El desarrollo espiritual (1ª parte)
27/05/2002 - Autor: Murshid Mahmud Husain - Fuente: Webislam
Prólogo
Con este escrito intentamos poner claridad en la mente de los buscadores de la Verdad. Es muy lamentable observar frecuentemente cómo personas de buena intención caen en el error, fantasean sobre lo espiritual, desperdician sus mejores esfuerzos en ilusiones, se auto engañan y sirven de instrumento para el engaño de otros. Hay quienes más concientes del mal que producen, inventan mentiras para el consumo público, y otros más creen haber llegado a la categoría de maestros espirituales, y pretenden hablar sobre lo que no conocen. Todos estos seres, falsos guías e ilusos guiados, ofrecen un lamentable espectáculo que desprestigia más todavía la búsqueda espiritual, hoy denigrada por el materialismo en boga.
Si pudiéramos ofrecer un poco de luz a estos seres confundidos, nuestra tarea se veía por demás cumplida. Pero observamos también, con pesar, que son pocos los que realmente buscan de verdad. Con sinceridad, y que la mayoría lo hace como un juego, o como un paliativo momentáneo, o por curiosidad, no faltando los nefastos"buscadores de poder". En esta cuestión es muy importante la seriedad y el compromiso, mucho más que en cualquier otra. La inconciencia natural del ser humano, su radical estupidez, se basa en que no toma en serio su destino espiritual, creyendo que la cosa ya está resuelta a su favor. Cuando observe el resultado final de su esperanzamiento entonces sabrá que nunca hubo ninguna causa para tanta seguridad, sino que por el contrario debió haberse desesperado por alcanzar la Verdad, como desespera de ver satisfecha su necesidad de alimento y de salud cuando esta cosas faltan.
Uno de los defectos que se observan en muchos fantasiosos es el de creer en el "toque mágico" de un maestro, o el de creer que éste debe ser un taumaturgo, alguien que realiza milagros como Jesús. Ignora la realidad de estos asuntos, que no son tan simples como él se lo imagina, ni en lo que a él respecta tan extraordinarios como cree. Aunque la base de todo desarrollo espiritual son sin duda la comunidad y el maestro, al igual que la base de la educación familiar es la familia y el padre (sobre todo este).
Por otra parte, los fantasiosos creen que con sólo haber tenido alguna idea, o una intuición, o haber vivido un hecho no común, por eso sólo son los seres elegidos que ya pueden juzgar sobre la Verdad y el error, el Bien y el mal, y que si condescienden a integrarse en una comunidad espiritual, es para el bien de esta última, nunca porque ellos realmente lo necesiten. Su ego no les permite comprender su situación indigente, menesterosa. En realidad, si alguien siente necesidad espiritual es porque ha encontrado su cortedad, y no porque ya se encuentra completo. Partimos en nuestro viaje espiritual de la carencia, de la imperfección, no de la completitud y de la felicidad; estamos enfermos y necesitamos curación y para eso existen la comunidad y el maestro.
Otra observación básica sobre el desarrollo espiritual es que debemos trabajar, no hay"toque mágico", ni taumaturgia por parte del maestro. Es cierto que éste deberá poseer cierto poder espiritual, pero dicho poder se muestra en su conocimiento y en sus virtudes éticas, no en los fenómenos portentosos que los fantasiosos suelen imaginar. El maestro influirá sutilmente en el discípulo porque él es un medio espiritual para este último, y dicha influencia producirá el desarrollo espiritual, como la luz produce el crecimiento de las plantas. Y este es todo el milagro, que en realidad es mayor a cualquier fenómeno portentoso. El discípulo debe poder percibir el cambio de su estado espiritual, y esta será su prueba en cuanto al maestro, no deber esperar nada fantástico más que esto, que ya de por sí es extraordinario. Para lograrlo es condición indispensable de que trabaje, se esfuerce, combata en la lucha espiritual, pues de lo contrario no obtendrá nada. La falta de esfuerzo es signo de hipocresía, de insinceridad, de descompromiso.
El verdadero maestro posee una potencia espiritual que influye sólo en el verdadero discípulo. Los curiosos, los petulantes, los ignorantes, no son capaces de percibir ese don del maestro, como los sordos no pueden percibir el bello sonido de la música celestial.
En este escrito nos referimos primero al desarrollo espiritual comparándolo con el crecimiento físico, y distinguiéndolo netamente del mismo. En la segunda parte damos laguna nociones elementales sobre las tradiciones sagradas. En la tercera hablamos de la intención y otros temas del desarrollo espiritual. No quisimos extender esta obra con asuntos tan difíciles como el de los estados espirituales, las categorías, la contemplación y la iniciación, que prometemos para otra obra. Consideramos que lo que exponemos en la presente es lo elemental y necesario para cualquier comienzo de un trabajo espiritual auténtico, y que los temas más difíciles sólo se comprenden después de haber incorporado los elementos que ahora ofrecemos.
Y en el Principio de todas las cosas esperamos toda recompensa y a El nos encomendamos.
Primera parte
El nacimiento y el crecimiento físicos no son idénticos al nacimiento y el crecimiento espiritual. Existen dos esferas de desarrollo del ser humano, una la física y otra la espiritual. En ésta última existe una primera etapa que va desde la niñez hasta la edad de discernimiento; luego la que se extiende desde la adolescencia o juventud hasta la edad de la actividad intelectual independiente: por último, la de la madurez o plenitud, etapa en la cual es posible que el ser humano ofrezca al resto de sus semejantes los frutos de su experiencia.
La diferencia esencial entre el desarrollo físico y el desarrollo espiritual, es que uno es automático y el otro requiere un esfuerzo de la voluntad. El desarrollo físico que no se vea interrumpido por la enfermedad, la desnutrición, o la muerte, se cumple en forma independiente, sin que nosotros nos esforcemos particularmente en ello. Podremos, quizás, acelerarlo mediante el ejercicio físico, etc., pero alcanzará un punto en que logre su fin, y se detendrá automáticamente así como se había iniciado. Aún cuando es su etapa inicial necesitará de sumos cuidados y los padres deberán alimentar a sus hijos y protegerlos contra múltiples peligros, sin embargo es la naturaleza por sí misma la que se desarrolla en nosotros, sin nuestra participación.
Frente a esta modalidad del desarrollo corporal, el espíritu difiere esencialmente. Primero, no comienza en un punto tan preciso como lo es el nacimiento físico. Segundo, no se desarrolla automáticamente como lo hace el cuerpo. Tercero, no es el resultado del alimento material, ni tampoco un subproducto del desarrollo físico, sino que tiene su propio alimento, y su propio modo de desarrollo.
A pesar de todo, ambos aspectos del ser humano, el físico y el Espiritual, coinciden en alguno puntos, como por ejemplo su necesidad de ser apoyados por parte de otras personas, y su necesidad de ciertos medios externos; por fin, ambos requieren especial cuidado y protección para lograr el objetivo propuesto. Por otra parte, coinciden en el resultado final, pues cada uno s su manera, tanto el desarrollo físico como el espiritual, plasman nuestra salud y nuestra felicidad.
¿En que consiste el desarrollo espiritual?
Pues bien, la primera distinción del desarrollo espiritual es que no surge en un momento preciso, determinado por factores externos ajenos a nuestra voluntad, por el contrario su aparición es algo especial, predestinado, y cuyas raíces se encuentran en el interior del ser humano que lo experimenta. Así y todo, uno mismo no sabrá explicar a otros cómo fue este comienzo de su desarrollo espiritual, ni aún se lo podrá explicar a sí mismo durante mucho tiempo. Sin embargo, es posible comparar tal comienzo con el nacimiento físico, por simple analogía, y a fin de poder concebir menor el cambio extraordinario que produce desde su inicio el desarrollo espiritual.
El desarrollo espiritual, por sobre todas las cosas, requiere de nuestra parte un esfuerzo conciente, perseverante, y debido a ello quedan comprometidos dos niveles de nuestro ser, uno el racional y otro el emocional. Sin una movilización de estos dos niveles no podrá existir nunca ningún desarrollo espiritual. Pero esto exige de nosotros, lógicamente, algo mucho más serio que el simple deseo. En primer lugar, debemos convencernos de que ese esfuerzo es necesario y que en él consiste nuestra felicidad; en segundo lugar, debemos comprometernos emocionalmente con ese esfuerzo, es decir con un anhelo ferviente, que por analogía deber ser como el deseo de comida para el que está hambriento. Y de este modo entran a tener un rol destacado el intelecto, primero, y la psiquis, en segundo lugar, ambas cosas íntimamente relacionadas entre sí. Todo nuestro ser se moviliza al mismo tiempo y es sacudido por un viento purificante.
Por último, afirmamos antes que el desarrollo espiritual tiene su propio alimento, y que no se produce como resultado de haber completado el desarrollo físico. Debemos, pues tener la suerte de poder conseguir el alimento espiritual, lo cual implica también cosas muy serias, como por ejemplo la autenticidad del alimento, que no sea adulterado nocivo, y en lugar de resultar beneficioso nos resulte un veneno. Esto plantea una serie de cuestiones, entre ellas estas, la de qué tipo de alimento necesitamos nosotros, de acuerdo a nuestra condición intelectual y psíquica; dónde encontrarlo; como asimilarlo. De este modo entran a tener un rol destacado el medio cultural y social y las personas que nos rodean, en especial el maestro y la comunidad espiritual.
"Emocionalista" e "intelectualista"
Habíamos mencionado que en el desarrolló espiritual existe un punto clave, un"momento especial" que tiene características de predestinación, porque en él hay como una revelación, un descubrimiento de algo desconocido, que sin embargo ya estaba presente en nosotros.
Es algo que desde ese momento no atrae con fuerza. Las circunstancia en que se produce ese "momento especial" parecen predestinadas; las personas o cosas que intervienen en dicha circunstancia pueden ser consideradas como instrumentos de la voluntad divina. Para compararlo con algo más común, ese momento es equivalente al enamoramiento, porque en realidad no se trata de una situación rutinaria y pasajera, sino de algo único y decisivo en nuestras vidas.
En seguida quedaban implicados en la situación el intelecto y la emoción o psiquis, cada cual por su lado, pero íntimamente relacionados de tal modo que lo que le pase a uno de ellos afectará necesariamente al otro. Nuestra situación en este punto es muy delicada y difícil, comparable a las primeras horas del niño después de su nacimiento ; de este instante dependerá nuestro posterior desarrollo espiritual, o su frustración.
Los dos factores comprometido, el intelecto y la emoción, deben tomar cada uno su puesto, por lo que será necesario que predomine el intelecto sobre la emoción. La mayoría de las personas que son impulsadas exclusivamente por la emoción se frustran en su intento de desarrollo espiritual, esto sin contar que los "emocionalitas" exclusivos no llegan nunca ni siquiera a vislumbrarlo, nunca realizaran una experiencia como la del nacimiento espiritual. Estarán limitados permanentemente a las emociones en su "trato" con las cosas espirituales, y esto cuando dicho "trato" pueda llegar a existir.
En el extremo opuesto, y tan negativo como lo anterior, o poco menos están lo que exclusivamente se limitan al intelecto para acceder al desarrollo espiritual. Este tipo de personas las "intelectualistas", en realidad se verá también frustrada en su intento, auque ellos presentan dos sectores, uno el de los que reconocen la importancia y la necesidad del factor emocional y se abstienen de comprometerse con él; a estos habría que calificarlos como peores que los "emocionalitas" exclusivos. Habrá, por otro lado, un sector de los "intelectualistas" que admiten el factor emocional pero se comprometen limitadamente con él, y como para cumplir con cierto "formalismo", aunque en última instancia no creen en dicho factor. Este último sector es en su tipo menos nocivo para sí mismo y para el resto de la humanidad que le mencionado en primer término.
El factor emocional
Qué significa, en definitiva, el factor emocional que participa del desarrollo espiritual?, ¿en qué consiste?. En primer lugar, significa reconocer la necesidad de un trabajo de auto purificación, y que le ego es el enemigo del desarrollo espiritual; en segundo lugar, reconocer que existen determinadas prácticas que producen el desarrollo espiritual además del conocimiento teórico, pues dichas prácticas sirven a la auto purificación; tercero, consiste en someterse a dichas prácticas con toda humildad y descendiendo del trono de la auto glorificación personal.
En consecuencia, deberemos someternos a las enseñanzas y directivas de otros, venciendo nuestra propia soberbia. Esto es lo más importante para alguien que busca el desarrollo espiritual, de lo contrario no habrá en adelante otra cosa párale que su propio desvío.
La prioridad del intelecto
La prioridad que tiene el intelecto sobre la emoción no nos debe conducir, pues, a ninguno de ambos extremos, ni al "emocionalismo" ni al "intelectualismo", sino a poner en armonía jerárquica ambos factores. Es indudable que el intelecto debe predominar sobre la emoción, sobre todo en las primeras etapas...¿por qué?. Si nosotros comenzamos el camino de desarrollo espiritual y no hemos resuelto nuestras dudas principales, éstas resurgirán en cualquier momento del camino, como un salteador que nos puede despojar de lo que hemos logrado hasta ese momento, o que en el peor de los casos nos puede asesinar.
La duda, la vacilación, el malestar interior respecto de una idea son todas emociones que se "mueven en el corazón", y representan, en definitiva una inestabilidad emocional que perturba al intelecto. Por otro lado, también existen problemas de origen solamente intelectual como el no haber vencido ciertos prejuicios, confusiones y ambigüedades en nuestras ideas, todo ello producto de la ignorancia, que perturbarán a su turno a nuestro corazón, en el momento menos pensado. Habrá pues dos fuentes del malestar interior una emocional y otra intelectual ¿por cuál de ellas debemos comenzar nuestra tarea de desarrollo espiritual, limpiando nuestro corazón y descubriendo su realidad?.
Toda duda, toda vacilación, tiene un origen emocional y que luego el intelecto lo percibe como un debilitamiento de su seguridad. Algo perturba nuestro pecho como una insidia que nos quita seguridad, que nos inspira malestar e intranquilidad. Esta insidia deber ser descubierta por el intelecto, expuesta a la luz del conocimiento, aventada, nunca debe quedar oculta, pues se transformaría en un enemigo traicionero. Tal es la fuente principal de nuestra falta de firmeza en el desarrolló espiritual, percibimos la debilidad interior y nos cuesta esforzarnos por eliminarla pues estamos como atados por ella.
Es por esto que el intelecto tiene prioridad sobre la emoción, porque aunque la emoción pueda imponerse por la fuerza bruta, e implantar el imperio de la irracionalidad en nuestro ser, el intelecto es el único capaz de someterla a través de la sinceridad, de la persuasión, y de la verdad aún contra nosotros mismos.
En cuanto a las ideas falsas de origen intelectual, como los prejuicios, las confusiones, etc., no son tan nocivas para nuestro desarrollo espiritual como las insidias interiores, emocionales, aunque también puedan ser utilizadas por nuestro ego para perturbar nuestro pensamiento y alejarnos del desarrollo espiritual. El ego las utiliza porque quiere escapar del compromiso, de la responsabilidad, de la acción con sentido, desea vivir aparte de la fe, de la auto purificación, y se cubre con aquellos perjuicios y confusiones. De este modo es como el nivel intelectual colabora con el nivel emocional, al darle oportunidad a este último para que utilice nuestra mismas falencias intelectuales, perturbarnos y atarnos a sus deseos. Es necesario, pues, vencer prejuicios y confusiones a través del conocimiento, pues aquellos nacen solamente de la ignorancia.
La convicción en la felicidad
Debemos estar en claro sobre la realidad del alma humana, no tener un concepto falso a nosotros mismos, sino una idea de nuestra dimensión real , ni menospreciadora ni exaltadora, lo más justa posible. Debemos ser lo más imparciales y objetivos que podamos serlo respecto de nosotros mismos. La sinceridad es esencial para esto, ella obra como una luz en nuestro interior para que podamos vernos, y es antes que nada sinceridad con nosotros mismos.
Nuestro ser tiene tres aspectos diferentes: alma, ego, Espíritu. El alma es la energía vital que nos da vida, energía que puede ser derivada tanto hacia el bien como hacia el mal; el ego es la parte inferior del alma, la parte instintiva, que trata de amarrarnos a un estado bajo, ignorante, ilusorio. El espíritu corresponde al alma liberada y pacificada que encontró su plenitud.
Debemos antes que nada saber que partimos siempre del ego en nuestro viaje hacia el desarrollo espiritual, el predomina y es el verdadero enemigo. Pero si quedamos atados a esta idea, y nos obsesionamos con nuestro estado inferior, nunca habrá desarrollo espiritual; debemos curarnos de la mala opinión sobre nosotros mismos, como sucede con la curación del cuerpo: sentirnos enfermo, establecer el diagnóstico correcto, conocer la medicina apropiada, comenzar a administrarse esa medicina para por fin, lograr la curación. Pero sobre todo, es necesario desear esa curación, anhelarla, pues de otro modo resultaría imposible lograrla, aún aplicándonos el remedio.
Debemos estar seguros de que existe algo superior en nosotros, de bien que contenemos, no por obra de nuestras manos, ni por una distinción que sin esfuerzo alguno hemos recibido, sino que por ser reflejo de lo divino, en nuestra dimensión humana. El espíritu reside en nosotros, somos el templo del Señor, nuestro Espíritu es Su Soplo.
Contrapesando esto tenemos conciencia de ser imperfectos y de que caemos en el mal con frecuencia. Pero esta conciencia no es negativa por sí misma, mientras la sepamos aprovechar. Quien no experimenta conciencia de su imperfección no será nunca un creyente.
En colusión, el desarrollo espiritual se basa principalmente en el esfuerzo de la voluntad. Para realizarla ese esfuerzo debemos estar convencidos, tal como el enfermo para administrarse el medicamento debe esta previamente convencido de la necesidad de curación, convencidos de que podemos llegar a la felicidad, y que ella es nuestra meta en la vida. Quien no crea en la felicidad nunca hará el esfuerzo y no podrá nunca desarrollarse espiritualmente.
Los obstáculos emocionales
Lo que más perjudica nuestra comprensión de la felicidad son lo que podemos llamar"obstáculos emocionales", como los de raza, cultura, idioma y posición social, los derivados de una falsa tradición histórica o familiar, o de una adhesión ciega, no razonada, a un dogma religioso, político o filosófico. Debemos ser sinceros, no enorgullecernos por ser blancos, negros o amarillos, de una cultura o de otra, poseedores o no de títulos y honores, no tener en cuenta el idioma desde el cual nos llama el espíritu, ni la posición social. Semejantes hazaña equivale a observar nuestro cuerpo tal cual es sin las apariencias que nos aporta nuestra vestimenta. Se trata de un acto íntimo, profundo, que sólo está al alcance de unos pocos, aquellos que se despojan de los oropeles del mundo para la intimidad con su Señor.
La esfera del desarrollo espiritual
La esfera del desarrollo espiritual no se confunde con la del crecimiento físico, precisa de cierto alimento. Quizás a nosotros algunas cosas nos parezcan espirituales sin serlo realmente. Habrá entonces un tipo de dieta determinado para cada clase de persona. Hablaremos primero de esta cuestión para después pasar al importante asunto de la comunidad y del maestro.
El alimento espiritual debe reunir varias condiciones, en primer lugar, ser una tradición verdadera a través de los siglos, con pruebas suficientes de su benignidad. En segundo lugar, recibirla de una fuente auténtica, pues todas las enseñanzas espirituales han sufrido la prueba del demonio. Habrá, pues, varias fuentes falsas que se presentarán con los signos externos de la enseñanza verdadera, y habrá una fuente auténtica, segura, que se remonta a la tradición primigenia y es fácil de reconocer. Por último, que el maestro y la comunidad que la transmiten sean fiel reflejo de lo que predican.
Esto último se debe poder reconocer primero en el conocimiento, segundo en la práctica, tercero en lo que respecta al nivel moral y ético. Más allá no podrá juzgar el novato, pues el grado espiritual que alcanzó el maestro y sus discípulos no se muestra de otro modo que a través de aquellas tres cosas, no por un certificado de capacitación o de habilitación para la "profesión" espiritual, ni de nada exterior, excepto lo mencionado.
Es esencial no juzgar al maestro sino, sobre todo, a los discípulos, por varias razones. La primera es de índole lógica, pues alguien que necesita enseñanza y que la ha venido a buscar de otro que la puede impartir, es imposible que pueda juzgar a este otro en base al conocimiento del que él carece. Tampoco es posible que juzgue al maestro en base a las prácticas espirituales que también el desconoce, y que están ligadas al grado de conocimiento que el maestro haya alcanzado. Por último no podrá evaluarlo en lo que se refiere a la ética, observarlo objetivamente en ese aspecto, pues el estado ético de alguien también depende del conocimiento y de la práctica espiritual, que el novato desconoce. Es necesario, sin embargo, que el maestro a los ojos del novato parezca lo que deber ser, tanto por lo que expresa de conocimiento, cuanto por su práctica y su ética.
Como ya hemos, dicho más útil será juzgar a los miembros de la comunidad, por aquello de que "por los frutos conocerás el árbol". También aquí hay razones lógicas, como que el novato está más cerca de la experiencia del resto de los discípulos que de la experiencia del maestro. Otra razón es que la variedad de individuos, permite una mejor apreciación, para alguien que todavía poco conoce, de lo que puede permitirlo un solo individuo. También, esta variedad resulta ser una demostración contundente, pues la mayoría de los casos permite una apreciación más justa, mientras que los casos individuales pueden confundir. Por otro lado, ningún maestro podrá engañar a nadie por interpósita persona sin que sea evidente el engaño, y sobre todo cuando esas personas son numerosas.
Por último, debemos tener en cuenta, especialmente, que en cualquier grupo las personas son muy diferentes entre sí, y solo los más antiguaos miembros del grupo, que han pasado más tiempo recibiendo la virtud del maestro, como la obra de arte lograda lo es de la maestría del artista. De lo contrario, podría tratarse de un veleidoso, de un curioso pasajero, o de alguien sin posibilidades de éxito, los cuales no sirven como prueba en absoluto.
El alimento espiritual: la multiplicidad de tradiciones
En cuanto al "tipo de alimento" que necesitamos nosotros, hay varias cuestiones ligadas al asunto. En primer lugar, existen muchas tradiciones diferentes, todas ellas con un origen común y único. Pero siempre habrá una sola que sea la más apta para nosotros, pues no podemos experimentar a la vez a todas como tampoco podemos negar que al menos necesitamos una. Que no podemos realizar varios caminos a la vez es muy evidente, y sólo lo niega quien no desea en realidad realizar ningún camino, sino perder el tiempo y divagar en ilusiones. Tales personas adolecen de alguna falla muy grave con lo más sagrado, con el destino de sus almas. Son veleidosas, ignorantes, infatuados en su ego, no tienen firmeza y creen conocerlo todo. En realidad, este tipo de personas es seguidora del demonio.
Hay otro tipo que ya hemos mencionado antes, los "intelectualistas" que se justifican con la variedad de tradiciones diferentes, todas ellas con un origen común y único, para no adoptar ninguna en particular. Creen que sus mezquinas personas pueden realizar en sí mismas la síntesis de todas las tradiciones, sin faltarle a ninguna. Alegan al respecto ciertos "conocimientos" que los "eleva" sobre el resto de la gente. Tal tipo de ser resulta muy necio y negativo, su ego lo engaña con la soberbia, y en esta época, entre nosotros, lo más habitual es encontrar la actitud que adoptan ante el conocimiento, pero en el fondo responden al mismo engaño de su ego fatuo y de cierta ilusión sobre lo sagrado sin ningún saber divino verdadero.
En consecuencia, el verdadero buscador deseará encontrar aquella única tradición o enseñanza que más convenga a su condición y a sus inclinaciones espirituales. Rechazará por igual el sincretismo del "todo es lo mismo", que confunde a todas las tradiciones indistintamente en una misma olla, y que termina en la nada (o peor aún en el satanismo), como también rechazará el intelectualismo abstracto y vacío de pretender sintetizar en uno mismo las distintas tradiciones, porque aunque todas tengan un origen común y un fin supremo idéntico, todas ellas son distintas. El verdadero buscador saldrá al encuentro de la mejor tradición, porque su búsqueda es la búsqueda de sí mismo. Cuando más distinga entre ellas más se conocerá a sí mismo. También, cuando más respete las diferencias, más respetará al otro que adopta una tradición diferente, sin desear encajarlo en un molde que él cree el mejor.
El hombre occidental ha ido en esta cuestión, como en otras más comunes, de un extremo a otro; primero proclama poseer la enseñanza exclusiva y única, absolutamente verdadera, y que aquel que no estaba en esa tradición se encontraba en el error. Hoy, habiéndose disuelto la creencia de que todas las tradiciones son indistintas entre sí, completamente adecuadas cualquiera de ellas para la vida espiritual de cualquier persona, y que en definitiva es el individuo quien puede elegir a su gusto cualquier tradición, o mejor aún, no elegir ninguna en particular sino realizar él mismo la síntesis magistral de todas ellas. Esto es el sumun del individualismo, la soberbia y la ignorancia.
Necesidad de seguir una tradición espiritual
Existen sólo dos medios generales para le desarrollo espiritual, el intelecto y la tradición. El intelecto deber reunir ciertas condiciones previas: salud, preparación preliminar, objetividad (desapasionamiento, prudencia). Pero es insuficiente por sí mismo para lograr el desarrollo espiritual.
La tradición está compuesta en primer lugar por la Revelación; en segundo lugar por la sabiduría de los maestros. La Revelación procede de un nivel superior a este mundo; la sabiduría es la riqueza que en este mundo adquieren los maestros.
Además, existen dos medios especiales para el desarrollo espiritual, la comunidad y el maestro. La Revelación y la sabiduría no llegan a fructificar en el corazón del discípulo sin no es a través de la comunidad y del maestro. La luz y las nubes del cielo no llegan a fertilizar la tierra sin no es a través del aire y de la lluvia.
El intelecto necesita ser educado porque en la generalidad de los casos no nace desarrollado espiritualmente, como no nace conociendo. La educación del intelecto produce el desarrollo espiritual y aquello que estaba oculto en nosotros se manifiesta plenamente.
En la segunda parte trataremos especialmente la cuestión de la tradición bajo sus diversos aspectos, en forma sintética y esencial.
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