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lunes, 3 de octubre de 2016

Todos dejaremos de intervenir

El ego se afana a lo único que conoce, y a lo único que va a poder ser, ya que ningún ego sobrevive a la muerte y a la desintegración física del cuerpo que lo cobija

03/10/2016 - Autor: Abdul Haqq Salaberria - Fuente: La Tribuna del País Vasco
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Muerte de Arlequín. Pablo Picasso. 1905
Mi colega de profesión y compañero de aventuras Emilio Cicco me envió desde Lobos, Argentina, su último relato, del que sin duda tomará prestada la voz, el tema y probablemente el título su próxima novela: “Extinción a fuego lento”.
Su prosa desenfadada, alegre, incisiva y profunda nos hace reflexionar sobre los grandes asuntos de esta vida, sobre el gran viaje “a fuego lento” hacia la “extinción” definitiva;  sobre cómo el ego se afana por sobrevivir y, a la vez, no deja de investigar qué hay de sentido en este drama, no exento de guiños de humor, ironía y pequeños aperitivos de felicidad.
Los egos no son sino papeles que representamos en esta obra cuyo Autor nos asigna. El escenario y la trama no la elegimos. Pero sí que nos da la opción a improvisar, sin salirnos demasiado del guión. Llamarlo “libre albedrío” quizás sea excesivo, pero en esa improvisación nos jugamos mucho. Nos jugamos lo que haremos cuando dejemos la función.
“Morir no es dejar de existir, es dejar de intervenir”, dice Cicco. ¡Qué grande!
Intervenir e interpretar es lo mismo. En realidad nuestra intervención es prácticamente irrelevante para el curso de los acontecimientos. Puede que no lo sea en nuestra micro-escala, pero sin duda lo es a escala cósmica.
También se dice que “la gota contiene al Océano”, por lo que a lo mejor nuestro papel resulta no ser tan insignificante. Si no en volumen, al menos en trascendencia.
Por eso es lógico que los egos se aferren a esta vida con todas sus fuerzas, sean o no creyentes.
El personaje que somos está destinado a morir y desparecer para siempre.
Por mucha fe que se tenga en la otra vida; por mucho que se interiorice que esta vida es pura ilusión y que la próxima es la verdadera, donde a las delicias del Jardín se unirá la proximidad al Creador, Su Luz, la compañía eterna de los seres queridos y la ansiada inmortalidad de nuestras almas; por mucho que se insista en que comparada con el Más Allá esta vida es sólo un espejismo donde es más fácil sufrir que gozar; por mucho que se nos predique… Nadie quiere morir. Excepto los que pierden el juicio.
Siempre me pregunté por qué si la fe nos anima a confiar en que la próxima es una vida mejor, nadie le dice a su médico: “Doctor, no me cure, déjeme morir para así liberarme de esta carga. Es el decreto que Dios me envía, no se oponga usted a él.”
Sólo nos lo pensaríamos si el sufrimiento que nos espera es insoportable. Entonces, como mal menor, optaríamos por una muerte digna. Pero si hay una mínima esperanza de supervivencia sin dolor, elegimos quedarnos en este mundo. Cuanto más tiempo, mejor.
El ego se afana a lo único que conoce, y a lo único que va a poder ser, ya que ningún ego sobrevive a la muerte y a la desintegración física del cuerpo que lo cobija.
Polvo de estrellas es y en polvo de estrellas se convertirá.
Tal es la obsesión del ego de perpetuarse que es capaz de momificarse, congelarse y quizás, en un futuro no tan lejano, de trasplantarse a un clon o a un humano sintético.
Por este motivo una de las consignas de las vías de iniciación espiritual dice: “Muere antes de morir”.
Es decir: Sirve a tu ego ese amargo cáliz de la muerte para que puedas saborear un anticipo de trascendencia, un pequeño rayo de Luz que ilumine tu fe.
Esa es la victoria sobre la muerte que nos anuncian los profetas. Nada que ver con las vanas promesas de prolongar al máximo la vida de nuestro ego, de elevarlo hasta el altar de la gloria, algo de lo que se nutre la cultura hedonista del consumismo.
El culto al ego es una idolatría vana. El ego es un idolillo con fecha de caducidad.
Cuando desde la cultura de consumo te lanzan sesudos mensajes publicitarios diciéndote “cuídate”, no se refieren a que cuides tu “ser”, sino a que cuides tu “estar”.
¡Pero qué ignorantes son estas propuestas! Si cuidas tu “ser”, estás cuidando tu “estar” de forma gratuita.
¡Ah claro, ahora comprendo!: Es por eso que en estos tiempos lo espiritual sólo interesa si va de guasa o es negocio.

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