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viernes, 30 de diciembre de 2016

Donald Trump, predecir lo impredecible

El presidente electo saluda a los periodistas en una imagen del pasado noviembre. DON EMMERTAFP
Trump es por encima de todo "un negociador" que trata de llevar a la práctica "el arte del trato"
Las relaciones con Europa, China y Rusia van a resultar cruciales para hacer frente a las amenazas globales a la seguridad
Está claro que, en cuanto el nuevo gobierno de Trump tome posesión, el mundo va a comprobar muy pronto que de Washington llegan unas prioridades políticas sorprendentemente diferentes. A lo largo de la campaña electoral del último año, e incluso en los últimos dos meses como presidente electo,Donald Trumpha mostrado su voluntad de romper con la ortodoxia del pasado y de dar pasos en direcciones inesperadamente novedosas. ¿Cuál será el impacto, tanto a nivel mundial como en Europa?
En primer lugar, es de esperar una mejora de las relaciones con Rusia. La elección de Rex Tillerson, hasta ahora máximo responsable ejecutivo de la gran empresa global ExxonMobil, constituye un poderoso indicio de que Trump quiere acercarse más a Rusia. Tillerson es bien conocido por sus estrechos lazos con Rusia en el contexto del negocio internacional del petróleo y sobre todo por su amistad personal con Vladimir Putin. La semana pasada, Trump reveló lo que él denominó una "carta muy agradable" de Putin y ha expresado sistemáticamente su admiración por el dirigente ruso.
Es de esperar una relación más transigente con Rusia, con enfrentamientos sólo allí donde sea absolutamente necesario (por ejemplo, en la dimensión cibernética, una vez que se ha reconocido abiertamente el ataque al sistema electoral de los Estados Unidos), pero cooperando siempre que sea posible. Esto podría significar que se negocie una reducción de las sanciones globales contra Rusia por su invasión de Crimea a cambio de un acuerdo sobre la guerra civil de Siria. También podría significar cooperación en el Ártico, en la lucha contra los estupefacientes, en la lucha contra el terrorismo, o incluso en el control de armas. Trump es por encima de todo "un negociador" que trata de llevar a la práctica "el arte del trato", y que intentará hacer realidad un 'modus vivendi' más eficaz con Rusia como parte de una serie de transacciones.
En segundo lugar, el nuevo gobierno ha dado muestras de un trato diferente, más duro, con China. Esto tendrá implicaciones globales que en Europa repercutirán en el plano económico, sobre todo si Trump sigue adelante con amenazas de dar un buen meneo a los aranceles comerciales con China, que de diversas maneras ha descrito que podrían llegar nada menos que hasta un 40%. También se ha saltado el protocolo para atender una llamada del presidente de Taiwan, ha hablado con desdén del concepto de la política de "una sola China" y ha insinuado medidas nada receptivas contra las reclamaciones chinas sobre el Mar del Sur de China. Ha indicado asimismo que se va a retirar inmediatamente del Trans-Pacific Partnership [Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica], abandonando una larga negociación con otras diez naciones (entre las que no está China) y, por tanto, reduciendo la influencia de los Estados Unidos en la zona.
A pesar de todas estas declaraciones, parece más probable que Trump termine por encontrar alguna fórmula de cooperación con China, porque va a necesitar su ayuda para contener la creciente preocupación nuclear sobre Corea del Norte. Siendo realistas, todos los caminos a Pyongyang, la capital de Corea del Norte, pasan por Pekín en razón del estricto control que China tiene sobre su economía.
Trump necesitará igualmente cooperación sobre comercio internacional y sobre medio ambiente, especialmente si sigue adelante con sus amenazas de renegociar el recientemente alcanzado acuerdo de París sobre el Clima. Así pues, no hay que perder de vista la utilización de Taiwán como una especie de "moneda de cambio" con la que retomar las relaciones económicas entre los Estados Unidos y China de una manera más favorable.
Una tercera relación clave para los Estados Unidos es, por supuesto, con la Unión Europea. Si bien Trump ha hablado con desprecio de "los burócratas de Bruselas" y ha aplaudido la decisión británica de abandonar la UE, reconoce el poder económico inherente de la economía europea y las ventajas de la Alianza Atlántica como socio militar de los Estados Unidos. Sabe que las principales amenazas terroristas a los Estados Unidos vendrán del Estado Islámico y que la cooperación con Europa será vital para detectar y neutralizar tramas terroristas. Además está preocupado por el rumbo de Turquía. Tendrá poco interés en el TTIP (Trans Atlantic Trade and Investment Partnership, o Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión).
El gobierno Trump mantendrá su papel de liderazgo en la OTAN, pero ejercerá una presión enorme sobre sus socios para que aumenten su gasto [en Defensa] hasta el establecido objetivo total del 2% del Producto Interior Bruto. Esto supondrá un salto considerable para muchos de los socios de la OTAN, entre ellos España, que en la actualidad gasta en Defensa algo menos del 1% de su PIB, y en Alemania, que gasta sólo el 1,2%. Es de esperar una presión real sobre este punto políticamente sensible.
Además, el equipo de Trump pedirá a Europa que "aumente sus esfuerzos" en lo que se refiere a su participación en la lucha contra el Estado Islámico. Sin duda, serán partidarios de que en Irak haya 'botas' de la OTAN sobre el terreno, y tal vez también en Siria. Por último, van a solicitar ayuda de Europa en el apaciguamiento y la normalización de las relaciones con Turquía, un aliado y socio vital, que está apartándose del mundo transatlántico.
En conjunto, estas tres relaciones, con Europa, con China y con Rusia, van a continuar ocupando una enorme cantidad de tiempo y energías del nuevo gobierno. Van a resultar cruciales para hacer frente a las amenazas globales a la seguridad que se manifiestan en Corea del Norte, Siria y el Estado Islámico, así como a los problemas a largo plazo, tales como el comercio internacional, el clima y las pandemias.
Trump será poco ortodoxo y no se sentirá atado por tradiciones diplomáticas anteriores o por la actual política estadounidense, pero al final tendrá que trabajar con este trío para sacar adelante su complejo programa político. Es posible que desee colocar "primero a Estados Unidos", pero hacerlo de manera efectiva exigirá al fin y a la postre la cooperación internacional.
*James Stavridis fue el decimosexto supremo comandante aliado de la OTAN y en la actualidad es el duodécimo decano de la Fletcher School of Law and Diplomacy [Facultad Fletcher de Derecho y Diplomacia] de la Universidad de Tufts, donde obtuvo su doctorado. Con anterioridad mandó todas las fuerzas estadounidenses en América Latina y el Caribe.

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