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lunes, 4 de mayo de 2015


Guerra, jóvenes y el Estado Islámico

Luchas y desafíos en Oriente Próximo y el Islam

04/12/2014 - Autor: Javier Aisa - Fuente: web
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Guerra, jóvenes y el Estado Islámico
Javier Aisa Gómez de Segura. Periodista especializado en actualidad internacional (Espacio REDO)

La organización yihadí encabezada por emires extremistas, entre ellos Al Bagdadi, ha logrado cumplir varios de sus objetivos en solo dos meses. El primero es hacer prosélitos. La detención de varias personas en Melilla, acusadas de formar una célula destinada a enviar activistas a Siria e Irak, es una situación que se repite. Las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, lugar de entrada a Europa, son un espacio ideal para la implantación e infiltración del radicalismo violento, a pesar de que la población musulmana es tradicionalista y pacífica, casi al 100%. Allí son mayoría. Por tanto, se encuentran y se sienten en dar al-islam, no sólo la tierra islámica, sino las relaciones que se mantienen a través de la religión.

Jóvenes extremistas
¿Por qué centenares de jóvenes europeos musulmanes abrazan una interpretación tan intransigente y violenta del islam? El entorno  de marginación y desempleo y las equivocaciones en las políticas de integración no bastan para explicar esta nueva militancia. Tampoco el recuerdo sangriento del colonialismo en los países de sus padres y abuelos; la criminalización del islam en su conjunto y las proclamas de imames intolerantes y excluyentes, que son los menos. Existen otras razones sociales y hasta psicológicas. Muchos de ellos son jóvenes islámicos de quinta generación, herederos de muyahidines que lucharon en Chechenia, Bosnia, Afganistán, Irak…Su retórica puede ser religiosa, pero ignoran la historia rica y diversa del Islam y apenas son practicantes. Frente a una juventud musulmana europea que busca y practica el diálogo, los jóvenes extremistas forman parte de esa juventud que no encuentra asiento, sino rechazo en nuestras sociedades, en las que la multiculturalidad no se expresa ni practica suficientemente, ni se les ofrecen las mismas oportunidades de trabajo ni de ascenso social.
El individualismo y la intransigencia juvenil buscan refugio y redención en una dimensión comunitaria, que se cierra en sí misma en demasiadas ocasiones. Con su dogmatismo, el islam más radical les dota de respuestas claras, aunque primarias, a las incertidumbres de su vida diaria y del futuro.
Les introduce en un círculo transnacional, que les promete gloria, una motivación por la que luchar, obtener la igualdad entre los militantes y el reconocimiento. La rebeldía, el descontento y la indignación se transforman en fascinación por la violencia, el poder que dan las armas y las acciones cada vez más salvajes, como señal de desprecio y de venganza frente al mundo actual - aquí y allá - donde los valores de la solidaridad desaparecen y el recurso a las pequeñas o grandes guerras es un hecho. El yihadismo es la ideología y práctica de un islam duro, que entiende la violencia como un elemento esencial de la doctrina, proporcionan la argamasa necesaria para la conversión y la configuración de una nueva identidad, sin atender a la ética y espiritualidad islámicas.
Divisiones entre los radicales
Al reclutamiento individual o comunitario el Estado Islámico añade otro propósito, esta vez de carácter organizativo: que una serie de pequeños colectivos radicales juren lealtad al EI y abandonen Al Qaeda. La fragmentación, emulación, competencia y descalificación entre los movimientos yihadíes es una de sus características más importantes.
Las divisiones internas de Al Qaeda del Magreb Islámico han provocado la aparición del grupo argelino autor del degollamiento de un ciudadano francés al que habían secuestrado. Las alusiones a los “cruzados criminales franceses” y su exigencia de que Francia no intervenga en Argelia, en Malí y en los ataques aéreos contra las posiciones del EI forman parte de una estrategia, que intenta relacionar un número cada vez mayor de fuerzas yihadíes en un frente conjunto y extenso que complemente sus acciones terroristas.
Pero esta demostración de fuerza no se alza solo contra el Palacio del Elíseo. También es un desafío claro al nuevo gobierno de Buteflika para recordarle que la guerra civil de los años 90 contra los islamistas no acabó del todo y que permanecen operativas bandas continuadoras de los GIA; luego de los Grupos Salafíes de Predicación y Combate y ahora Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y Jund al-Khilafa, “los Soldados del Califato”.  Los escenarios y estrategias del yihad global cambian según las diferencias ideológicas, las ventajas e inconvenientes de los lugares de lucha, las disputas personales y los recursos económicos.
El Estado Islámico ha conseguido en gran medida el liderazgo entre las tendencias ultraconservadoras y violentas del islam más inflexible, incluso por encima de Al Qaeda. No obstante, el AQMI y el AQPA (Península Arábiga) han reclamado a sus simpatizantes que no perjudiquen al Estado Islámico, a la vez que han denunciado los ataques occidentales y de sus aliados árabes. Una de las razones de esta decisión pudiera ser impedir que sus activistas se pasen al Estado Islámico.
El grupo de Al Bagdadi incorpora a sus filas a suníes iraquíes hartos de la marginación en la que les han metido los chiíes y los kurdos en el gobierno de Bagdad. El comienzo de la ruptura con la franquicia de Al Qaeda en Irak, cuyo emir era Al Zarqawi, con su base central comenzó antes de 2006, por razones que tenían que ver con la forma de llevar a cabo la reislamización radical en Irak. Luego, creció después de la eliminación de Zarqawi por los estadounidenses en junio de 2006. Omar y Abu Bakr al Bagdadi rompieron lazos con Al Qaeda en abril de 2013, cuando crearon el Estado Islámico de Irak y Levante, sin importarles que Al Zawahiri, jefe supremo de Al Qaeda, les ordenara no trasladar sus acciones a Siria.
El distanciamiento entre ambas organizaciones no ha sido solo por disputas personalistas. También ideológicas y organizativas.
Al Qaeda considera que los musulmanes no deben ser el blanco de los ataques, sino los enemigos exteriores. De la aplicación del tafkir (anatema) al asesinato de creyentes existe un salto cualitativo que Al Qaeda rechaza, pero que el Estado Islámico propone y ejecuta, aunque le cueste base social por una aplicación extremadamente rigorista y violenta de la ley islámica en la geografía en la que domina. Las claves del Estado islámico son obtener un territorio preciso para realizar labores de encuadramiento y purificación. Al Qaeda lo tuvo en Afganistán y ahora lo ha perdido, pero tampoco tiene un interés inmediato en crear espacios en los que sus normas se deban aplicar mediante la fuerza. Por otro lado, Qaidat al-Jihad (la base del Yihad, Al Qaeda) y sus grupos afines por el mundo se han convertido en una agrupación vertical y jerárquica; mientras el Estado Islámico mantiene una estructura de redes.
Otro objetivo más que ha ganado el Estado Islámico, a pesar de las apariencias, es que ha atraído a EE.UU., Francia, Reino Unido y algunos países árabes a una guerra abierta. No únicamente contra las minorías religiosas de Oriente Próximo. La instrumentalización mediática de su barbarie, con los degollamientos en directo, o la ostentación de armamento y ataques, además de revelar su capacidad de acción, han demostrado al mundo que el Estado Islámico es una amenaza global. Los bombardeos contra sus infraestructuras y mandos le permiten alardear en el mundo áraboislámico de ser la organización más preparada para realizar el yihad. Así consigue reafirmar la legitimidad entre sus partidarios y añadir nuevos adeptos, que se puedan sumar a esta nueva reislamización.
La intervención de Arabia Saudí y varios emiratos del Golfo subraya que se trata asimismo de un conflicto regional y por la hegemonía en el islam suní. Nada enorgullecería más el Estado Islámico que apoderarse de los Santos Lugares de la Meca y Medina. Seguramente, no tienen tanta fuerza, pero podría reproducirse una acción similar a la de noviembre de 1979, cuando centenares de radicales ocuparon violentamente la Gran Mezquita de la Kaaba en la Meca. En definitiva, todo un jaque a las dinastías corruptas y autoritarias, algunas de cuyas fundaciones y emires más extremistas - en su luchas internas por el poder - no han dejado de financiar a  los yihadíes.
Apegado al terreno o móvil en el desierto, el Estado Islámico y sus grupos afines resistirán los ataques aéreos y esperarán a que los aliados cometan el error de enviar tropas.
Será una guerra sucia y de desgaste, en múltiples lugares. Imposible de ganar por coste económico, víctimas y la desestabilización de toda la región. Afganistán es el ejemplo. Los extremistas tienen el tiempo, se funden con el paisaje y les inflama una fe y un paraíso,  ilusorios sí, pero al que aspiran con el fervor de los nuevos conversos. Entretanto, los yihadíes violentos también están matando el islam.

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