Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

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lunes, 28 de mayo de 2018

REVOLUCIÓN DEL CURA MIGUEL HIDALGO
HASTA LA MUERTE DE ÉSTE Y DE SUS COMPAÑEROS
Lucas Alamán
CAPITULO III
Segunda Parte
Batalla del monte de las Cruces.- Sus consecuencias.- Conflicto de la capital.- Parlamentarios de Hidalgo.- No son recibidos por el Virrey.- Disposiciones de este.- Retirada de Hidalgo.- El P. Balleza en Toluca.- Encuéntrase Hidalgo con Calleja.- Enemistad entre Hidalgo y Allende.- Batalla de Aculco.- Consecuencias de esta.- Estado del pais despues de la batalla de Aculco.


El 30 a las ocho de la mañana empezaron la acción las gUerrillas, pero perseguido por estas un trozo de caballería que se presentó por el camino de Toluca, se retiró dejando algunos muertos y prisioneros, uno de los cuales avisó a Trujillo que dentro de pocas horas seria atacado por todo el grueso del ejército de Hidalgo.
Con tal aviso ordenó sus tropas para recibir al enemigo, y excitándolas con la esperanza del premio a que se harian acreedoras, contestaron todos que no querian otra recompensa, que pelear como soldados fieles a su Rey y a su patria.
En momento tan crítico recibió el oportuno refuerzo que el Virrey le mandó, que consistia en dos cañones de a 4 dirigidos por el teniente de navío D. Juan Bautista de Ustariz, (e) y para cuya escolta venian cincuenta voluntarios con el capitan D. Antonio Bringas, (e) y los mulatos, criados de las haciendas de D. Gabriel Yermo y de D. José María Manzano, armados de lanzas (1).
Componíase pues el pequeño ejército de mil infantes escasos, cosa de cuatrocientos caballos y dos piezas de artillería de corto calibre. Todos los que lo formaban eran mexicanos, a excepción de Trujillo, Ustariz, D. Antonio Bringas y sus voluntarios, algunos pocos oficiales y los dependientes de Yermo. Esta era la primera accion que todos habian visto y en la que su valor iba a ser puesto a una fuerte prueba.
A las once de la mañana presentó Hidalgo su columna de ataque.
Veíanse a su cabeza el regimiento de infantería de Valladolid, parte del de Celaya y del batallon de Guanajuato, y por los costados y retaguardia los regimientos de caballería de la Reina, Príncipe y Pázcuaro, tropas que excedian al doble en número y eran de igual calidad a aquellas con que iban a batirse, con las que habian estado en el canton de Jalapa, y habian tomado parte con ellas en los mismos simulacros marciales; pero que habiendo abrazado el partido de Hidalgo, se hallaban sin jefes, y habian perdido su disciplina y moralidad; traian a su frente cuatro malos cañones, dos de ellos de madera, manejados por soldados de Guanajuato.
Seguia a Hidalgo una muchedumbre de indios que no bajaban de ochenta mil, armados de lanzas, piedras y palos, tan prevenidos para el saqueo de México, que traian consigo los sacos para llevarse lo que cogiesen; estos ocuparon todas las alturas inmediatas, y con continuos gritos y alaridos, trataban de inspirar terror y pavor en los contrarios.
Grandes masas de caballería de gente del campo con lanzas, espadas y algunas carabinas, estaban tendidas en el camino de Toluca y demas sitios que lo permitian. Tal número de gente, sus descompasados gritos, y una fuerza de tropas disciplinadas que excedia a la que con ella iba a combatir, hubieran sido bastantes para arredrar a tropas mas aguerridas, pero el valor y la resolucion que los mexicanos manifestaron en esta memorable batalla, prueba que son capaces de los mas heroicos hechos, siendo conducidos por jefes denodados e instruidos en el arte de la guerra (2).
Colocó Trujillo los dos cañones que acababa de recibir en los puntos mas ventajosos, y para aprovechar mejor sus tiros, haciendo que el enemigo se acercase con confianza no sabiendo que los tuviese, los hizo cubrir con ramas y dispuso que las guerrillas se fuesen replegando en órden a su linea de batalla, sin empeñar la accion hasta que estuviesen inmediatos los insurgentes, para causar en ellos mayor estrago.
Mandó entónces hacer fuego a metralla, con lo que puesta en desórden la cabeza de la columna enemiga, esta retrocedió y comenzó a hacer uso de su artillería, sin que su infantería intentase nuevo ataque.
Advertido esto por Trujillo, hizo un movimiento por sus dos costados, disponiendo que por el izquierdo atacase a la derecha de los insurgentes el capitan D. Antonio Bringas con sus voluntarios y los lanceros de Yermo, sostenido por dos compañías de Tres Villas a las órdenes del subteniente D. Ramon Reyes, miéntras que otras dos compañías del mismo cuerpo y una del provincial de México ocupaban a la derecha un monte inaccesible, cubierto de pinos y de mucha pendiente, para romper desde él el fuego dominando la izquierda del enemigo.
Conducia a estas últimas D. Agustin de Iturbide, quien a pesar de ser esta la primera accion de guerra en que se encontraba, ejecutaba todas las órdenes de Trujillo, con inteligencia y serenidad admirables.
El ataque sobre la derecha de los independientes tuvo todo su efecto, causándoles mucha pérdida; pero la sufrió también muy considerable la tropa de Bringas y él mismo cayó herido gravemente, lo que desalentó algo a su gente, a la que siguió animando, puesto de nuevo a caballo, y se retiró en buen órden a su posicion.
Iturbide, habiendo encontrado a los insurgentes que subian al mismo monte que él iba a ocupar, rompió sobre ellos el fuego y los rechazó, pero desconcertado con la herida de Bringas el designio de Trujillo, tuvo que reconcentrar su línea en el pequeño llano que hay sobre el camino real, en el que tenia situado un cañon. Con el otro defendia Mendívil la avenida principal, que sostuvo hasta acabar las municiones de artillería que tenia, haciendo él mismo fuego a pesar de estar herido, por haber caído a su lado todos los artilleros.
No pudiendo avanzar los insurgentes por el camino real, tan bizarramente defendido por Mendívil, al abrigo de los bosques fueron rodeando la posicion de Trujillo reduciéndolo a un pequeño espacio, y hallándose tan cerca que se podia entrar en contestaciones, lo invitaron a que abrazase su partido, con proposiciones tales que algunos de sus oficiales teniéndolas por justas, le hicieron salir hasta por tres veces a oirlas al frente de su línea con el ayudante mayor de Tres Villas D. José Maldonado; pero hallándolas incompatibles con los principios de la fidelidad y honor militar, los atrajo con estas pláticas hasta muy cerca de sus bayonetas, y haciendo que el teniente coronel D. Juan Antonio Lopez, recogiese un estandarte que traian con la imágen de Guadalupe, mandó hacer fuego sobre ellos, con lo que hizo caer un gran número; hecho a todas luces reprehensible, y con que empañó el brillo de tan señalada accion (3).
Habiendo sostenido el combate en esta posicion hasta las cinco y media de la tarde; estando muerta o herida la tercera parte de su gente; y cuando a la infantería no le quedaban mas que cinco cartuchos por hombre; estrechado por todos lados, viendo ademas que los insurgentes iban cargando en gran número por el camino que conduce a México, y habian situado sobre su derecha una batería que enfilaba la línea de batalla, resolvió Trujillo retirarse; mas para poder emprender la marcha con ménos riesgo, hizo antes callar los fuegos de la batería que mas daño le causaba, incendiando un cañon de madera y desmontando otro de bronce, y entónces, abandonando las dos piezas que tenía (4) se puso al frente de dos compañías de Tres Villas, para desalojar a los contrarios que cerraban el camino por donde habia de retirarse, y abriendose paso a viva fuerza y siguiéndole en columna cerrada el resto de sus tropas, combatiendo siempre, llegó hasta la venta de Coajimalpa, en donde tomó posicion para rechazar un trozo de caballería que le perseguia con tezon, y que mezclándose con sus soldados procuraba seducirlos.
Iturbide sacó en su caballo y llevó él mismo a Mendívil mal herido.
Desde Coajimalpa se retiró Trujillo sin ser molestado hasta Santa Fé, donde pasó la noche, y el día siguiente entró en México, con los restos de su pequeña, pero bizarra division.
En el parte que dió al Virrey desde Chapultepec el 6 de Noviembre (5), entre los oficiales que mas especialmente recomienda es el primero D. Agustín de Iturbide, quien dice que cumplió con tino y honor cuanto le mandó, y no se separó de su lado en la difícil retirada que emprendió.
Por parte de los insurgentes dirigió la accion Allende, y sus disposiciones fueron tomadas con acierto para cortar a Trujillo en Lerma, así como en el acto del combate, y en la colocacion de la batería cuyos fuegos molestaron tanto a los realistas enfilando su línea, la que fue establecida por Jimenez.
Dícese que Allende se condujo con valor y que le mataron el caballo que montaba (6).
Aunque Trujillo tuvo que abandonar el campo, perdiendo su artillería (7) y gran parte de su gente; la batalla de las Cruces produjo para los realistas todos los efectos de una decisiva victoria.
Intimidados los insurgentes con tan empeñada resistencia; aterrados los indios con el terrible efecto que la artillería habia hecho en sus apiñadas masas; Hidalgo detuvo su marcha en Coajimalpa y no emprendió el ataque de la capital, la cual debió su salvacion a aquella valiente division, que a fuerza de gallardía, contuvo el ímpetu del torrente devastador que se precipitaba sobre ella.
Leonidas en las Termópilas no consiguió tan gran resultado, pues no obstante su heróico sacrificio, los persas penetraron en Grecia y se hicieron dueños de sus ciudades, y sin embargo fue considerado como el libertador de su patria. Por esto la batalla de las Cruces fue mirada como un triunfo, y su aniversario se celebró en el año inmediato con solemnidad, y por esto tambien el comercio de Veracruz hizo acuñar una medalla, que conservase la memoria de aquel suceso (8).
Conocia bien el Virrey Venegas toda la importancia de detener a los insurgentes en su marcha para salvar a la capital, cuando escribiendo a Trujillo en carta particular le decia:
Trescientos años de triunfos y conquistas de las armas españolas en estas regiones nos contemplan; la Europa tiene sus ojos fijos sobre nosotros; el mundo entero va a juzgarnos; la España, esa cara patria, por la que tanto suspiramos, tiene pendiente su destino de nuestr6s esfuerzos, y lo espera todo de nuestro celo y decision. Vencer o morir es nuestra divisa. Si a vd. le toca pagar este tributo en ese punto, tendrá la gloria de haberse anticipado a mí de pocas horas en consumar tan grato holocausto; yo no podré sobrevivir a la mengua de ser vencido por gente vil y fementida (9).
Esta accion decidió para Venegas un punto de la mayor importancia: la tropa méxicana se batia contra sus paisanos, de lo que antes habia estado muy incierto, y con esto comenzó a tomar sus disposiciones con mas confianza.
El 3 de Noviembre murió el capitan D. Antonio Bringas, a consecuencia de la herida que recibió en el vientre en la accion. Tanto por ser el primer oficial de distincion que habia muerto en la capitai, cuanto por el bizarro comportamiento que habia tenido, el Virrey creyó deber honrarlo con un magnífico entierro que se hizo en la catedral, convidando a él en nombre del Virrey el canónigo Beristain, todo lo cual, como sucede siempre en las guerras intestinas, dió motivo a las hablillas y censuras del partido contrario (10).
Para premiar al regimiento de Tres Villas y demas tropa que habia concurrido a la accion, concedió el Virrey un distintivo análogo, dirigiendo con este motivo a los soldados de aquel cuerpo una proclama (11), en que les dice que la capital los reconoce por sus defensores, y para hacerles apreciar el escudo que habian de llevar, agrega:
En ese distintivo teneis grabados los blasones de vuestra fidelidad, de vuestro valor y de vuestra gloria. Tened siempre presente el gran precio de esta adquisicion; que el Monte de las Cruces sea vuestro grito guerrero en el momento de vuestros futuros combates, y la voz que os conduzca a la victoria; temed obscurecer por un porte ménos digno, la fama que conquistais a tanta costa.
D. José de Mendívil, ascendiendo a teniente coronel y comandante del cuerpo, dió las gracias en nombre de este, protestando su firme adhesion a la causa real, y la resolucion de sus soldados para sacrificarse por ella y por la seguridad de la capital, que los reconocia por sus defensores, sin pretender otra recompensa que el ser llamados fieles vasallos del Rey, perdiendo antes la vida que desmentir el concepto de que el Virrey y la ciudad los habia juzgado dignos (12).
A Iturbide se le ascendió a capitan, dándole la compañía de Huichapan del batallón de Tula, vacante por haberse declarado por la revolucion Villagran que la obtenia. No se prodigaban entonces los empleos y los grados, como despues se ha hecho, para ruina de la República y mengua del ejército, y el estímulo del honor era el mas poderoso para excitar los corazones generosos.
Con la aproximacion del ejército de Hidalgo, la tranquila capital de la Nueva España, despues de largos años de profundo sosiego y dulce paz, se veia amenazada, no ya de los males de la guerra, tal como esta se hace entre naciones civilizadas, sino de una irrupcion de bárbaros que todo lo arrasaban sin respeto alguno a la propiedad ni a las personas.
Los sucesos funestos de Guanajuato, Valladolid y de todas las poblaciones en que Hidalgo habia entrado con sus desoladoras huestes, hacia temer iguales o mayores desórdenes en una ciudad tan populosa, a la que se dirigia una inmensa muchedumbre ansiosa del saqueo, con la cual era muy de temer se uniese la plebe de la ciudad misma, estimulada por el propio interes.
Todo era pues inquietud, temores, desasosiego; unos ocultaban su dinero y alhajas preciosas; otros las llevaban a los conventos creyendo que estos serian mas respetados, y muchas señoras buscaban asilo en los de religiosas, esperando todos de un instante a otro el ataque.
En tiempos posteriores, por el estado de continua turbacion en que el pais se ha hallado hace ya muchos años, la repeticion de estas inquietudes las ha hecho ya en cierta manera familiares a los habitantes de la capital; pero entónces, saliendo por la primera véz de su habitual sosiego y seguridad, la confusion y el susto eran mucho mayores, especialmente en las casas y familias de los europeos, para las cuales el riesgo era más grave y próximo. A cada momento se circulaban noticias funestas de la aproximacion de los insurgentes; los partidarios que estos tenian dentro de la ciudad exageraban su número y fuerzas, y el temor creció todavía mas viendo entrar el 31 de Octubre los restos de la division de Trujillo, y sabiendo que Hidalgo con toda su gente, se hallaba en Coajimalpa a la vista de la capital.
Para que estuviese pronta para acudir a donde conviniese, desde que se supo con certeza que Hidalgo se dirijia a México, hizo el Virrey acampar la tropa de que podia disponer, en el paseo nuevo de Bucareli y en la calzada de la Piedad. Situó artillería en Chapultepec, y cuando Hidalgo estuvo cerca, destacó partidas que observasen sus movimientos. Al aproximarse el riesgo, D. Gabriel de Yermo puso a disposicion del Virrey cuatrocientos sirvientes de sus haciendas, y ciento mas de las de su hermano, que fueron conocidos con el nombre de los negros de Yermo, quien los mantuvo a sus expensas durante toda la guerra, en la que prestaron muy importantes servicios; parte de ellos hemos visto que concurrieron a la accion de las Cruces y los demas estuvieron destacados en diversos puntos.
El interior de la ciudad se confió al regimiento del Comercio, escuadron urbano, y a los cuerpos de patriotas nuevamente levantados, de los que poco se podia esperar cuando todavía no estaban instruidos en el manejo de las armas. La tropa útil para la defensa de la ciudad excedia apenas de dos mil hombres (13), y siendo tan escaso su número, el Virrey dió órden al general Calleja para que apresurase su marcha, dispuso que pasase prontamente a la capital el regimiento de infantería de Toluca que estaba en Puebla, y mandó en posta a Veracruz al capitan de navío D. Rosendo Porlier para que reuniese e hiciese subir a México las tripulaciones de los buques que allí se encontrasen.
A las tres y media de la tarde del mismo dia 31, se vió bajar por el camino de Coajimalpa un coche, escoltado con cuatro dragones, que traía una bandera blanca. En él venia el general Jimenez con otros tres oficiales de graduacion, encargados de entregar un pliego al Virrey. Detenidos en Chapultepec por el oficial que mandaba en aquel punto, se remitió al Virrey el pliego, cuyo contenido, aunque no se hizo público, se entendió era una intimacion a la manera de la que se hizo al intendente de Guanajuato. El Virrey no dió otra contestacion sino mandar que se volviesen los parlamentarios, y aun se agrega que dió órden para que se les hiciese fuego si no se marchaban pronto (14).
Receloso el Virrey de que Hidalgo se apoderase en el santuario de los Remedios de la sagrada imágen que en él se venera con esta advocacion y que es objeto del piadoso culto de los mexicanos, la hizo trasladar a la catedral en la tarde del mismo dia 31, y poniendo a sus piés el baston, la declaró Generala de las tropas realistas, y la adornó con la banda de tal.
La presencia de la imágen reverenciada, alentó las esperanzas y animó el espíritu de los mexicanos, siendo notable la mejor disposicion que desde entónces se advirtió en el pueblo, y como Hidalgo traia en sus banderas la imágen de Guadalupe, y la de los Remedios, cuyo orígen viene de los tiempos de la conquista, era considerada como la protectora especial de los españoles, para el vulgo ignorante vino a levantarse bandera contra bandera y altar contra altar (15).
La devocion a la vírgen de los Remedios creció entre los realistas, y así como se habian levantado batallones de Fernando VII, se alistaron las señoras de aquel partido, a invitacion de la Señora, Da. Ana Iraeta, viuda del oidor Mier, con el nombre de patriotas marianas, para velar por sus turnos a la santa imágen, y como en los patriotas, entibiado despues el entusiasmo, ya no se hacia el servicio personal, sino que se pagaban las guardias, sucedió lo mismo entre estas señoras, proporcionando así un modo de vivir hqnesto a varias mujeres piadosas, que por una limosna reemplazaban en las guardias a las señoras a quienes el turno tocaba.
El ejemplo de la capital fue seguido por las ciudades y pueblos de las provincias, y bien presto fueron proclamadas generalas y ataviadas con la banda y bastón de este empleo, las imágenes de mas especial culto en cada una de ellas. El Virrey quiso tambien trasladar a México la imágen de Guadalupe, pero no se verificó por la resistencia del cabildo de la colegiata, habiendo cesado despues el motivo que habia hecho pensar en esta medida.
No habiendo sido admitidos los parlamentos de Hidalgo, teníase por cierto que este marcharia en seguida contra la capital. Con este temor se pasó la noche del 31 con la mayor vigilancia, sin apartarse Venegas de las tropas del campamento, ni dejar estas las armas de la mano.
El dia siguiente 1° de Noviembre, siendo la fiesta de Todos Santos, esta circunstancia contribuyó a aumentar el desasosiego e inquietud pública; anuncióse varias veces que los insurgentes bajaban los montes; cualquier polvo levantado casualmente que se descubria a lo léjos, hacia creer a las imaginaciones exaltadas que era el enemigo que se aproximaba; en aquella tarde especialmente, habiéndose acercado hasta la fábrica de pólvora de Santa Fé de la que de antemano se habia retirado toda la pólvora, una partida de Hidalgo, hubo una grande alarma; se tocó la generala, las gentes corrian despavoridas a encerrarse en las casas, y no se oia otra cosa que el estrepito de las puertas que de golpe se cerraban y atrancaban. Sin embargo, la noticia que en esta misma tarde recibió el Virrey por extraordinario violento de que Calleja, verificada su reunion con Flan, se adelantaba a marchas dobles al socorro de la capital, comenzó a serenar los ánimos y a presentar una esperanza de salvacion.
Hidalgo permaneció en Coajímalpa sin hacer movimiento alguno los días 31 de Octubre y 1° de Noviembre, aunque sus partidas se extendieron por los pueblos de Cuyoacan, S. Angel, y S. Agustin de laS Cuevas, en los que fueron aprehendidos algunos de los de su gente. Entre estos fue cogído en Cuyoacan por el gobernador de los indios de aquel pueblo, que era decidido realista, el desgraciado Centeno, quien con el sargento Martinez, ascendido a mariscal de campo, fue ahorcado en México en Febrero del año siguiente (16).
Se habia hecho esperar a Hidalgo que su aproximacion a la capital bastaria para decidir un movimiento en ella, y que sin necesidad de tirar un tiro, entraría triunfante en una ciudad que habiendo sido el foco principal de la revolucion, contenia mas que ninguna otra los elementos de ella. Sin embargo, no solo no se notó movimiento alguno, sino que ni aun de los pueblos inmediatos se presentó nadie a engrosar sus masas, y sus mismos agentes secretos, intimidados con las providencias del Virrey, no se atrevieron ni aun a recibir sus comunicaciones, y mucho menos a mandárselas (17).
Arredrábanle tambien las disposiciones militares del Virrey, y despues de la gran pérdida que habia experimentado en la acción del monte de las Cruces, creia sin duda aventurado exponer sus masas atemorizadas con aquel combate, al que era menester dar para entrar en la capital.
En esta perplejidad, tuvo conocimiento por un correo que sus partidas interceptaron, de la marcha de Calleja y juzgó muy crítica su situacion si venia a encontrarse entre las fuerzas que aquel general conducia y las que el Virrey tenia reunidas, o si reciente todavía el triunfo, si lograba tomar la ciudad, era atacado por Calleja, en medio del desórden y de la confusion que su entrada en la capital debia producir.
Estas consideraciones, de mucho peso sin duda, fueron las que probablemente le decidieron a levantar su campo y retirarse, y no el temor de que entregándose al saqueo las masas indisciplinadas que formaban su ejército, desacreditasen enteramente la causa de la insurreccion, como ha dicho un escritor, ni menos es cierto que se hallase escaso de municiones, como dice el mismo autor (18).
Aquel temor no podia caber en Hidalgo, pues el saqueo y el desórden era el medio esencial de ejecucion de su empresa y no se habia arredrado por aquella causa en Guanajuato y demas puntos que habia invadido, y en cuanto a la escasez de municiones, ella probaria una excesiva imprevision, en quien se dirigia a una empresa tal como la toma de México, y no traia municiones mas que para un dia de combate.
Allende, que andaba ya desabrido con Hidalgo por celos de autoridad, porque desde los primeros pasos se apoderó este de todo el mando político y militar (19), tuvo con esta ocasion nuevos motivos de descontento, ya fuese porque no aprobaba la retirada, o porque Hidalgo no accedió a lo que aquel propuso, acerca de tratar con el Virrey por medio de García Conde y sus compañeros (20) y esta contrariedad de opinion indispuso mas los ánimos entre ellos, que fueron en adelante agriándose hasta llegar a un declarado rompimiento.
La marcha se emprendió el dia 2, volviendo el ejército por el mismo camino que habia venido hasta Ixtlahuaca, desde donde tomó la direccion a Querétaro, intentando sin duda Hidalgo aprovechar para ocupar aquella plaza, a que dió siempre una grande importancia, la oportunidad que le ofrecia el haberse alejado de ella Calleja.
En la retirada se redujo a la mitad la masa de gente que le seguia, habiéndose vuelto a sus hogares los indios de los pueblos del tránsito, que se habian agregado al ejército por el poderoso atractivo del pillaje de México que se prometían.
Al salir Hidalgo de Toluca para el monte de las Cruces, se quedó en aquella ciudad con un trozo del ejército el teniente general Balleza, que custodiaba a García Conde y demas prisioneros. El populacho se arrojó a saquear la casa de un europeo, pero fue contenido por la guardia de Balleza y reducido al cementerio de la parroquia, en donde este jefe le dirijió un discurso excitándolo contra los europeos y para disuadirlo del saqueo le aseguró que el objeto de la empresa no era otro que hacer una distribucion igual de bienes entre todos, en los términos que pudiera prometerla el mas extremado comunista o socialista de nuestros días.
Balleza, para hacer más persuasiva su elocuencia, interrumpia de cuando en cuando su discurso para arrojar puñados de dinero al pueblo, para quien sin duda era mas convincente este argumento que las razones del orador. Concluido su discurso, marchó en seguimiento de Hidalgo, y durante la accion en la que no tuvo parte alguna, como en ninguna otra; pues nunca dió pruebas de valor, colocó a los prisioneros entre los cajpnes del parque, para volarlos si la batalla se perdia (21).
Calleja, despues de su reunion con flan, se habia propuesto dirigirse desde Dolores, por Celaya y Acámbaro al valle de Toluca, con el objeto de atacar a Hidalgo, sabiendo que este marchaba sobre la capital; pero avisado por el comandante de Querétaro del riesgo en que se hallaba aquella ciudad, atacada, como se ha referido por Sanchez, el dia mismo que se dió la batalla del monte de las Cruces, se encaminó a ella adelantando para socorrerla una columna de mil y trescientos caballos, a las órdenes del coronel D. Manuel Pastor (22).
A su llegada con el ejército el 1° de Noviembre, recibió las comunicaciones del Virrey en que se le instruia del estado crítico en que se hallaba la capital, y le prevenia marchase prontamente a su socorro, con lo que salió el dia 3 en cumplimiento de estas órdenes.
En la mañana del 6, las avanzadas de Calleja se encontraron con las de Hidalgo en las inmediaciones de Arroyozarco, y habiéndoles hecho algunos muertos y prisioneros, se supo por estos que Hidalgo con toda su gente se hallaba en el pueblo inmediato de S. Gerónimo Aculco. Encontráronse así inmediatos los dos ejércitos, ignorando enteramente Calleja la direccion que Hidalgo traia, así como este tampoco contaba tener tan cerca a su contrario. Calleja, para informarse mejor, mandó una descubierta de mil y doscientos caballos con dos cañones violentos, al mando del coronel Emparan, y con las noticias que este le dió, avanzó con todo su ejército, tomando posicion a dos leguas del enemigo.
En las inmediaciones de Aculco se incorporó al ejército de Hidalgo el Lic. Aldama que con su familia, la de su hermano D. Juan y alguna gente que venia de S. Miguel.
En la noche que precedió a la accion estuvo a verlo Hidalgo, y el Lic. Aldama le refirió los excesos que por todas partes se cometian, habiendo visto él mismo cerca de S. Felipe los cadáveres de tres europeos y un americano, los primeros con papel de resguardo del cura, atrozmente asesinados por los indios que impidieron al cura del pueblo darles sepultura, todo lo cual exigia pronto remedio.
Hidalgo contestó con frialdad que era menester pasar por esos males, pues si se trataba de castigar a los perpetradores de tales crímenes, no podrian contar con gente ninguna.
Retirado Hidalgo, Allende y los Aldamas siguieron hablando del estado de las cosas e imputando la culpa de todo a Hidalgo, de quien Allende no hablaba sino llamándole el bribón del cura. Los Aldamas estaban adheridos a Allende y participaban de sus opiniones (23).
Entre tanto, habiendo resuelto esperar a los realistas, lo que tampoco podian evitar, se tomaron las disposiciones necesarias para recibir el ataque, que todo indicaba que iba a verificarse muy pronto.
La posicion que ocupaban los independientes era una loma casi rectangular que domina al pueblo y toda la campiña, circundada por los dos costados de Oriente y Norte por un arroyo y barranca de difícil paso, aun para la infantería; el costado menor, que no excede de cuatrocientas varas de extension, toca a un cerro alto y aislado que se une a la serranía de montes mas elevados, y el otro costado, que puede tener mil y quinientas varas, forma el descenso suave de la misma sierra, que a media legua de distancia empieza a ser escabrosa (24).
Sobre la eminencia de esta loma se formaron los insurgentes en dos líneas, y entre ellas una figura oblonga apiñada de gente: en los bordes se colocó la artillería que constaba de doce piezas (25); quedando a la espalda una multitud de gente en desórden que no bajaba de cuarenta mil hombres, pues aunque habia sido considerable la desercion en la retirada, todavía quedaba un número considerable.
Del pueblo a la loma habia una línea de batalla, que fue desapareciendo al aproximarse los realistas.
Dispuso Calleja el ataque en tres columnas de infantería, formadas por los dos batallones de granaderos de la Columna y el regimiento de la Corona, con dos piezas de artilleóa cada una; los dos costados los formaban dos fuertes secciones de caballería con dos cañones ligeros la de la derecha, dejando una reserva y un cuerpo de infantería ligera, para emplearlo segun la ocasion lo demandase.
Hizo Calleja avanzar sus columnas, desplegando en batalla la infantería al acercarse a tiro de cañon, para disminuir el efecto de los fuegos del enemigo. Estas maniobras y los movimientos de la caballería, ejecutados con la precision y serenidad que en una parada, llenaron de terror a los insurgentes, para los cuales este espectáculo era nuevo. Rompieron estos los fuegos de su artillería, aunque por lo alto de la puntería sin causar daño en los realistas, sobre cuyas cabezas pasaban las balas. Hizo entónces Calleja disparar la suya y mover al mismo tiempo la caballería de su izquierda, amenazando rodear la retaguardia enemiga. Esto decidió la batalla: los insurgentes se pusieron en precipitada fuga al primer cañonazo, siendo los generales los primeros en huir; y fue tal la dispersion, que cuando llegó a lo alto de la loma el primer batallon de la Columna de granaderos, mandado por el coronel D. José María Jalon y desplegó en batalla, ya no encontró enemigo ninguno a quien combatir.
Los demas cuerpos de infantería fueron llegando sucesivamente y formando en batalla, para sostener la persecucion del enemigo por la caballería que los siguió, siendo el primero el conde de S. Mateo Valparaiso con sus lanceros del Jaral.
La pérdida del ejército real se redujo a un dragon de S. Luis, muerto, y un granadero de la segunda compañía de Toluca, herido, llamado Mariano Islas, el que habiendo recibido al principio de la accion un golpe de metralla en la frente, no quiso retirarse, por lo que el Virrey, ademas de un premio pecuniario, le concedió llevar en el brazo izquierdo un escudo con la inscripción: Herido en Aculco no abandonó sus filas.
Se creyó entónces por los adictos a la independencia y lo ha repetido despues un escritor, que Calleja ocultó su pérdida y que fue mayor que lo que dice en su parte; pero ciertamente no pudo ser otra que la que expresa aquel documento, porque no hubo nada que pudiera causarla pues en realidad no hubo accion; el terror de la batalla de las Cruces y la vista del ejército marchando al ataque, bastó para poner en fuga a los insurgentes, y donde no hubo resistencia no pudo haber pérdida ninguna del que atacó.
La de los independientes fue causada en el alcance que siguió la caballería realista por dos leguas y media, hasta que lo escabroso del terreno le impidió continuarla; Calleja la regula en diez mil hombres, pero este cálculo es excesivamente exagerado, pues segun el parte que le dió el justicia de Aculco (26), el número de muertos que hizo recoger, inclusive los de la escaramuza con las avanzadas cerca de Arroyozarco, fueron ochenta y cinco y cincuenta y tres heridos de los que murieron diez. Algunos mas quedarian en los montes, pero siempre el número es muy distante del que Calleja asienta.
Estas exageraciones fueron tales en el progreso de la guerra, que habiendo un curioso reasumido en un estado el número de muertos que referian los partes de los jefes realistas, resultaba una cantidad tal, que a ser cierta, la poblacion hubiera disminuido de una manera notable. El redactor de este resúmen se dice que fue reprendido y aun castigado por haberlo formado (27).
Recobró Calleja en esta accion los dos cañones que Trujillo dejó abandonados en el monte de las Cruces, con un carro de municiones que tambien dejó, y tomó ademas ocho cañones de a cuatro, uno de a ocho que se quedó en el campo de batalla por estar desmúñonado y embalado y otro de regular calibre que se desbarrancó; ciento veinte cajones de pólvora (28) cuarenta cartuchos de bala y metralla, tres cajones de municiones, cincuenta balas de fierro tomadas en las Cruces de las seis mil que se hicieron venir de Manila en 1809, diez racimos de metralla, dos banderas del regimiento de Celaya (29), una del de Valladolid, cuatro peculiares de los insurgentes, y diez cajas de guerra.
Cogiéronse también un carro de víveres, mil doscientas cincuenta reses, mil seiscientos carneros, doscientos caballos y mulas, trece mil quinientos cincuenta pesos en reales, porcion de fusiles, equipajes, ropa, papeles y diez y seis coches de los generales, en los que iban ocho mujeres jóvenes de buen parecer, que Calleja llama el serrallo de los insurgentes; varios eclesiásticos que seguian a Hidalgo, aunque sin empleo militar, y entre ellos el Dr. D. José María Gastañeta (30), que le acompañaba desde Valladolid y el Br. p. José María Abad y Cuadra, con otros ménos notables. Los coroneles Conde de Casa Rul y García Conde y el intendente de Valladolid Merino, que Hidalgo conducia con su ejército, quedaron libres con esta victoria, y por su empeño se dejó en plena libertad a las familias de los Aldamas. Se hicieron unos seiscientos prisioneros, entre ellos veintiseis soldados de los cuerpos provinciales que habian abrazado el partido de Hidalgo; estos, con dictámen de asesor, fueron quintados y aquellos en quienes cayó la fatal suerte, pasados por las armas; los demas condenados a presidio por diez años. Los eclesiásticos y personas de alguna distincion, fueron conducidos a Querétaro y puestos en diversos conventos; al comun de los demas prisioneros se le dejó en libertad.
Hidalgo y Allende tomaron en su fuga diversos rumbos, manifestándose hasta en esto la division que entre ellos habia y que cada incidente hacia cada vez mayor.
Hidalgo se dirigió a Valladolid con solo cinco o seis personas que le acompañaban, habiendo perdido hasta la ropa de su uso, y fue sin embargo recibido con pompa y aplauso de vencedor.
Allende se retiró a Guanajuato, y Calleja, habiendo recogido los presos, bagages, artillería, y demas tomado en la accion, marchó el dia siguiente de esta hacia Querétaro, con el designio de perseguir a los independientes para no dejar que se rehiciesen, y ocupar la ciudad de Guanajuato.
A su tránsito por S. Juan del Rio, cuando se dirigia a México antes de la batalla de Aculco, con motivo de haber auxiliado algunos vecinos de este lugar a los insurgentes que acababan de salir de él, con sus personas, con gente y con armas, publicó un bando (31) en el que dijo, que aunque este delito exigia un ejemplar castigo, deseando dar una prueba de la benignidad paternal del gobierno, en nombre del Virrey perdonaba a todos los habitantes de aquel pueblo que hubiesen tomado parte en la insurreccion, con tal que entregasen o delatasen a los principales jefes, y presentasen dentro de seis horas las armas que tuviesen, inclusos los cuchillos y los machetes, intimando que la benignidad de que entónces habia usado se convertiria en rigor, si volviesen a delinquir, y que si tomasen las armas, o de algun modo favoreciesen a los insurgentes, o no hiciesen lo que de su parte estuviese para la defensa de la poblacion y de los derechos del soberano legítimo, serian tratados sin conmiseracion alguna, pasados a cuchillo y el pueblo reducido a cenizas.
A su vuelta al mismo lugar despues de la victoria de Aculco, creyendo que por efecto de esta, intimidados los que habian tomado parte en la revolucion, estarian mas dispuestos a separarse del partido que habian seguido, dándoseles seguridades suficientes, publicó otro bando (32), en que fundándose en el triunfo completo que acababa de conseguir, en el derecho de la guerra y en el que tenia el gobierno para castigar severamente a los que, faltando a sus juramentos, intentaban establecer la anarquía en un pais hasta entónces el mas feliz del mundo, encarecia la moderacion con que las tropas del Rey se habian conducido, y manifestaba que deseando restablecer la tranquilidad por medio de la benignidad, segun las intenciones del gobierno superior, concedia en nombre del Virrey, indulto y perdon general a todos los que hallándose en el ejército de los insurgentes, lo abandonasen y se retirasen a sus casas, asegurando que no serian molestados en sus personas, haciendas e intereses, exceptuando de esta gracia a solo los principales jefes, por los cuales prometió de nuevo la remuneracion de diez mil pesos ya antes ofrecida por la cabeza de Hidalgo, Allende, los dos heemanos Aldamas o Abasolo.
El Virrey, por otro bando publicado en México en 12 del mismo Noviembre, en que inserta los dos de Calleja, aprobó y confirmó las providencias en ellos contenidas, haciéndolas extensivas a todos los lugares del reino a donde hubiese llegado la revolucion, con tal que los que quisiesen disfrutar del indulto se presentasen dentro de ocho dias, entregando las armas, sin retener ningunas bajo el pretexto de ser instrumentos del uso de labradores, gañanes y operarios, reservándose dictar las providencias oportunas para la provision de estos útiles, cuando los indultados hubiesen regresado a sus territorios y domicilios. En cuanto a los jefes exceptuados, se les ofreció tambien el indulto por este bando, en cuanto a la pena capital, entregando a sus compañeros o a alguno de ellos (33).
La condicion que el Virrey establecia para disfrutar el indulto, de presentarse a pedirlo dentro del octavo dia desde la publicacion, hacia casi infructuosa esta gracia por ser tan corto el tiempo en que se podia solicitar; pero esta condicion nunca se observó, quedando el tiempo ilimitado y abierta permanentemente la puerta para pedirlo miéntras la revolucion duró.
No obstante la amplitud de la concesion, sus efectos no se percibieron hasta algunos años despues, porque en los principios de una revolucion, miéntras cada partido se cree seguro del triunfo y todo lo espera de la fuerza de las armas, las medidas de lenidad son despreciadas, considerándolas efecto de la debilidad del contrario y no de su moderacion; mucho tiempo de sangre y de desgracia se necesita, para que el cansancio y el desaliento induzcan al mas débil a aprovecharse de ellas.
La victoria de Aculco hizo desaparecer como el humo la fuerza principal de los insurgentes, habiéndose dispersado enteramente los cuarenta mil hombres que Hidalgo conservaba y presentó en ella, entre los cuales se contaban quince mil de caballería; pero no por eso terminó la revolucion, como algunos se habian lisonjeado que sucederia.
Mientras Hidalgo se dirigia a la capital y al retirarse de delante de ella era su ejército batido y dispersado, el fuego de la insurreccion se propagaba rápidamente en las provincias del Norte y en las confinantes con el mar pacífico.
La nueva Galicia, Zacatecas, S. Luis Potosí y las provincias internas de Oriente, habian sido agitadas por diversos agentes enviados por Hidalgo, y la revolucion habia triunfado en ellas, abriendo un nuevo campo y proporcionando mayores recursos a los insurgentes para la continuacion de la guerra, así como presentando nuevas dificultades al ejército real y exigiendo una série no interrumpida de marchas y combates.
A las espaldas mismas de Calleja, Villagran, dueño de Huichapan y de sus inmediaciones, tenia interceptado el camino a la capital, en el que tomó un convoy con municiones para el ejército, dando muerte al Dr. D. José Ignacio Velez (34) que iba nombrado asesor de aquel general, y a dos empleados destinados para su secretaría, y al Sur de la intendencia de México, iba adquiriendo fuerzas y ganando fama e influjo, el enemigo mas formidable que habia de tener la causa española en Nueva España.
La revolucion pues, en el espacio de dos meses, habia tomado gran cuerpo, propagándose en las mas ricas provincias y extendiéndose en la mitad del Reino, contribuyendo a su incremento el estímulo poderoso del saqueo que se ofrecia al pueblo, y las groseras falsedades con que se le engañaba y seducia (35), pero como en cada una de aquellas se promovió con independencia de las otras, trataré con separacion en los capítulos siguientes de lo ocurrido en cada una en particular, lo que dará mucha mayor claridad al conjunto de los sucesos de todas.


Notas
(1Trujillo en su parte dice que fueron 150, pero Yermo en una relacion de sus servicios que publicó, asienta que fueron 279 en lo que parece no haber duda, y ademas concurrieron otros 50 de Manzano, mexicano, dueño de las haciendas de Adihuayan y Apanquesalco, quien reclamó por qué en el parte de Trujillo no se habia hecho mencion mas que de los criados de Yermo y no de los suyos, por lo que se hizo la rectificacion en la Gaceta, de órden del Virrey.
(2Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 75, califica a Trujillo de jóven alquitranado y cruel y de consiguiente cobarde. Nada parece mas impropio que aplicar este último adjetivo al jefe que mandó en esta acción.
(3He copiado casi literalmente la relacion que hace el mismo Trujillo de este suceso. En el Semanario patriótico de Cádiz, núm. 45 de 14 de Febrero de l811, se censuró con razon la conducta de Trujillo, calificando que el hecho de hacer fuego sobre los insurgentes, aunque se les llamó rebeldes por los editores de aquel periódico, no fue justo, ni honesto, ni político. El Virrey Venegas quiso vindicar a Trujillo en la Gaceta de 20 de Abril de aquel año, núm. 47, fol. 348, tomo 2°, fundándose en la relacion de Trujillo, para probar que no habia habido verdadero parlamento, sino solo intentos de seduccion. Sea cual fuere el carácter que quiera dársele, a un enemigo, como dicen los editores del Semanario patrióticoo no se le oye o si se le oye, se le guarda el seguro. El P. Mier asienta que no solo hubo verdadero parlamento, sino que infiere por las expresiones de Trujillo, que este fue el que presentó la bandera con la imágen de Guadalupe; pero basta para convencerse de que no pudo ser así, el que ni Trujillo habia de llevar a prevencion tal bandera, ni allí habia con que formarla.
(4Trujillo dice en su parte, que dió órden para que la artilleria fuese clavada, desfondada, y luego despeñada; y aunque dice que supo fue ejecutado como lo previno, esto no se verificó, pues luego veremos que los dos cañones fueron recobrados sin lesion.
(5He seguido el parte de Trujillo en la descripcion de esta batalla, por haberme dicho el mismo Mendívil que es exacto. Bustamante lo ha seguido tambien, aunque comentándolo a su manera.
(6No tengo mas autoridad que la de Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 82. El autor gusta de que los generales hagan lo que no les toca, y así como puso al intendente Riaño a tirar balazos en la puerta de la alhóndiga de Granaditas, ocupa en esta accion a Allende en estirar la artillería, como si no tuviese a sus órdenes ochenta mil indios que lo hiciesen.
(7Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 86, dice, que tambien perdió las banderas de Tres Villas y que se bendijeron nuevas algun tiempo despues. Interesa muy poco que se perdiesen o no, para el gran resultado que produjo esta accion. Dice igualmente que la retirada se hizo en desórden, lo que no puede ser, pues no se hubiera salvado un solo hombre, y ménos los heridos que sin embargo llegaron a México.
(8El reverso de esta medalla se vé en el ángulo inferior del plano de la batalla que se acompaña.
(9Torrente, tomo 1°, fol. 153. Es lo único que he copiado de este autor, pues en todo lo que refiere hay tales errores y equivocaciones, que no se puede comprender como ha podido caer en ellas, teniendo a la vista los documentos del ministerio de la guerra en España, cuando bastaba haber visto las Gacetas de México para no cometerlos. Zavala se burla de esta carta, considerando una presuncion extravagante el creer que la Europa estuviese pendiente de estos sucesos; pero esto no les quita la importancia que en sí mismos tenian, y mucho ménos respecto a España y al Virrey. Atendidas todas las circunstancias, las expresiones de Venegas no pueden tenerse por una vana jactancia, sino como una manifestación verdadera de la resolución que tenia de perecer, si el éxito de la accion no era favorable, pues no podia esperar sostenerse en la ciudad. No me he detenido en hacer conocer los errores de Torrente, porque seria menester una nota a cada palabra del autor, y porque no son de trascendencia por ser su obra muy poco leida, lo que no sucede con las de Bustamante, que han venido a ser el única texto de la Historia de la revolución de México.
(10Murió pocos dias despues otro oficial que se enterró sin pompa ninguna. Este era mexicano y Bringas europeo; esto bastó para que se pusiese al Virrey un pasquin que decia:
¿Bringas era gachupin?
Su entiero fue un S. Quintín.
¿N. era americano?
Su entierro fue liso y llano.
Este convite y otros actos de adhesion de Beristain al gobierno, eran interpretados por los americanos como efecto de baja adulacion. Estoy sin embargo persuadido que Beristain era sinceramente contrario a la revolucion, tal como Hidalgo la estaba haciendo, aunque su opinion fuese por la independencia.
(11Es su fecha 3 de Febrero de 1811, inserta en la Gaceta de 8 del mismo. núm. 18. tomo 2°, fol. 117.
(12Gaceta núm. 23, tomo 2°, fol. 148, de 15 de Febrero de 1811.
(13Bustamante, Cuadro histórico, para hacer subir este número a siete mil hombres, cuenta con la tropa que quedó en el interior de la ciudad, que era muy poco útil, y con el regimiento de Toluca que estaba en Puebla. Arechederreta en sus Apuntes históricos dice, que apenas l!egaban a mil hombres, pero ciertamente eran mas y quedan los dos mil que he dicho, deduciendo del cálculo de Bustamante, todo lo que no estaba en el campamento.
(14En el discurso que leyó en México en la fiesta cívica del 16 de Septiembre de 1831 el Lic. D. Francisco Molinos del Campo, insertó la intimacion que dice fue hecha por Hidalgo y Allende al Virrey, por medio de los parlamentarios enviados a la capital; pero basta leerla para conocer que el documento es no solo apócrifo, sino que el que lo inventó, no tenia conocimiento alguno de la revolucion, pues introdujo en él las frases de constitucion nacional, y otras, de que ni aun idea habia en aquel tiempo, pues no se introdujeron en el idioma revolucionario, hasta que las pusieron a la moda las cortes de Cádiz. En este documento se dice tambien que Hidalgo y Allende ofrecieron tratar a los europeos que no se opusiesen a su proyecto, como a hermanos tiernamente amados y por la intimacion hecha a la ciudad de Celaya que se ha insertado en el apéndice, y que es auténtica, se podrá calificar la verdad de tales expresiones. Aquella intimacion contiene el espíritu verdadero de la insurreccion, y todo lo demas no son mas que las fábulas de que se ha querido llenar la historia de la revolucion, para quitar de la vista lo horroroso del fondo del cuadro que presenta la verdad de los hechos.
(15D. Carlos Bustamante, que habia descrito en un opúsculo la piedad del pueblo mexicano, cuando se llevó a la capital pocos meses antes la sagrada imágen, atribuye su translacion en esta vez, nada ménos que al diablo, que no duerme y que escogió el mejor medio de alborotar al pueblo y hacerlo que santamente armase un nuevo molote. Aparecióse dice, nuestra señora de los Remedios; pero no por los aires, como cuentan las leyendas de ahora tres siglos, echando tierra a los indios mexicanos en los ojos, sino en coche y en manos del P. Capellan de su santuario. ¡Tantas inconsecuencias puede producir el espíritu de partido, aun en hombres que hacen profesion de piadosos!
(16Centeno fue cogido por haber bajado a Coyoacan a buscar un herrero para componer un coche. Conducido a la cárcel de corte e instruido su proceso, fue ahorcado en el Ejido de México el dia 1° de Febrero de 1811. José Antonio Martinez, sargento del regimiento de la Reina, de la compañía de Abasolo, que habia ascendido hasta mariscal de campo, fue aprehendido en Chalco despues de la batalla de Aculco. Diario de México de 1° de Febrero de 1811, tomo 14, núm. 1,948.
(17Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 86, cita un ejemplo notable de la timidez de los agentes secretos de los insurgentes.
(18Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, f. 86, dice que no le quedaban mas que 30 tiros de cañón. Mas adelante veremos que no habia tal falta de municiones.
(19Estas palabras están copiadas de la declaracion que Allende dió en su causa.
(20Diario de García Conde.
(21Diario de García Conde. Por esto y lo que despues se dirá, se vé que no faltaba el parque, como dice Bustamante.
(22He tomado la relacion de la marcha de Calleja y batalla de Aculco, del parte circunstanciado del mismo Calleja inserto en la Gaceta de 20 de Noviembre, núm. 137, Suplemento; de donde tambien la tomó Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 91.
(23Diario de García Conde.
(24Véase el plano de esta batalla, en la obra de Torrente.
(25Probablemente el aumento de piezas fue por algunas fundidas en Valladolid y remitidas al ejército.
(26Este parte fecha 15 de Noviembre; firmado por el justicia D. Manuel Perfecto Chavez, se halla entre los papeles de la secretaría del virreinato, en el legajo de la campaña de Calleja, y a él se refiere Bustamante, Cuadro histúrico, tomo 1°, fol. 93.
(27No es esto inverosímil, pues el conde de Valenciana fue reprendido, segun él mismo me dijo, porque no creia las Gacetas.
(28Se vé por esto, que no fue la falta de municiones la que decidió a Hidalgo a retirarse de delante de México.
(29Las otras dos banderas de este regimiento estaban en Querétaro con el batallon que se hallaba allí. Las balas de cañon tomadas en las Cruces, hacen ver que Trujillo tenian todavía cuando se retiró algunas mas municiones que las que en su parte dice.
(30El Dr. Gastañeta era primo hermano mio.
(31En 4 de Noviembre.
(32Gaceta de 13 del mismo, tomo 1°, núm. 134, fol. 945.
(33Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1°, fol. 94, con las infieles reticencias que acostumbra, cita estos bandos en solo la parte relativa a la entrega de las armas, y calla absolutamente todo lo relativo al indulto. Esto hace su narracion de los hechos tan infiel, que no me atrevo a citar ninguno, descansando en solo su testimonio. Por esto no he hablado del robo que dice hicieron las tropas reales de la custodia de la parroquia de Aculco, cuyo hecho asegura se probó en el arzobispado, y quedó impune por no disgustar al gobierno.
(34Era hermano del Dr. D. Pedro Velez, que ha muerto poco tiempo ha, siendo magistrado de la Corte Suprema de Justicia.
(35Véanse en el apéndice, las cartas dirigidas por Anaya a los gobernadores de los indios de Ixmiquilpan y Jilotepec.

Índice de Revolución del cura Miguel Hidalgo hasta la muerte de éste y de sus compañeros de Lucas AlamánCapítu

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