¡ACABEMOS CON LA BARBARIE! CONTRA LOS BOMBARDEOS EN SIRIA Y EN YEMEN
- Escrito por UNIOS
Oriente Medio
¡Acabemos con la barbarie!
Contra los bombardeos en Siria y en Yemen
¡Acabemos con la barbarie!
Contra los bombardeos en Siria y en Yemen
La opinión política árabe se divide en dos categorías principales. Por un lado, están los medios que condenan los bombardeos devastadores y mortíferos de las ciudades y los campos de Siria por parte del régimen y su mentor ruso, mientras mantienen silencio sobre los bombardeos devastadores y mortíferos de las ciudades y los campos de Yemen por parte de la coalición dirigida por Arabia Saudí, y eso si es que no los apoyan. Por otro lado, hay quienes condenan los bombardeos devastadores y mortíferos de las ciudades y los campos de Yemen por parte de la coalición dirigida por Arabia Saudí, mientras mantienen silencio sobre los bombardeos devastadores y mortíferos de las ciudades y los campos de Siria por parte del régimen y su mentor ruso, y eso si es que no los apoyan.
Apenas se oye la voz de una tercera categoría, la de quienes condenan todos estos bombardeos por considerarlos igualmente criminales (pese a ser innegable que los bombardeos por parte del régimen sirio y su mentor ruso han causado muchas más víctimas y destrucciones mucho mayores). No obstante, esta tercera categoría existe y probablemente es más importante y está más extendida de lo que parece indicar su silencio. Se trata de la categoría de quienes sitúan los intereses y la seguridad de las poblaciones por encima de toda consideración política y rechazan la lógica deplorable que dice que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, independientemente de la naturaleza de ese “amigo”, de los valores que representa y de los fines que persigue. La verdad es, en efecto, que las fuerzas contrarrevolucionarias que se han movilizado contra la gran revuelta árabe de 2011, conocida con el nombre de “primavera árabe”, se diferencian por sus formas y su naturaleza.
Tanto el régimen sirio como el de Arabia Saudí constituyen pilares del antiguo régimen árabe podrido contra el que se produjo la revuelta popular, que soñaba con destruirlo y establecer en su lugar un orden que procurara “pan, libertad, justicia social y dignidad nacional”, como decía la consigna gritada en la plaza Tahrir de El Cairo y en otras muchas plazas, una consigna que representa el mejor resumen de las aspiraciones de la “primavera árabe”. El objetivo de estos dos bombardeos –el que llevan a cabo el régimen sirio y su mentor ruso y el que realizan el régimen saudí y sus aliados– es esencialmente el mismo: ambos pretenden enterrar el proceso revolucionario iniciado en Túnez el 17 de diciembre de 2010, hace seis años.
El papel del régimen sirio y sus aliados iraníes (acompañados de fuerzas auxiliares) y rusos frente a la revolución siria, que reprimen de la forma más horrible y despreciable, al precio de un número incalculable de masacres y destrucciones, no podría ser más claro. Salvo quizá para aquellos que se niegan a ver y siguen negando la realidad o se esfuerzan por justificar este papel, presentando la revuelta como producto de una conspiración extranjera, repitiendo el argumento utilizado por todos los regímenes reaccionarios que se enfrentan a levantamientos populares y revoluciones.
En cuanto al papel del régimen saudí a la cabeza de la reacción árabe, viene demostrado por toda la historia del reino, especialmente desde que amainaron los vientos de la liberación del colonialismo y del imperialismo en el mundo árabe. A partir de 2011, este papel ha adoptado muy diversas formas. De la represión directa, como fue la intervención armada en Bahréin, en apoyo del antiguo régimen (marzo de 2011), pasando por los diversos apoyos prestados a los antiguos regímenes, como fueron los casos de Egipto y Túnez. Finalmente, ha tomado la forma de aportación de ayudas y fondos a grupos salafistas en Siria con el fin de canalizar la revuelta hacia una ideología confesional que conviene al reino y le permite desbaratar la amenaza democrática que representaba la revolución siria para el despotismo árabe en todas sus variantes, y no únicamente para el régimen baasista sirio.
En Yemen, país vecino cuyos avatares constituyen su principal fuente de preocupación, el reino saudí ha intervenido para favorecer un compromiso entre el muy reaccionario Alí Abdalá Saleh y una oposición dominada por fuerzas reaccionarias. Este frágil acuerdo estaba abocado al fracaso: ha acabado por hundirse y en su caída ha dado al traste con el Estado yemení, llevando a su vez al país al infierno de la guerra. En la guerra yemení no se enfrentan un bando revolucionario con otro contrarrevolucionario, sino dos facciones opuestas a las aspiraciones fundamentales por las que se había rebelado la juventud yemení en 2011. La intervención llevada a cabo por Arabia Saudí apoya a una de las facciones en una guerra entre dos bandos reaccionarios y por motivos estrictamente asociados a la seguridad del reino. Su instrumento principal encaja con su naturaleza reaccionaria: bombardeos aéreos de zonas pobladas sin preocuparse por la muerte de civiles, desde este punto de vista idénticos a los bombardeos rusos en Siria, sin hablar ya del asesinato deliberado de civiles por el régimen.
Por esta razón, quienes siguen siendo fieles a las esperanzas generadas por la revuelta árabe y que manifiestan la voluntad de hacer revivir el proceso revolucionario que puso en marcha (y que se ha enfrentado a una fuerte recaída reaccionaria dos años después de su comienzo), continúan defendiendo principios sólidos y condenan el asalto reaccionario que cae del cielo, cualquiera que sea su origen. Este es uno de los aspectos indispensables de la construcción en el mundo árabe de un polo progresista independiente de todos los polos y ejes de los antiguos regímenes árabes y de sus competidores reaccionarios. Esta es la condición necesaria si queremos que la revolución árabe renazca y retome el camino que emprendió hace seis años. Sin esto no hay esperanza de superar la situación catastrófica en que se halla la región
* Tomado de: http://vientosur.info/spip.php?article11850
Apenas se oye la voz de una tercera categoría, la de quienes condenan todos estos bombardeos por considerarlos igualmente criminales (pese a ser innegable que los bombardeos por parte del régimen sirio y su mentor ruso han causado muchas más víctimas y destrucciones mucho mayores). No obstante, esta tercera categoría existe y probablemente es más importante y está más extendida de lo que parece indicar su silencio. Se trata de la categoría de quienes sitúan los intereses y la seguridad de las poblaciones por encima de toda consideración política y rechazan la lógica deplorable que dice que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, independientemente de la naturaleza de ese “amigo”, de los valores que representa y de los fines que persigue. La verdad es, en efecto, que las fuerzas contrarrevolucionarias que se han movilizado contra la gran revuelta árabe de 2011, conocida con el nombre de “primavera árabe”, se diferencian por sus formas y su naturaleza.
Tanto el régimen sirio como el de Arabia Saudí constituyen pilares del antiguo régimen árabe podrido contra el que se produjo la revuelta popular, que soñaba con destruirlo y establecer en su lugar un orden que procurara “pan, libertad, justicia social y dignidad nacional”, como decía la consigna gritada en la plaza Tahrir de El Cairo y en otras muchas plazas, una consigna que representa el mejor resumen de las aspiraciones de la “primavera árabe”. El objetivo de estos dos bombardeos –el que llevan a cabo el régimen sirio y su mentor ruso y el que realizan el régimen saudí y sus aliados– es esencialmente el mismo: ambos pretenden enterrar el proceso revolucionario iniciado en Túnez el 17 de diciembre de 2010, hace seis años.
El papel del régimen sirio y sus aliados iraníes (acompañados de fuerzas auxiliares) y rusos frente a la revolución siria, que reprimen de la forma más horrible y despreciable, al precio de un número incalculable de masacres y destrucciones, no podría ser más claro. Salvo quizá para aquellos que se niegan a ver y siguen negando la realidad o se esfuerzan por justificar este papel, presentando la revuelta como producto de una conspiración extranjera, repitiendo el argumento utilizado por todos los regímenes reaccionarios que se enfrentan a levantamientos populares y revoluciones.
En cuanto al papel del régimen saudí a la cabeza de la reacción árabe, viene demostrado por toda la historia del reino, especialmente desde que amainaron los vientos de la liberación del colonialismo y del imperialismo en el mundo árabe. A partir de 2011, este papel ha adoptado muy diversas formas. De la represión directa, como fue la intervención armada en Bahréin, en apoyo del antiguo régimen (marzo de 2011), pasando por los diversos apoyos prestados a los antiguos regímenes, como fueron los casos de Egipto y Túnez. Finalmente, ha tomado la forma de aportación de ayudas y fondos a grupos salafistas en Siria con el fin de canalizar la revuelta hacia una ideología confesional que conviene al reino y le permite desbaratar la amenaza democrática que representaba la revolución siria para el despotismo árabe en todas sus variantes, y no únicamente para el régimen baasista sirio.
En Yemen, país vecino cuyos avatares constituyen su principal fuente de preocupación, el reino saudí ha intervenido para favorecer un compromiso entre el muy reaccionario Alí Abdalá Saleh y una oposición dominada por fuerzas reaccionarias. Este frágil acuerdo estaba abocado al fracaso: ha acabado por hundirse y en su caída ha dado al traste con el Estado yemení, llevando a su vez al país al infierno de la guerra. En la guerra yemení no se enfrentan un bando revolucionario con otro contrarrevolucionario, sino dos facciones opuestas a las aspiraciones fundamentales por las que se había rebelado la juventud yemení en 2011. La intervención llevada a cabo por Arabia Saudí apoya a una de las facciones en una guerra entre dos bandos reaccionarios y por motivos estrictamente asociados a la seguridad del reino. Su instrumento principal encaja con su naturaleza reaccionaria: bombardeos aéreos de zonas pobladas sin preocuparse por la muerte de civiles, desde este punto de vista idénticos a los bombardeos rusos en Siria, sin hablar ya del asesinato deliberado de civiles por el régimen.
Por esta razón, quienes siguen siendo fieles a las esperanzas generadas por la revuelta árabe y que manifiestan la voluntad de hacer revivir el proceso revolucionario que puso en marcha (y que se ha enfrentado a una fuerte recaída reaccionaria dos años después de su comienzo), continúan defendiendo principios sólidos y condenan el asalto reaccionario que cae del cielo, cualquiera que sea su origen. Este es uno de los aspectos indispensables de la construcción en el mundo árabe de un polo progresista independiente de todos los polos y ejes de los antiguos regímenes árabes y de sus competidores reaccionarios. Esta es la condición necesaria si queremos que la revolución árabe renazca y retome el camino que emprendió hace seis años. Sin esto no hay esperanza de superar la situación catastrófica en que se halla la región
* Tomado de: http://vientosur.info/spip.php?article11850
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