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domingo, 2 de septiembre de 2018

Quemadles; total, están vivos

@fer10Torressáb 01 sep 2018 11:40
 
  
 
Desafortunadamente, la violencia por parte de dos manadas de no pensantes se convirtió en el peor de los desenlaces y de las pesadillas, mucho peor que cualquier película de terror
Desafortunadamente, la violencia por parte de dos manadas de no pensantes se convirtió en el peor de los desenlaces y de las pesadillas, mucho peor que cualquier película de terror
Foto propiedad de: Internet

Esta semana, de forma arbitraria y salvaje, se quemaron personas, estando vivas. Eran inocentes, les quemaron porque por un momento alguien pensó se trataba de robachicos. O, bien, porque sabían que no lo eran, pero se quería aprovechar el encono de la población.
Al grito hueco, lleno de odio, los vecinos arremetieron ciegos de ira y actuaron como salvajes. Tan cultos como los antiguos miembros de la inquisición. 
En menos de 72 horas, en Puebla y en Hidalgo, cuatro personas inocentes fueron asesinadas por un grupo de “seres pensantes” arropados en el anonimato. Las reuniones multitudinarias (o aun no tan grandes) permiten que los miembros de las mismas puedan ejercer violencia sabiendo de antemano que, aun siendo culpables, no serán perseguidos y menos acusados.
Los niveles de violencia en el país, con más de 47,000 desaparecidos y más de 200,000 muertos en los últimos doce años, no son pretexto ni razón para la crueldad ejercida sobre cuatro inocentes.
Lo peor es que en general se ha guardado silencio. Tal vez, porque lo que se calla por mucho tiempo lo que nadie se atreve a hablar, ha sucedido y en dos puntos de la geografía nacional. El odio acendrado en la población, una fuerza de seguridad que no existe o prefiere ausentarse cuando el brillo de los ojos y los gritos compartidos avisan de una tragedia difícil de parar.
Aun cuando los policías detienen a los posibles, probables o reales delincuentes, ¿dónde está la justicia que les deja libres?, ¿quién confía en los jueces perpetrados en sus juzgados, listos para liberar porque faltó una prueba? Desconfianza en la autoridad, lo cual lleva a una supuesta justicia por propia mano. Es solo una muestra inequívoca de violencia, barbarie que fulmina a personas inocentes.
El pueblo ni es bueno ni es maldito. Ha decidido tomar la justicia por sus propias manos y ha fallado. Al igual que el Estado, garante del derecho, de la justicia y del orden al no poder, no saber o no querer dar las garantías mínimas a la población, tanto a los agredidos como a los agresores.
Lleva razón AMLO al pedir la pacificación del país, en buscar calmar los ánimos y en buscar la reconciliación de las personas. Los niveles de odio, enojo desbordan los ánimos, cegando a unos y a otros. No solo en las redes sociales, llegando al asesinato de inocentes.
Pero Andrés Maniel está equivocado al suponer que el pueblo es bueno y sabio. Como esto tampoco significa que sea sinónimo de que sea malo y tonto. La gente actúa a base de incentivos, los cuales pueden llevarles a ser magnánimos, increíbles y solidarios, como fue el provocado por el dolor compartido del terremoto del 19 de septiembre del año pasado. Pero también puede descarrilarlos a actuar cómo dementes y volverse asesinos.
Erramos si continuamos sin escuchar al de junto, si actuamos solamente por impulsos. Somos seres complejos, a veces pensantes y otras terriblemente viscerales. Actuar como “pueblo bueno” o como asesinos, depende de todos y de volver a construir algo que hemos perdido: ser comunidad, vecinos que nos cuidamos y que tenemos que creer y obligar a la autoridad a cumplir con su deber.
Desafortunadamente, la violencia por parte de dos manadas de no pensantes se convirtió en el peor de los desenlaces y de las pesadillas, mucho peor que cualquier película de terror.
NO somos “pueblo bueno”, pero tampoco los asesinos que hemos visto. La justicia debe existir, hoy, está perdida. 

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