista de Canaán por David en 1000 a. C. hasta la erradicación de Judea en 586 a. C, llegamos a un régimen judío de sólo 414 años.[22] Los reinos judíos no fueron más que uno de los muchos períodos en la historia de la antigua Palestina.
La ocupación: génesis y desarrollo
Del Imperio Otomano a la Primera Guerra MundialEl imperio otomano mantuvo su hegemonía sobre Palestina hasta la Primera Guerra Mundial. Durante el conflicto, Londres prometió al jerife Hussein la independencia de las tierras árabes a cambio de su colaboración en la lucha antiturca. Al mismo tiempo, el ministro de Relaciones Exteriores británico Lord Balfour prometía en 1917 al movimiento sionista el establecimiento de un “hogar nacional judío” en Palestina. El “derecho” de Inglaterra sobre Palestina provenía de su derrota militar sobre los turcos en alianza con los árabes. Tras la Primera Guerra Mundial, llegó el reparto de los territorios que estaban en manos turcas.[24] Para ello Inglaterra se sirvió del movimiento nacional árabe que había comenzado a despertar. Y, por otro lado, firmó con Francia el acuerdo de Sikes-Picot, que le daría a Palestina por su condición de puente intercontinental, el carácter de zona internacional, además de la “Declaración Balfour” (2 de noviembre 1917), que fue considerada como la “alianza de boda” entre el sionismo y el imperialismo inglés.[25] Los británicos vieron en la colonización de Palestina por parte de judíos europeos la posibilidad de disponer de un enclave estratégico que les permitiera, por un lado, controlar el Canal de Suez, y facilitar así su comercio con la India, y por el otro, el acceso al petróleo iraquí.
Así comenzaba la segunda etapa del sionismo, que culminaría con la creación del Estado de Israel. Además de dar a los ingleses un valioso auxilio para establecer un futuro protectorado en Palestina, la “Declaración Balfour” colocaba en manos inglesas un arma poderosa para liquidar el movimiento nacional árabe y fortalecer la política de guerra del imperialismo británico y su lucha contra la Revolución Rusa.
Así, Israel comenzaba a nacer por medio de una declaración unilateral de una gran potencia imperialista, declaración que imponía el destino de una región de Asia que jamás había pertenecido a Inglaterra, que daba de regalo a Lord Rothschild el territorio de una nación ajena y que no tenía en cuenta los deseos del pueblo palestino, que era 93% árabe en 1917. Esas personas eran reducidas a la condición de no-judíos, confinadas en un “hogar nacional judío”, o sea, tratados como extranjeros en su propia tierra.
La Segunda Guerra Mundial y la nueva “potencia protectora” de los sionistas
En esa época, se iniciaba la Segunda Guerra Mundial y los sionistas estaban preocupados por el destino de Inglaterra -su imperialismo protector- ante un nuevo reparto del mundo en zonas de influencia ya que querían garantizar para Palestina la protección imperialista. Todo indicaba que los Estados Unidos de América serían a partir de entonces el gran señor del mundo. La supuesta lucha antiimperialista de que alardeaba el sionismo era, simplemente, el deseo de pasar de un socio menos fuerte a otro más poderoso. Eso fue expresado con claridad por Ben Gurion: “Nuestra mayor preocupación era la suerte que estaría reservada a Palestina después de la guerra. Ya estaba claro que los ingleses no conservarían su Mandato. Si se tenía todas las razones para creer que Hitler sería vencido, era evidente que la Gran Bretaña, incluso victoriosa, saldría muy debilitada del conflicto. Por eso, yo no tenía duda de que el centro de gravedad de nuestras fuerzas debería pasar del Reino Unido a América del Norte, que estaba en vías de asumir el primer lugar en el mundo”.
Bajo la órbita norteamericana, el sionismo comenzó a dar grandes pasos en dirección a la creación del Estado de Israel. Al final de la guerra, las grandes potencias, a través de la ONU, no solo hicieron la vista gorda a la ocupación y masacre del pueblo palestino, sino que dieron el status legal a la situación colonial creada durante la dominación británica. Sobre la base de la propuesta de división de Palestina hecha durante el Mandato inglés y que encendió la revuelta en todo el mundo árabe, el 29 de noviembre de 1947 se votó en la recién creada Organización de las Naciones Unidas la división del país en dos Estados: uno sionista y otro árabe. La resolución 181 fue aprobada con 33 votos a favor[33], 13 en contra[34] y 10 abstenciones[35]. En la votación, los EE.UU. presionaron hasta el límite a “dóciles” gobiernos asiáticos y latinoamericanos, llegando incluso a comprar votos.[36] Sin consulta alguna al pueblo palestino y con el aval de la burocracia soviética, que envió armas y aviones para ayudar al imperialismo a masacrar a los árabes, Palestina era objeto de un “reparto”.
Limpieza étnica y guerra expansionista, condiciones inherentes al establecimiento de un Estado Judío
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En total, un 78% de la extensión de la Palestina histórica fue despoblada por la fuerza militar, ocupadas de inmediato sus ciudades por inmigrantes judíos procedentes de Europa y sometida a la creación del Estado de Israel. En sólo tres meses (febrero-mayo de 1948) se puso en marcha un proyecto meticulosamente programado para aniquilar la presencia de la población palestina por medio del desalojo y de la destrucción física de sus pueblos y ciudades. En menos de un año de presión y violencia militarmente organizada, el sionismo convirtió la mayor parte de Palestina en territorio despoblado y a sus habitantes, los palestinos, en refugiados obligados a perder no sólo sus posesiones y su tierra sino sus derechos colectivos y nacionales como pueblo. El 15 de mayo de 1948, al término del Mandato británico en Palestina, más de la mitad de los palestinos (414.000) se habían convertido en refugiados y 213 aldeas y ciudades habían sido ya destruidas. Desde esa fecha hasta finales de mayo de 1948, otras 79 localidades fueron desalojadas y 86.700 palestinos más fueron expulsados, sumando un total de 500.700 refugiados.
Concebida como un proyecto estratégico, destinado a perdurar, la colonización de Palestina por el sionismo exacerbó el fenómeno colonial europeo en Oriente Próximo, al imponer mediante la fuerza militar la aniquilación brutal de todo un pueblo. Israel, como proyecto colonial inmerso en el entramado de los intereses europeos, primero, y norteamericanos, después, en la región tiene, no obstante, por la ideología sionista que lo sustenta, una característica definitoria mantenida después de 50 años de existencia: el ser un Estado racista basado en la exclusividad étnica judía. Su autoproclamado lema de ser la única democracia de Oriente Próximo se revela así de todo punto improcedente en tanto que su creación y existencia están basadas en la exclusión del pueblo palestino y en la negación de sus derechos nacionales. Que el plan que el sionismo impuso en 1948 en Palestina sólo haya podido realizarse mediante la negación del derecho de otro pueblo, el palestino, a establecer su propio Estado en la tierra que habitaba ininterrumpidamente desde más de un milenio, ilustra la injusticia inherente a su proyecto.
Tras su fundación, con cada nueva guerra contra sus vecinos árabes, Israel ha proseguido con esta lógica implacable: ocupar militarmente el espacio, desalojar por medio de la violencia a sus pobladores e, inmediatamente, anexionar el territorio al Estado para asentar nuevos colonos judíos. Y ésta ha sido también, durante las tres últimas décadas, la lógica de la colonización de los territorios de Gaza y Cisjordania ocupados en 1967: escindir a la población palestina de su territorio, aislándola en núcleos densamente poblados -la Franja de Gaza, las grandes ciudades de Cisjordania-, separados unos de otros por una tupida red de asentamientos judíos en expansión y por una retícula de carreteras y autopistas.
El desastre palestino de 1948 se extiende hasta nuestros días en los más de 4.900.000 refugiados palestinos que hoy siguen reclamando, desde el abandono y la miseria en la que subsisten, desde su resistencia y el mantenimiento de su conciencia nacional, su derecho al retorno. Medio siglo después, la mitad de los palestinos siguen siendo refugiados. La resolución justa del problema, el reconocimiento de sus derechos inalienables al retorno sólo será posible con la destrucción del Estado de Israel, que sobradas razones tiene para no existir, porque nació sobre la sangre de cientos de miles de palestinos despojados y porque no está basado en ningún derecho real, como se ha demostrado.
Conclusión: Israel, un producto de la política del imperialismo en Medio Oriente
Bajo la máscara de una justificación religiosa puede verse el rol de Israel como enclave del imperialismo en Medio Oriente. La política de Theodor Herzl, el padre del sionismo, y sus sucesores fue la de aprovecharse del proceso de expansión colonial imperialista para ocupar Palestina. Puede decirse entonces que el Estado de Israel es la expresión política del sionismo que se da en el marco de la necesidad imperialista de colocar un gendarme en Medio Oriente frente a la amenaza que significaba la creciente resistencia de las masas árabes.Así, la burguesía judía con el aval del imperialismo impulsó un movimiento para: 1) confinar a los judíos más pobres en la Tierra Santa, apartándolos de la lucha de clases en Europa y de los partidos de la izquierda; 2) librarse, en primer lugar ellos, de la furia antisemita que crecía; 3) constituir un Estado Judío en un punto estratégico, en medio de las mayores reservas de petróleo del mundo, amenazadas por el ascenso de las masas árabes. El Estado de Israel nacía como enclave del imperialismo en la región.
Financiación
La financiación de Israel es reveladora de la naturaleza de ese Estado. Todas las corrientes sionistas reconocen que el Estado de Israel es desde su inicio financiado por los EE.UU. y los poderosos lobbies de millonarios judíos. Sólo en los primeros años de su fundación, entre 1949 y 1966, Israel recibió 7.000 millones de dólares.[45] Una cifra que define con claridad la naturaleza del estado israelí es que ya en los años 70-80 el total de la ayuda norteamericana -sin contar la ayuda de la “Diáspora” ni los prestamos- representaba 1.000 dólares por habitante/año, lo que por sí solo equivalía a más de tres veces el Producto Nacional Bruto por habitante de Egipto y de la mayoría de los países africanos. Es sobradamente conocido el dato de que anualmente EEUU aporta a Israel ayuda directa por valor de 5.000 millones de dólares.
En este marco hay que considerar el problema de la composición étnica de Israel porque lo que pretende este Estado es preservar su carácter “occidental”. En palabras del propio Herzl:
“Palestina es nuestra inolvidable patria histórica. (…) Para Europa formaríamos allí parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie.”
Lo que más preocupa a los sionistas es que Israel se arabice
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Fuente: http://www.iarnoticias.com/2009/secciones/autores/0003_debora_cerio_sionismo_10en09.html
“Poder Mundial” Judío
(IAR Noticias)10-Febrero-09Por Manuel Freytas (*)
manuelfreytas@iarnoticias.com
Informe especial
No se trata de Israel, sino de la probada “nacionalidad judía” del sistema capitalista que controla desde gobiernos hasta sistemas económico productivos y grandes medios de comunicación tanto en los países centrales como en el mundo subdesarrollado y periférico.
No se trata de un Estado judío en el lejano Medio Oriente, sino de medios de comunicación, bancos y corporaciones trasnacionales con judíos dominando la mayoría de los paquetes accionarios o hegemonizando las decisiones gerenciales desde puestos directrices y ejecutivos.
Quien se tome el trabajo de investigar el nombre de los integrantes de los directorios o de los accionistas de la grandes corporaciones y bancos transnacionales estadounidenses y europeos que controlan desde el comercio exterior e interior hasta los sistemas económicos productivos de los países, tanto centrales como “subdesarrollados” o “emergentes”, podrá fácilmente comprobar que (en una abrumante mayoría) son de origen judío.
Quien investigue con este mismo criterio, además, los medios de comunicación, la industria cultural o artística, cámaras empresariales, organizaciones sociales, fundaciones, organizaciones profesionales, ONGs, tanto en los países centrales como periféricos, se va a sorprender de la notable incidencia de personas de origen judío en sus más altos niveles de decisión.
A la investigadora chilena Denise Shomaly K., investigar y demostrar que el lobby de la comunicación (sobre todo las grandes cadenas) y la industria cultural estadounidense están dominados y controlados por ciudadanos de origen judío le costó una campaña de lapidación como “antisemita“, y fue incluso criticada y reprobada como “nazi” por la izquierda políticamente “correcta” y la usinas socialdemócratas.
Si ese mismo ejemplo de investigación de los directorios y paquetes accionarios de los grandes medios de comunicación e industrias culturales se trasladara a Europa o América Latina, se llegaría a los mismos o parecidos resultados a que llegó la investigadora chilena.
Las tres principales cadenas televisivas de EEUU (CNN, ABC, NBC y Fox) , los tres principales diarios (The Wall Street Journal, The New York Times y The Washington Post) están controlados y gerenciados (a través de paquetes accionarios o de familias) por grupos del lobby judío, principalmente neoyorquino.
Asimismo como las tres más influyentes revistas (Newsweek, Time y The New Yorker), y consorcios hegemónicos de Internet como Time-Warner (fusionado con América on Line) o Yahoo, están controlados por gerenciamiento y capital judío que opera a nivel de redes y conglomerados entrelazados con otras empresas.
Colosos del cine de Hollywood y del espectáculo como The Walt Disney Company, Warner Brothers,Columbia Pictures, Paramount, 20th Century Fox, entre otros, forman parte de esta red interactiva del capital sionista imperialista.
Todos estos conglomerados judeo capitalistas, mediáticos y cinematográficos, moldearon y nivelaron desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la “cultura americana” y la sociedad de consumo capitalista extendidas como “única civilización posible” por todo el planeta.
Los directivos y accionistas de las primeras treinta megaempresas trasnacionales y bancos (las más grandes del mundo) que cotizan en el indice Dow Jones de Wall Street, son mayoritariamente de origen judío.
Megacorporaciones del capitalismo sin fronteras como Wal-Mart Stores, Walt Disney, Microsoft, Pfizer Inc, General Motors, Hewlett Packard, Home Depot, Honeywell, IBM, Intel Corporation, Johnson & Johnson, JP Morgan Chase, American International Group, American Express, AT & T, Boeing Co (armamentista) , Caterpillar, Citigroup, Coca Cola, Dupont, Exxon Mobil (petrolera) , General Electric, McDonalds, Merck & Co, Procter & Gamble, United Technologies, Verizon, son controladas y/o gerenciados por capitales y personas de origen judío.
Estas corporaciones representan la crema de la crema de los grandes consorcios trasnacionales judeo sionistas que, a través del lobby ejercido por las embajadas estadounidenses y europeas, dictan y condicionan la política mundial y el comportamiento de gobiernos, ejércitos, o instituciones mundiales oficiales o privadas.
| Son los amos invisibles del Planeta: los que manejan a los países y a presidentes por control remoto, como si fueran títeres de última generación. |
A este fenómeno de “poder mundial” judío, y no a Israel, es lo que temen los presidentes, políticos, periodistas, e intelectuales que evitan puntillosamente condenar o nombrar el genocidio militar de Israel en Gaza, repitiendo lo que ya hicieron durante la masacre israelí en Libano en el 2006.
La gran complicidad política, cultural y social a escala global con la masacre israelí no se gestó por miedo a Estado de Israel sino por miedo a lo que representa el Estado de Israel. No se trata de Israel, un Estado sionista más, sino del “Gran Israel”, la patria del judaísmo mundial (con territorio robado a los palestinos), de la cual todos los judíos del mundo se sienten sus hijos pródigos desperdigados por el mundo.
No se trata de Israel, sino de las poderosas organizaciones y comunidades judías mundiales que apoyaron en bloque el genocidio militar de Israel en Gaza, que utilizan su poder y “escala de prestigio” (construida mediante su victimización histórica con el Holocausto) para convertir en un leproso social al que se atreva criticar o a levantar la voz contra el exterminio militar israelí en Gaza.
Los gobiernos del mundo capitalista, los periodistas, intelectuales, organizaciones sindicales y sociales no le temen a Israel, sino a su lapidación social como “antisemita” (mote que se le otorga al que enfrenta y/o denuncia al sionismo judío). No le temen al Estado de Israel, sino a los hijos de Israel camuflados en los grandes centros de decisión del poder mundial, sobre todo económicos-financieros y mediático-culturales.
| En definitiva, los políticos, intelectuales y periodistas del sistema no temen a Israel, sino que temen a los medios, organizaciones y empresas judías, y a su influencia sobre los gobiernos y procesos económicos-culturales del sistema sionista capitalista extendido por todos los países a escala planetaria. |
Si bien hay un grupo de intelectuales y de militantes judíos de izquierda (entre ellos Chomsky y Gelman, entre otros) que condenaron y protestaron contra el genocidio israelí en Gaza, la mayoría abrumante de las comunidades y organizaciones judías a escala planetaria apoyaron explícitamente la masacre de civiles en Gaza argumentando que se trataba de una “guerra contra el terrorismo”. A pesar de que Israel no invadió ni perpetró un genocidio militar en Gaza con la religión judía, sino con aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques, artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y un plan de exterminio militar en gran escala, quien cuestione esa masacre es condenado por “antisemita” por el poder judío mundial distribuido por el mundo.
| A pesar de que el lobby judío sionista que controla Israel, tanto como la Casa Blanca, el Tesoro y la Reserva Federal de EEUU no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wall Street, el que lo critique es tildado de inmediato como “antisemita” o “nazi” por las estructuras mediáticas y culturales controlados por el poder judío mundial. |
El lobby judío no controla el mundo con la religión: lo maneja con bancos, trasnacionales, hegemonía sobre los sistemas económicos-productivos, control sobre los recursos naturales, control de la red informativa y de manipulación mundial, y manejo de los valores sociales a través de la publicidad, la cultura y el consumo estandarizado y globalizado por los medios de comunicación.
En definitiva, el lobby judío no representa a ninguna sinagoga ni expresión racial, sino que es la estructura que maneja el poder mundial a través del control sobre los centros económicos-financieros y de decisión estratégica del sistema capitalista expandido como civilización “única”. Antes que por la religión y la raza, el lobby judío y sus redes se mueven por una ideología política funcional: el sionismo capitalista-imperial que antepone el mercado, la concentración de riqueza, la “política de negocios”, a cualquier filosofía que roce las nociones del “bien” o del “mal” entendidos dentro de parámetros sociales.
Fuente: iarnoticias.com
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